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¿Pueden los valores humanos formar parte del paisaje?
Por el doctor Mario Jesús Casas López

El otro día, mientras venia hacia aquí, pensaba sobre la conferencia que debía dar hoy sobre los “valores humanos”. En ese momento reflexionaba sobre éstos, la crisis por la cual atravesaban, sus cambios inevitables, sus cambios necesarios, los no convenientes, en fin, sobre la idea de los valores en general, cuando el chofer de la guagua giró bruscamente, atravesó calles a bastante velocidad e insultó a otro conductor que había realizado quién sabe qué extraña maniobra. Entre tanto, quienes viajábamos, nos vimos inmersos en una especie de confusión que nos sorprendió, lo cual hizo que uno de los pasajeros gritara al conductor: “¡¿Acaso crees que llevas animales?!”, a lo que de manera inmediata, otro pasajero respondió con ironía y gracia: “¡Claro… pero “razonables”!”.

“Razonables”, pensé, efectivamente; sin embargo reflexioné acerca de si, como se sabe, nuestra razón nos diferencia de las bestias, es decir, nuestra razón nos hace seres con “valores”, qué estaba ocurriendo actualmente con ellos, qué ocurre con ellos cuando nos enfrentamos a una situación como esta en la cual la “incoherencia” está presente: pues resulta que ese mismo chofer que insultó y transgredió una norma vehicular, se sentía molesto por la “falta de respeto” del otro conductor. Situación similar viví días atrás cuando un conductor tiró el carro encima a un niño que iba en bicicleta porque según él, “ese chama estaba bobeando”.

Me puse a pensar en los “valores”, la “moral”, la “ética” y su relación. De este modo, “moral”, originariamente significaba “costumbre”; sin embargo, más tarde, pasó a significar también “carácter” o “modo de ser”. Lo “moral”, como categoría, designa un conjunto de normas, valores, cualidades e ideales que forman parte de la vida social y espiritual de los hombres.

Por otra parte, está la “ética” que originariamente significó “morada”, y luego devino en “el carácter”, el “modo de ser” que una persona o grupo va adquiriendo a lo largo de los años.

Dado el tenue límite etimológico que existe entre ambos vocablos, es habitual que aparezcan como intercambiables. No obstante, siempre se debe tener presente que “ética” y “moral” son dos niveles de reflexión diferentes. Así, moral es ese conjunto de principios, normas y valores que cada generación deja a la que viene, y ética es la disciplina filosófica que reflexiona sobre los problemas morales. 

En toda sociedad existen principios, “valores”, normas que regulan las relaciones interpersonales. Es a través de los valores que llegamos a determinadas conclusiones, pues éstos nos instan a reflexionar. Es a partir de los valores que aprendemos a diferenciar lo que vale de lo que no, lo justo de lo injusto, lo que es debido frente a los indebido, y así vamos acercándonos a posibles respuestas sobre cuestiones existenciales Son los “valores” los que nos posibilitan distinguir lo principal de lo secundario. Nos hacen sentir bien con nosotros mismos y en consecuencia, con el resto de la sociedad; nos hacen crecer como personas.

Varían de un país a otro acorde a la realidad económica, su cultura, tradiciones, su historia, su religión,  su peculiaridad. A su vez, en un mismo país también varían según sus regiones, zonas, barrios; según los grupos, familias e individuos.

Hay que considerar que un valor significativo para una persona o un grupo, al mismo tiempo puede ser negativo para la sociedad o la humanidad. Por ejemplo, está el caso de los “mara salvatrucha”, para cuyos integrantes asesinar es considerado un “valor”, algo que es sin dudas negativo para el resto de la sociedad. En este caso, este fenómeno será considerado un “antivalor” con respecto a lo deseable socialmente.

