Artigas en el debate independencia / Revolución social

por Lorenzo Pablo Camejo Ramos (Cuba)

Conferencia para el Primer Taller de la Cátedra Bicentenario de la Primera Independencia de América Latina y el Caribe. Unión Nacional de Historiadores de Cuba.

 

En esta hora asistimos a un convulso y cambiante mundo de inicios del siglo XXI, mundo donde las economías se estremecen, se sofoca y ahoga nuestro hábitat, la guerra se convierte en política oficial de los poderosos, donde los de abajo, un aluvión de seres humanos padece hambre y sed de justicia. Pero también, un mundo donde todavía no han podido matar las utopías que son tan necesarias para que la aspiración de convertirlas en realidad nos impulse, donde surgen y se multiplican viejas y nuevas fuerzas y actores que pretenden lograr la supervivencia humana, donde las esperanzas son motores, tenemos que, como tarea de hoy, buscar y usar una herramienta infalible, maestra de vida: la Historia.

 

Sobre ello, Eduardo Galeano sentenció "…El derecho a recordar no figura entre los derechos humanos consagrados por Naciones Unidas, pero hoy es más que nunca necesario reivindicarlo y ponerlo en práctica: no para repetir el pasado, sino para que seamos capaces de hablar con voces no condenadas al eco perpetuo de la estupidez y la desgracia. Cuando esta de veras viva, la memoria no contempla la historia, sino que invita a hacerla. Más que en los museos, donde la pobre se aburre, la memoria está en el aire que respiramos; y ella desde el aire nos respira.[1],

 

Es este un marco propicio para aportar a este objetivo, ahora cuando conmemoramos “las independencias americanas”. Insisto en el término porque hay procesos diversos resultado de la maduración clasista e ideopolítica de también diversos sectores sociales y que, si bien con regularidades continentales más o menos visibles, en cada región se expresaron con sus particularidades necesarias. El abanico de posiciones de los distintos grupos va desde la independencia para salvar la hispanidad agredida por los franceses hasta la independencia para crear nuevas hegemonías de dominación económica y política, y más allá y solo en pocos grupos y líderes la independencia para hacer una revolución.

 

Las independencias  recogieron todo un legado que está más allá de 1810 y que ahora cuajan y estallan en múltiples formas y maneras de expresar las maduras contradicciones entre el poder colonial  y nuestra región.

 

Concluido este acontecimiento y cerrado el ciclo independentista, se conforma una América Latina dibujada desde las oligarquías terratenientes exportadoras que junto a la creación de mecanismos de control económico y político supieron construir mentalidades que legitimaron el nuevo estado de cosas con eficaces instrumentos, entre ellos, un uso de la Historia conveniente a sus intereses. Pronto se empezó a contar la historia romántica de la independencia que alcanzó su clímax con el liberalismo y el positivismo. Se levantaron las estatuas de los héroes en todas las plazas citadinas, se escribieron monumentales obras que describían las historias locales y regionales, se contó la historia oficial, se construyó un nacionalismo visceral lleno de símbolos marmóreos que hablaban de “sus hazañas”, repetidas hasta la saciedad cada día en cada escuela, periódicos y discursos.

 

Sin embargo, ¿a dónde fue a parar la sangre del indio y del negro derramada en las gloriosas batallas?, ¿a dónde fue a parar el criollo pobre que lo entregó todo por la causa?, ¿a dónde fue a parar la palabra “revolución” en aras de la cual muchos se fueron a los campos redentores? Esa es la Historia de los pueblos y los hombres que tenemos que rescatar, esa historia nacional que se ha tejido y es la suma de las historias personales, de mujeres y hombres anónimos y cotidianos, pero también de aquellos que por su esfuerzo, convicciones y maneras de actuar se han levantado y erigido por sobre todos nuestros héroes revolucionarios: propongo, entonces, el análisis de la arista social de uno de los idearios más radicales de esa epopeya: el ideario de José Gervasio Artigas.

 

Pero, ¿qué Artigas?

