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Las circunstancias históricas, socio-culturales y políticas de la vida y obra de Samuel Ramos
M. Sc. Victorio Jesús Broca Quevedo
parmenidez@hotmail.com

 

Cada hombre es hijo de su tiempo histórico y de las condiciones socioculturales y políticas  en que despliega su actividad y crea el cuerpo de la cultura. El doctor Pupo se dirige con interés la pregunta de Medardo Vitier:“¿Tiene razón Nicolás Heredia cuando afirma que los pueblos sin tradición, son (...) colectividades anónimas de la Historia”?[1], Incluso varios pensadores han expresado que el que no tiene tradición está obligado a inventarla o a reconstruirla para poder vivir.

En torno a esto se puede estar de acuerdo, discrepar, disentir. Pero la vida misma muestra todos los días que el devenir humano es un perenne miraje histórico de la cultura que nos hace hombre, persona humana. Un constante diálogo entre el presente y el pasado para acceder al futuro[2]. Por eso resulta  muy importante el primer capítulo de la investigación, que incluye: marco histórico, contexto sociocultural y ambiente político. 

1.1   Marco histórico

Tanto su nacimiento, como los primeros años de su vida y la edad adulta de Samuel Ramos, estuvieron influenciados y envueltos por un pasado  histórico,  previo y paralelo a su existencia. Este pasado histórico se distinguió por ser rico en acontecimientos memorables y heroicos,  los cuales se registraron –en un orden de sucesión- en su natal Zitácuaro, en la Ciudad de Morelia y en la Ciudad de México, pero con una trascendencia, casi siempre, en todo el territorio de la República Mexicana, en las épocas: prehispánica, colonial, independiente, de la revolución y de la posrevolución.

En la época prehispánica grupos matlazincas poblaron la región alrededor de los años 1459, 1461 y 1489, y en los años 1485 y 1490 grupos tarascos incursionaron ya con permiso de los matlazincas en donde más tarde se le denominaría Zitácuaro. Su significado tarasco quiere decir “lugar de sogas” o “donde se hacen sogas” ya que en esos tiempo era abundante la producción del maguey, planta de la cual se procesa su fibra para producir sogas. En general Zitácuaro comprendía pueblos Tarascos, Otomíes, Mazahuas y Matlazincas, los cuales se relacionaron para formar frente común a las hostilidades que confrontaban con los mexicas.

Respecto a su cultura histórica esta región cuenta con testimonios de su importante pasado prehispánico, que se pone de manifiesto en las pinturas rupestres de Camémbaro, la Pirámide de Ziráhuato, las ruinas de los cerros de Zacapendo, el Epazote y del cerro del Otatal.

Este pasado histórico indígena, heredado por el pueblo que vio nacer a Samuel Ramos, le dio en carne propia conciencia de su conformación mestiza, marcada por la sangre nativa, creadora de una cultura importante, digna de las manifestaciones de inteligencia y nobleza de una raza humana.

En la época de la colonia la historia registra que Zitácuaro estuvo bajo el dominio de peninsulares y criollos, así como de mestizos con un ferviente deseo de prosperar, y que la religión cristiana ocupaba un importante lugar en la vida de toda la población. La tierra de Samuel Ramos fue gobernada por la encomienda a cargo de Don Gonzalo de Salazar, luego pasó a manos de Doña María de Urdiñola, encomendera de Taximaroa. En lo que respecta a la evangelización de esa época, la Iglesia católica de San Juan Zitácuaro, de 1526 a 1755, fue construida en cuatro ocasiones, también llamada Iglesia Virgen de los Remedios, en medio de una disputa por su posesión entre Franciscanos y Agustinos.

Todo lo anterior imprime en la realidad de ese momento la marca de dos culturas y dos genéticas raciales –la americana y la europea-; pues la población se transforma poco a poco en una nueva raza por el influjo de la conquista y la colonización Ibérica. De ahí en adelante esta nueva raza no descansará para encontrar su propio sentido en el concierto de acontecimientos locales y mundiales, llegando al punto decisivo de buscar su emancipación, al cual -en su tiempo- se sumaría el espíritu filosófico de Samuel Ramos

En la época de la independencia de México, muchos zitacuarenses se unieron al movimiento armado de independencia iniciado por el cura Miguel Hidalgo, donde él era ampliamente conocido. Posterior al principio glorioso de esta lucha y después de la traición de que fue objeto el cura Hidalgo, su aprisionamiento y su fusilamiento en 1811, en ese mismo año, Ignacio López Rayón, tras una persecución del ejército realista de Don Félix María Callejas, llegó a la Villa de Zitácuaro, donde los insurgentes se encontraban encabezados por Don Benedicto López Tejeda. Ahí, en la tierra que vio nacer a Samuel Ramos, se librarían múltiples batallas importantes para la independencia como fueron, entre otras:

El triunfo de las tropas de Benedicto López Tejeda sobre las realistas del coronel Juan Bautista de la Torre, el 22 de mayo de 1811, y las de Ignacio López Rayón sobre las del capitán Miguel de Emparán, el 22 de junio del mismo año. Así como la resistencia estoica de los liberales que fueron atacados por el ejército realista de Félix María Callejas, comisionado por el Virrey Venegas para atacar a la Villa de Zitácuaro,  el 2 de enero de 1812, en donde López rayón fue salvado milagrosamente de una bala de cañón por un árbol de mora, el cual constituye hasta nuestro tiempo un símbolo de esa gesta heroica para los zitacuarenses, incluyendo “el cerrito de la independencia” que fue lugar estratégico para todas estas defensas de la Villa.

Pero además de estas hazañas protagonizadas en el suelo natal de Samuel Ramos, también se produjeron, en esa misma época, acontecimientos relevantes para nuestra historia patria. Uno de ellos fue la instalación de la primera Suprema Junta Nacional Americana, convocada por el General y Licenciado Ignacio López Rayón. La Constitución de esta Suprema Junta, fue de gran relevancia y trascendencia en el destino político del país, ya que se plantea tanto la independencia nacional en Zitácuaro, como la división de poderes como forma de gobierno.

En el Porfiriato y la Revolución, son más directas las influencias que dan sentido a la personalidad de Ramos. Su familia y él viven inicialmente en Zitácuaro y Morelia, Michoacán bajo el esquema cultural, político, económico y social de esta etapa de la historia mexicana.

Su Padre, el Dr. Samuel Ramos Cortés, se formó académicamente y se hizo profesionista y profesional de la medicina, bajo las políticas educativas del Porfiriato en el que imperaba como doctrina fundante el positivismo francés de Augusto Comte, readaptado para las condiciones especiales del tiempo y la cultura Mexicana por Gabino Barreda y Justo Sierra. Y fue precisamente esta doctrina filosófica en la que Samuel Ramos, descubrirá por vez primera el mundo de la filosofía y que más tarde rechazaría y criticaría.

Su madre, la Señora María de la Salud Socorro de Jesús Magaña Montalbán, del municipio de Tacámbaro, Michoacán, fue hija de un hombre muy rico, dueño de una hacienda importante de la región, de nombre Las Joyas, la cual, bajo el sistema de reparto de la tierra, ya en la época de la revolución, fue convertida en ejido. Todo lo cual evidencia una posición congruente con las condiciones económicas de la época.

Samuel Ramos y todos sus hermanos, nacieron entre los años de 1897 y 1912, hacia el final del Porfiriato y comienzo de la revolución. Su padre además de ser Médico, era afecto a la buena música y la literatura, tenía conocimientos importantes de los idiomas de los países desarrollados que por la política porfirista tenían mucha influencia en México, Francia y Estados Unidos.

1.2 Contexto socio-cultural.

Antes de referir las condiciones que de manera general caracterizan este contexto socio-cultural, es importarte enmarcarlo dentro de sus condiciones geográficas, con la intención de favorecer la conexión del contexto y la forma en que los mismos ayudaron a ir dibujando la personalidad de Samuel Ramos y sus inclinaciones académicas, profesionales e ideológicas[3].

Este majestuoso escenario natural descrito en anexos, constituyó el marco influyente de las primicias de su formación intelectual en los años infantiles. Ya que el Dr. Samuel Ramos Cortés, su padre, acostumbraba a llevarlo al campo a leer las andanzas de Don Quijote de la Mancha y los cuentos de las Mil y una Noche, así como a enseñarle los primeros conocimientos de historia, geografía, matemáticas, inglés y francés, de donde es fácil deducir el por qué de su orientación posterior -demostrada en su primera juventud- por temas relacionados con las Ciencias Naturales.

Sus progenitores, Samuel Ramos Cortés -Médico de profesión- y la señora Socorro Magaña Montalbán -originaria de Tacámbaro, Michoacán- se conocieron en Zitácuaro Michoacán, donde el primero fue comisionado por el gobierno local a realizar una actividad profesional relacionada con la salud pública. El Dr. Ramos (padre) se desempeñaba en ese entonces en Zitácuaro, Michoacán, como miembro de la Junta de Sanidad, la cual tenía el cometido de supervisar y preservar la salubridad de la región.

La pareja después de conocerse no tardó en demostrar interés en casarse. Lo cual hicieron el 18 de diciembre de 1896 a los 29 y 24 años de edad, respectivamente. Procrearon ocho hijos, siendo el primogénito Samuel Ramos Magaña, nacido el 8 de junio de 1897; el 11 de marzo de 1900 María del Carmen, el 26 de enero de 1902 nació María, el 3 de diciembre de 1904 nació María Luisa -quien falleció el 19 de julio de 1905-, el 28 de enero de 1906 nació Guillermo, el 21 de mayo de 1908 nació María de los Ángeles, el 13 de febrero de 1910 nació Manuel y el 22 de junio de 1912 nació José.

Desde 1896 en que el Dr. Samuel Ramos Cortés se estableció en Zitácuaro, Michoacán hasta el año de 1907, este vivió en esa ciudad con su familia que incluía a Doña Socorro y sus primeros hijos, con excepción de la desafortunada María Luisa quien falleciera en 1905.

El Dr. Ramos Cortés adquirió cierta importancia en el lugar por su trabajo dedicado a la salud del lugar. Cultivó algunas amistades entrañables como la del farmacéutico Miguel M. Sánchez; pero en la medida en que el tiempo pasaba y sus hijos crecían, abrigaba la oportunidad de regresar a Morelia para establecerse allá con su familia y poder ofrecerles a sus hijos las oportunidades que la capital del estado les brindaría en sus estudios y formación.

Cuando a fines de 1907 le otorgaron el nombramiento de profesor de Anatomía en la Escuela de Medicina de Morelia, inmediatamente dispuso todo para trasladarse con su familia a la Capital y procurarles a sus hijos la educación que requerían, pues en Zitácuaro él había sido el profesor que los había inducido a los primeros aprendizajes. Para estas fechas Samuel Ramos –hijo- ya tenía 10 años de edad, y éste junto con su hermano Guillermo fueron asignados con el Mtro Carlos Treviño para su formación elemental.

 

1.3 Ambiente político

Por esa época el clima social y político que se vivía en Morelia, Michoacán, estaba matizado por inconformidades en contra del gobierno de Aristeo Mercado, gobernador porfirista michoacano, quien promovió la reforma de la Constitución Política del Estado ante el Poder Legislativo local, para conseguir su congruencia con la Constitución Federal y el sistema del gobierno de Porfirio Díaz.

Las inconformidades al respecto encontraron su canal de desahogo en la prensa independiente, la cual fue replicada mediante la prensa oficial y actos de represión como encarcelamiento de algunos de sus redactores. Una muestra de esas manifestaciones beligerantes en los medios de aquella época, es el soneto satírico que los opositores de Mercado distribuyeron[4].

Los Estudiantes del Colegio de San Nicolás siempre se manifestaron contra el Gobernador Mercado, así se cuenta las reuniones que para producir manifiestos periodísticos, llevaban a cabo en el propio colegio y luego en el monasterio de San Agustín, con las que patentaban su oposición a la reelección del gobernador para el período 1886-1900. También se manifestaron en protestas estudiantiles como la del 3 de septiembre en que fueron remitidos a la cárcel varios de ellos, porque al mismo tiempo se celebraba una gran fiesta en honor de Aristeo Mercado por su cumpleaños. Toda esta beligerancia se extendió, por lo menos teniendo como centro de atención al gobernador Mercado hasta 1911 en que renunció al poder. Con ese ambiente socio-político de la capital de Michoacán, Samuel Ramos inicia sus estudios en el Colegio Primitivo y Nacional de San Nicolás de Hidalgo, el 3 de enero de 1908.

En contraste con todo el descontento social de la población michoacana y los esfuerzos del gobierno por reprimirla, Samuel Ramos inicia a sus 10 años de edad su educación formal, en un recinto colmado de conocimiento y cultura desde su pasado lejano e histórico, en que el humanista Vasco de Quiroga lo fundó, dándole el nombre de Real Colegio de San Nicolás de Obispo.

Inicialmente el colegio tuvo su sede en Zitácuaro Michoacán desde su fundación en 1540, pero en 1580 fue trasladado a Valladolid, como se llamaba en la época de la colonia a la capital Michoacán, hoy Morelia. Su nombre le fue puesto por Vasco de Quiroga en honor de San Nicolás, patrono de Villa Madrigal de las Altas Torres, España, lugar donde él nació. En este colegio inició sus estudios el padre de la patria, don Miguel Antonio Ignacio Hidalgo Costilla y Gallada, en 1797, y más tarde, en 1767 fue rector del mismo y profesor del generalísimo José María Morelos y Pavón.

El colegio permaneció cerrado en dos épocas, la primea en 1810 por los problemas derivados de la independencia, hasta 1847 en que siendo gobernador del estado el liberal Melchor Ocampo, no solamente lo reabre, sino que lo seculariza y cambia de nombre al de Colegio Primitivo y Nacional de San Nicolás de Hidalgo. Este nuevo nombre obedece a que fue de los primeros colegios creados por los españoles en América y a que el padre de la patria, don Miguel Hidalgo y Costilla, fue alumno, profesor y rector ahí.

En 1863 fue la segunda ocasión en que fue cerrado el colegio cuando el ejército al servicio del emperador Maximiliano de Habsburgo tomó la ciudad de Morelia, pero una vez pasada la intervención francesa en el país, es reabierto por el gobernador Justo Mendoza el 10 de junio de 1867, teniendo como sede provisional la Casa de Reales, ahora Palacio de Justicia. Es hasta el 10 de marzo de 1869 en que se traslada al edificio de la compañía de Jesús, ahora Palacio Clavijero, y hasta 1882 –después de su restauración- ocupa su antiguo y original edificio en Morelia, el cual se ubica actualmente en la Av. Madero Poniente No. 351 del Centro de la Ciudad.

Todo este bagaje histórico y cultural que transpiran los muros del Colegio de San Nicolás, influyen en la conciencia infantil de Samuel Ramos. Sobre todo el hecho de que en una tierra americana, completamente indígena, como la michoacana, se haya construido este edificio y muchos más, con una arquitectura europea, destinado a ser templo del saber de una religión igualmente europea. Pues todo esto representa de manera muy evidente la producción de una cultura mestiza, que luego el mismo Ramos como mestizo mexicano expresará desde lo más profundo de su conciencia filosófica, crítica y propositiva, como luego, él mismo lo va a reconocer: “Considero como un privilegio que me concedió el destino el haberme podido formar espiritualmente en este colegio venerable que por ser el más antiguo de America ha podido usar el epíteto de primitivo… Si acaso algo de lo que he hecho en mi obra intelectual se considera de algún mérito, no podría negar que este tiene su origen en las bases fundamentales que dejaron en mi mente los estudios en el Colegio de San Nicolás”[5]

 

En el colegio de San Nicolás, Samuel Ramos estudia los idiomas inglés y francés, Geografía General, Americana y Patria, Raíces Latinas, Algebra, Geometría Plana y en el Espacio, Trigonometría Rectilínea, Física, Metrología, Cosmografía, Química Elemental y Análisis Químico, Nociones de Mineralogía, Nociones de Geología, Botánica, Zoología y Nociones de Anatomía y Fisiología Humanas, Raíces Griegas, Dibujo a mano libre, Literatura y Gramática General, Lógica, Psicología, moral y Sicología, Historia Universal, Historia de México.

En toda esta época de estudios en el colegio nicolaita, Samuel Ramos empezó a proyectar su espíritu literario. Su inquietud expresiva lo hizo buscarse un lugar en una revista del colegio llamada Flor de loto para mostrar en ella un par de composiciones literarias, bajo los nombres respectivos de “La Primavera” y “Crepúsculo Vespertino”. Más tarde con otros amigos, en 1913 editan un periódico manuscrito donde escribe otro par de expresiones literarias, “Retrato” y “Una Aventura”.

Esta experiencia con la literatura -a una edad temprana- lo familiariza con el discurso honesto, con ese modo de decir con entrega total lo que se siente, donde el lenguaje se vierte al exterior con la huella fiel de los pensamientos, los sentimientos, las emociones y los valores de un ser auténtico que es consciente de sí mismo y se proyecta con el firme propósito de producir un mundo mejor. Estos ensayos expresivos de su ser, en la medida que irá madurando y que el acervo de su conciencia va registrando múltiples experiencias y aprendizajes, le irán dando mayores habilidades y fundamentos para producir expresiones más elaboradas, más complejas, más ricas en contenidos, más concientes de la realidad mexicana en que es él mismo se sintetiza. Como lo refiere el Dr. Juan Hernández Luna en su oración fúnebre: “…viviste para la bondad, para la verdad y para México […] señalaste un cambio de actitud en el estilo tradicional de filosofar de los mexicanos […] Contigo la faena filosófica comienza a cobrar otro sentido. Ya no se filosofa sólo porque hay filosofías en el mundo, sino porque se quiere que nazca en este suelo una filosofía más […] afanarse por elaborar una filosofía propia”[6]

Por este tiempo de sus estudios en el Colegio de San Nicolás y sus primeras producciones literarias, toda su familia era asidua a las corridas de toros, donde su padre, el Dr. Samuel Ramos Cortés era “el médico de plaza”. Este gusto por los toros no es de extrañarse si se piensa en su condición mestiza, por la que corre por sus venas sangre indígena, pero también española, y por ello, el gusto por estas tradiciones hispánicas. Con su espíritu honesto que se expresa en sus primeras producciones literarias y con el agrado por las fiestas taurinas, se advierte el reconocimiento implícito que hace su ser mestizo y su reconciliación con ese pasado original, limpio del complejo de sentirse víctima sometido a cargar con un destino no esperado ni deseado. Lo cual con el tiempo le servirá para ver en sus compatriotas ese sentimiento de inferioridad que obstaculiza su desarrollo, el cual más tarde va a ser destacado por uno de sus mentores, José Vasconcelos: “El maestro Samuel Ramos es uno de los valores genuinos de la intelectualidad mexicana; no pertenece al grupo de los simuladores de la cultura, al “gremio de fraudulentos” que dijera Gabriela Mistral”.[7] “…pasaron los años y ahora podemos decir que aquel príncipe del pensamiento, lejos de defraudarnos, logró cumplir con todas las promesas contenidas en sus mensaje ...Al mismo tiempo, supo coordinar en su conducta las facultades más sobresalientes de la inteligencia, con las virtudes del hombre de bien. Hoy su carrera ha terminado y sólo sabemos que ha de hacernos mucha falta su sonrisa, siempre cordial, su palabra cordial, su juicio siempre prudente y esclarecedor, porque fue maestro y colega sabio y amigo fiel…hoy tenemos la certeza de que entregamos a la historia, uno de los grandes de la cultura nacional…Porque el trabajo conforme al espíritu, sobrevive a los valores falsos y es generalmente fecundo”[8]

Tras la muerte de su padre el 17 de enero de 1915 -cuando ya contaba con la edad de 17 años y había terminado el primer año de su carrera en la Escuela de Medicina de Michoacán- Samuel Ramos vivió momentos definitorios para el rumbo de su vida. Toda vez que además de la muerte de su padre sobrevino la clausura de las escuelas de jurisprudencia y medicina, el 31 de diciembre de 1915, cuando ya cursaba el segundo año de su carrera de Médico. Sin embargo, con el apoyo de becas que otorgó el mismo gobierno a 15 estudiantes sobresalientes de la entidad con escasos recursos económicos para que terminaran sus estudios en la Ciudad de México –entre los que se encontraba él-, más la ayuda que también recibió de sus tíos paternos; emigró a la capital del país llevando los certificados de sus estudios realizados en el Colegio Primitivo y Nacional de San Nicolás de Hidalgo, y en la Escuela de Medicina.

El escenario del país era de plena conmoción política, social y económica, nada favorable para espíritus débiles sin perspectivas claras y firmes. El fundamento de las enseñanzas infantiles provenientes de su padre y las del Colegio de San Nicolás, y por otro lado, la oportunidad desde temprana edad de expresar en forma libre y honesta su espíritu humano; le dieron la solidez para abrirse campo en un contexto tan adverso para el desarrollo.

Coincidía con su propio país en el sentido de encontrarse en un momento difícil y adolescente, pero al mismo tiempo de transición, porque en ambos se gestaba una revolución que buscaba el cambio favorable, el desarrollo a mejores estadios humanos para una raza cultural especial, la del mexicano.

Desde 1910 hasta 1915, México había transitado vertiginosamente en cambios sucesivos imposibles de ser asimilados en toda su extensión, propiciándose un ambiente de inestabilidad total y consecuente ilegalidad e ingobernabilidad. La revolución mexicana había acabado con el gobierno despótico de Porfirio Díaz que ensanchó las diferencias sociales a partir de propiciar diferencias económicas en el país, entre campesinos y latifundistas y entre obreros e industriales nacionales; hasta que llegó al extremo de favorecer más que nada a la inversión extranjera y con ello afectar a los grandes capitales nacionales, quienes reaccionaron en su defensa uniéndose a las grandes masas desprotegidas en un movimiento social y armado para recuperar su lugar privilegiado.

Sin embargo, la renuncia de Porfirio Díaz no fue suficiente para consumar este movimiento bélico y de inestabilidad política en la nación. A esta le siguió la asunción al poder de Francisco I. Madero y su política revolucionaria nacionalista que afectaba los intereses económicos y expansionistas de las empresas norteamericanas, cuya inconformidad fue representada en México por el Embajador de EEUU Henry Lane Wilson. Quien encontró, por un lado, en los espíritus vengativo de Manuel Mondragón, y Félix Díaz -el primero dentro del régimen porfirista combatió contra Madero y el segundo fue sobrino de Porfirio Díaz-, y por el otro, en el ánimo traidor de Victoriano Huerta -quien había jurado expresamente lealtad al presidente Madero-; las condiciones propicias para fraguar un complot que culminó con la renuncia forzada de Francisco I. Madero y José María Pino Suárez, Presidente y Vicepresidente de México y sus posteriores asesinatos el 22 de febrero de 1913.

A lo anterior sobrevino la reacción de Venustiano Carranza, que al frente de su ejército constitucionalista derrotó al gobierno federal de Victoriano Huerta, el 24 de junio de 1914. Pero no pudo asumir la presidencia de la república, porque Francisco Villa y Emiliano Zapata no estuvieron de acuerdo en ello, asumiéndola en su lugar Eulalio Gutiérrez Ortiz. Esto hizo que Villa fuera combatido por Obregón con el apoyo de Carranza, para que este último consiguiera finalmente la presidencia, el primero de mayo de 1915 hasta 1920.

En todo este período de cinco años de la presidencia de Carranza, -entre otras cosas- se promulgó nuestra actual constitución Política el 05 de febrero de 1917, se fraguó un complot fallido apoyado por los alemanes para atacar a los norteamericanos y recuperar el territorio que nos fue arrebatado en época de Antonio de Santa Ana, y por último, la necesaria huída que Carranza tuvo que hacer de México hasta su asesinato en tlaxcalantongo Veracruz.

Ese era el México de Samuel Ramos, cuando dejó su natal Michoacán y se trasladó a la Ciudad de México. Lugar donde no tardaría en encontrar los ambientes y cauces propicios para iniciar su formación en la disciplina filosófica. En la Ciudad de México pudo terminar su carrera de Medicina, no sin algunos contratiempos, propios de la revalidación de estudios, tanto por la Escuela Nacional Preparatoria como por la Escuela Nacional de Medicina. Y aunque concluyó sus estudios de Medicina le faltó la presentación de su examen profesional para la obtención de su respectivo grado.

Simultáneamente a sus estudios de medicina y a su trabajo en un laboratorio de microbiología, continuó con su vena editorial y creó con otros amigos una revista con temáticas sobre la medicina. Con mayor madurez en su pensamiento expone conclusiones ensayistas sobre los microbios y la vida en sentido universal, las cuales hacen evidente su talento para la filosofía que empieza a vislumbrarse. El Dr. Juan Hernández Luna, uno de sus más acreditados biógrafos –por ser michoacano, su discípulo y colaborador cercano- refiere en su libro “Samuel Ramos, etapas de su formación espiritual” algunas de estas conclusiones ensayísticas de Ramos y de las cuales aquí transcribimos unos fragmentos: “El hombre no está destinado a ser victima de los microbios, ni estos destinados a ser sus verdugos. A la luz meridiana que arroja el transformismo, toda duda desaparece. Los microbios son seres destructores. Es cierto; pero destruyen para cerrar el ciclo de la materia y de esta suerte favorecen el concierto universal de la vida. Son seres paradójicos, que favorecen la vida matando”. En otra conclusión expone: “La enfermedad infecciosa se nos presenta como un fenómeno de concurrencia vital; como un caso particular de la lucha universal por la existencia. No constituyen una desviación de las leyes naturales de la evolución, orientadas a exaltar la vida, mediante transformaciones tendientes a la producción de formas cada vez más perfectas. Las enfermedades infecciosas están de acuerdo con los principios más generales de la Biología; más bien dicho, son una confirmación de ellos.” Y hacia el final expresa: “La creación, implica la destrucción orgánica. Lo que se observa en los fenómenos internos de la nutrición, en la profundidad de nuestros tejidos, se manifiesta en grandes fenómenos cósmicos de la naturaleza. Lo seres vivos, no pueden existir sino con los materiales de otros seres muertos antes que ellos, o destruidos por ellos: Tal es la Ley”.[9]

También conoció –por aquellos tiempos- al filósofo mexicano Antonio Caso, quien ya tenia un prestigio hecho dentro de la vida intelectual del país, pues junto con José Vasconcelos, Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Cravioto y otros habían constituido el Ateneo de la Juventud en 1909, desde donde criticaban al gobierno positivista de Porfirio Díaz y al estallar la revolución comulgaron con la ideología maderista. En la época en que Samuel Ramos lo conoce, Antonio Caso tenía publicado cuatro libros, entre los que se encontraba el de “La Existencia como Economía, como Desinterés y como Caridad”, además era considerado como un brillante profesor y conferencista de filosofía. Ya había sido director de la Escuela Nacional Preparatoria y Secretario de la Universidad Nacional, y en ese momento era profesor de la Escuela nacional de Altos estudios y de Jurisprudencia.

En lo político, a Samuel Ramos le tocará vivir en México el carrancismo, el obregonismo, el callismo y el cardenismo con altos contenidos revolucionarios y nacionalistas; toda vez que estos movimientos socio-políticos mexicanos  produjeron fenómenos existenciales que plantearon a los connacionales una problemática caracterizada esencialmente por la búsqueda de identidad cultural y la autodeterminación social, política y económica, como lo fueron de manera específica, entre otros, la promulgación de la Constitución Política del 5 de febrero de 1917, la política anticlerical, el gran movimiento de alfabetización y educativo promovido por las misiones culturales impulsadas desde la Secretaría de Educación por José Vasconcelos, la expropiación petrolera y la promulgación de la educación socialista en el artículo tercero constitucional. Las vivencias de esos momentos le dan a Samuel Ramos la posibilidad de sumarse en el afán nacionalista de encontrar sentido a lo mexicano.

En la vida culturar de estos tiempos, existieron hombres como Antonio Caso, José Vasconcelos, Pedro Henríquez Ureña, Diego Rivera, Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco, Silvestre y José Revueltas, José Pablo Moncayo, Carlos Chávez, Blas Galindo, Miguel Bernal Jiménez, Manuel M. Ponce, Alfonso Reyes, Jorge Ibargüengoitia, Alí Chumacero, Andrés Henestrosa, Octavio Paz, Carlos Pellicer Cámara y otros más que supieron encontrar en la filosofía, la música, las letras, la pintura, y en general, las artes, el sentido de nación a un pueblo que anhelaba encontrar su punto de partida.

Dentro de este escenario surge Samuel Ramos con su espíritu mestizo, heredado del drama racial de la conquista y la colonia, buscando entre el fuego de las armas y la luz de las letras, identidad de nación para un pueblo que clama por  una oportunidad de ser.  

Nota: 

[1] Ver, Vitier, Medardo. Valoraciones I. Departamento Relaciones Culturales. Universidad Central de Las Villas, 1960, p. 246.

[2] Pupo, Rigoberto. Tradición, historia y cultura. En El ensayo como búsqueda y creación. Hacia un discurso de aprehensión compleja. Universidad Popular de la Chontalpa, Tabasco, México, 2007, p. 57.

[3] Ver anexo 2.

[4] Ver anexo 3.

[5] Ramos, Samuel. Discurso al recibir la condecoración Generalísimo Morelos, en Morelia, Michoacán, en el Colegio de San Nicolás.

[6] Arreola Cortés, Raúl.  Samuel Ramos, la Pasión por la Cultura, Hernández Luna, Juan. Oración fúnebre, 1959. Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Primera Edición, Morelia, Michoacán, México, 1997.

[7] Ibídem.

[8] Ibídem.

[9] Ibídem.

M. Sc. Victorio Jesús Broca Quevedo
parmenidez@hotmail.com

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