Amigos protectores de Letras-Uruguay

 

Si quiere apoyar a Letras- Uruguay, done por PayPal, gracias!!

 
 

Sombras de la sociedad cubana
Autor: Mario Casas Berdayes

 
 
 

Resumen

Realizamos la presente revisión a partir de la visión de Fernando Ortiz acerca de la antropología criminal de la época en la sociedad cubana. Se utilizaron cinco bibliografías debido a que el tema ha sido poco abordado en Cuba. Enmarcamos su contenido en la neocolonia porque fue en esta donde se realizaron los estudios criminalísticos por  Ortiz e Israel Castellanos. Los grupos sociales que inmigraron y se entrelazaron en la sociedad cubana trajeron diferentes normas de conductas, las cuales en su tierra eran lícitas  sin embargo en la nueva sociedad no encajaban.  Factores como la marginación, pobreza y la exclusión social repercutieron en el desarrollo de la delincuencia, afectando a cada grupo, siendo el más afligido el negro. Empero, todo grupo sociocultural posee coherencia y estructura según modo de vida de los individuos pertenecientes al mismo, producto de la acción colectiva, la cual se percibe, juzga y actúa socialmente.

 

Palabras clave: mala vida, ñáñigos, brujos, antropología  

 

Introducción

 

El estudio de la antropología criminal en Cuba no ha sido lo suficientemente tratado. El tema tiene como máximo y, pudiera decirse, único exponente a Fernando Ortiz, quien realizó una trilogía que comenzó en 1906 con el libro Los Negros Brujos y que culminó en 1945 con Los Negros Curros, desde entonces no se ha realizado investigación alguna. De hecho, constituye de todas las aristas de la antropología, la menos estudiada en nuestros días, así como, la menos conocida.

 

La marginalidad en América Latina comenzó a utilizarse, fundamentalmente, con referencia a la situación de los sectores de población segregados en áreas no incorporadas a sistema de servicios urbanos o al sistema laboral. Como fenómeno social, la marginalidad distingue una situación por medio de la cual un grupo de individuos se coloca o es colocado al margen de determinados sistemas de valores materiales o espirituales que se hacen hegemónicos dentro de un contexto social concreto. La limitación de recursos ha determinado niveles selectivos y restringidos de consumo que generan una asfixia social al colocar a las personas que se encuentran en un estado de pauperación en una constante trasgresión de las normas sociales, reconocidas por los sujetos colectivos como moralmente dignas. Así se consolidan conductas cada vez más desestabilizadoras del orden social. Sin embargo estas conductas funcionan como mecanismos de supervivencia que permiten una salida a las privaciones, como el robo (muchas veces con violencia), la compra y venta en el mercado negro, la prostitución, la deserción escolar en pro de un ingreso inmediato, entre otras.

La publicación del libro Los Negros Brujos permitió a su autor, Fernando Ortiz, ser conocido como uno de los más importantes estudiosos de la ciencia antropológica y de la criminalidad en su vertiente positivista. Ortiz era entonces un joven abogado formado en primera instancia dentro del Instituto Sociológico de Madrid, que dirigía el profesor Manuel Sales y Ferré. Algunos años después, en Italia, sería alumno de los célebres Enrico Ferri y Cesare Lombroso, quienes lo alentarían en sus propósitos indagatorios, este último escribió, además, la conocida carta-prólogo a su libro de 1906.

Diversos factores contribuyeron a que el joven Ortiz decidiera adentrarse en este campo del conocimiento, apenas roturado por quienes le antecedieron, al estar establecido que la raza negra se moviera desde su llegada a la Isla bajo las infamantes condiciones de la esclavitud, o hacia "la mala vida", los "márgenes" de la sociedad cubana "blanca". Para ello concibió estudiar no solamente lo que de marginal pudiera tener el negro, como sus prácticas religiosas y mágicas fuera de "la ley", sino además otras lacras que lastraban a la misma en general, como el juego, la prostitución, la mendicidad, el alcoholismo, el crimen y el bandolerismo.