 

Al decir del historiador Oscar Bruschera, hay que rescatar al Artigas de esa imagen de "… estadista ensimismado en complejidades jurídicas, el cultor del derecho norteamericano, el arquetipo de una conducta cívica calcada en el molde de las fórmulas abstractas del liberalismo: un Artigas de "bronce", descarnado y difuso, deshumanizado, desarraigado de su mundo, idealizado y falsificado…".[2]

En realidad tenemos la obligación de estudiar y buscar al Artigas necesario y total, al caudillo valeroso, al hombre de su tiempo y al que se puso más allá de su tiempo, al que nos da bases para el ser nacional al que aspiramos, al Artigas humano y popular, al Artigas social, al Artigas guía, al Artigas que la historia lo puso ahí para sostenernos y enseñarnos a andar.

 

Artigas y su programa recuperan hoy la plenitud de su vigencia y lo convierten en programa para hoy y para el futuro.

 

Para este empeño permítanme solo introducir, motivar, acercarnos ahora a los bordes de su proyección social. En pocos como en Artigas, tuvo el siglo XIX la consagración de un proyecto al decir martiano "Con todos y para el bien de todos".

 

Considero necesario comenzar puntualizando que los hombres somos fruto de nuestra época y sus acumulaciones, por tanto, para adentrarnos en el ideario artiguista no podemos sustraernos de ese entorno que le tocó vivir y que marcó las coordenadas de su ideario.

 

Conectado en lo fundamental con las dinámicas latinoamericanas, el espacio del actual Uruguay, a esas costas llegaron varios portugueses y españoles en el primer impulso que vino del Atlántico. Luego la zona del Plata por su geografía y posibilidades económicas, levantó no solo las apetencias de españoles, portugueses, sino vino también el león inglés y del vecino bonaerense. Fue una zona de conflictos de dominación. Además, escenario de múltiples ensayos políticos para contener los tempranos intereses libertarios de los orientales, modelos de dominación que vinieron sobre todo de la resistencia liberal de los vecinos gobernantes porteños, porque fue temprana la forja por la autodeterminación de los orientales. Baste recordar la constitución en 1808 de la Junta Gobernativa de Montevideo.

 

Sin duda, los fuegos del mayo de 1810 bonaerense estallaron también en la Banda Oriental, donde se sucedieron los levantamientos patrióticos. Una nueva fuerza surgía como dijo el profesor uruguayo Vega:

 

"… Fue por toda América como un reguero de sueños, pólvora y desengaños. La Banda Oriental, solo pradera y puerto hasta entonces, demostró ser fértil como ninguna parte de la siembra libertaria. Pero le tocó a Artigas, que la había regado con su sangre, probar la otra cara de la victoria, porque fue en su ausencia que esta tierra terminó por llamarse Uruguay…[3] 

 

El verdadero intérprete y conductor de esas fuerzas nuevas fue José Artigas, nacido el 19 de junio de 1764. 

 

La dialéctica emancipatoria latinoamericana se debatió entre dos posiciones: por un lado el afán de poder, prestigio y disfrute de sus riquezas, y por otro, el sentimiento de liberación de los pueblos interpretado por algunos caudillos como un proceso de independencia que nos llevaría al ser histórico continental. En esta última tendencia, a mi modo de ver, está Artigas.

 

La gesta revolucionaria latinoamericana nacida de los “cabildos”, de las discusiones de los patricios y de los ideales del liberalismo burgués europeo, alcanzó en el levantamiento de los orientales “la tremenda dimensión de una guerra social”.

 

Aquel ejército nuevo de Artigas, el de la "Admirable Campaña", el de la Batalla de Las Piedras, fue la primera expresión del interés del caudillo por el concepto "con todos". Allí estaban los hacendados "poseedores de buenas suertes" que lo abandonaron todo, sus intereses, sus casas y sus familias por las vicisitudes de la guerra. Estaban junto con ellos los campesinos, artesanos, peones, indios y negros que pusieron su fuerza telúrica en pro de la libertad. Todos bajo la hermandad de contingentes diversos con Artigas como interlocutor.

 

Si con este ejército símbolo de la necesaria simbiosis de ejército y pueblo se inició la revolución, nos deja la enseñanza de que cualquier proyecto social que pretenda ser “para todos” tiene que tener la real participación de los “de abajo”.

