Retrato en perenne en espera
Carlos Calero

I

Lo que resta no es lo que sobrepasa el vacío de un rostro y ojos encandilados por las borracheras, barbitúrico, apestoso aliento alcohólico de quien paga y se pierde en los silencios de una taberna cortada por la luz azulosa de la muerte; lo que sobra y acaricia la nuca de la víctima no es la mueca entrenada para reír con cataclismos, con venas pinchadas, nariz lacerada por el vapor de la cocaína y vientos fríos de ventana desolada en que se espera que la suerte suba como hiedra hambrienta para sumar un pedazo de carne menos que devoran los ácaros del infierno. 
 

II

Es bella y gime en el marco permanente de los amaneceres, esa rugosa mejilla mordida por el hambre de lunas infames; es bella y llora con manos clavadas en el fuego y un neo-símbolo del infierno desgastado para lacerar el alma atormentada por el hambre de ciudades y últimas angustias para golpear el plato abollado.  

III

Lo que suma es lo que no se tiene, por ejemplo juventud como guitarra rajada, con humos de edades flacas, onduladas entre hamacas y penes infectados por las gonorreas y bichos chupa-sangre; lo que permanece es la nostalgia, alta como el cielo, creíble como la muerte enhiesta y odiosa, huesuda manera de llamarnos con sorpresa inevitable. 

IV

El retrato de la prostituta permanece en espera para que una cédula no sea admitida por el ojo de esa aguja pública que empuja a la mujer a que vuelva a la prostitución de su vientre inflamado y dos pies que se arrastran entre calles verdosas de várices locas que se enraizaron entre los tobillos y sus piernas. 

Carlos Calero

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