La palabra

poema de Romualdo Brughetti
 

"... hay que restaurar las leyes de la gramática”

Confucio

 

Nace entre borrascas,

sonidos, silencios

del misterio de su origen:

crees poseerla

si dócil besa tus manos

y miras la luz en sus ojos

con el deslumbramiento

de cada cosa

en su jardín de delicias,

bosque en tornasol de vuelo

en donde todo árbol

teje y desteje la tela

transparente del follaje,

fresca centella del agua

en verde césped,

surtidor del viento

que despeja nieblas

y ciñe su cuerpo elástico,

río mar lengua
en tierra abierta

a tumultuosas ramas líquidas

bajo un sol
que labra estatuas espejeantes,
llamaradas de nombres
ante los ojos del asombro,
labios puentes en bocas
del amor,
magnético fruto
del sabor de las inscripciones
talladas en el fragante corazón
de adolescentes jubilosos.

 

Ah, en ese despliegue alborozado

   de la imagen,

imprevistamente, en tablado ambiguo,

comienza el espectáculo siniestro:

letras, sílabas, acentos

unidos en encarnado sortilegio

aún esplenden

en la columna cenital, luz

descifrando pensamientos,

voces en su tallo natural,

refugio de la lluvia

en campo fértil...
Impío el tiempo apura

realidades y ficciones,

batallas, destinos, amores

quiebran sus columnas;

dioses de cabeza de toro

y cuello de cisne,

imperios de enhiestas torres

y guardianes crueles,

patrias de frescas leyendas

en celeste cielo inalcanzable;

nube que fue pájaro

en la voz emboscada

de una guitarra

o coloquio de estrellas

que fue susurro de hojas

en el molino del otoño,

sucumben en un torbellino

de cenizas.

Huérfanas de su latido

ramas desgajadas del árbol

de la vida
en la persistencia de la usura,

la farsa, el odio

sofocan la roja

granada del sueño,

ruina en sepultura anónima;

letras, sílabas, acentos,

derruidas corolas

en manos sacrílegas,

hollados campos y huertos

    del lenguaje;

exhaustas estirpes,

linajes caducos,

cuerpos que han quebrado

    sus vértebras,

ojos sin lumbre, excrementos,

confusa hoguera del caos;

y la palabra ya no es el ser

    en la palabra,

adefesio, estropajo, monstruo

que sale de boca de hombre

y devora a hombres,

tromba exterminadora

de la espiga
y del racimo gozoso del vino.

 

Duro oficio el suyo

cuando sacuden pérfidos aires

la entraña del mundo

e irrumpe en tropel

en el tugurio de la mente
o colérica desmaya

bajo su piel decrépita,

náufraga en el huracán

que sólo acata sus consignas

y cierra una a una las puertas

a la que acude malherida,

presa de chacales delirantes

en un desierto

de cadáveres insepultos.
Sí, mas harapienta, vacilante,

peregrina en comarcas inhóspitas

    la palabra

vuelve al antiguo misterio

    que nombra,

ávida cifra dormida, semilla

liberada de azares, catástrofes,

verdugos, crepita

en estallantes vigilias

de la nutricia libertad

del hombre;

pez de amianto en la cresta

reluciente de la ola,

pájaro de alas crecidas

con los colores del verano,

manos del diálogo

en un desperezarse matinal

sostén de la memoria;

pie de la danza

en la desnudez de su signo,

raíz de la música

en el manadero de su ritmo,

pulpa de la existencia

en el mediodía de su símbolo,

restauradora de la rosa

y la espina en la balanza,

 

en estos tiempos de aurora y abismo.

 

* Eduardo González Lanuza recordaba recientemente una anécdota atribuida a Confucio. La situación en la China de su tiempo era confusa y deplorable. La reina incestuosa, los mandarines delapidadores de los bienes públicos, los campesinos víctimas de la soldadesca desenfrenada, etc. Alguien acudió a Confucio. "Es muy sencillo —dijo el sabio filósofo—, hay que volver a las leyes de la gramática”. Y aclaró ante el estupor de su interlocutor: "Cuando la Reina Madre lo haga, dejará de* ser incestuosa, porque se lo impedirá el recto sentido de la palabra madre; los encargados de la hacienda pública advertirán que pública no quiere decir privada; los soldados recordarán que la palabra soldado implica un código de honor en defensa y no en ofensa de la comunidad. Basta que se respete el recto sentido de las palabras para que el orden reine y la prosperidad impere”.
 

Romualdo Brughetti
"Cuadernos Americanos" Año XXXII VOL. CLXXXVI Nº 1

México, D. F. enero / febrero de 1973

 

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