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Bebedero de pájaros
por Miriam Cairo
cairo367@yahoo.com.ar

Mesa 1. Lluvia

--Siempre que llueve vengo a buscarte.

--Lo sé, por eso estoy acá.

--Cuando no llueve, también.

--Lo sé, por eso estoy acá.

--Y cuando la noche viene subiendo desde el río.

--Por eso estoy acá.

--Y cuando termino de leer un libro.

--Eso nunca ocurre, pero igualmente estoy acá.


--Cuando el libro vuelve a empezar.

--Eso siempre ocurre, por eso estoy acá.

--Y sobre todo cuando me acecha cierta idea de desnudez o de flores

hermafroditas.

--Ni hablar. Aquí estoy.

--Y cuando las flores se enamoran de sí mismas.

--Sobre todo cuando se enamoran de sí mismas...

--Y cuando pienso en el marqués enredado en la lengua de la musa

soledad.

--Tampoco podría ausentarme.

--Pero también, o fundamentalmente, vengo a buscarte cuando la

musa se queda como una foto fija en la memoria del marqués, y de la

frente de la palabra marqués empiezan a brotar unas gotas de sudor

dichoso, entonces ya no caben dudas de que la noche, en la memoria

de la palabra musa, es tan peligrosa como un rottweiler.

--O como un campo minado de flores hermafroditas.

--Y los jardineros no entienden nada.

--Qué van a entender.

Mesa 2. Erudición

--¿Tenés el tema de la "autoficción"?

--No. Autofricción, sí. Llorar de frac, de flato y de flacura, también.

--Mirá, esto de la autoficción viene a ser algo así como que si a la mina le gustan los zapatos, después te escribe un cuento con zapatos.

--Qué jodido.

--Espeluznante.

--¿Y qué otra cosa te enseñaron en la facultad?

--A pasar el dedo por el índice de los libros y sacar conclusiones.

--Esa está buena.

--Esa es mi preferida.

--Sale gente muy sabia de lugares como esos.

--Puf.

--La cara lo dice todo. Vos le mirás la cara a la gente y aprendés de

una.

--¿Y vos aprendiste?

--Mirame la cara.

Mesa 3.

--De las ciento sesenta palabras que tengo en la cabeza, la mitad está en cuarentena.

--Es así como se pierden tantas oportunidades.

--De hacer la revolución.

--De hacer una revisión.

--De hacer una resurrección.

--Por el rabillo del ojo.

--Ojalá.

--Es así como uno se deja engañar por el engaño.

--Y amar por el amor.

--¿Avanzo?

--No.

--¿Retrocedo?

--Sí.

--¿Hasta cuándo?

--Hasta ayer.

--Qué tiempos aquellos.

--Todavía no habías nacido.

--Vos tampoco habías nacido.

--Y de las ciento sesenta palabras no había ninguna en cuarentena.

--Las amigas de las ochenta incomunicadas venían de una Osadía

Griega.

--Y se creían romanas.

--Yo no hablo español.

--Ellas tampoco.

--Pero cuánta imaginación tenían.

--Cuánta tristeza esópica.

--Ayer no más estaba en cuarentena con Esopo.

--No me hagás acordar.

--Ayer se fabulaba que era un escándalo.

--Marche preso le dijeron.

--¿A Esopo?

--No, a Ayer. Y Ayer se fue.

--Al calabozo.

--Con las ochenta palabras.

--En cuarentena.

--Ochenta palabras que eran ochenta flores hermafroditas que se

enamoraban a más no poder.

--Ayer era imposible.

--Ayer no había nacido.

 

por Miriam Cairo
cairo367@yahoo.com.ar
Originalmente en Página12 (Rosario) 

Sábado, 11 de octubre de 2014
Link a la nota: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-46185-2014-10-11.html

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