Ernesto Sábato.

A un siglo de su nacimiento

por Norma Carricaburo

Ernesto Sábato nació en Rojas, provincia de Buenos Aires, el 24 de junio de 1911 y falleció en Buenos Aires, en su casa de Santos Lugares, el 30 de abril de 2011, poco antes de alcanzar al centenario. Fue el décimo de los once hijos varones del matrimonio constituido por Francisco Sábato y Giovanna Ferrari, inmigrantes italianos venidos de Calabria. El padre instaló en Rojas un pequeño molino harinero que le permitió sostener a la familia con cierta holgura económica. Ernesto cursó la escuela primaria en Rojas y luego realizó los estudios secundarios en el Colegio Joaquín V. González, dependiente de la Universidad de La Plata. En esta ciudad se abre al mundo de la cultura. Se sintió atraído por las matemáticas. Así lo recuerda en Antes del fin:

El primer día de clase aconteció una portentosa revelación. En un banco no demasiado visible, asustado y solitario chico de un pueblo pampeano, vi a don Edelmiro Calvo, aindiado caballero de provincia, alto y de porte distinguido, demostrar con pulcritud el primer teorema. Quedé deslumbrado por ese mundo perfecto y límpido. No sabía aún que había descubierto el universo platónico, ajeno a los horrores de la condición humana[1],.

Pero también tuvo grandes profesores en el campo de las humanidades, como Ezequiel Martínez Estrada y Pedro Henríquez Ureña. A este último lo recuerda con especial cariño y gratitud. Fue quien le enseñó el adagio: “Donde termina la gramática empieza el gran arte”[2]. Con él posteriormente sostuvo charlas memorables en el Instituto de Filología.

Asimismo, en la biblioteca del colegio descubre la gran literatura universal; aunque también saca libros de las bibliotecas barriales, muchos de ellos encuadernados en rústica y con doble o triple traducción. Dice Sábato: “Por la angustia en que vivía, busqué refugio en las matemáticas, en el arte y en la literatura, en grandes ficciones que me pusieron al resguardo en mundos remotos y pasados”[3].

Inició los estudios universitarios en la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas de aquella ciudad, aunque pronto los abandonó, atraído por la política: primero, por el anarquismo y, poco después, por el comunismo. En 1934 fue enviado al Congreso Internacional contra el Fascismo y la Guerra, que se realizó en Bruselas. Sin embargo, ya sentía dudas sobre el régimen stalinista y, debido a la presión que ejercía ese gobierno, y a algunas declaraciones suyas que no habrían caído bien en el partido, decidió no seguir el viaje a la Unión Soviética. Pasó, en cambio, a París, donde vivió en condiciones de suma precariedad. Finalmente, se alejó del comunismo y, de regreso en la Argentina, retomó la carrera universitaria.

En 1936 se casó con Matilde Kunsminsky-Richter, muchacha proveniente de una familia judía ortodoxa. Matilde se vio obligada a tomar distancia de sus padres, porque no aprobaron su matrimonio con Sábato. Ella le dio dos hijos, Jorge Federico y Mario, pero, por sobre todo, lo acompañó en el orden intelectual, siendo la primera lectora y crítica de su obra.

En 1938 Sábato se doctoró en Ciencias Físico-Matemáticas y fue con una beca a estudiar en el Instituto Curie, de París. No obstante, también escribía y pintaba, lo que lo llevó a relacionarse con el grupo surrealista que se reunía en el café Dome, frecuentado por algunos artistas de habla hispana, como el chileno Wilfredo Lam, con quien primero trabó amistad; con el canario Óscar Domínguez, que pasó como personaje a Sobre héroes y tumbas; Roberto Matta y otros concurrentes, como Tristan Tzara, Marcelle Ferry y André Bretón, entre los más asiduos.

Con el inicio del segundo conflicto bélico mundial, se trasladó de Francia a Estados Unidos (a Cambridge, en Massachussets), y Analmente regresó a La Plata, para dictar clases en la Facultad donde se recibiera. Paralelamente, comenzó a publicar artículos en revistas literarias para, más tarde, dedicarse exclusivamente a las artes. En 1945 publicó Uno y el universo y tres años después apareció El túnel, su primera novela, que en los años siguientes se tradujo al francés y al inglés y de la que se hizo una versión cinematográfica dirigida por León Klimovsky.

Trabajó como periodista y, luego de la caída de Perón, dirigió Mundo Argentino, pero pronto renunció por discrepancias con la intervención. Durante la presidencia de Arturo Frondizi fue nombrado director de Relaciones Culturales de la Cancillería, cargo al que también renunció poco después por diferencias con la política oficial. Algunos ensayos de esta época son Hombres y engranajes, en 1951; Heterodoxia, en 1953; El otro rostro del peronismo, en 1956.

