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Reflexiones sobre la Antropología, el SIDA y la Familia
por doctor Mario Jesús Casas López y María Laura Riba

“Vivir con VIH es agradecerle a la vida que te permita despertarte y tener un amanecer, dándole gracias a Dios, a quien te trajo al mundo, o sea, a tu familia”, así expresa uno de los entrevistados en el documental ‘Viviendo al Límite’, de la cubana Belkis Vega. Puede o no sorprender la actitud positiva de este entrevistado, ese “agradecer” cotidiano, que en un enfermo de SIDA provoca más relevancia; sin embargo, lo que se sostiene siempre, más allá del SIDA - y a pesar de él - es la ‘familia’ como columna, como abrigo, como refugio. Pero, ¿de qué familia estamos hablando cuando hablamos de una en cuyo seno existe un miembro, o varios, infectados por el VIH? ¿Cómo se continúa construyendo la cadena del parentesco en estas familias?

El parentesco es considerado por los antropólogos “como un lazo social en el que las relaciones biológicas entre dos personas no necesariamente son relevantes para la adscripción a una parentela”.[1] Según se sostiene desde la misma Antropología, “en años más recientes, la aparición de nuevas tecnologías de reproducción y fenómenos como el SIDA han provocado que la teoría antropológica del parentesco aparezca incompleta o incapaz de abordar analíticamente esos temas que no aparecían antes de 1980, debido, entre otras cosas, a que no existían”.[2] Pareciera ser que el VIH fuera algo así como el ‘eslabón perdido de la Antropología del Parentesco’.

El interés de los investigadores J.F. McLennan y Johann Jacob Bachofen radicaba en el parentesco de sociedades antiguas —principalmente la romana y la griega“en sus intenciones de encontrar los orígenes de las reglas europeas de parentesco que determinaban, entre otros asuntos, el derecho a la herencia o a la sucesión. Precisamente es la obra de estos dos autores la que marca el inicio de los estudios de parentesco.”[3]

En la sociedad moderna, a partir de la década de los años ’80 del siglo pasado, entre otras cosas, el SIDA vino a cambiar esa famosa línea de parentesco. Y nuestra familia cubana atraviesa por estos mismos cambios, no es ajena a ella. ¿Cuántos enfermos de SIDA traen al mundo hijos? Sin duda es una causa más que ayuda a que el índice de natalidad sea menor con el paso de los años. Sin duda, un rompimiento en la línea sucesoria, una detención no deseada por esa familia.

“Siento que la infección por el VIH me ha hecho crecer. En lugar de sentirme minimizado, me siento grande porque he sabido pasar por alto todos esos sentimientos injustos que tenía al principio. Además, estoy ayudando a muchos niños a mejorar la calidad de sus vidas… a arrebatárselas a la muerte, en algunos. Y en eso está la mano mía”. Estas palabras conmovedoras pertenecen a un médico pediatra cubano portador de VIH, y que también fue entrevistado en el documental de la realizadora Belkis Vega. El SIDA ya está en la familia cubana, ¿estamos realmente preparados para convivir con un enfermo de SIDA en pleno siglo XXI?

Si bien, allá por 1980 al VIH se lo denominaba la ‘Peste Rosa’ porque se consideraba que los únicos que la padecían eran los homosexuales, hace tiempo, mucho tiempo, que dejó de ser así. Es conocida la historia del célebre galán norteamericano Rock Hudson (1925 - 1985), quien, a fin de conservar su virilidad en las pantallas de cine, y ante rumores de homosexualidad, fue prácticamente obligado a contraer matrimonio - durante la década del ’50 - con la secretaria de su agente artístico. Homosexualidad que no pudo volver a ocultarse cuando Hudson inició - por lo menos públicamente - la larga lista de fallecidos por el SIDA. Muy pronto el VIH pasó a ser una posibilidad cierta para cualquier persona que tuviera contacto con un enfermo de este tipo, ya sea por relaciones heterosexuales sin protección - uno de los dos debe estar infectado - o, sólo por citar otro ejemplo, un médico que trate a un paciente sin saber que éste es portador, y sea contagiado.

