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“Lamento del monte”
Obra para Teatro leído
© José Cantero Verni
joscantero@yahoo.com.ar

 
 
 
           RELATOR:


Grita el monte su lamento,
el padre de los matacos,
le están cortando las venas
pa´ que muera desangrado.


Le están despintando el alma,
el verdor de sus encantos,
que sin piedad, ni clemencia
día a día van matando.


Grita el monte su lamento
con cebiles y quebrachos,
ese grito que se pierde
sin ecos en el espacio.


El algarrobo se agita
con la corzuela a su lado,
el monte sigue cayendo
por todo el mundo olvidado.


Cada rama y cada brote
están perdiendo sus gajos,
la fuerza de la espesura
donde hacen nido los pájaros.


La savia de cada tronco
tiene los días contados,
esa savia de otro tiempo
que en el recuerdo ha quedado.


La topadora prosigue
como un Atila a caballo,
atacando a la madera
que se desgarra en pedazos.


El puma con la culebra
se refugian asustados,
mientras ahoga el silencio,
el dolor del palo santo.


Sin detenerse un momento
la topadora a su paso,
va deshojando la vida
contra el monte sin descanso.


MADRECITA DEL MONTE:


El hombre sigue cortando
el corazón de mis hijos,
que ciego que marcha el hombre
sin razón y sin sentido.


La topadora cargada
de ambición y de egoísmo,
viene talando los árboles
con el peso de su filo.


¿Por qué se empeña en cortar,
en arrancar de su sitio?
Al monte con sus colores
de lapachos florecidos.


¿No sabe el hombre que mata
con su avance desmedido?
Que si sigue desmontando
se va a matar a si mismo.


Por conseguir el poder
se ha perdido en el camino,
y trae sus topadoras
aullando con sus rugidos.


EL QUEBRACHO:


Así es Madrecita mía
estoy llorando de pena,
por esos monstruos de acero
que vienen con sus cadenas.


Que resoplando con furia
avanzan sin darnos tregua,
contra la flora y la fauna
que avasallan sin clemencia.


A mí me han quitao los sueños
y me han dejao esta tristeza,
con ese chirriar de orugas
que a cada rincón acechan.


Con la pala hacia delante
al horizonte aceleran,
como si fueran centauros
que vienen en montonera.


Madrecita de los montes
herido voy por la senda,
con el tanino que escapa
sin remedio por mis venas.


Hacerles frente no puedo
aún con mi dura madera,
esas máquinas no paran
ni un instante su carrera.


¡Ay! que será de nosotros
que no tenemos defensa,
pues seguiremos cayendo
por la cruel indiferencia.


RELATOR:


Avanzan las topadoras
rugiendo por los senderos,
parecen un terremoto
con el sonido del trueno.


De la copa de los árboles
caen los nidos al suelo,
con pichones que jamás
podrán remontar el vuelo.


Herida tiembla la tierra
con un profundo silencio,
con ese grito que sólo
entiende y escucha el viento.


El monte suelta su llanto,
la noche de su lamento,
ese dolor invisible
que lleva guardado adentro.


Los coyuyos sin las ramas
parecen niñitos huérfanos,
que al son de las topadoras
sus voces se van perdiendo.


Las bumbunas y los loros
ya se han marchado hace tiempo,
deshojándose sin rumbo
debajo del firmamento.


Están quedando sin sombra
los Matacos con su pueblo,
están perdiendo su monte,
la casa de sus ancestros.


EL PUMA:


Ya no tengo adonde ir
me estoy quedando sin pago,
el monte que conocía
ya no es el mismo de antaño.


Esos monstruos que rechinan
y llegan de todos lados,
parecen antas gigantes
y es imposible enfrentarlos.


Pechando monte sin tregua
nada detiene su paso,
y van triturando todo
sin reparar en los daños.


El monte por esos monstruos
está quedando pelado,
el verde de su follaje
hoy sólo es polvo y espanto.


Ayer donde yo cazaba
vivía sin sobresaltos,
aquel lugar se quedó
en un rincón olvidado.


¿Mis hijos adonde irán
sin este lugar sagrado?
Que poco a poco se muere
sin que le den una mano.


Estos monstruos meten miedo
y al monte lo están matando,
consigo traen tristezas,
la muerte para estos pagos.