Los “valores” son también históricos, es decir, cambian de una época a otra,  de unas generaciones a otras. Los valores se transforman, y al hacerlo, algunos se conservan y refuerzan, nacen otros nuevos y otros se quedan en el camino. Esta transformación, este movimiento, el hecho de que los “valores” no sean estáticos, garantiza el progreso moral y humanista de la sociedad. Existen ciertos valores que ya han perdido razón de ser dentro de la familia actual. Un ejemplo lo hallamos en el libro “Como agua para el chocolate” de la mexicana Laura Esquivel. Allí se ve claramente reflejado un valor muy marcado en los matriarcados campesinos de comienzos del siglo XX, fines del XIX: la hija menor no podía casarse ni hacer su propia vida porque debía quedarse a cuidar a su madre hasta el día de su muerte. Asimismo, esta hija menor, era la tía que debía hacerse cargo de la casa y hasta de amamantar a los hijos de sus hermanas si era necesario. Ese valor antes indiscutido, al pasar de generación en generación se oxigenó y por ende terminó desapareciendo.

No es nuevo señalar que entre adultos y jóvenes existen encuentros y desencuentros, que cada generación responde al tiempo que le toca vivir.  Una generación no puede “vivir” por otra; sólo puede transmitir sus experiencias. No obstante, al mismo tiempo son los jóvenes quienes de manera activa conservan, desarrollan y transforman los valores, como así también, necesitan tener sus propias vivencias, acertadas o no. Necesitan decidir, elegir y autodeterminarse de manera dinámica.

En un párrafo del libro “Fiebre de Caballos” del cubano Leonardo Padura se lee: “… Ella que se decía creyente y jamás asistía a una iglesia – aunque con frecuencia lanzaba votos y promesas verbales pronto olvidadas – se confesaba también enemiga irreconciliable de las libertades sexuales. Eso iba contra la moral, la educación y Dios, y no podía gustarle que su hijo saliera con una mujer mayor, de pasado desconocido…”

Un claro ejemplo de la diferencia generacional, de la transformación de un valor; transformación realizada de modo activo. Lo que es perfección en una época histórica específica no lo es en otra. Lo que era “amoral” para esta madre no lo es para el hijo. Lo que resulta valioso, correcto, adecuado para los adultos no tiene que serlo obligatoriamente para los menores.  

Los valores se forman  en marcos tan amplios como la humanidad o  en espacios tan reducidos como la familia. La familia es la forma primaria de organización humana, el primer grupo de referencia para cualquier ser humano, el sitio donde se vivencian con mayor intensidad las tradiciones y su conservación. Es en ese marco donde se aprende a sentir, a pensar, a concebir el mundo de un determinado modo y se reciben las orientaciones primarias de valor.

Los valores aprendidos en la infancia quedan casi siempre más prendidos en la personalidad, lo cual hace más difícil su cambio. De ahí la importancia de que esa educación primera sea lo más adecuada posible. La familia es en sí misma un valor, en tanto y en cuanto es útil a la sociedad en su conjunto Pero a su vez, la familia está incluida en un mundo social, por lo que sus cambios están metidos dentro de determinados cambios globales. La familia, como valor, puede formar, pero también, puede llegar a deformar. La familia puede actuar, como refugio de valores, como antídoto contra las influencias negativas que llegan desde la sociedad sin negar la realidad existente y la influencia que posee puertas adentro de la familia. 

Ni la rigidez ante la necesidad de cambio ni la ruptura constante favorecen a la familia. Esta necesita de una armonía derivada de la conciliación entre estabilidad y cambio que puede tener ritmos diferentes en cada momento y en cada familia.

Dentro de las familias, los jóvenes son más sensibles a los cambios, tienden siempre a cierta rebeldía que está asociada a la búsqueda de su independencia, a su propio desarrollo como persona. Por otro lado, los adultos tienden a la conservación de sus experiencias y valores y poseen mayor resistencia a los cambios.

Los valores se interrelacionan entre sí, se subordinan unos a otros según la  mayor o menor importancia que tengan para cada cual, y es cada cual quien los va ordenando en una jerarquía que va a constituirse en guía de su conducta diaria y de su propio proyecto de vida. Es así como no existe una correlación exacta entre los valores defendidos por la sociedad y los valores expresados en el ámbito de grupos, familias e individuos.

La importancia de educar en los valores radica en que la persona encuentra su sentido propio a las situaciones que le toca enfrentar en la sociedad y que la sociedad le señala como “valor”. Educar en los valores es reflexionar sobre ellos, debatir, hasta no estar de acuerdo y fundamentar el porqué de esa discrepancia, y además, aceptar que la otra persona tiene derecho a pensar y sentir diferente a mí.