En 1961 apareció Sobre héroes y tumbas, que le dio gran notoriedad por la amplia difusión alcanzada, ya que constituyó todo un éxito de ventas. Las ediciones se sucedían y Sábato, siempre descontento con la obra, continuó corrigiendo las reediciones a lo largo de treinta años hasta la definitiva, de 1991. En 1963 se publicó El escritor y sus fantasmas y al año siguiente Tango, canción de Buenos Aires (Tango, discusión y clave, en la edición de Losada). Al mismo tiempo se lanzaba un disco con los Romances a la muerte de Juan Lavalle, con letra de Sábato y música de Eduardo Falú. Otras obras fueron Significado de Pedro Henríquez Ureña, de 1967; Aproximaciones a la literatura de nuestro tiempo: Robbe Grillet, Borges, Sartre, de 1968; La cultura en la encrucijada nacional, de 1973.

En 1974 aparece un libro fragmentario, donde se suceden personajes de Sobre héroes y tumbas y el mismo Sábato como personaje (en realidad, el personaje es Sabato, escrito sin acento). Con Abaddón el exterminador cierra su trilogía de obras de ficción.

Otros escritos suyos que hay que destacar son Diálogos con Jorge Luis Borges, en 1976; Apologías y rechazos, en 1979; Los libros y sumisión en la liberación e integración de América latina, también de 1979; Nunca más. Informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP)[4] , en 1985, que incluye la polémica teoría de los dos demonios para explicar una década de la historia argentina. Este prólogo posteriormente fue reescrito. Entre la letra y la sangre, de 1988; Antes del fin, de 1998; La resistencia, de 2000, y España en los diarios de mi vejez,'de 2004.

Sus obras fueron traducidas a casi todas las lenguas europeas y obtuvo muchísimos reconocimientos internacionales, más de treinta, de los cuales el más importante fue el Premio Cervantes, en 1984.

Si se tratara de otro autor, seguramente en este momento pondría el énfasis en el año de nacimiento y en sus cien años de vida intelectual y creativamente intensa. Sin embargo, por tratarse de Sábato, comenzaré haciendo referencia no a su centenario, sino al día en que nació. Esto se debe a que, para el autor no era un día como todos, sino un día muy especial, por tratarse del día de san Juan. El hecho de haber venido al mundo en esa fecha, que la mayoría podría interpretar como casual, marcó, sin embargo, su destino, por lo menos, su destino poético. El haber nacido ese día constituye el origen de su metapoyética y es el núcleo generador de los distintos mitos.

En Sobre héroes y tumbas Fernando Vidal, doble astral del autor, nace también el 24 de junio de 1911 y, curiosamente, muere al cumplir los cuarenta y cuatro años, la noche de ese mismo día del año 1955, cerrando así un círculo temporal perfecto. Una semana antes, se había producido la quema de las iglesias en el centro de Buenos Aires, el 16 de junio. Estas quemas se anticipan y dan marco al incendio del mirador de Barracas provocado por Alejandra. Incendio narrativo y quemas reales conectan la historia ficcional con la historia nacional, como es constante en Sobre héroes y tumbas y también en Abbadón el exterminados

En la tradición europea, la noche del 23 al 24 de junio se celebra el solsticio de verano. Es el día más largo del año y una serie de rituales conectados con el fuego buscan fortalecer el sol, acrecentar su fuerza, ya que, a partir de ahí y durante seis meses, cada día se debilitará la presencia del astro. Se encienden fogatas y antorchas, para ayudar a su retomo, se hacen conjuros para la buena fecundación de la tierra y de las hembras, lo que deparará buenas cosechas y renovación de la progenie animal. Además, según la tradición, ese día se abren las puertas que contienen y separan las fuerzas del bien y las del mal y se supone que los demonios andan sueltos, al igual que algunos genios benéficos, como hadas y duendes. Es tradición popular europea que quien nace en la noche de san Juan suele traer poderes especiales: curar a los enfermos, ser vidente, presentizar seres u objetos y otras manifestaciones paranormales.