MADRECITA DEL MONTE:


¡Ay! Puma que está pasando
con el rugir de estas máquinas,
que van cercenando sueños,
el verde de la esperanza.


Que sin tener sentimientos
contra la flora y la fauna,
le tiran todo ese peso
con el filo de sus garras.


Están por cambiar el clima
no se dan cuenta y avanzan,
con esa fuerza invasora
desmedida de la tala.


Cada vez hay menos árboles
por culpa de tanta rabia,
menos verde y menos aire
que al planeta le hacen falta.


Están talando la vida
desde la sangre hasta el alma,
cortando cada raíz
de la semilla a la savia.


Caminan sin darse cuenta
la senda de la ignorancia,
y van convirtiendo al mundo
en todo un valle de lágrimas.


El monte cae en silencio
contra el furor de las palas,
que traen las topadoras
con el rugir de su marcha.


RELATOR:


Se va perdiendo la magia
que ayer el monte tenía,
con las voces de los duendes
murmurando noche y día.


Herido resiste el monte
con arrojo y valentía,
ese monte, nuestro monte,
otrora lleno de vida.


El monte guarda recuerdos
de antiguas tardes tranquilas,
cuando las ranas croaban
contentas por la llovizna.


Cuando la fauna en tropel
por sus senderos corría,
y el Mataco libremente
bajo la luna salía.


El monte tiene memoria
esa nostalgia encendida,
ese canto milenario
que bien adentro se agita.


Cuando el monte con sus flores
cada mañana vestía,
y se alumbraba a la noche
con mil estrellas furtivas.


Esa magia va muriendo
por culpa de la codicia,
causando al monte está pena,
este dolor sin medidas.


QUEBRACHO:


Yo soy el duro Quebracho
y les quiero preguntar.
¿Qué motivo las empuja
a venir a desmontar?


¿Por qué arriba de esos monstruos
con coraza de metal,
se abalanzan contra el monte
sin vergüenza, ni piedad?


Sólo dejan donde pasan
una inmensa soledad,
una herida y una brecha
muy difícil de cerrar.


Este sitio es paraíso
cristalino y natural,
donde el Puma y el Mataco
tejen juntos un altar.


Donde el río serpenteando
con su eterno murmurar,
siempre deja ese mensaje
infinito de su paz.


Donde el viento con sus alas
cabalgando viene y va,
con el monte en su montura
expresando libertad.


¿Por qué llegan con sus palas
decididas a cortar,
cada rama, cada brote
con temible frialdad?


LA TOPADORA:


¿No te das cuenta Quebracho
que está en marcha un mundo nuevo,
de que somos la herramienta
del futuro y del progreso?


Que venimos hasta aquí
para darle al mundo entero,
a llevar a las ciudades
la madera de este suelo.


Para que quieres el monte
si este monte tiene dueño,
y a este monte me han mandado
que lo tale sin remedio.


Cumplo órdenes Quebracho
yo no tengo sentimientos,
sólo empujo hacia delante
con la fuerza de mi acero.


A este monte y a otros montes
la sentencia ya les dieron,
pues el mundo necesita
más espacio y más terreno.


QUEBRACHO:


Que será del Puma entonces
de la garza, del hornero,
que será de mis hermanos
que el futuro está corriendo.


Que será de nuestra flora
que a tu paso va muriendo.
Dime ahora topadora
¿Qué será de todos ellos?


LA TOPADORA:


Que te puedo responder
sólo cumplo mi trabajo,
nadie creo se conmueve
por la muerte de algún árbol.


Además a quien le importa
de la tala en estos lados,
son muy pocos los que arengan
con sus voces de reclamos.


No conozco de razones,
de lo cierto o de lo falso,
sólo avanzo con la pala
día y noche sin descanso.


Es el hombre quien dirige
el volante de sus actos,
y es el hombre quien maneja
las orugas cuando marcho.


Es a él a quien tú tienes
que enfrentar viejo Quebracho,
es el hombre quien mutila
a tu tronco y a tus gajos.


QUEBRACHO:


Muchos hombres están sordos
marchan ciegos al ocaso,
y no escuchan al planeta
que hace tiempo está gritando.


De que paren los desmontes
pues el monte está llorando,
por la pena, triste pena,
que le causan los humanos.


RELATOR:


El Puma mira al Quebracho
desde un rincón escondido,
lo mira como a un guerrero
rugoso, duro y altivo.