A pesar de haber nacido en Cuba en 1881, el primer conocimiento directo de Ortiz de su tierra natal ocurrió a los 15 años, durante la estancia en La Habana durante los años de 1895-1898, periodo en el que inició sus estudios universitarios de Derecho. Ya en la década del 80 del siglo XIX la sociedad cubana comenzó a experimentar cambios significativos, porque al cuarto de millón de esclavos que alcanzó la libertad jurídica y por tanto su necesidad de insertarse en el mercado laboral, se había sumado paulatinamente alrededor de un millón y medio de inmigrantes españoles que disputaron a negros y mulatos las actividades económicas que hasta el momento les habían pertenecido.[1]

Dentro de la situación que enfrentaba el país en la conformación de su modernidad, en el propio 1881 se desató en La Habana una feroz campaña contra la secta abakuá o ñáñiga, dirigida por el gobernador civil de la ciudad y secundada por su verdadero artífice, el funcionario policial de origen canario José Trujillo y Monagas, quien sería abuelo del tristemente célebre dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo. Trujillo y Monagas fue también autor de un importante folleto titulado Los ñáñigos: su historia, sus prácticas, su lenguaje, que apareció dentro del libro atribuido a Carlos Urrutia con el extenso título de Los criminales en Cuba y de José Trujillo Narración de los servicios prestados en el Cuerpo de Policía de La Habana y la historia de los criminales presos por él, en las diferentes épocas de los distintos empleos que desempeñó hasta el 31 de diciembre de 1881.[2]

La guerra impidió al joven Fernando Ortiz, profundizar en el conocimiento de la sociedad de la época, sin dudas alterada por los terribles acontecimientos bélicos que pudo sentir en su totalidad. A su regreso a España, donde continuaría su carrera universitaria, apenas podría hablar de asuntos de su país como no fueran los inmediatos acontecimientos de la contienda independentista y del "desastre del 98", que tan dramáticas consecuencias traería tanto para España, la antigua potencia finalmente derrotada, como para Cuba, que con Filipinas y Puerto Rico pasarían a manos del naciente imperio norteamericano.

Ortiz regresó a la península y en junio de 1900 "el cubano liberal" obtuvo el grado de licenciado en Derecho en la Universidad Literaria de Barcelona. Desde esa época data su relación con algunas figuras eminentes de la Sociología, la Criminología y el Derecho Penal con las que mantuvo correspondencia, como Constancio Bernaldo de Quirós, Enrico Ferri y Rafaele Garófalo.[3]

Viajó entonces a Madrid para realizar el doctorado. En 1917 narró sus experiencias estudiantiles en la Universidad Central de Madrid:

En esta época -escribió años más tarde- estudié la teoría neo-correccionalista penal con su ilustre iniciador Francisco Giner de los Ríos y practiqué numerosas expediciones antropométricas y antropológicas al mal llamado Correccional de Alcalá de Henares y Cárcel Modelo, obteniendo la amistad del Maestro y la de los eminentes penalistas hispanos Pedro Dorado Montero y Constancio Bernaldo de Quirós.[4]

Uno de los profesores que ejerció entonces mayor influencia en su pensamiento científico fue Manuel Sales y Ferré, uno de los padres de la sociología y director del Instituto de Sociología de Madrid:

Bajo su dirección y junto a sus compañeros de clase, el joven estudiante ofreció conferencias donde dio a conocer aspectos de la sociedad menorquina en la que vivió hasta su adolescencia. También participó en excursiones con el objetivo de conocer los diferentes estratos de la sociedad madrileña, desde la penitenciaría de Alcalá de Henares. Allí, Ortiz tropezó a inicios del siglo XX y por primera vez, con los atributos de la "terrible" y misteriosa secta negra cubana de los ñáñigos o abakuás, originarios del Calabar (territorio situado entre las actuales Nigeria y Camerún), la cual había horrorizado a la "buena sociedad" de la centuria anterior. Leyó además diferentes obras publicadas sobre los ñáñigos, pues en el seminario de postgraduados del Instituto de Sociología le habían solicitado impartir una conferencia a propósito del tema. Los libros fueron, entre otros, los ya mencionados Los criminales en Cuba y Los ñáñigos: su historia, sus prácticas, su lenguaje; el texto de una famosa conferencia pronunciada por esas fechas por Rafael Salillas, quien se interesó en el tema ñáñigo después de haber presenciado una ceremonia de esta sociedad en una visita efectuada a la Fortaleza de Achió, en Ceuta, lugar de destierro de muchos cubanos durante la etapa colonial, además de otros de su autoría sobre el hampa, sobre "las asociaciones de ladrones y pícaros en los siglos XVI y XVII, o la brujería";[5] y finalmente, el libro de Constancio Bernaldo de Quirós y José María Llanes Aguilaniedo “La mala vida en Madrid”. Estudio psicosociológico, redactado a la medida de otro famoso de la época, “La mala vida en Roma”, de Alfredo Nicéforo y Scipion Sigheli.

