Atisbaciones y permanente simbología
Carlos Calero

I

Una esquina y simbología del misterio que anda, sola en la habitación de los desolados, hecha para sí misma entre ojos, parasoles, taconeo con pezuña del minotauro que roza el lozano abismo de los tímpanos; una esquina y su totalidad de visiones yendo entre abalorios con muslos del sexo, y prisa de roba-carteras ante la pestaña azul de las estufas mientras la lluvia empieza a devorar con llamas y olor a carne joven, niña o anciana; 
 

II

esa esquina punzada por el ritmo de frutas, chucherías, valet y semáforo torpe que no apunta con tapas de automóviles hacia una huída de ciudad detenida por los dorsos de unos ángeles extraños; 

 

III

esa esquina incolora entre encías secas de quienes vieron a los últimos ancianos con sobrero de fieltro y paraguas absortos ante la vida y un parque central picoteado por palomas; entonces sobrevino silbido de anacondas, trituración y desechos mentales; entonces latido del bestiario virtual y ola de un pasado sobre el mar de gases, paredes erosionadas, cunetas rotas entre mandíbulas de perros muertos, osamenta de pavores barrocos, tenue roce de ojos y campanas, el travesti en postura de mimo, ácido municipal ascendido de las alcantarillas con rabioso bigote de roedores violáceos para la tinta roja de los periódicos; 

IV

esa esquina de paz amorfa, acorralada por los frenos y madrazos en el párrafo de exequias programadas y manuales de funerarias; siempre la esquina polisémica, polifónica, anunciada, en los aspavientos de fantasmas que rompen relojes y a viva voz defienden la memoria. 

V

Atisbación y simbología en los pequeños desajustes del deseo; esa mínima porción de felicidad y beso a prisa entre ventanales y decoraciones póstumas mientras la nostalgia salta entre ascensores, archipiélagos de humo, luminarias y cornisas de las soprano paralizadas por el ensordecedor estremecimiento del alma y la calle. 

VI

Atisbación y adherencia a los antropófagos estilos de sentarse en el borde de las aceras para arrancarse los codos con frituras, pozos de heladerías, y pagar las deudas democráticas de las cédulas en el prístino velamen del destino; 

VII

o esa duda permanente de simbologías posmodernas que morir o la vida resuelven dolores de un despeñadero colosal con pisadas de bucaneros y calaveras del hidrocarburo.

Carlos Calero

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