Lo ve con la topadora
con sus ojos de testigo,
frente a frente cada uno
con pabellones distintos.


La topadora murmura
con el motor encendido,
y el Quebracho le responde
presagiando su destino.


El Puma siente la tarde
con el cantar de los grillos,
y el monte le cubre el rastro
con el verdor de su brillo.


La topadora acelera
para afilar sus colmillos,
con el puñal de la tala
que al monte lo tiene herido.


El Puma cierra los ojos
y se muerde los rugidos,
donde los ata al palenque
callado del infinito.


La topadora prosigue
abriendo monte al camino,
y el Quebracho con la pena,
aún con pena sigue erguido.


LA MADRECITA DEL MONTE:


La pena me está quemando
como un puñal las entrañas,
con ruido de topadoras,
de cadenas y de palas.


En cada crujido siento
la madera desgarrada,
como la oruga de hierro
deja en el monte su marca.


Como la cruel topadora
como un monstruo se agiganta,
depredando cada metro
desde el tronco hasta las ramas.


La pena me está quemando
con todo un volcán en llamas,
por esa tala de muerte
de topadoras sin alma.


Adonde se irá la flora,
adonde se irá la fauna,
que cerquita del abismo
están siendo acorraladas.


El efecto invernadero
viene afilando sus garras,
con su calor envolvente
que sin disparos ataca.


Quebracho, madera fuerte,
Puma, monte y esperanza,
hijos míos de mi sangre
que los llevo en las entrañas.


EL PUMA:


El monte me está llamando,
me está nombrando en silencio,
sus lágrimas son de sangre
roja florcitas de ceibo.


Hermano monte aquí estoy,
aquí mi vida te ofrezco,
mi espíritu combativo
que va a jugarse el resuello.


Hermano monte querido
lugar de mi nacimiento,
hogar de mi vida entera
que ahorita te estoy perdiendo.


Que voy a hacer sin tus sombras,
sin tu inmenso sentimiento,
sin ese abrazo de hermano
eterno, fiel y sincero.


Adonde irán mis instintos
sin tu cobijo al acecho,
en que Quebracho mis uñas
voy a afilar en secreto.


Hermano monte querido
aquí en la sangre te llevo,
retumbando entre mis venas
con el rugir de tus ecos.


Hermano monte soy carne
encarnación de tu fuego,
soy el Puma, soy Mataco
y el Quebracho de tu pecho.


EL QUEBRACHO:


Hermano monte allá vienen
con tenebrosos rugidos,
las topadoras marchando
sin dar, ni pedir respiro.


Traen sus palas alzadas
afilando los colmillos,
dejando atrás un desierto,
dejando todo un vacío.


Taladrando sin descanso
muestran ese poderío,
esa fuerza que adelante
se convierte en torbellino.


Así no hay monte que aguante
que pueda haber resistido,
cada ataque de las palas
que aniquilan con sus filos.


Aquí te entrego mi savia
el tronco de mis latidos,
que aquí me voy a quedar
a morir en este sitio.


¡Ay! monte de mis encantos
que estás triste y malherido,
que vas perdiendo el verdor
aquel de tu antiguo brillo.


Yo también soy el Mataco,
el gran Puma combativo,
soy tu grito monte adentro
soy tu sangre hermano mío.


RELATOR:


Sangra el monte por la herida,
se va apagando en silencio
con la pena de su pena
debajo de los luceros.


Chistan los búhos cansados
con un mensaje agorero,
al ver que el monte despacio
de a poco se va muriendo.


Las luciérnagas titilan
para alumbrar los senderos,
pa´ darle al monte su apoyo
en este triste momento.


Sangra el monte por la herida
por ese golpe siniestro,
que el puñal de la codicia
le asestó en el sentimiento.


El Puma con el Quebracho
montan guardia con respeto,
y a su lado murmurando
le brinda su mano el viento.


El monte de pie resiste
las embestidas de acero,
que traen las topadoras
al grito cruel del degüello.


Su poncho verde esmeralda
tiene estrellas en los flecos,
ese poncho que es su vida,
la tierra de sus afectos.


Sangra el monte con su pena
penita de su lamento,
esa pena que de a poco
lo va matando en silencio.

José Cantero
© José Cantero Verni
joscantero@yahoo.com.ar

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