Como diría la filósofa española Adela Cortina, hay que “educar en los afectos” para no caer en el “analfabetismo emocional”, que nos haría caer, irremediablemente en el quiebre total de los valores.

El desarrollo de valores encierra contenidos universales, eternos, que aunque se expresen de diferente manera a lo largo de la historia de la humanidad siguen conservando su importancia y sentido fundamental. A estos valores se los ha denominado, según señala López Bombino, “fondo de oro” de la cultura moral de la humanidad y representan conquistas históricas de la civilización. Se trata de formas de relaciones entre los individuos, entre padres e hijos, adultos y menores, entre personas sanas y enfermas, entre mujeres y hombres, que se convierten en normas de  convivencia.

Los valores también llevan en sí los remordimientos de conciencia, los sentimientos de vergüenza, el arrepentimiento, pues están vinculados con el autocontrol del ser humano.   

El exceso de normas actúa como elemento estresante en la familia. A su vez, el cambio de normas explícitas se hace difícil si no se esclarecen los valores que las sostienen o las funciones reales que subyacen en dichas normas.

Las normas para establecerse requieren de claridad, límites, fundamentación racional en los valores que defienden. La observación de modelos próximos y adecuados facilita la adquisición de normas. La aplicación de la norma requiere de consistencia, límites claros y de coherencia entre lo verbal y la conducta, y de consenso entre los padres y adultos encargados de la educación en la familia.  

Los valores que la familia establece surgen de diferentes fuentes. La familia es un intermediario entre la comunidad y otras instancias educativas, los medios masivos de comunicación, el discurso político, las leyes, los preceptos morales y religiosos vigentes en la sociedad, y también las tradiciones, mediante las generaciones precedentes.  

Los valores contribuyen a la estabilidad familiar, a la identidad y al sentimiento de pertenencia, de ahí la resistencia ante un posible cambio en los mismos. 

Continuamente se está hablando de una “crisis de valores” que muchas veces se asocia a una crisis de la familia. Comencemos por decir que “crisis” proviene del griego y significa “separar”, “escindir”. No obstante, “atravesar por una crisis” no significa, necesariamente, algo malo. Los chinos, por ejemplo, ven una “oportunidad” en cada peligro, un “crecimiento”, en cada momento difícil de la vida.

De modo que si estamos atravesando por una crisis de valores, podemos decir que si bien no es posible responsabilizar únicamente a la familia de esto, en cambio es muy cierto que los cambios que se operan globalmente en el mundo afectan a la familia. 

Con este mundo globalizado y posmodernista, se ha instalado cierto nihilismo, cierta desesperanza, se cree que los sueños son nada más que eso y que no valen la pena, la solidaridad cada vez más va cerrando su espacio.

Por ejemplo, el otro día alguien me dijo: “Mientras mi familia y yo estemos bien, los demás no me importan. Cada uno que se las arregle”. Los afectos van pasando a segundo plano y la sociedad se torna individualista.

Se habla de la relación entre diferentes culturas, lo que a primera vista es bueno, pero no siempre es así, no siempre se producen enriquecedores encuentros culturales. Suele ocurrir que la “cultura” originada en determinado centro de poder es la que se impone, y se enseña al mundo una imagen simplificada de supuestos valores universales, cuando en realidad, se confunde “gusto”, “moda” por valor cultural. Gustos y modas que, por otra parte, no están al alcance de todos los habitantes del planeta. 

Por ejemplo, en muchos países la anorexia causa estragos, pues existe la moda de las “modelos” muy flacas y cuanto más delgadas mejor; pero ocurre que en muchos países el prototipo físico de la mujer no es el de ser alta y muy delgada, con lo cual, muchas jóvenes, al imitar, copiar esa moda a la cual dan categoría de valor, caen en la anorexia.

Un mismo valor puede expresarse en diversas normas incluso contradictorias, por lo que es importante analizar la coherencia entre el sistema de valores familiares y dichas normas.

Las familias entre sí difieren en cuanto a los valores que defienden y las jerarquías que le adjudican. Las normas más relevantes son aquellas que regulan las relaciones interpersonales entre los miembros y sus formas de comunicación. Por ejemplo, los afectos y el modo de expresarlos, incluidos afectos negativos.

