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Filosofía
 

Juan Andrés Cardozo
         Filósofo

Alternancia y neopolítica
Juan Andrés Cardozo
galecar2003@yahoo.es

 

 

 

 

La superación del “desacuerdo” de la política con la democracia real, pretende la interacción del actor político y, asimismo, del ciudadano común.

Siempre que se esté ya en un proceso preelectoral, la política se convierte en una bisagra. Su juego se presenta como una alternativa. Se instala la posibilidad del continuismo o de un recambio en el gobierno. La democracia, en calidad de sistema procedimental, limita la política a esta opción de sucesiones pacíficas entre el oficialismo y la oposición. Casi nunca aparece como una oportunidad de ruptura, de revolución.

La democracia es un sistema que se reproduce mediante el juego de las alternancias. El pluralismo ideológico que funciona en su espacio de legalidad y de legitimidad es solo dentro de un consenso respecto al orden establecido. Esta es la regla prácticamente sin excepción. La socialdemocracia ha modificado —en forma parcial— las estructuras, pero en un tiempo de larga duración.

De este modo, la paradoja de la política en la democracia es ser un factor de estabilidad y de relativo cambio. Como actividad social ha venido cumpliendo históricamente ese doble papel. Sus actores se juegan por la tradición o la renovación. Empero, por lo general, el referente de los cambios ha sido casi unilateralmente el Estado, el control del poder o la forma en que este se articula.

 

Objeto de la política

 

Alfredo Moraes

Más allá de este arjé (en griego: poder y razón de ser o “comienzo y comando”) de la política, los pensadores que le dieron el fundamento teórico enuncian que ella —la política— se autodefine en función a su objeto. Es decir, se autoidentifica en relación a los fines que persigue y a los medios que utiliza para alcanzarlos. Su eticidad depende fundamentalmente de estos últimos.

Una constante en el pensamiento político, desde Platón y Aristóteles hasta Bobbio y Habermas, pasando por Locke y Weber, es que el actor político debe consagrarse a lo público, esfera del interés general. Su conocimiento y su práctica están dirigidos a la administración eficiente de los bienes e intereses del Estado, instrumento legítimo de regulación de la sociedad.

Muy diferente de este proyecto de dominación unidimensional es el planteamiento neocrítico de la política. Y por primera vez se ubica más allá de la coordenada de la filosofía política, para repensarla en su inclusividad. Esto es, pensar en la posibilidad de su propia reforma, modificando el estatuto de los actores públicos. La reflexión se origina en la observación de los cambios tecnológicos y culturales que se vienen produciendo en la moderna sociedad. Ellos nos revelan un dinamismo y una multiplicidad de formas y actividades que vienen rediseñando los roles de los actores económicos y sociales, a la vez que se ahondan sus contradicciones en términos de desigualdad. Mientras, la política continúa en posición estática e inercial, viviendo sólo en el escenario de lo público, en cuya esfera se menea del sufragio a la burocracia, y viceversa.

De lo público hacia la sociedad

Esa inercia ha consolidado al Estado liberal, pero no a la sociedad democrática, inclusiva y participativa. Al mismo tiempo, ha despotenciado lo público, ya que cada vez más lo aleja del mundo social, de la realidad cotidiana de los ciudadanos, de sus problemas, necesidades, y especialmente de sus luchas en la construcción de una sociedad justa.

Ante esa circunstancia, la reflexión neocrítica plantea la universalización de la política y no su especificidad centralizadora en los actores políticos. Estos, regular y sistemáticamente, deben cambiar, en una mecánica de rotación que asegure la periódica alternancia de los dirigentes y los representantes. Ello, para que se renueve la política y para que la participación en el campo de lo público ya no sea excluyente. Apunta, sobre todo, a transformar al político en un sujeto útil y productivo de la sociedad, puesto que parte de su vida tendrá que dedicarla al trabajo civil, a vivir de su capacidad, ganándose el sustento en la actividad socialmente productiva.

Esta superación del “desacuerdo” de la política con la democracia real, pretende la interacción del actor político y, asimismo, del ciudadano común. A ambos, para desplazarse con igual idoneidad, tanto en el terreno del Estado como en el de la sociedad civil. De ese modo acaso la metapolítica pueda cumplir el sueño de la Ilustración, que en palabras de Kant “es la liberación del hombre de su culpable incapacidad..., para servirse por sí mismo de su inteligencia sin la tutela de otro”. O, dicho más radicalmente, para liberar al ser humano de toda forma de opresión y alienación.

Así, la alternancia no será un mero engranaje de inalterabilidad del sistema.

 

Juan Andrés Cardozo
galecar2003@yahoo.es

 

Publicado, originalmente, en ÚltimaHora (Asunción, Paraguay) http://www.ultimahora.com/ el 26 de mayo de 2012

Autorizado, para Letras-Uruguay, por el autor

 

 

 

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