Su interés fue en realidad más allá de los propósitos de una conferencia que impartió. (...) "En realidad —nos dice Ortiz de ella— yo nada sabía de los ñáñigos, y desde entonces me propuse estudiarlos y escribir un libro que titularía "La mala vida en La Habana", incluyendo el ñañiguismo como uno de los capítulos más llamativos". Al concluir sus estudios universitarios volvió, en 1902, a Cuba "con lo ñáñigo en la cabeza".

Por ello decidió investigar los "márgenes" de la sociedad habanera donde pululaban mendigos, prostitutas, "brujos", bandidos y "criminales":

“Puse mano a la obra en colaboración. Mario Muñoz Bustamante, en aquel entonces redactor de El Mundo, quedaría encargado de lo tocante a la mendicidad, y el Dr. Miguel de Carrión escribiría en torno a la prostitución. Pero todo quedó ahí, es decir, Bustamante no hizo nada y Miguel de Carrión, médico especialista, escribió tres novelas, entre ellas Las Honradas. Por mi parte escribí algunos articulejos en Azul y Rojo, donde también escribía un gran periodista, Carbó (...) [Trabajé] en unión de Carbó, en labores de reportaje sociológico, por primera vez aprendí algo, en el terreno de las realidades gráficas, acerca de aquellas cuestiones.” [6]

Este proyecto investigativo se truncó lamentablemente, entre otras razones, por la incomprensión y el rechazo que el tema provocaba en el estrato social en que el joven científico y sus colaboradores se desenvolvían, pero evidentemente le sirvió de entrenamiento. Desde los primeros tiempos de trabajo, Ortiz utilizó para su investigación las técnicas de análisis documental y análisis de contenido, complementadas con el análisis de datos estadísticos, fruto de su temprana adhesión al positivismo.[7]

Numerosos documentos conservados en sus fondos así lo confirman, como las fichas de contenido y las bibliográficas elaboradas por él que se observan en su archivo, además de otros tipos de datos expuestos con anterioridad. Al principio tuvo que ser muy difícil para él su relación con el sector poblacional que precisaba estudiar, históricamente discriminado y colocado en los márgenes de la sociedad en su condición de santeros y paleros "brujos" y asesinos, y de peligrosos abakuás o "ñáñigos", todos envueltos en los misterios de sus secretos y ceremoniales poco conocidos y peor comprendidos. Las campañas sensacionalistas que emprendía la prensa de la época sobre las operaciones policiales contra casas-templo y ceremonias de las diversas religiones afrocubanas, contribuían a provocar esa situación.[8]

A partir de la recepción de nuevos saberes dentro de las ciencias en las que incursionó, Fernando Ortiz también reelaboró, aplicó y transformó conocimientos que divulgó con posterioridad en publicaciones, en conferencias y en el aula:

"En [Los Negros Brujos] introduje el vocablo afrocubano (17), el cual evitaba los riesgos de emplear voces de acepciones prejuiciadas y expresaba con exactitud la dualidad originaria de los fenómenos sociales que nos proponíamos estudiar. Esa palabra ya había sido empleada en Cuba una vez, en 1847, por Antonio de Veitía (...) pero no había cuajado en el lenguaje como lo está hoy día".[9]

