Walt Whitman: Conversaciones

Traducción, selección y presentación de Rafael Cadenas

Walt Whitman pasó sus últimos años en Camden, New Jersey, adonde se retiró en 1873, a los 53 años, en situación de relativa invalidez; allí mantuvo largas conversaciones con su amigo Horace Traubel, que entre 1906 y 1912 las editó en cinco volúmenes. Esos libros, entre otros, sirvieron de base a la selección “Walt Whitman-Conversaciones” preparada por el poeta venezolano Rafael Cadenas, libro cuya próxima distribución en Argentina anuncia Monte Avila.

Yo no siento aprecio por la literatura como profesión. Respecto a ella siento lo que Grant sentía respecto a la guerra. El odiaba la guerra, yo odio la literatura.

Thayer es claramente un tipo de la especie literaria, la que mira a la literatura como un ejercicio, como un asuntito de prestidigitación; una especie cuyos miembros no tienen nada que ofrecer, pero siguen escribiendo, sólo Dios sabe con qué fin.

Me gusta el espíritu científico —el distanciamiento, el estar seguro pero no demasiado seguro, la disposición para abandonar ideas cuando la evidencia está contra ellas: esto es en esencia hermoso, le da siempre a la vida, al pensamiento, al afecto, a todo hombre, una oportunidad para probar nuevamente después de un error, s de una conjetura errada.

¿Para qué flores de cera cuando uno mismo puede recoger flores reales? Eso es lo que pienso cuando me hablan de “estilo”, como si el estilo solo y de por sí fuese algo.

With Walt Whitman in Camden, Horace Traubel, New York, D. Appleton & Co., 1908

Las edades predicadoras han terminado: el mundo no soporta más el sermoneo.

Mi viejo papá solía decir que es un consuelo para un hombre que si va a ser un asno sea un asno a su manera.

Lo que objeto en mucho de lo que llamamos erudición, educación, cultura, es que suele investir a sus avatares de desprecio por las cualidades elementales del carácter.

Cuando veo cuán endiabladamente se esfuerza todo el mundo por decir cosas brillantes, me parece bien llamar la atención hacia los simples hechos — los simples, divinos hechos— de vez en cuando.

Nada encuentro en la literatura que sea valioso simplemente por su cualidad profesional: la literatura sólo es valiosa en la medida de la pasión —la sangre y el músculo— de que está investida, la cual yace oculta y activa en ella.

He sido deliberado, cuidadoso, laborioso incluso, pero nunca busqué la perfección, nunca me entretuve con la técnica más de lo necesario para hacerme comprender, después de lo cual no me molestaba en lo más mínimo por el resto.

Mi mayor placer en el sótano de Pfaff (una taberna de Broadway) era ver, hablar poco, absorber. Me satisfacía más escuchar un pleito que tomar parte en él.

Después de todo, si alguien ha de escribir poesía, el secreto es entrar en contacto con la humanidad, saber qué está pensando la gente, retirarse hacia las fuentes más profundas de la vida, atrás, atrás, hasta que no haya más donde retirarse.

Me parece que de todos los hombres modernos los del transporte son los que están más cerca de los antiguos en soltura, porte, sencillez, naturaleza promedio, robusto instinto, originalidad: están próximos al a b c mismo de la vida real.

La gran falla de Thoreau era el desdén, desdén hacia los hombres comunes, Tom, Dick y Harry; incapacidad de apreciar la vida del promedio, incluso la excepcional, lo que me parecía falta de imaginación. El no podía ponerse en el caso de otro, entender por qué un hombre era así y otro no, era impaciente con otras personas en la calle y así por el estilo. Tuvimos una candente discusión sobre eso; fue amargo para mí descubrir cuán arrogante era. Para Thoreau el hombre era una abstracción y en abstracto estábamos de acuerdo; pero no podíamos estar de acuerdo sobre nuestra apreciación acerca de los hombres que nos topábamos aquí, allá, en todas partes, el hombre concreto.