 

Aun ante la necesidad de incorporar fuerzas para la guerra libertaria, Artigas tuvo mucho cuidado en el trato que daba al pueblo, así en las indicaciones que dio a Mariano Vega durante el éxodo del 3 de noviembre de 1811 le decía: "… no quiero que persona alguna venga forzada; todos voluntariamente deben empeñarse en su libertad; quien no lo quiera, deseará permanecer esclavo…".[4]

 

En la futura vida económica y social pensada por Artigas y en la Instrucciones a los Orientales de 1813 adoptadas por el Ayuntamiento de la Ciudad de Santa Fe indicaba que: “…el gobierno tiene que encargarse de velar porque … todos tienen un derecho igual para los empleos y oficios, y ser elegidos en ellos…”.[5]

 

Expresión suprema de su ideario es el Capítulo I del Proyecto de Constitución para la Provincia Oriental donde se define la organización del estado y se declaran “los derechos y garantías del hombre y del ciudadano”, se estipula en su artículo 1 que todos los hombres nacen libres e iguales y tienen ciertos derechos naturales, esenciales e inalienable, entre los cuales están:

 

El de gozar y defender su vida y su libertad.

 

El de adquirir y poseer propiedad.

 

El de buscar y obtener seguridad.

 

Aunque entroncado con los clásicos postulados de la ideología de vanguardia de la época y sobre todo europea y norteamericana, no deja de ser uno de los idearios sociales para la América nuestra de inicios del siglo XIX, de gran profundidad y humanismo.

 

Pero en este mismo artículo dejó sentado que, es el estado el máximo responsable de que los individuos gocen de felicidad y seguridad para sus vidas, que el cuerpo político tiene que ponerse al servicio de sus ciudadanos y que estos tienen el derecho de alterar el gobierno en caso de que así no sea.

 

Es, pues, muy claro en definir las funciones del estado para lograr el bienestar social, y en indicar al pueblo su deber ciudadano y la necesidad de que ese sujeto haga uso de sus facultades políticas para enfrentar y sustituir a sus gobernantes.

 

Su visión de justicia social llegó hasta pronunciamientos a favor de la  libertad del indio, que constituyó una fuerza decisiva en la gesta  emancipadora,  así en misiva al gobernador de Corrientes, José de Silva decía en 1815: "Yo deseo que los indios, en sus pueblos, se gobiernen por sí  mismos para que cuiden de sus intereses como nosotros de los nuestros (…) Recordemos que ellos tienen el principal derecho y que sería una degradación vergonzosa, para nosotros, mantenerlos en aquella exclusión que hasta hoy han padecido…"[6].

 

Hay un sentido de unidad de los excluidos en su proyecto social, equipara a todos en relación con los derechos. Por ejemplo, en el Reglamento Provisorio de la Provincia Oriental del 10 de septiembre de 1815 dijo:

 

"… En consecuencia, los negros libres, [nunca llegó a pronunciarse por la abolición], los zambos de esta clase, los indios y los criollos pobres, todos podrán ser agraciados con suerte de estancias, si con su trabajo y hombría de bien propenden a su felicidad y a la de la provincia…".   Nótese aquí las condiciones que exigía a estos hombres para mantener sus derechos y cómo Artigas separaba a éstos, de otros sectores sociales que después de la independencia se convirtieron unos, o confirmaron otros, su vocación aristocrática.

 

Un elemento de gran radicalidad y que aparece en el artículo 2 de la Constitución, es cuando define, y cito: "…ningún sujeto será atropellado, molestado o limitado en su persona, libertad o bienes, por adorar a Dios en la manera y ocasiones que más le agraden, según le dicte su propia conciencia, con tal de que no turbe la paz pública…"[7]

 

Pensemos en la sociedad y entorno en que Artigas propone este proyecto, en una sociedad profundamente religiosa, católica e intolerante, hace veladas y a veces no tan así, críticas a la sujeción del hombre al fanatismo y fundamentalismos religiosos cuando, sin dejar de adorar a Dios, cada uno es libre y ve la religión como libertad.

 

En el tercer artículo del citado documento, Artigas insistió en la necesidad de la educación para la formación de pueblos, veía en la educación cívica y moral su garantía. De este modo, daba al gobierno toda la responsabilidad de construir escuelas para todos y que cada ciudadano supiera leer y escribir.

 

El artículo 10 nos señala que cada individuo tendrá el derecho a la justicia de las leyes libremente, y sin ser obligado a comprarlo.

 

Siguiendo esta idea, en el  artículo 13 refiere que todos tienen derecho a que no se violen sus pertenencias, casas y papeles, y así toda orden de arresto es contraria a este derecho. Cuánto se le debe a Artigas todavía por los años de dictadura, que parecen no se han ido del todo. Artigas abogó por el derecho a la libertad de palabra, imprenta y discusión de todos los ciudadanos.