En Italia, –escribió– a pesar de las casi insuperables dificultades de la ausencia de Cuba y aprovechando datos y observaciones personales ya obtenidas trabajosamente por mí en mis excursiones al subsuelo social de Cuba, pude escribir mi libro Hampa Afro-Cubana "Los Negros Brujos", mereciendo el honor de ser prologado por Lombroso. Este libro orientado en sentido antropológico, iniciaba en Cuba un estudio antropológico y sociológico de su criminalidad y en el campo mundial de la ciencia, el de la criminología del hombre negro delincuente.[10]

El aporte de originales y preciosos datos a la etnografía criminal; ciencia que completó la antropología y sociología criminales contemporáneas en su momento, basada casi exclusivamente sobre la observación del hombre delincuente cubano, fue lo que nos inspiró para la realización del presente trabajo, ya que el estudio de la delincuencia en Cuba es uno de los pilares más intrincados de la sociedad cubana.  

Objetivo General

 

  • Explicar la génesis de la delincuencia en Cuba a partir de los principales factores que contribuyeron a fijar los caracteres de la “mala vida”, según Fernando Ortiz.

 

Desarrollo

 

El estudio de la “mala vida” habanera, y en general el de la cubana ofrece un interés especial e indudablemente ha de ser fructífero en igual grado que el conocimiento del hampa de las capitales americanas y europeas.[11]

 

La observación de la composición étnica de la sociedad cubana, tan diversa de las europeas, basta para poner de manifiesto las diferencias que han de acentuarse en la “mala vida” de Cuba, con relación a la de los demás países.

 

Puede decirse que tres razas, tomando esta palabra en su acepción clásica y más amplia, depositaron sus caracteres psicológicos en Cuba: la blanca, la negra y la amarilla, y si se quiere una cuarta, la cobriza o americana por mas que esta ejerciera escasa y casi nula influencia.

 

La raza blanca entró en Cuba representada por los españoles de la conquista y por las sucesivas inmigraciones que importaron el temperamento, el grado de cultura, las costumbres y los vicios de los habitantes de las diversas regiones de España.[12]

 

A Cuba llegó un puñado de esos audaces castellanos y andaluces principalmente, en los que ardía el heredado fervor bélico de las aun recientes guerras contra la marisma, a las que habían asistido muchos de ellos. Tales aventureros vinieron a hacer fortuna sin trabajo; sometieron a los indígenas, y la sumisión fue tan cruel que a fines del siglo XVIII los aborígenes ya no existían.[13]

 

Casi contemporáneamente con la raza blanca llegó a Cuba la raza negra, pero su importación no fue considerable hasta que por el impulso dado por los inmigrantes blancos a la vida económica del país, se dejo sentir extraordinariamente la necesidad de brazos para las plantaciones, de tal manera que al mediar el siglo XIX hubo en Cuba mas negros que blancos.[14]

 

También a mediados de la última centuria entró en Cuba la raza amarilla, llegando a contarse en 1862 más de 60 mil chinos, procedentes de Shangai y de Canton. Pero todas estas razas encontraron en Cuba un ambiente tan nuevo y tan radicalmente distinto de aquel del cual eran originarias, que les era de todo punto imposible desenvolver su actividad y energías bajo las mismas normas que en sus países de procedencia, por lo que al factor antropológico, se unieron otros sociales para determinar las características de la vida cubana[15]

 

La raza blanca se divide en dos partes: cubanos y españoles,  y ambas se odiaban mutuamente y se trataban como enemigas. La raza negra, de repente y en un país extraño, se vio en una condición social extraña también para la mayoría de sus individuos. Cuando el negro fue libre, su libertad le sirvió para subir algo en la escala de la cultura, pero no pudo salir de su ambiente restringido  y separado del blanco. La raza amarilla supo concentrarse, aislarse en tal forma que significó psicológicamente poco en la sociedad cubana.[16]

 

La raza blanca influyó en el hampa cubana – mediante vicios europeos modificados y agrupados bajo ciertos aspectos – por factores sociales hijos del ambiente. La raza negra aportó sus supersticiones, su sensualismo, su impulsividad, en fin, su psiquis africana. La raza amarilla trajo la embriaguez por el opio, sus “vicios homosexuales” según Fernando Ortiz  y otras refinadas corrupciones de su secular civilización.

