El otro lado, de Alfred Kubin (La Bestia Equilátera, Buenos Aires, 2017, 280 páginas) - reseña de Germán Cáceres germanc4@yahoo.com.ar

Kubin describe una comarca utópica situada en Asia Central y llamada el Reino Soñado: “Vida normal y mundo soñado son, quizá, opuestos,  y es esta diferencia la que dificulta tanto la explicación.” El autor posee el arte de narrar, sobro todo cuando al principio articula una fábula a la manera de Tolkien, provocando que la lectura de El otro lado sea tan placentera y encantadora que puede entenderse como un cuento de hadas: “Hablé de bosques azules de nomeolvides, de millones de relucientes gotas de rocío sobre las que se asomaba el sol. Hablé del trino de los pájaros, del sonido festivo de trombones de plata”. La historia es narrada por un ilustrador que recorre el Reino. Precisamente, Kubin era grabador y dibujante: las bellas imágenes en blanco y negro del libro le pertenecen; sus trazos funcionan como si fueran apuntes para un posterior trabajo al óleo. Estéticamente se aproxima al expresionismo.

 

Pero la historia comienza a encaminarse hacia el absurdo. Por ejemplo, la actividad económica casi no existe porque no produce consecuencias: ni se gana ni se pierde dinero (“Es que aquí, simplemente, las fantasías eran realidad”). Sucede que los actos y razonamientos de los soñadores –así se denomina a los habitantes– carecen de sentido y sus diálogos solo exponen vaguedades. Su comportamiento remite a los Hermanos Marx y también a Franz Kafka: hay un palacio cuyas salan conforman un laberinto  El narrador “No lograba entender absolutamente nada”. Tampoco falta el humor y el animismo que afecta tanto a la Naturaleza como a los objetos.

 

Hacia la mitad la novela cambia de tono y se encamina hacia el terror. Ahora se está más cerca de Lovecraft, y todo el Reino se transforma en una pesadilla opresiva en la que imperan la locura y el espanto.

 

Está muy lograda la descripción de la insólita somnolencia que padecen los pobladores mientras la región es invadida por toda clase de animales. Y finalmente ocurre el esperado caos total, el alucinante desmoronamiento de la comarca dentro de una ambientación fantástica y enrarecida que Kubin desarrolla de manera magistral.

 

La escritura de Kubin es elegante, exquisita, propia de un orfebre de las letras. Impecable la traducción de Gabriela Adamo, cuya calidad y profesionalismo permiten percibir el esplendor de esta visión onírica.

El otro lado fue publicado en 1908 y recibió elogios de Franz Kafka y de Herman Hesse. Además, Kubin ilustró obras de la Biblia, Hoffman, Poe, Balzac, Dostoievski y otras celebridades. Nació el 10/4/1877 en Leitmeritz, una ciudad de Bohemia que en ese entonces formaba parte del Imperio austrohúngaro, y falleció el 20/8/1959 en el castillo de Zwickledt. Recibió el Premio del Gran Estado Austríaco en 1951 y la Condecoración Austríaca de las Ciencias y las Artes en 1957. Es autor de Historias burlescas y grotescas, El gabinete de curiosidades y De mi vida: Desde la mesa del dibujante y otros escritos.

Alfred Kubin

Publicado el 29 ene. 2012

Alfred Leopold Isidor Kubin (10 de abril de 1877 -- 20 de agosto de 1959) Ilustrador expresionista austriaco y escritor ocasional, descendiente de ancestros checos. Kubin nació en Leitmeritz, Bohemia, que entonces era parte del Imperio austrohúngaro. Desde 1892 hasta 1896 estudió fotografía. Entre 1898 y 1901, Kubin estudió en la escuela de arte Schmitt Reutte y en la Academia de Munich. En 1902 comenzó a colaborar con la revista satírica Simplicissimus. Ese mismo año expone en Berlín y publica su primera recopilación de dibujos el año siguiente. Produjo un pequeño número de pinturas al óleo entre 1902 y 1910 pero pronto comenzaron a predominar en su producción otras técnicas, el dibujo con pluma a tinta china se convirtió en su medio favorito, también realizó acuarelas, y litografías. Viaja, sobre todo a París, y emprende una gran amistad con Franz Kafka. En 1911 participó junto a sus amigos Paul Klee y Franz Marc en la exposición de Der Blaue Reiter. Se considera un importante representante del Expresionismo, destacando por sus fantasías oscuras, espectrales y simbólicas (normalmente relacionadas por series temáticas). Se han encontrado influencias, especialmente en sus obras tempranas de artistas como Francisco de Goya, James Ensor y Max Klinger. Como Oskar Kokoschka y Albert Paris Gütersloh, Kubin compartió el talento para las artes plásticas con el literario. Ilustró obras de Edgar Allan Poe, E.T.A. Hoffmann, Fyodor Dostoevsky, entre otros. Es también autor de numerosos libros, el más conocido de ellos es su novela Die Andere Seite (El otro lado, comúnmente traducida como La otra parte) (1909), una distopía apocalíptica de atmósfera claustrofóbica y absurda, con reminiscencias de los últimos escritos de Kafka. Esta novela es considerada como una de las obras maestras de la literatura fantástica en lengua alemana; así la han calificado reputados autores, como Hermann Hesse que la sitúa a medio camino entre Meyrink, Poe y Kafka. Su trabajo literario incluye: The Looking Box, 1925; Of the Desk of a Draughtsman, 1939; Adventure of an Indication Feather/Spring, 1941; Sober Balladen, 1949; Evening-red, 1950; Fantasies in the Boehmerwald, 1951; Daemons and Night Faces, 1959 (autobiografía). Desde 1906 hasta su muerte, estuvo llevando una vida retirada en un castillo del siglo XII en Zwickledt. Kubin fue galardonado con el premio del Gran Estado Austriaco en 1951, y con la condecoración Austriaca de las Ciencias y las Artes en 1957. Kubin ha sido una influencia determinante en uno de los cineastas más innovadores y representativos del expresionismo: Murnau. Sentía una fascinación por la obra de Kubin y en especial por su utilización irreal de la luz. La magia de muchos de sus grabados y dibujos está de hecho en la iluminación porcedente de fuentes de luz imposibles e ilógicas. En una escena del Fausto de Murnau se copia literalmente una de las ilustraciones de la novela de Kubin "La otra parte": la casa de la madre de Margarita extrañamente iluminada por la noche. Algo similar sucede en una escena de la calle en Nosferatu, también copia de otra ilustración del mismo libro. Por su capacidad onírica Kubin ha sido considerado también de gran influencia en los pintores surrealistas, entre otros en Dalí.

 

Germán Cáceres
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