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¿Y la chacra del abuelo?
Walter Bonetto
walterfbonetto@yahoo.com.ar

En Argentina cambió el campo, cambió la vida, la antigua chacra desapareció, se la llevó el progreso. ¿Será para bien o para mal? ¿Será progreso o involución? Pero lo cierto es que la chacra antigua en general ha muerto. Fue tanto el cambio y la transformación agropecuaria que en la actualidad hasta parece potencialmente peligrosa. Lo que ocurre que varias décadas atrás uno andaba por el campo y encontraba una chacra mejor que otra, hasta parece que había una competencia en quien la tenía mejor: alambrados, aguadas, plantas de silos, arboledas, casa, huerta con frutales… todo era un conjunto armonioso en un establecimiento de campo que pertenecía a una colonia o a una zona rural bien definida en donde se caracterizaba por el progreso. Hoy la colonia perdió su tejido y los colonos en general desaparecieron, las casas se abandonaron y muchas instalaciones increíblemente quedaron en el olvido. No vale la pena insistir sobre el porqué de esta situación irreversible que fue transformando los métodos de la agricultura y de la ganadería en nuestra región. Cuando se habla de este tema enseguida se les tapa la boca a quienes lo argumentan: “nunca estuvo tan bien el campo como ahora”. Pero existe otra realidad incuestionable: Es como que el chacarero perdió su institución, perdió su título y hasta su futuro. Ahora no es lo mismo, dado que la “empresa” lo invade todo; los grandes grupos de siembra corren con enormes ventajas. En estos tiempos el pequeño productor que aún ha quedado en pie, le es más beneficioso alquilar su campo a las empresas antes que trabajarlo por su cuenta. (Totalmente inexplicable). En la mayoría de los casos las nuevas maquinarias poseen valores siderales que no están al alcance del pequeño productor. Seguramente que todo esto no es un parámetro de referencia alentador y da la sensación que algo está desencajado de la realidad. Aquel pequeño o mediano productor que años atrás además de trabajar su chacra, alquilaba un pedazo de tierra, ahora ya no puede competir con la empresa para seguir alquilándolo, a lo sumo ahora le puede trabajar con sus herramientas al grupo de siembra aceptando el pago que le imponen. En definitiva: “hacer alguna changa”. Antes era normal que un productor comprara alguna fracción de tierra vecina a su propiedad, ahora ningún productor compra tierra porque es inalcanzable. Los campos los compran las empresas. Todo esto no es una realidad prometedora, al contrario, se va desmereciendo la verdadera actividad agropecuaria y se rompe constantemente el tejido rural. Cada día son menos las chacras, y cada día el campo queda en menos manos y en manos de personas que no han sido del campo que son los inversionistas de los grandes grupos, entonces la chacra del abuelo ha desaparecido. Muy atrás quedo la época que al maíz se lo juntaba a mano arrastrando maletas de cuero entre los surcos y haciendo enormes trojas de alambre y cañas hasta llenarlas con espigas, las que afloraban formando un copete dorado; también atrás quedaron las grandes parvas de trigo y el trabajo de tantos hombres y mujeres levantando pasto con horquillas, y sin embargo con aquellos métodos de tantos sacrificios Argentina fue granero del mundo y la única empresa era el chacarero y su colonia. Hoy estamos progresando, no se arrastra mas la maleta, no se usa mas la horquilla, tampoco se desyuya con azadas los sembrados, pero al campo se lo convierte en una gran industria cada día más deshumanizada, lo que es altamente peligroso porque además de estar despoblando las colonias también estamos rompiendo el equilibrio con la naturaleza en los manejos del suelo. No debemos volver a lo pasado hace décadas para arrastrar las maletas con las espigas de maíz, pero tampoco debemos borrar las colonias agropecuarias porque en esas colonias trabajaron nuestros abuelos poniendo cada espiga y abriendo cada surco para darle grandeza a esta nación. El sacrificio de ellos, inmigrantes y criollos fue extremo, titánico, patriótico, ¿por qué entonces perder la chacra? ¿Por qué entonces perder un sistema de trabajo y esperanza que dio excelentes resultado al país y que hizo la grandeza de esta nación? Es posible que no se vea el objetivo y así estamos perdiendo el rumbo enloquecidos por sembrar más hectáreas de soja, por talar más montes nativos, por tratar el suelo con irresponsabilidad, por llenar de pesticidas el ambiente, por hacer que nuestros terneros no caminen por el campo y sacrificarlos en un corral hasta su venta; lo mismo con los cerdos, que ni moverse pueden en las celdas que los condenan los “modernos criaderos” ¿hacia dónde vamos con esta conducta? Volvamos por favor a la chacra del abuelo aunque tengamos que arrastrar la maleta. Respetemos y apoyemos al verdadero productor agropecuario. Humanicemos al campo que es uno de los trabajos más sagrados de nuestra patria.

Walter Bonetto
walterfbonetto@yahoo.com.ar

El Puntal, Río Cuarto (Córdoba)
Miércoles 7 de septiembre de 2011

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