Sin embargo no hay que perder de vista que al mismo tiempo, el propio individuo es capaz de asumir actitudes personales, propias, creativas, de ser activo. Y lo es más cuanto mejor está preparado y se encuentra más firme en sus valores.

El establecimiento de valores en la familia, en razón de que se produce sobre todo a través de los afectos y menos por argumentos racionales, es muchas veces más dependiente de su práctica cotidiana que de su discurso retórico. En la familia funcionan normas que no están escritas y ni siquiera dichas, pero que todos sus miembros conocen porque se han convertido en costumbres.

Por ejemplo, hay familias cuyos miembros “tienen que cenar todos juntos”. Quizás porque es el único momento del día en que pueden estar todos reunidos. También en esa familia está establecido que no se mira televisión mientras se cena. Esta situación es ya una costumbre y no existe ninguna regla ni norma escrita que establezca tal situación.  

Las fuerzas del cambio vienen de los propios miembros de la familia en su proceso de evolución, otras vienen de los propios sistemas o macrosistemas con los cuales la familia interactúa o del propio contexto en el que la misma se encuentra.

Conflictos de valores

¿Cuándo existen conflictos en los valores? Pues cuando se producen algunas de estas causas:  

1) Falta de conciencia explícita de los valores: al no quedar claros para la familia los valores que hereda, defiende y trasmite. Por ejemplo, un niño podría preguntar: “¿Por qué yo no debería golpear a mi compañero de clases si todas las noches veo como mi papá golpea a mi mamá?”   

2) Confusión entre valores morales y no morales. Los valores morales son los más importantes en el desarrollo personal y la socialización, mientras que los no morales se refieren a gustos, opiniones, preferencias y por tanto requieren de mayor tolerancia. Por ejemplo, algún muchacho/a podría confundir con “valor” tatuarse el cuerpo cuando en verdad es un gusto, una preferencia, una moda. Esta posibilidad del tatuaje pasa a ser considerado un valor, o se convierte en “antivalor” cuando ese tatuaje deja de ser un gusto para pasar a ser un signo, una marca de pertenencia a una pandilla, como lo es la de Los Mara.   

3) Diferencias entre las diversas manifestaciones de un valor. El conflicto se atenúa cuando las personas entienden que un mismo valor puede expresarse de modos diferentes y armónicos. La “honestidad” es un valor, pero el modo de expresar esa honestidad puede generar conflictos. “Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”, canta Serrat, o Joaquín Sabina describe que “el Universo es más ancho que tus caderas”. No es mala tanta honestidad, sólo que para evitar conflictos, dolores, malestares, el valor de la honestidad, puede expresarse de maneras mejores para evitar el desencuentro.   
  
4) Escasa tolerancia familiar. Es necesaria la tolerancia y el respeto, si bien es cierto que en no todos los valores es igualmente fácil la tolerancia ni en todos los casos es igualmente deseable la negociación. Pese a que actualmente la homosexualidad ha dejado de ser un estigma maldito, muchas familias aún consideran vergonzoso tener entre sus miembros a un gay. Otro ejemplo: en muchas sociedades, incluso llegado mediados del siglo XX, tener un familiar psiquiátrico significaba algo bochornoso. Muchas veces, a ese familiar, que bien podía ser el propio hijo, se lo confinaba en una habitación alejada y no se le permitía la salida a la calle. Era algo que había que ocultar. 
  
5) Contexto social intolerante. Cuando el contexto externo no es tolerante sino hasta represivo hacia los valores familiares, la familia se ve obligada a ahogar sus manifestaciones y padecer el rechazo social por medio de descalificaciones y la agresión. Un ejemplo claro fue el de la Inquisición; la sistemática y brutal persecución a quienes eran tildados de “herejes” hizo que familias enteras continuaran cumpliendo sus ritos religiosos a escondidas, y muchos de sus integrantes torturados y asesinados. Lo mismo ocurrió con los esclavos traídos de África a quienes se les impuso una fe que no era la de ellos, y si bien, por una cuestión de supervivencia puertas afuera demostraban su fidelidad a la religión impuesta, hacia adentro, a escondidas, seguían adorando a sus santos.

Los valores entran en conflicto cuando:

 

1) No se tiene un proyecto de vida.

