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Sin hogar ni lugar, de Fred Vargas (Punto de lectura, Buenos Aires, 2008, 304 páginas)
por Germán Cáceres

Llegué a este libro y a su autora, Fred Vargas (Frédérique Audouin-Rouzeau, París, 1957), por un comentario que realizó la prestigiosa escritora Silvia Plager en la revista Ñ del 19/12/2009, en oportunidad de su recomendación en la columna “Si me dan a elegir”: “Es una novela adictiva: sumerge al lector en la sordidez humorística de sus personajes desde el comienzo”.

Y es así, como sostuvo Plager. Sus curiosos y extravagantes protagonistas (un traductor de Bismark, un medievalista, un estudioso de la Primera Guerra Mundial, un investigador de la prehistoria, un viejo ex policía corrupto, un débil mental y una prostituta) le otorgan a la novela un tono burlón y jocoso. Estos individuos poseen mal carácter y rezongan y discuten continuamente entre ellos. Los hombres, además, son solterones.

Ese humor bastante lunático se engarza con una trama policial propia de la clásica novela de enigma, de la que toma sus paradigmas para recrearlos con desenfado.

Varias mujeres son asesinadas en París y tanto la prensa como la policía sospechan de un débil mental que fue visto cerca de las víctimas. Pero está el traductor, ex funcionario del Ministerio del Interior, Louis Kehlweiler, que —a pedido de su gran amiga, la veterana prostituta Marthe, quien crió al infradotado cuando era niño—, se encarga de comprobar si el imputado es inocente o culpable. Es sorprendente el tratamiento literario convincente que recibe este peculiar personaje, con sus razonamientos absurdos y su habla incomprensible (“A él se le mezcla todo en la cabeza, las ideas no hacen cola, y entonces se le precipitan en cualquier dirección”).

Entre los mayores méritos de la escritora Fred Vargas (según el sitio www.congresonegro.com, “uno de los más firmes valores de la narrativa negra francesa de los últimos años”) resalta la construcción de diálogos, perfectamente diferenciados para cada personaje. Otra de sus particularidades es que éstos no se entienden entre sí, motivo que los conduce a iniciar discusiones casi oníricas.

Sin hogar ni lugar evoca a otros dos autores de novelas policiales humorísticas, como Donald E. Westlake y Eduardo Mendoza.

Los razonamientos de Louis —que lleva a veces al sapo Bufo en el bolsillo del saco— son extremadamente sagaces, como al final del libro los de Marc Vandoosler, el medievalista. El engranaje de los crímenes está muy bien explicado y funciona con una precisión de relojería.

En suma, estamos ante una novela fresca, original, altamente divertida, que renueva el puro placer de la lectura. Maravillosa la traducción de Anne-Hélène Suárez Girad.

Germán Cáceres

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