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Filosofía
 

Repensar la Universidad
El estatuto teórico de la ciencia
Juan Andrés Cardozo
galecar2003@yahoo.es

 
 

El próximo 24 de septiembre se recordará el tránsito hacia la ciencia en nuestra historia cultural. Fue con la creación de la Universidad Nacional de Asunción hace 120 años. Muchas figuras importantes surgieron de su seno. La generación del novecientos, de insuperada relevancia en nuestros anales, fue producto de esta tardía institucionalización de la vida académica. Sin un espacio para el pensamiento teórico y la experimentación científica una República no existe.  

 

Si comparativamente hubo retraso en la fundación de la universidad en nuestro país, su posterior desarrollo también fue lento. Y no es casual que entonces su incidencia en la sociedad sea escasa. Hoy sin embargo asistimos a un relativo crecimiento de las universidades públicas y a una aluvional expansión de las universidades privadas. Con todo, la inversión no es suficiente. Hay que seguir creciendo en infraestructura y con mayor razón urge mejorar la calidad de la educación superior. 

 

Ambas necesidades justifican un repensar sobre la universidad. Brevemente lo haremos desde la epistemología. Pues la intervención filosófica exige la demarcación conceptual en los complejos marcos de la ciencia. Mas, antes nos vemos en la obligación de señalar que nuestras universidades aún están en desfase frente al pensar teórico y el conocimiento científico. Situación problemática que fundamenta nuestra reflexión focalizada sobre el estatuto teórico de la ciencia.

 

La teoría científica   

 

La comunidad científica de nuestro tiempo, la que interviene junto con la filosofía en la definición del lenguaje apodíctico (lo válido) de la ciencia, el estatuto teórico supone necesariamente un corpus de conocimiento conceptual. Este condicionamiento se refuerza con la racionalidad dialéctica de Gaston Bachelard. Y en función a su lógica, se determina que la ciencia es un “cuerpo”, una “estructura” o un “sistema” –según Russell, Althusser o Popper—organizado y articulado de conocimientos que hace uso de las leyes o principios generales. Vale decir, de normas racionales de validez universal. Un teorema de la mecánica cuántica sirve aquí o en el cualquier lugar en que se posea la capacidad de su inteligibilidad.   

 

Al hablar de estructura ya se hace referencia a un sistema de conocimientos. Lo que supone una noción de totalidad o de conjunto que conforma una unidad mediante la articulación y organización de sus partes. Pero esta estructura, para adquirir el carácter de “razón instrumental”, debe responder a funciones específicas. Y éstas son los modos de actividad teórico-práctica, los procedimientos típicos de la ciencia respecto a los fines, así como el complejo de acciones dirigidas a un fin: el dominio de un saber-hacer en los ámbitos de la ciencia.

 

Conocimiento teórico y práctico

 

De ahí el estatuto impone la interacción entre el conocimiento teórico y el conocimiento práctico. Respecto a ambos la filosofía de la ciencia interviene para establecer una demarcación de proposiciones cognitivas, argumentativas y de acción comunicativa (Habermas). Pero en lo fundamental, el repensar sobre la universidad tiene que aclarar y distinguir que el conocimiento teórico no es una mera erudición. Se lo constituye a partir de una investigación para explicar la realidad: humana, social, política, económica, física, química, biológica, genética, etc. Investigación que tiene por el fin el deseo de conocer. Y, sobre todo, para acceder a un conocimiento superior, último, en la materia que fuere. Por eso, el conocimiento teórico avanza a través de la actividad libre, de la inteligencia crítica y asciende a la ciencia pura toda vez que su saber tiene por objeto la satisfacción intelectual, la pasión por la verdad. Por la verdad misma, y comprendiendo su limitación: su provisionalidad.

 

El conocimiento práctico, por su parte, es el instrumento para una práctica eficaz. Concretamente se trata de una actividad intelectiva ligada al servicio de la ciencia aplicada. Su saber desciende de lo teórico a lo empírico con la finalidad de la aplicación práctica. Y desde la experiencia es capaz de crear nuevas conjeturas, siempre que lo anime el afán de superación y el método de la falsación, la prueba del error, que retroalimenta la tarea de teorizar en la búsqueda incesante de una teoría cada vez más correcta.

 

El estatuto teórico de la ciencia tendrá vida en la universidad siempre que se instale en ella la conciencia de que su quehacer es elevarse al conocimiento racional. El que conmina a aprender a pensar, aprender el lenguaje de la abstracción conceptual y aprender a producir el conocimiento mismo, además de impregnar de ética la convivencia. Tarea autonómica, pues ya no solo se dejará de repetir como un autómata, sino también a no depender de los prejuicios.           

 

Juan Andrés Cardozo
galecar2003@yahoo.es

 

Publicado, originalmente, en ÚltimaHora (Asunción, Paraguay) http://www.ultimahora.com/

Autorizado, para Letras-Uruguay, por el autor

 

 

 

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