Integral Pavlovsky o La lectura en ausencia

por Hilda Cabrera

 

 

Dispuestos a dar voz, talento y trayectoria a más de treinta textos del fallecido actor, dramaturgo y médico psicoanalista Eduardo “Tato” Pavlovsky (1933-2015),  actores, directores y autores ocuparon las salas y otros espacios del Teatro Nacional Cervantes para entregar al público una original jornada  bajo el nombre de Integral Pavlovsky, en homenaje a uno de los artistas más creativos de la escena nacional. El entusiasmo de los asistentes a las funciones de Teatro Leído que se desarrollaron  el sábado 4 de marzo -en simultáneo y desde las 12 hasta las 23 horas-  aligeró la tristeza propia de los tributos póstumos. El programa, coordinado por la actriz y directora Elvira Onetto, abarcó obras sobresalientes, como Potestad, leída por Cristina Banegas y Alejandro Tantanian, actual responsable de la conducción del Cervantes. Fue una de las primeras lecturas, junto a La mueca; Telarañas  y La ley de la vida, ofrecidas en el mismo horario y en distintos espacios.

Potestad, acaso la obra más representada a nivel  internacional, trajo un tema  aún hoy difícil para el autor que se atreva a “meterse en la cabeza” de un apropiador.  Una propuesta que en su tiempo molestó a muchos.  Quienes tuvimos la oportunidad de entrevistar a Pavlovsky,  supimos de su actuación en esa obra, de sus comentarios en torno al estreno  de 1985, dirigido por Norman Briski; de la presentación a modo de monólogo en el Teatro del Viejo Palermo y de su “informal improvisación” en el bar El Ciudadano: “Era una noche en la que estaba muy tomado, no había gente, podía hacer lo que quería… Empecé  a improvisar, y seguí, seguí… Seguí  la marcación de  Briski, excepto en la aparición de un perro policía”. Pavlovsky era en aquella “situación” el médico que había  certificado la  muerte de una pareja asesinada durante la última dictadura militar y se había apropiado de la pequeña hija de los masacrados.  

 Las improvisaciones eran “naturales” en Pavlovsky, así como las escenas  en las que sus personajes argumentaban  o se transformaban  de modo abrupto.  En su estética cabían “la no representación” y  “los estados del actor”. El movimiento era fundamental en su trabajo, acaso por aquello de “entrenarse para cuando se acaban las palabras”.  De ahí que algunos movimientos eran retomados en otras obras. El giro que en Potestad muestra al personaje siendo víctima de un cacheo policial y después, trasmutado en represor,  es semejante al logrado en una escena de La muerte de Marguerite Duras, donde Pavlovsky fue dirigido por Daniel Veronese.  

Indagar en las zonas oscuras,  le acarreó incomprensiones. “Sé que algunos se confunden con mi trabajo –decía-.  Una cosa es la condena del represor y otra, interesarse por lo que pasa en su cabeza…. Desde El señor Galíndez (1973) me pregunto cómo funciona la cabeza de los represores…  En Argentina nos falta que los derechos humanos sean también para los chicos que mueren de hambre todos los días...”  Ese interés por las oscuridades ha sido también un acicate en sus últimas creaciones:   Sólo brumas y Asuntos pendientes inquietan, provocan y, a su manera, desenmascaran a una sociedad indiferente al dolor y el abandono de los más débiles.

Es cierto que no hubo posibilidad de verlo todo en el vasto recorrido organizado en el Cervantes, pero la convocatoria surtió efecto: despertó la memoria de las apasionadas actuaciones de Pavlovsky y sus compañeros de elenco, y  para quienes no tuvieron oportunidad de conocer su trabajo fue el momento de descubrirlo a través de la lectura de Potestad (1985); La mueca (1970/71); Telarañas  (1976/7) y La ley de la vida (1991);  Cerca;  La Cacería (1969); Imperceptible (2003); Pablo (1987), Trabajo rítmico, Textos balcuceantes, Un acto rápido (1965), Camello sin anteojos, Análisis en París (Confesiones de un analizado), texto breve incluido en el libro El diván (autoconfesiones de autores de diferente origen, que en teatro dirigió el francés Michel Didym); El robot (1966); Largo encuentro; Camaralenta (1981; Historia de una cara); El señor Galíndez (1973); Poroto (1996/7); La espera trágica (1962) y Somos (1962); Tercero incluido (1989); El señor Laforgue (1983); Variaciones Meyerhold; Volumnia; Alguna vez (1991), Grito fuerte y Diálogo inconclusoPaso de dos (1990); El Cardenal  (1991); Pequeño detalle; Sólo brumas (2009); Asuntos pendientes (2013); El bocón (1995); La muerte de Marguerite Duras (2000) y Rojos Globos Rojos (1994).

Teatro: "Potestad" Tato Pavlovsky (1993)

 

Homenaje a Eduardo "Tato" Pavlovsky

 

Clase Magistral Pavlovsky en el Encuentro Federal de la Palabra (2014)

 

Eduardo Tato Pavlovsky en Los siete locos

Hilda Cabrera
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