 

Hay derechos de vida que este prócer, desde la guerra procuraba a sus fuerzas militares, así como a la gente que encontraba a su paso y que protegía. Exigía la presencia de hospitales, médicos y vacunas preventivas. En unas Instrucciones en la localidad de Florida en febrero 14 de 1817 solicitaba: "… Es preciso que venga un médico para asistir al cuartel general… y muy prontamente un hospital para toda la tropa…", y recomendaba al cabildo de Montevideo en 1816:

 

"… Será benéfica ciertamente la multiplicación de la vacuna tanto en nuestra provincia, como en  Entre Ríos, Corrientes y Misiones donde la viruela hace fatales estragos…"[8]

 

Asimismo, expresó en otros documentos una manifiesta preocupación por el fomento de la cultura popular, reconociendo en primer término el respeto a los grupos culturales diversos que habitaban la zona.

Artigas resume entonces una posición revolucionaria con elementos que lo ubican entre los que aspiraron a una revolución social en los procesos independentistas.
 

Conferencia para el Primer Taller de la Cátedra Bicentenario de la Primera Independencia de América Latina y el Caribe. Unión Nacional de Historiadores de Cuba.

 

Bibliografía

 

Alonso, R.  De la colonia a la consolidación del Uruguay. Edit. Banda Oriental. Montevideo. 1973.

 

Ardao, Arturo.   Racionalismo y liberalismo en Uruguay.  Universidad de la República.   Montevideo. 1962.

 

Arteaga, Juan José. Breve historia Contemporánea de Uruguay. Fondo de Cultura  Económica. Argentina. 2000.

 

Bruschera, H Oscar. José Artigas. Documentos.  Editorial Casa de las Américas. La Habana. 1971.

 

Caetano, Gerardo y José Pedro Rilla. Historia Contemporánea del Uruguay. De la colonia al MERCOSUR.  Montevideo. 1994.

 

Colectivo de autores. Vigencia del Artiguismo. Editorial Centro Artiguista por los  Derechos económicos, sociales y culturales. Montevideo. 2007.

 

Guardarrama, Pablo.  Positivismo y Antipositivismo. Editorial Ciencias Sociales. La Habana,  2004.

 

Machado, Carlos.  Historia de los orientales.  Editorial Banda Oriental. Montevideo.  1972.

 

Prieto Rozos, Alberto. Los criollos y la nacionalidad en América Latina. En Universidad de La Habana. 1980.

 

Vega, Uruguay. El alumbramiento 1810-1830.  En: Colectivo de autores, Mi historia  Uruguay. Editorial El Observador. Montevideo, 1998.

 

Wilson, José. Diez ensayos sobre Historia uruguaya. Editorial Banda Oriental.    Montevideo. 1973.
 

Notas:

 

[1] Colectivo de autores: Vigencia del Artiguismo. Edit. Centro Artiguista por los derechos económicos, sociales y culturales. Montevideo. 2007.
 

[2] Bruschera, H Oscar: José Artigas. Documentos. Edit. Casa de las Américas. La Habana. 1971. p 11.
 

[3] Vega, Uruguay. El alumbramiento 1810-1830. En: Colectivo de autores, "Mi historia Uruguay". Edit. El Observador. Montevideo, 1998.
 

[4] Bruschera, H Oscar. José Artigas. Documentos. Edit. Casa de las Américas. La Habana. 1971. p 72.
 

[5] Ibidem.  p 103.
 

[6] Colectivo de autores. Vigencia del Artiguismo. Edit Centro Artiguista por los derechos económicos, sociales y culturales. Montevideo. 2007.
 

[7] Colectivo de autores. Vigencia del Artiguismo. Edit Centro Artiguista por los derechos económicos, sociales y culturales. Montevideo. 2007.
 

[8] Ibídem.

 

Ver, además, Gral. José Gervasio Artigas en Letras Uruguay

 

Lorenzo Pablo Camejo Ramos
La Jiribilla (Cuba) Año VIII

La Habana (Cuba) 23 al 29 de enero de 2010
http://epoca2.lajiribilla.cu/2010/n455_01/455_07.html

 

Editado por el editor de Letras Uruguay, con el agregado de imagen y videos.

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