En nuestro medio intelectual, esta tradición se introduce no solo por la vía popular de los inmigrantes, sino por vía letrada. En las primeras décadas del siglo xx, era muy leída madame Blavatsky, una de las creadoras de la teosofía, cuyos libros se incluían en importantes bibliotecas y a quien, sin duda, también leyeron escritores como Ricardo Güiraldes, Jorge Luis Borges, Xul Solar y Vicente Martínez Cuitifío, entre aquellos que llevaron la preocupación o el tema esotérico a su obra artística. Helena Blavatsky nació en Rusia el 12 de agosto de 1831 y falleció en Londres en 1891. El 12 de agosto del calendario ruso equivale al 30 de julio del nuestro. Ese día, en el folklore ruso y en toda la teogonia de la región este de Europa, equivale al 24 de junio de zonas más meridionales, es decir, una noche con gran significado mítico desde la antigüedad pagana y que sigue vigente en algunas teorías ocultistas. Dentro de una cosmovisión popular, a nadie sorprendía, ni a padres ni a familiares ni a vecinos, que desde muy pequeña Helena Blavatsky tuviera experiencias paranormales, como la clarividencia, la clariaudición, la presentización de seres o cosas, la curación por poder mental, la compresión de lenguas nunca aprendidas, la relación con maestros del hinduismo, que la asistían desde otras dimensiones, aclaraban su conocimiento o le decían cuáles debían ser sus conductas. Posiblemente, también Sábato, ya sea en París o en Buenos Aires, conoció la biografía de madame Blavatsky.

El tema de los demonios y de las hogueras conecta, en Sábato, con el día de san Juan. La mitopoyesis personal del autor lo llevó a realizar declaraciones sobre la quema de su propia obra, gran parte de la cual no se hubiese salvado si no fuese por la intervención de Matilde. Incluso ha afirmado que los vecinos de Santos Lugares lo consideraban un pi-rómano. Sin embargo, su hijo Mario sostiene que la incineración de las obras era una metáfora de sus padres. Personalmente, por la cantidad de borradores conservados de Sobre héroes y tumbas, me atrevo a afirmar lo mismo, y a sostener que es parte de la mitopoyética. Esas fogatas, sin embargo, existieron en la historia nacional, con la quema de iglesias del 16 de junio del 55 y aparecen en Sobre héroes y tumbas, con el purifi-cador incendio del mirador provocado por Alejandra.

En esa novela tiende un puente entre la ficción y su día de nacimiento. La “Noticia” que abría la edición princeps (la de Fabril) estaba fechada el 24 de junio de 1955 y estaba firmada por el autor. En ediciones posteriores, si bien el incendio sigue ocurriendo en esa fecha, la “Noticia preliminar” es policial y lleva una fecha posterior. Es decir, en la edición princeps la relación que se entablaba entre autor y novela estaba mucho más personalizada que lo que aparece en ediciones posteriores. Era más clara y próxima la relación entre el autor y el mito. Entre el desordenado material mecanografiado que recibí de Sábato para realizar la edición crítico-genética de Sobre héroes y tumbas, hallé un curioso texto que supongo que ha sido un pre-texto de Abaddón el exterminador que no pasó a la obra. Allí se vuelve a insistir en el 24 de junio, en este caso del año 1961, día en que Jacobo Muchnik le reclama ei original de la novela para su publicación en Fabril. El hecho de que se lo reclame precisamente el día en que cumple cincuenta años, le parece nefasto. Dice el texto mecanografiado:

¡Su cumpleaños! Era lo único que faltaba para terminar de asustarlo, pero no le comentó ni palabra. Su madre estaba enferma cuando él nació y recién lo inscribieron el 3 de julio, y nunca después pudo saber con exactitud si el nacimiento se había producido el 23 o el 24 de junio. Recordaba sí, que los chicos encendían fogatas en ese momento (era el atardecer).

-Pero entonces fue el día de San Juan, el 24 -le decía Sábato.

-Sí, claro. Pero no te olvides que en algunas partes se encienden fogatas en la víspera, el 23. Así que no te puedo asegurar nada.

Siempre a Sábato le fastidió aquella incerteza, incerteza que le había impedido hacerse un horóscopo seguro. Y más de una vez volvió a la carga, porque tenía la sospecha de que ella le ocultaba algo.

-¿De verdad, mamá, usted no lo recuerda?

No, no lo recordaba y era inútil insistir.

Ya ella estaba muerta cuando en un libro de ocultismo Sábato supo que el 23 de junio era un día infausto, porque es el día que se reúnen las brujas. Tal vez su madre, consciente o inconscientemente, trataba de olvidarlo. De lo único que estaba seguro era de la hora, el crepúsculo, hora sin duda temible. Sea como sea, siempre le preocupó esa incer-tidumbre, pero muchísimo más desde que supo eso de las brujas. [...] Como si no hubiera bastado con el apellido, vinculado a Saturno, aquel Ángel de la Soledad en la cábala de los judíos, el Espíritu del Mal para otros ocultistas, el Sabath de las hechiceras.