 

En este campo gris, para expresarlo gráficamente, vegetan con preferencia los parásitos de la vida cubana. La prostitución vergonzosa, la mendicidad abyecta, la criminalidad habitual y la organizada, la superstición absurda, la ignorancia crasa, la impulsividad salvaje, se barajan como las razas en este subsuelo de Cuba. A este legamoso fueron y vinieron a parar todos los elementos nocivos de la sociedad sin distinción de colores. En conclusión toda una raza entró en la delincuencia.[17]

 

En cambio, entre los factores que contribuyeron a fijar los caracteres de la mala vida en Cuba, hay algunos que no se encuentran en las sociedades comúnmente estudiadas, factores que han contribuido de un modo especial a formar la psicología cubana, hasta en las más inferiores capas de nuestra sociedad.

 

Estos factores que se manifiestan de manera particular en la mala vida de Cuba y que determinan los caracteres distintivos de esta, son especialmente antropológicos.[18]  

 

La escasa densidad de población en el interior de la Isla era un factor más de la delincuencia, facilitaba la permanencia del abigeato, del bandolerismo y de los incendios tan frecuentes todavía hoy en nuestros campo, etcétera.

 

Todos estos factores peculiares de la sociedad cubana son los que en el poliedro de la mala vida señalan las aristas más salientes. Pero entre ellos el factor étnico es el fundamental; y no solo produjo hampones especiales de cada raza, sino que al aportar cada una de estas a la mala vida sus propios vicios, se fue formando un estrato común a todas por la fusión de sus diversas psicologías, estrato que continua y constituye el núcleo de la mala vida.[19]                                              

 

Los negros como principal etnia en la génesis de la delincuencia en Cuba 

 

El negro al ser arrancado de África y precipitado en la sociedad colonial de esclavitud y explotación y sobre todo psicológica y económica diferenciación  a la de su originaria procedencia, había entrado en masa en la “mala vida”, es decir en una vida conceptuada como no buena y marcada por el apartamiento y la inferioridad social, impuesta por los elementos dominadores; o sea, en esa “mala vida” que la ideología imperante en cada época y pueblo define, desde lo alto de su posición ordenadora, como mala  porque no es la misma de los dominantes, quiénes por sí definen la suya como “la buena” y normativa. La religión del dominado se tuvo por ridícula y diabólica; su lenguaje era un ruido, no una voz, su arte, risible; su moral, abominable; su familia, desvinculada; su costumbre, sin derecho; su ideación, absurda; su trabajo, brutal; su economía, ineficaz… ¡Todo fue negación y maldad!  Se quiso al negro como ser deshumanizado. Al negro le aconteció la subyugación social. Luego salió de la esclavitud y entró en el proletariado. Su posición jurídica cambio, pero no la supeditación de su “mala vida”.[20]

 

Para el negro libre eran los oficios manuales, llegándose hasta el punto de ser considerada por los blancos como deshonrosa dicha especie de trabajo. Con la libertad adquirió el hombre de color todas las ventajas de ella derivadas y todos los inconvenientes del régimen económico de los blancos, sin el consuelo de llegar nunca a ser capitalista porque circunstancias múltiples y de diversa índole se lo impedían más allá de cierto limite; experimentaban todos los sinsabores del proletariado blanco agravados por el desafecto y repulsión que inspiraban fuera de cierto radio, por sus antecedentes de ciervo.[21]    

 

La primitividad de su psicología les privaba de ciertas virtudes que los blancos ya habían alcanzado y que eran necesarias para luchar económicamente con ventaja; tales como la previsión, el ahorro, la cooperación, etcétera.

 

El hombre de color libre no tuvo otro recurso en las profesiones que el trabajo manual asalariado, y en los campos el pequeño cultivo, en competencia con el blanco nativo, el canario y con el chino, quien le hacia también la concurrencia en el comercio ínfimo y en el oficio mezquino.