Estoy satisfecho del éxito de mis títulos —con Hojas de hierba, por ejemplo, aunque algunos de mis amigos se opusieron al comienzo, especialmente los quisquillosos espíritus literarios que lo tuvieron por una especie de locura. “Hojas de hierba, decían, no hay hojas de hierba; hay briznas (spears) de hierba, esa es su palabra, Walt Whitman: briznas, briznas”. Pero Briznas de hierba no hubiera sido lo mismo para mí. Etimológicamente hojas es correcto —los hombres de ciencia la usan así. Me atuve tenazmente a hojas, hojas, hojas, hasta que el título pudo cuidarse solo. Ahora ha comenzado bien su viaje —nunca será desplazado.

El ascetismo es siempre obsceno para mí.

Yo nunca podría ser un buen periodista, un predicador, menos aún un médico. Mis opiniones son siempre tan vagas, tan lentas en llegar. Soy inútil en cualquier situación que exija decisión inmediata.

Yo hiervo, me quemo, pero con frecuencia mantengo la boca cerrada. Me muevo con lentitud, no me doy prisa ni en mis rabietas. Mis pasiones están listas para la acción, pero bueno, hay muchos peros.

El tiene esa pulga en la cabeza: cree que debe escribir, ilustrar el mundo.

En la mayoría de nosotros escribir se convierte en una enfermedad. Emborronamos, emborronamos, emborronamos; Dios observa, le da náuseas, y mientras emborronamos descuidamos la vida.

...odio las comas mal puestas.

Walt Whitman Camden Conversations, edición de Walter Teller, Rutgers University Press, New Jersey, 1953.

Recordar con respecto a alusiones científicas y otras similares, que las teorías sobre geología, historia, lengua, etc., están en continuo cambio.

Tener cuidado de introducir sólo aquello que deba ser apropiado dentro de siglos.

No hacer citas ni referencias a otros escritores.

No ponerle ningún sobrepeso a tu escritura. Dejarla andar tan livianamente como vuela un pájaro en el aire o nada un pez en el mar.

Procurar no moderarte mucho...

Decir al pueblo americano sus fallas, los aspectos de su carácter donde es más susceptible de derrumbarse, hablarle con lengua implacable, sistematizar con antelación cuidadosamente sus fallas

Incluir en algún poema un pasaje al efecto de denunciar y amenazar a quien traduzca mis poemas a cualquier otra lengua sin traducir cada verso y lo haga sin exactitud, aumentando o disminuyendo.

Haz las Obras. No incurras en críticas ni argumentaciones en absoluto. Haz obras vigorosas, ricas, abundantes, naturales. Inserta modismos, características, ríos, estados, personas, etc., cosas naturales, indestructibles. Llénate de fuertes gérmenes sensuales.

Poemas. Apremiantes, urgentes, irresistibles, que no flaqueen ni en los “pensamientos” o meditaciones, floridos, espirituales, buenos no por sus significados directos sino indirectos, que hayan de percibirse con la misma percepción con que se disfruta de la música, las flores y la belleza de hombres y mujeres libres y exuberantes.

La mayoría de las obras de arte cansan. Sólo las Grandes Obras Maestras no cansan nunca y nunca deslumbran al comienzo.

Los grandes poemas pueden no ser comprendidos del todo inmediatamente por advenedizos como tampoco la astronomía o la ingeniería. El trabajo del poeta es tan profundo como el del astrónomo o el ingeniero, y su arte es también tan distante de lo obvio.

En estas Hojas todo está literalmente fotografiado. Nada se poetiza, no hay desviación, ni un paso, ni una pulgada, nada en aras de la belleza, ningún eufemismo, ninguna rima.

En realidad las cualidades que caracterizan a Hojas de hierba no son las de un libro fino o un poema o cualquier obra de arte sino las cualidades de un hombre vigoroso y viviente: amatividad, altivez, adhesividad, curiosidad, anhelo de inmortalidad, júbilo y a veces incertidumbre. No se lee, se ve a alguien en acción, en la guerra o en un barco o subiendo montañas o corriendo y gritando de pura exultación.

Otros poetas han formado para sí una idea que no tiene que ver con la vida positiva y son desdeñosos hacia ella, pero en cuanto a mí no pido nada mejor o más divino que la vida real, aquí, ahora, uno mismo, su trabajo, la construcción de casas, remar en un bote, cualquier fábrica, y digo de todo hombre y toda mujer que él o ella pueden recibir de todo eso divinos crecimientos, frutos.

