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La Villa de la Concepción del Río Cuarto y el padre Marcos Donati
Walter Bonetto

Nuestra historia es muy rica en acontecimientos protagonizados por distintos hombres y mujeres. Son muchas las personalidades que contribuyeron con avidez y esmero en esta empresa de los tiempos; la labor de los misioneros franciscanos venidos desde Europa con todo su corazón abierto a esta patria, merece un capitulo especial por la epopeya alcanzada en bien de la paz y la educación. Dentro del primer grupo de misioneros que arribaron a la Villa de la Concepción en el año 1856 se encontraba el padre Marcos Donati, quien tubo una valerosa y destacada labor misional como sacerdote a favor de la conquista pacifica de la pampa en toda la región.

 

Había nacido en Bolonia, Italia,  el 4 de abril de 1831 y fue ordenado sacerdote a los 23 años  prometiendo su vida a las reglas  seráficas de: “obediencia, nada material propio, y castidad”. El 9 de julio de 1856 deja su Italia natal para venir a Río Cuarto junto con el primer grupo de frailes franciscanos fundadores del Colegio y la Misión, arribando  a esta ciudad el día 13 de noviembre de 1856.  Desde esta fecha su actividad fue incesante e intensa, comenzó viviendo junto a sus compañeros en una choza de barro y paja en el centro mismo de la Villa y desde este lugar desplegaba con mucha felicidad y esmero toda su inmensa actividad,  aceptando con resignación y entusiasmo la pobreza y el trabajo arduo.

 

Donati se destacaba por su carisma de emprendedor y decidido, siendo un trabajador muy activo y vencedor de mil obstáculos juntos. Sagas, inteligente, organizado, humilde, respetuoso al extremo y muy valiente; fueron estas virtudes sus herramientas que uso a lo largo de su titánica empresa, cuyo único motivo era penetrar las tribus indias y trabajar para pacificarlas. La empresa era arriesgada, difícil y ardua; distintos intereses se encontraban por momentos para dificultar sus propósitos. No dudó el desafío y ofreció sus planes al  Ministro de Culto de la Nación, Doctor  Nicolás Avellaneda y al mismo Presidente de la Republica, quienes quedaron sorprendidos con la propuesta del fraile. Al final, Sarmiento asesorado por Avellaneda y convencido por la entusiasta y decidida propuesta, aprobó la empresa del misionero y otorgó un humilde subsidio mensual que Donati no lo esperaba; otorgándole también  credenciales exclusivas para internarse en representación del gobierno nacional en territorio indio e iniciar una labor de evangelización y negociar la paz.

 

Justo por esos tiempos arriba a Río Cuarto designado por Sarmiento el Coronel Mansilla –amigo personal del presidente-  como comandante de la frontera sur, quien le pide al misionero que desistiera del emprendimiento. El padre quedó totalmente sorprendido y  frustrado,  al final sintió  como que Mansilla le tomó la idea y ahora decidía el coronel personalmente hacer la excursión, para la cual le pidió a Donati que lo acompañara. Al buen italiano no le faltaba la gran dote de humildad que le permitiera la adecuada resignación y aceptó gustoso la idea del nuevo comandante, subordinándose con gran obediencia al mismo, aunque ahora sabia que sus dotes de negociador con los caciques estarían limitadas o por lo menos condicionadas.

 

Acompañado por su gran compañero  el padre Alvarez, realizó con gran agrado la incursión por él planificada junto a Mansilla y un grupo reducido de soldados, después de algunos contratiempos la expedición llega al territorio indio de Leuvucó y trató con los aborígenes y sus caciques. Estrechó vínculos de por vida con el cacique principal Mariano Rosas, venció mil obstáculos juntos y terminó improvisando una precaria capilla en un rancho y con gran emoción celebró  misa en el medio de la asombrada indiada y cautivos tomando esta una marcada impresión  de respetuoso y verdadero acontecimiento nunca visto en las tolderías. Bautizó a decenas de hijos de cautivas y también a indiecitos con el consentimiento y acompañamiento de sus padres indios. Trató con mucha prudencia y respeto de corregir conductas de los aborígenes, fue por esos días hermano, amigo, concejero espiritual, enfermero y salvador de almas. Tendió las bases para futuras negociaciones y rescato  cautivas, dejó un impacto asombroso de tristeza en toda la tribu  cuando terminó la excursión, pero siguió trabajando con un tremendo sacrificio y con mayor compromiso para lograr sus objetivos de paz. Negociaba con los caciques y  al mismo tiempo con las autoridades políticas y militares, su labor era incansable y su reconocimiento absoluto demostrado por su perseverancia y capacidad de conciliar posiciones distantes y muchas veces caprichosa de ambas partes. Tanto los soldados como lo oficiales y jefes admiraban y respetaban al sacerdote por su capacidad, trabajo e influencia sobre los aborígenes, en donde también estos lo  respetaban y admiraban como el padrecito de las almas. Donati cumplía en su labor evangelizadora  el importante el cargo de Prefectos de las Misiones, era un embajador de la fe, de la esperanza y de la paz.  Una figura señera con absoluta capacidad de alcanzar metas que para otros eran inalcanzables pero ya a los 60 años su vida se había desgastado en su constante trajinar por las pampas. Las campaña del desierto se había llevado adelante en algunos aspectos muy a pesar de él y muchos de los tratados de paz por lo que el sacerdote trabajaba infatigablemente terminaron sin respetarse.  A partir del año 1983 sufre enormes dolencias físicas por su deteriorada salud y regresa a Río Cuarto sabiendo que tendría que dejar sus misiones de evangelización en Córdoba, San Luís y la Pampa. Es trasladado a la capital en donde fallece luego de una prolongada internación en  el día 8 de abril  de 1865.

 

El pastor de almas y soldado de paz había dejado su vida terrenal, autoridades nacionales provinciales y municipales sintieron un gran pesar, hasta el mismo Presidente de la Republica presentó sus sentidos respetos y pesares; miles de  habitantes de varias provincias y regiones sintieron congoja y tristeza; creyentes y no creyentes se apretaron en la estación del Andino para esperar el tren del dolor que transportaba con custodia de honor desde Buenos Aires al misionero fallecido. Al mediodía del  11 de abril   la estación del ferrocarril estaba llena, altas autoridades, banda de música y formación de parada del ejército, esperaban el arribo del tren para rendir sentidos honores al sacerdote. Miles de personas en el Boulevard Roca acompañaban el féretro, muchas flores y lágrimas a su paso. Aborígenes presentes que el había convertido al cristianismo lloraban su partida, y ahí estaban, con su gran congoja despidiendo a su padrecito que tanto los había amado y defendido.  

 

En la capilla ardiente los padres Quirico Porreca y Juan Gigena con emocionadas palabras despedían al padre Donati para luego bajarlo en sepultura a la cripta de la vieja iglesia San Francisco donde descansan sus restos junto a otros misioneros de la congregación. Quizás la ciudad entera aun este en deuda con la esplendorosa labor de este sacerdote.

Walter Bonetto
walterfbonetto@yahoo.com.ar

El Puntal, Río Cuarto (Córdoba)

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