 

Fuera de la vida de la comunidad masculina – propia de los campamentos mambises y de los talleres – blancos y negros libres no estrecharon jamás relaciones constantes, guardando siempre en su trato notable distancia.[22]

 

La instrucción del negro en general era nula, si bien en Cuba no se conoció la intransigencia que contra la instrucción de los negros se mostró en algunos estados del sur de los Estados Unidos. Resultado del deficiente desarrollo intelectual era la supervivencia, que aun se nota arraigadísima, de las aberraciones fetichistas.[22]

 

Unos de los fenómenos antropológicos más interesantes de toda América  es, sin duda, el de los ñáñigos. Estos, llamados también abakuá, constituyen una sociedad secreta de hombres solos fundada en Cuba, allá por 1830, por unos negros esclavos procedentes de los Calabares y del Sur de Nigeria. El ñañiguismo es la trasplantación en América de una sociedad esotérica africana con los mismos rituales, creencias, lenguajes, cantos, instrumentos, músicas y propósitos de defensa social que allende al Atlántico. Después de una centuria aun perdura vigorosa, con miles de iniciados, ese rebrote de cultura africana en las ciudades de La Habana, Regla y Guanabacoa y en los puertos marítimos de Matanzas y Cárdenas. No existen núcleos de ñáñigos en ninguna otra población de América, ni siquiera en la misma Cuba. El ñañiguismo fue envuelto en una tenebrosa atmósfera de criminalidad.[23]

 

Únanse a los caracteres étnicos de los negros, su ignorancia primitiva, el ambiente hostil, moral y socialmente deletéreo, en el cual estaban sumergidos, cualquiera fuese su condición de libertad o de servidumbre, y se comprenderán las causas de la proporción acentuada de la criminalidad negra con relación a la criminalidad total en Cuba.

 

No cabe duda de que si el ambiente en la colonia hubiese sido favorable para la cultura moral de los esclavos, el nivel de moralidad alcanzado seria mucho mas elevado que en el presente y culpa de que no sea de esta manera se le debe en parte a los blancos.

 

La esclavitud marcó primero la sociedad colonial durante tres siglos y medio, lo que condicionó una lacerante desventaja histórica para la ascensión social y el nivel de vida de los esclavos y sobre todo de sus descendientes, que fueron en convertidos en fuerza de trabajo asalariada con el advenimiento de la República neocolonial, cuyos niveles de calificación estaban en dependencia de los oficios y las ocupaciones realizadas en su anterior condición de servidumbre. De ese modo, el otrora barracón de esclavos en las áreas rurales se transfiguro en el conocido solar de la marginalidad urbana y suburbana, símbolo de promiscuidad y hacinamiento propio de la periferia de las ciudades, que sirvió de caldo de cultivo para diversas formas de patología social. Desde los albores del siglo XX esta parte de la población fue considerada como un hampa, denominada entonces y consciente de su imprecisión con el adjetivo de “afrocubana”. Luego, esta apreciación prejuiciada removió de pies a cabeza al joven investigador cubano Fernando Ortiz hasta afirmar que “sin el negro Cuba no seria Cuba”.[24] 

 

A diferencia de la época colonial, la República neocolonial inaugurada casi al despertar del nuevo siglo en 1902, muy lejos de aplicar los ideales democráticos y antirracista de lideres independentista como José Martí, Antonio Maceo y Juan Gualberto Gómez, se vio sometida al modelo de gobierno dependiente del naciente imperialismo norteamericano, con arraigada cultura de la estamentación y segregación de grupos y clases sociales y políticas del movimiento intelectual, obrero, campesino, estudiantil, femenino y antirracista. La sociedad cubana se vió también dividida en asociaciones de supuestos “blancos”, “negros” y “mulatos” que agrupaban de modo artificial lo que las relaciones biológicas y culturales habían fundido durante decenas de generaciones.

 

Las ideas de superioridad y de inferioridad de unos sobre o respecto a otros, los prejuicios que alimentan la discriminación según el fenotipo humano, que deterioran la autoestima y que generan crisis de identidad, se arraigaron y transmitieron tanto de modo vertical en los diferentes estratos sociales mediante la cobertura del Estado dependiente y de la prensa, como de manera horizontal a través de las relaciones interpersonales y familiares, y se afianzaron de tal modo en el imaginario popular que formó parte de los falsos valores de la vida cotidiana.

