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Teatro de sombras
por Miriam Cairo
cairo367@hotmail.com 

-No seas la sombra mía -dijo ella, mirando por la ventana hacia el río.

-No sé si serías feliz sólo porque yo no fuera tu sombra, dijo la sombra.

-No quiero ser feliz, quiero ser otra.

-Cuando el día llegue seré una sombra nueva, pero de noche soy sombra de tu noche y no puedo ser más oscura.

-Cuando yo era niña, vos eras una sombra niña.

-Cuando yo era una sombra niña no nos decíamos estas cosas.

-¿Adónde ibas cuando yo dormía?

-Me sentaba al lado de tu cama y te veía soñar.

-¿Las sombras no duermen?

-No.

-¿Y ahora, a dónde vas cuando yo duermo?

-Sigo al lado de tu cama.

-¿Por qué no te vas?

-Porque no habría sombra que te acompañe.

-Yo quiero estar sola.

-No podrías estar más sola sin una sombra.

-Parece que las dos somos un mismo abismo. (Una cruza las manos sobre la rodilla y otra también.) Hace un momento, cuando el tiempo no pasaba, estaba pensando en que el aire te da frío.

-Sólo cuando vos tenés frío.

-¿Ahora sos más fuerte o más débil que cuando eras una sombra niña?

-¿Hay alguna razón por la que yo tuviera que debilitarme?

-Mis errores.

-Los errores y las sombras no son verdaderos ni reales.

-Pero cansan.

-Todos los misterios cansan.

-Y las verdades aburren.

-Tus palabras me recuerdan la vida que nunca vivimos.

-Aquella vida en la que las dos nos balanceábamos como olas de un mar.

-Nosotras vivimos junto al río. El río es más misterioso que el mar. Abajo hay corrientes desconocidas.

-Yo por mi parte nunca quisiera nadar.

-No has nadado nunca, por eso siempre hemos tenido la suerte de morir en todos los naufragios.

-De niña eras pequeña y extraña.

-La realidad era demasiado opaca para que una sombra niña fuera clara.

-¿Eras feliz conmigo?

-Si vos hubieras sido una niña feliz, yo habría sido una sombra feliz. Pero no está bien visto que una sombra sea más feliz que su dueña.

-Me causa horror tener que hacerte feliz.

-Es tu problema. Soy una sombra llena de tu espanto.

-¿Por qué no me dejás sola?

-Ya te lo dije, sin sombra no podrías estar más sola.

-¿Hay algún modo en que te pueda arrancar de mí?

-Cuesta tanto quitarse una sombra...

-¿Las personas alegres tienen sombras alegres?

-Las personas alegres ignoran su sombra y las sombras se vuelven maquinales, inconscientes.

-Entonces estás más feliz de ser la sombra mía.

-Sí, porque de vez en cuando escucho tu carcajada.

-No me hagas reír ahora recordando mis carcajadas.

-Son ruidosas.

-Sí. (Ríen la mujer y la sombra. Luego hacen silencio.) Sombra mía, ¿por qué estás callada?

-Las sombras no hablamos demasiado.

-No te fijes en lo que las otras sombras hacen.

-El silencio de una sombra es lo que a ésta da sentido.

-No pienses en eso, sigamos hablando de nuestros desacuerdos.

-Al principio vos creabas los paisajes y yo, las personas.

-Si, después descreábamos las mismas cosas.

-Este no es nuestro desacuerdo.

-No.

-Vos querías que te dejara sola.

-Sí, ¡dejáme sola sombra mía!

-No me hagas repetir lo mismo. Soy una sombra no una redundancia.

-No te pongas por encima de mí.

-Cuánto más me rechazás más te pertenezco.

-Un día, que había llovido mucho, me cansé de la lluvia.

-Ese comentario me desalienta.

-Fue el día en que convenimos en que ni vos ni yo éramos algo necesario.

-Siento ahora que yo soy vos, y que vos sos mi sombra.

-He perdido el mando.

-Riesgo de las palabras.

-¿Qué voy a hacer ahora que soy tu sombra?

-Podrías soñarme un sueño.

-Esas son cosas obvias. Dos sombras hablando de sueños no es ninguna novedad.

-No estés en mi silencio.

-¿Cómo me lo vas a impedir ahora que no sos más que sombra de tu sombra?

-Es conveniente que cada cual tome su pedazo de entereza.

-¿Por qué hablamos todavía?

-Esa pregunta debió ser mía.

-¿Y si lloramos?

-Yo prefiero reír. Las lágrimas están perimidas. Y como verás otra vez estoy al mando.

-Sí. Son las preguntas las que me debilitan.

-Sí. (La sombra y la mujer se miran las manos.) --Muchas veces yo fingí ser una mujer sin sombra.

-¿Y cómo te fue?

-Como la mona.

-¿Qué clase de comentario es ese?

-Afianzo mi falta de poder.

-No digas más tonterías.

-Entonces no sé qué otras cosas podría decir.

(Final con luces encendidas).

 

por Miriam Cairo
cairo367@hotmail.com 
Originalmente en Página12 (Rosario) 

Sábado, 16 de febrero de 2013
Link a la nota:  http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-37685-2013-02-16.html

Autorizado por la autora

 

 

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