Sol de noche,  de Guillermo Saccomanno y Patricia Breccia (La Duendes, Comodoro Rivadavia, 2012, 110 páginas)  - reseña de Germán Cáceres (Argentina)

Como aclara Pablo De Santis en su excelente “Prólogo”, esta historieta “apareció en 1980 en la revista Superhumor”.

Se desarrolla en un Buenos Aires fantasmal, por el cual deambulan personajes tristes y solitarios. Como señala De Santis “En las repetidas noches de esta historieta aparece la vida de la calle Corrientes, las referencias literarias, la presencia del control y el miedo”. Podría inferirse que los bares Seddón, La Paz, La Giralda y los restaurantes Bachín y Pippo eran lugares de encuentro obligados de la bohemia artística de los ochenta. En cierto sentido también es lícito interpretar que refleja esa cotidianeidad en tono burlón y humorístico, en la cual el ámbito nocturno es un personaje más.

Los pensamientos del gato Barbieri (es el gato de Sol, la protagonista: no confundir con el saxofonista rosarino) constituyen un hallazgo. Patricia Breccia, en una entrevista, señala que muchas cosas que tenía ganas de decir las ponía en boca del felino. Pero también las reflexiones de la dueña son profundas y reveladoras, como es habitual en los textos de Saccomanno: “La soledad es un amigo que no está”/”No me sale esta historieta de la vida”. Además, los diálogos se muestran convincentes.

Otra característica del guionista es la abundancia de menciones de escritores y de cineastas (Georges Bataille, Ingmar Bergman, Franz Kakfa, Henry Miller, James Joyce, Oscar Wilde, Sigmund Freud, Friedrich Nietzche). Pero no por ello abandona la ironía, y el episodio “Cuando huye el día”, que transcurre en una fiesta de intelectuales, es desopilante. Asimismo, hay guiños al propio noveno arte y se citan personajes como Snoopy, el Gato Felix, Corto Maltés, Popeye y la revista Intervalo.

El grafismo de Patricia Breccia es onírico, pródigo de creatividad y sutilezas, y gesta un trabajo muy personal. El suyo es un planteo de líneas y de síntesis pese a que sus viñetas están abarrotadas de objetos y de perspectivas distorsionadas. Sus cuadritos siempre se encuentran orientados hacia la armonía de la página completa.

Guión y dibujo optan por la audacia y la renovación y, para esa época, exhibían una impronta netamente experimental. Ambos historietistas se unieron para componer un mundo melancólico, pleno de lirismo, en el cual el amor parece no tener lugar. Por eso es significativa la frase de Roland Barthes con que concluye Sol de Noche:  “El discurso amoroso es hoy de una extrema soledad”.  

 

Germán Cáceres
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