Respecto de los cambios sufridos en la familia actual, la profesora en sociología Ana Irene del Valle, señala: “Por ello la inquietud actual sobre el futuro de la familia no arranca tanto de la incertidumbre de su vigencia, como de la derivada de su creciente pluralidad, porque cada vez, con mayor intensidad, en las sociedades de la segunda modernidad, la vida familiar adopta formas distintas, diversas y discontinuas de realización”.[4]

La familia no desaparece sino se transforma, del Valle señala que: “Las encuestas de valores y actitudes de la población no hacen sino confirmar una y otra vez que para casi la totalidad de los individuos, la familia tiene un significado relevante, sea como ámbito de referencia, sea como proyecto vital. Probablemente de esa estima generalizada de la familia como valor personal y social se comprende el atrincheramiento en la defensa ferviente del mantenimiento de la familia tradicional y la reivindicación a formar familia de individuo sin pareja o con pareja homosexual (…). Lo que no comparte la mayor parte de los individuos es que lo que se entiende por familia encierre una misma forma de vivir, amar o procrear”.[5]

Es innegable que el SIDA ha venido a trastocar el concepto de familia, no ya el tradicional sino el que se manejaba antes de la aparición de este flagelo; pero ya hace casi treinta años que está metido de lleno en nuestras sociedades, y si bien se han logrado estabilizaciones y altas calidades de vida, aún continúa produciendo muertes e infecciones masivas: África es un lamentable ejemplo. También hay que tener en cuenta lo que indica, nuevamente, la socióloga española cuando expresa que toda transformación “acompaña en el plano de las ideas una tendencia creciente al aumento de libertad de elección y del inconformismo con las normas prescriptas socialmente. Se intensifica el rechazo a las normas impuestas por una autoridad o moralidad institucional externa en el comportamiento personal, sea social, religiosa o política. Trasladado al terreno de la sexualidad, el énfasis en la libertad y felicidad personal suponen una reivindicación de la propia sexualidad, de la disociación entre sexualidad y reproducción”[6]. La elección sexual, en estos cambios de la familia, es muy importante; y si bien el SIDA - como ya se ha expresado anteriormente - no ataca exclusivamente al homosexual - un drogadicto, al compartir su jeringa, también puede contraer el VIH - es importante que quien escoja serlo sepa cuidarse en sus relaciones íntimas, puesto que ésta es una de las vías más directas de contagio.

El futuro de la familia está anclado a su creciente pluralidad. Y cada cambio no es aislado, la familia cambia - la sociedad cambia (¿o viceversa?).Y citando otra vez a la profesora española: “Y lo que es más importante, ninguna forma familiar, por mayoritaria, es mejor o peor que otras pasada, presente o futura”.[7]

El SIDA produce un enorme cambio familiar, específicamente en el parentesco. Pero el SIDA ya está instalado, y aún con esta enfermedad hay quien cada mañana defiende la vida, más allá de la Antropología, la Sociología y Psicología. Hay quien está esperando que la tan mentada ‘tolerancia’ siempre lo acompañe: “Para mí, levantarme y respirar... Así cuando abro la puerta y me da el aire... En la vida todo es nuestra cuenta regresiva, pero para una persona con VIH está más marcado, lo tiene todo el tiempo”. Esta es la voz de otro de los enfermos que coge las riendas y se enfrenta a las cámaras como si nos dijera: ‘El cambio está. El parentesco continúa. Nosotros, todavía, estamos vivos.’.

Notas bibliográficas:  

[1]   Antropología del parentesco - De Wikipedia, la enciclopedia libre.

[2]   Ib ídem (1).

[3]    Ib ídem (1).

[4]   Ana Irene del Valle, profesora de Sociología de la Universidad del País vasco, Bilbao - “El futuro de la familia: la familia”

[5]   Ib ídem (4).

[6]   Ib ídem (5).

[7]   Ib ídem (6).

por doctor Mario Jesús Casas López y María Laura Riba

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