 

Se crearon estereotipos que concentraron virtudes y defectos reales y aparentes, los que condujeron de modo paralelo a la cromofilia y la cromofobia, como aspiración a las virtudes y como rechazo al defecto, respectivamente. Todo ello se vio reflejado en el arte, la literatura, en el léxico, en la cultura de la tradición oral y el comportamiento social.[25]

 

Un caso ejemplar vuelto símbolo de la  delincuencia es el caso Bocú. En 1904, Domingo Bocourt, conocido como Bocú, es acusado y apresado con otro afrocubano, Víctor Molina, el primero por haber encargado el asesinato de la niña blanca Zoila con el intento  de curar a dos niñas negras, Adela y Juana; el segundo por haber ejecutado el crimen y la extracción del corazón. El asunto emocionó a la Cuba blanca de la época en momentos en que se discutía la participación de los negros en los asuntos nacionales.

 

Como han mostrado varios autores, la atmósfera social y política creada en torno al caso impedían considerar la posibilidad de inocencia de Bocourt y Molina. Un periodista en específico, Eduardo Varela Zequeira, de El Mundo de La Habana, contribuyó especialmente al ambiente de venganza negrofóbica creado en torno al caso, anticipándose a todas las investigaciones y reconstruyendo el caso tanto para la opinión pública como para los tribunales.

 

La única diferencia fue que Bocourt y Molina fueron los primeros y únicos condenados a muerte y ejecutados, en 1906, año de abolición de la pena de muerte en Cuba y de publicación del libro de Ortiz.[26]

 

Todo lo anteriormente expuesto conduce a objetivizar la situación de la delincuencia en Cuba. Los fenómenos que se tratan de captar aparecen muy desdibujados en nuestra sociedad actual. Todo ello tiene que ver con el hecho de que dichos fenómenos se complementan y reproducen sobre la psicología social. Por tal razón, en nuestras condiciones no es conveniente hablar de pobreza, marginalidad, exclusión social de manera abstracta. 

 

En cuanto a la pobreza, es una situación provocada por desigualdades que precarizan las condiciones de viviendas, alimentación, salud y educación, y que se hacen cada vez más traumáticas. A este factor se relacionan fenómenos como la falta de ingresos y  recursos productivos suficientes para garantizar medios de vida sostenibles, hambre y malnutrición, mala salud entre otros.

 

La exclusión social refleja un proceso a nivel de individuo y proceso a nivel de sociedad. Fenómenos relacionados a este están la desigualdad extrema, perdida o falta de acceso al empleo y otros. Con respecto a la marginalidad es una situación de no participación en áreas determinadas del quehacer social, en una variedad de roles que todo individuo debiera desempeñar. Relacionados con esto están el empleo, desempleo, subempleo; discriminación social, racial, étnica.[27]

 

Los grupos sociales que se les niega de manera sistemática la capacidad de decisión para determinar sus condiciones de vida, la defensa de su identidad, terminan cayendo en la delincuencia. 

 

Conclusiones

 

 

  • En el surgimiento de la delincuencia en Cuba estuvieron involucrados  dos factores: étnicos y sociales. Los principales factores que fijaron el establecimiento de la “mala vida” en Cuba, como bien le denominaría Fernando Ortiz a la delincuencia; fueron las repetidas migraciones de los blancos (españoles), los asiáticos y principalmente los negros. Cada grupo social aportaron conductas como los vicios refinados en los blancos, la drogadicción en los asiáticos y el robo con violencia en los negros. En cuanto al medio de la época, factores como la marginación, la pobreza, exclusión social e incapacidad de los inmigrantes de adaptarse al nuevo medio, hicieron que se transgredieran las normas sociales del momento. 

 

Referencias bibliográficas

 

[1] Barcia, M C. La sociabilidad de una sociedad moderna. Cuba (1880-1930) pp[ 265]-280. En: Historia y Memoria: Sociedad, cultura y vida cotidiana en Cuba. 1878-1917. Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello /Programa de Estudios de América Latina y el Caribe. Instituto Internacional. Universidad de Michigan. La Habana: 2003.