A su fecha de nacimiento suma aquí el significado del apellido. Pienso que se trata de un pretexto de Abaddón, porque en ese libro, bajo la advocación de este Ángel del Abismo, o Ángel exterminador, mencionado al final de esta cita, se despliega gran parte de la mitopoyética del autor. Por ejemplo, su vocación por la luz (la ciencia) y el llamado de las fuerzas oscuras, la pasión por lo demoníaco o el mal que lo lleva a escribir ficciones. Un desdoblamiento íntimo entre ambas fuerzas: por un lado, la luz, la verdad, el orden, la lógica que lo llevan a un pensamiento científico y, por otro, la oscuridad, el mal, el caos que lo lanzan a búsquedas de lo misterioso, de lo que escapa a la razón y que puede ser catártico dentro de una producción artística.

Este desdoblamiento íntimo se plasma en Sobre héroes y tumbas a través de esos dos personajes que nacieron en Capitán Olmos, nombre que encubre a su Rojas natal, en 1911: Fernando Vidal y Bruno Bassán, dupla complementaria que representa la cara de luz y la cara de sombra del propio autor. Este desdoblamiento también tendría su explicación en una circunstancia autobiográfica que Sábato reiteró en entrevistas y en conversaciones con sus biógrafos. Cuando Sábato nació acababa de morir el hermano que lo antecedía y sus padres le impusieron el mismo nombre. Su madre consideraba al hijo muerto como un niño con condiciones excepcionales. Esta visión materna del hijo finado y la extrema severidad del hogar habrían inducido al pequeño a un temprano desdoblamiento. En Abaddón el exterminador el desdoblamiento se produce entre Sábato, con acento, que es el autor, y Sabato, sin acento, que es el personaje. De todos modos, también en esta novela reaparece Bruno, el doble reflexivo, el alter ego lúcido, del personaje Sabato.

Su mitopoyética, además, está sustentada en el tema de la ceguera, que atraviesa y vertebra la obra de ficción. Se trata de un mito clásico, y en general se relaciona con el conocimiento: la ceguera y su relación con la videncia, tema que en Occidente viene desde el mito de Tiresias. En El túnel es ciego el marido de María Iribame, la protagonista. Esta novela se inserta luego, con la interpretación de Femando, en Sobre héroes y tumbas. La obsesión por los ciegos de Femando se despliega en el descenso a los infiernos del “Informe” y en la consiguiente ceguera del personaje, cuyos ojos picotea un pájaro, también ciego. En Abaddón, el descenso lo realiza el personaje Sabato, quien, a su vez, se metamorfosea en un murciélago, o sea en una rata voladora ciega, lo que nos retrotrae a los pájaros enceguecidos por Femando en Sobre héroes y tumbas. En esta obra, además, aparece el tema de la videncia en el Loco Barragán, personaje que reaparece en Abaddón.

Sábato no habla de su propia mitopoyética, pero en Antes del fin, relatando un encuentro con Cioran, escribe:

Tengo la convicción de que su dolor metafísico se habría aliviado si hubiese podido escribir ficciones, por su carácter catártico, y porque los grandes problemas de la condición humana no son aptos para la coherencia, sino únicamente accesibles a esta expresión mitopoética, contradictoria y paradojal, como nuestra existencia[5].

Sábato, desilusionado con la ciencia y la tecnología cuando comprobó que, lejos de llevar un alivio a la humanidad, servían a las grandes guerras, a las bombas nucleares (hay que entender su alejamiento de la ciencia en el contexto mundial de las décadas de 1930 y 1940), optó por el arte como salida personal y como curación colectiva de los pueblos.

Notas:

[1] Sábato, Ernesto. Antes del fin. Buenos Aires: Seix Barral, 1998, p. 50.

 

[2] Sábato, Ernesto. Antes del fin..., p. 47.

 

[3] Sábato, Ernesto. Antes del fin..., p. 51.

 

[4] De este Informe dijo Alberto Manguel (Conversaciones con un amigo. Buenos Aires: La Compañía. 2011, p. 126): “Ernesto Sábato se consagró a dirigir ese enorme trabajo de documentación. Para mi, es la acción más honrosa de su vida. ¿Qué puede valer una obra literaria, por buena que sea, frente a un trabajo semejante? Testimoniar un trabajo infernal en una sociedad...”

 

[5]  Antes del fin..., p. 155.

 

por Norma Carricaburo

Comunicación leída en la sesión ordinaria 1324 del 14 de julio de 2011 al cumplirse el centenario de su nacimiento.

 

Publicado, originalmente, en: Boletín de la Academia Argentina de Letras. Tomo LXXVI, mayo-agosto de 2011, N.os 315-316 - Buenos Aires 2012

Boletín de la Academia Argentina de Letras es una publicación editada por la Biblioteca Jorge Luis Borges de la Academia Argentina de Letras

 

Ver, además:

 

                     Ernesto Sábato en Letras Uruguay

 

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