Por ejemplo, cuando algún muchacho/a pregunta: “¿Por qué tengo que estudiar?”. Si lo preguntan es porque no ven valor en el estudio.

 

2) Los toca el nihilismo que comentaba anteriormente, la desesperanza ante un mundo que parece devorar todo a su paso

 

3) Cuando los invade el afán de lucro:

Un ejemplo son “los nuevos ricos”, aquellos quienes hacen ostentación de su alto nivel económico, generalmente acompañado de escasa o nula cultura.  

 

4) Cuando existe la “doble moral”, la hipocresía, el engaño:   

Por ejemplo, determinados discursos políticos que indican una cosa, pero que en la práctica se hace otra muy distinta. Durante la Guerra de Malvinas, guerra entre Argentina e Inglaterra, durante todo el conflicto, el gobierno y medios de comunicación argentinos engañaron a su población diciendo que estaban ganando la guerra, cuando en verdad no era cierto.

 

5) Falta de comunicación familiar
Muchas familias, con el pretexto de no entrar en conflictos, prefieren dejar que cada miembro haga lo que quiera. No hay diálogo. 

  
6) Cuando existen desigualdades sociales, violencia
Lamentablemente, en el mundo abundan ejemplos de este tipo. 

  
7) Cuando aún en siglo XXI existe en el mundo el racismo: Por ejemplo, el poeta cubano Regino Pedrozo, de origen chino y etíope, escribió en una suerte de pequeña autobiografía: “Raza: humana”   

8) Cuando se hace fuerte la xenofobia
En muchos países los inmigrantes son muy mal vistos por los habitantes de esos países, pues consideran que éstos “roban el trabajo de los naturales” del lugar.   

9) El acoso sexual que subestima a la persona, la denigra,  y es un rasgo de poder sobre el otro

 

10)   El tráfico de influencias, el vale todo: “el fin justifica los medios”.

Al hablar de la crisis de valores en Cuba, vale la pena citar textualmente a López Bombino quien señala que “en nuestra sociedad investigaciones realizadas por el Centro de Estudios de la Juventud han constatado que:

1) Existe en algunos jóvenes la evidencia de un desequilibrio entre lo que “expresan, piensan y hacen” en su quehacer diario.

2) Incongruencia entre el conocimiento sobre el contenido de un valor social y el sentido personal que este tiene para el joven, y su conducta.  En los adolescentes y jóvenes se hace más evidente, por ser esta etapa de la vida un período de intenso desarrollo de la personalidad y una etapa muy susceptible a todo tipo de influencia.

3) La crisis no es un fenómeno que apareció repentinamente.  Sus gérmenes se vislumbraron – como ya señalé -  a comienzo de 1986, observándose una dispersión de la identidad del joven sobre todo en lo referido a sus concepciones y expresiones.

4) Se constatan conductas y actitudes negativas, sobre todo, en las que se expresa un predominio de intereses de orden material como disponer de dinero en abundancia haciendo cualquier cosa. a) tener un trabajo cómodo que facilite la vida y b) casarse con un extranjero o extranjera para solucionar los problemas y tener amigos que “resuelvan”.

5) En este proceso ha influido en alguna medida el incremento del turismo que ha generado delincuencia y prostitución en algunos jóvenes.

6) Ha influido también, la devaluación social del trabajo (desvinculación del trabajo con la vida). 7) Tendencia a la privatización de la vida y el enclaustramiento en la familia. 

Para contrarrestar las desventajas de atravesar por una crisis de valores, se podría comenzar por:

1-    Hacer explícitos los valores.  

2- Definir concretamente los valores elegidos. 

3- Reflexionar y tomar conciencia acerca de la conducta pasada puede ayudar a resolver conflictos. 

4- Conocer el nivel de acuerdo, intolerancias y discrepancias familiares. 

5- Negociar las propuestas. A partir de la toma de conciencia, clarificación y aceptación de las discrepancias se buscan soluciones negociadas.

FINAL:

Y habría que tener siempre presente que cuando los valores se repiten constantemente, y mecánicamente, pueden terminar por perderse, perdiendo el sentido de perfeccionamiento que posee el valor como formación espiritual. Terminan por  formar “PARTE DEL PAISAJE”

por doctor Mario Jesús Casas López

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