Entienda que usted no puede tener en lo que escribe cualidades que honestamente no estén en usted mismo. Entienda que usted no puede mantener fuera de lo que escribe indicios del mal o la frivolidad que usted mismo hospeda. Si le gusta tener un sirviente detrás de la silla cuando come, eso aparecerá en lo que escriba; si tiene una miserable opinión de las mujeres, o resentimiento respecto a todo, o duda de la inmortalidad, todo ello aparecerá debido a lo que deja sin decir más que a lo dicho.

Es de notar la sencillez de Dante, como la de la Biblia; difiere del enmarañado y florido Shakespeare. En italiano, algunas de sus expresiones deben cortar como un cuchillo...

Nótese, digo, su economía de palabras, quizá ningún escritor lo iguale en esto. Una sola idea épica hace el poema, todo lo demás se soslaya resueltamente.

Esto nada más revela al maestro. A este respecto es en toda la literatura el más perfecto. Gran modelo para ser estudiado por los difusos escritores modernos.

...Los poemas de Goethe, capaces de competir con los antiguos, son así porque han estudiado a éstos. Me parecen tan grandes como los de ellos en todos los respectos salvo en uno. Que los poemas antiguos eran crecimientos, nunca fueron producto del estudio de los antiguos.

...Su fe era resultado de un bienestar físico, una buena digestión y apetito, no era la de los maestros, poetas, profetas, personas divinas. Tal vez estuvo cerca de tal fe y vio su belleza artística, tal vez se imaginó que la poseía, pero nunca la tuvo.

...¿Sus poemas hacen a un hombre o una mujer más vigorosos, más limpios, más dulces? ¿O más amigables y menos suspicaces? ¿Ha alzado con fuerza su voz por la libertad y contra los tiranos? ¿Ha satisfecho a su lector en cuanto a inmortalidad?

...Al carácter de América no le es querido ni lo contrario de querido. Pasa con la muchedumbre sobre la cual desciende con indiferencia la mirada de América. Nuestra ruta es sólo nuestra.

La poesía de Keats es ornamental, elaborada, rica en labrada imaginería, está imbuida de sentimiento de segunda mano sobre dioses y diosas de hace dos mil quinientos años. Su sentir es el de una persona caballeresca en algún colegio universitario desde hace poco, que acepta lo que allí se le ordena, que se mueve y sólo se movería en la sociedad elegante, y lee libros clásicos en bibliotecas. De vida en el siglo diez y nueve no hay en él más de lo que hay en las estatuas. No responde a las necesidades directas de los cuerpos y las almas del siglo.

Uno no puede definir muy claramente qué es lo que se ama en un poema o en un hombre o una mujer. Una gran obra de un gran poeta no se recuerda por sus partes, sino como se recuerda el espíritu y la persona completos de aquél o aquella que uno ama.

Como una ramita de pino o una mirada hacia cualquier parte a la luz del día empequeñece todas las flores artificiales y todo el pintado escenario de los teatros, así pasa con las palabras vivas en un libro comparadas con las hábilmente compuestas.

En el presente estado de la sociedad y la literatura nada es más singular que carecer de singularidad; nada más excéntrico que ser totalmente cuerdo y sin excentricidad.

La tendencia permitida a la literatura ha sido siempre y ahora magnificar e intensificar su propio tecnicismo, aislarse de la vida general y corriente, y formar una casta u orden.

Los libros que ahora se producen se han alejado veinte veces de los hechos reales. Parece que nuestros escritores han olvidado que se puede tener por blanco cualquier cosa, menos literatura literaria.

Walt Whitman, Noten and Fragments, editado por Richard Bucke c/1906.

 

Traducción, selección y presentación de Rafael Cadenas (venezuela)

 

Originalmente publicado en Diario de Poesía Año 9 Nº 34 -Julio 1995

Link: https://ahira.com.ar/ejemplares/diario-de-poesia-n-34/

Gentileza de Archivo Histórico de Revistas Argentinas

Ahira. Archivo Histórico de Revistas Argentinas es un proyecto que agrupa a investigadores de letras, historia y ciencias de la comunicación,

que estudia la historia de las revistas argentinas en el siglo veinte

 

Ver, además:

 

                   Walt Whitman en Letras Uruguay

 

                                 Rafael Cadenas en Letras Uruguay

 

Editor de Letras Uruguay: Carlos Echinope Arce   

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