 

[2] Disponible en:http://librinsula.bnjm.cu/secciones/210/nombrar/Barcelona: Establecimiento tipográfico de Fidel Giró, 1882

 

[3] Fondo Fernando Ortiz, Biblioteca Nacional "José Martí".Carpeta 348 Correspondencia variada.

 

[4] Ortiz, Fernando. Relación justificada de méritos y servicios.[ La Habana, 1917] Fondo Fernando Ortiz, BNJM p.3.

 

[5] Ortiz García, Carmen "Relaciones de Fernando Ortiz con los antropólogos españoles". Catauro (La Habana), Año 2, no.3, ene-jun.2001, p.67.

 

[6] Ortiz, Fernando. Entrevista publicada en El País, viernes 25 de noviembre, 1955. Recorte de prensa.Carpeta 337 Homenaje nacional a Fernando Ortiz. Fondo Fernando Ortiz, BNJM.

 

[7] Salermo Izquierdo, Judith. Fernando Ortiz. Notas acerca de su imaginación sociológica. La Habana: Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, 2004, pp.111-112.

 

[8] Epígrafe Brujería-Cuba del fondo Ortiz del ILL, y el trabajo de Maylén Domínguez"El archivo personal de Fernando Ortiz y su recortería de prensa sobre brujería: compilación bibliográfica" Catauro año 4, no.6, jul-dic de 2002. pp.196-206. Además, el libro de Stephan Palmié Wizards & Scientists. Explorations in Afro-Cuban Modernity & Tradition. Durham and London: Duke University Press, 2002.

 

[9] Conferencia pronunciada en el Club Atenas el 12 de diciembre de 1942. García- Carranza, Araceli.Ob. Cit, p. 18

 

[10] Ortiz, Fernando. Relación...Ob. cit., p. 7

 

[11] Ortiz F. Los negros brujos. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 2007. p9.

 

[12] Ortiz F. Los negros brujos. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 2007. p10.

 

[13] Ortiz F. Los negros brujos. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 2007. p12.

 

[14] Ortiz F. Los negros brujos. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 2007. p13.

 

[15] Ortiz F. Los negros brujos. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 2007. p14.

 

[16] Ortiz F. Los negros brujos. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 2007. p18.

 

[17] Ortiz F. Los negros brujos. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 2007. p9.

 

[18] Ortiz F. Los negros brujos. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 2007. p16.

 

[19] Revista Bimestre, La Habana, Vol XXVII, No 3, Mayo – Junio, 1936, pp. 439 – 440

 

[20] Ortiz F. Los negros brujos. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 2007. p44.

 

[21] Ortiz F. Los negros brujos. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 2007. p45.

 

[22] La tragedia de los ñáñigos, en Cuadernos Americanos, D. F., año IX, No 4,, julio – agosto de 1950, pp 79 – 80.

 

[23] Ortiz F. Los negros brujos. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 2007. p66.

 

 [24] Portuondo J A. “El negro, héroe, bufon y persona en la literatura cubana colonial”, en rev. Etnologia y Folklore, La Habana, no 7, enero – junio de 1969, p. 63.   

 

[25] Ojeda Pavez  J. El retrato de los «negros brujos». Los archivos visuales de la antropología afrocubana (1900-1920). Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo, Universidad Católica del Norte. San Pedro de Atacama. Chile.  2009. p 5.

 

[26] Catauro. Revista cubana de antropología. No 0.Fondo de desarrollo de la Educación y la Cultura La Habana. 1999. p 139

 

[27] Catauro. Revista cubana de antropología. No 13.Fondo de desarrollo de la Educación y la Cultura La Habana. 2006. p 16

 

Bibliografía 

 

  • Ortiz, F. Contrapunteo del tabaco y el azúcar. Editorial Instituto Cubano del Libro. La Habana. 1972.

  • Ortiz, F. Factores humanos de la cubanidad. La Habana. Editorial Instituto Cubano del Libro. 1940.

  • Ortiz, Fernando. Los negros brujos. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 1906.  

  • Ortiz, Fernando. Los negros esclavos. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 1917.

  • Ortiz, Fernando. Los negros curros. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 1945.     

Mario Casas Berdayes

Ir a índice de América

Ir a índice de Casas Berdayes, Mario

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio