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Naufragio en el abismo de los sueños
Jesus Brilanti T.

Me sentaré sobre la fría banqueta de esta calle que una y otra vez me negué a apreciar, y justo ahí a la sombra de un árbol carente de raíces dejaré que mis venas se vacíen y la sangre fluya tranquilamente hasta llegar al borde de aquella alcantarilla por donde algún día yo mismo debí de escapar. Me sentaré cabizbajo bajo una hoguera que me azote de frío y de llanto ante esta insalubre soledad y espero no equivocarme en el momento que empiece a caminar descalzo sobre las brazas de carbón con el afán de redimir mi culpa, mi ansia y mi enfermedad.

Me sentaré sobre el filo del concreto donde antes sangré mientras pensaré como es que tengo una cruda esperanza guardada en el refrigerador, está congelada, ha perdido el sabor, quizá también el aroma, posiblemente no resucite por permanecer tanto tiempo atrapada a mitad de un témpano de inseguridad, adentro de una bolsa cual guarda también rebanadas de mis sueños mutilados, transgredidos por este correr del tiempo y no encontrar la respuesta, esa que siempre he deseado escuchar. Es por ello que hoy salí a las calles para embriagarme y sacar a orear un poco mi entumecido espíritu e intento que sienta aunque sea por última vez los rayos de sol, ¡pero qué pena, hoy esta nublado! Nublado igual que ayer y mañana, no me extraña pues gris ha estado todo este lapso desde el día en el que nací.

Tengo un kilogramo de fe almacenado en el congelador, con la luz de una vela he intentado quitarle la escarcha y hasta el último de sus intentos suicidas, pero no lo he logrado y a veces, a mitad de la madrugada pienso que jamás lo lograré. 

Poseo una tonelada de ilusiones sumergidas en bloques de hielo, apenas y escucho sus lentos y apacibles latidos, según me parece aun están vivas aunque de repente ya no respiren, me aferro a mis falsos intentos por desear reanimarles, pero creo que lo único que logro es crucificarles.
Me sentaré a esperar ese tren, no precisamente para que me lleve lejos de aquí, sino para que me salve cuando coloqué mi cabeza sobre los rieles y cercene lo que me queda de ánimos, lo que me cansa la vista de tanto esperar mirando a través de los cristales rotos a lo que nunca habrá de llegar. Me sentaré bajo las lágrimas de las nubes para que humecten esta resequedad que esta quemando mi alma, esperaré a que la corriente suba llegando hasta mi frente y centímetros abajo muera por mi propia nariz. 

Que falta, que falta me ha hecho el oxígeno y que ausencia he tenido que guardar bajo mi piel; es verdaderamente lamentable no pueda guardarla en la misma frialdad que me cobija esta noche, después de que alguien me dijo que mi viaje en barco jamás podrá ser. Me sentaré a naufragar a la deriva colmado de espasmos mientras me olvido que seguiré sangrando en esta eterna madrugada.

Jesús Brilanti Torres

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