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La junta del maíz (región de Río Cuarto)
Walter Bonetto

Recordar la labor de junta de maíz en nuestra región hace cincuenta años atrás, es darnos cuenta de la evolución de la actividad agropecuaria y su importante influencia, la que fue modificando parámetros de vida trabajo y costumbres que estaban muy arraigadas a la sociedad. Hoy no es fácil darnos cuenta como la actividad fue cambiando casi precipitadamente, y con este cambio fue arrastrando métodos de vida y posibilidades de labores en los pueblos y localidades de nuestra región.

Nuestra ciudad esta rodeada por una importante y rica zona agropecuaria en donde su principal cultivo – de cosecha gruesa- fue tradicionalmente el maíz. Si bien hoy en día es normal observar en los campos aledaños a la ciudad que hay cultivos como el maní y la soja que se han impuesto por las cantidad de hectáreas que se siembran, varias décadas atrás los mismos no existían. A la soja no se la conocía; mientras el maní era solamente una excepción que algún chacarero casi atrevido lo cultivaba. Esto significaba que las mayores extensiones de cosecha gruesa fueron siempre de maíz y excepcionalmente algunos lotes de girasol.

Hasta bien entrado los años cincuenta la junta del maíz se la hacia toda a mano y era esto una labor de gran importancia y magnitud por el esfuerzo que demandaba en los tiempos de recolección y por la mano de obra que ocupaba, lo que era normal que ocurriera que en cada temporada de cosecha faltaba mano de obra, o era muy escasa la misma. Así es que para estas épocas - de abril a agosto- la región rural cambiaba toda su fisonomía y se adaptaba para recibir a miles y miles de obreros que venían de la ciudad, de los mismos pueblos y de provincias vecinas, a los cuales se los conocía como “juntadores de maíz” para ser contratados en las instalaciones agropecuarias y realizar la cosecha.

El trabajo de junta se lo desarrollaba “de sol a sol” y en los tiempos de invierno no era fácil salir al campo, aveces con las escarchas que producían las heladas poniendo el cuerpo en este trabajo. Cada juntador llevaba “su maleta” que era de su propiedad, la cual era una bolsa con la parte inferior de cuero y la parte superior de lona; esta bolsa se la ataba el juntador a la cintura y se la iba arrastrando entre los surcos para recoger las espigas las que se encontraban en las plantas a la alturas de las manos y mediante una “aguja” con punta de acero y mango de cuero, se la calzaba sobre los cuatro dedos de la mano derecha y con ella se separaba la espiga de la cubierta de chala antes de ponerla en la maleta. En la medida que el juntador iba cargando su maleta y se tornaba pesada para su arrastre vaciaba la misma en una “bolsa rastrojera” de yute con hilado muy grueso, las que contenía las espigas y en la medida que llenaba las mismas se las iba parando una al lado de otra en líneas de a diez aproximadamente. Una ves llenas -y con sus copetes dorados de las espigas juntadas- quedaba en los surcos hasta la espera que el colono con su chata a caballos las recogiera y “las entrojara” para así liberar nuevamente las bolsas.

El peso de la maleta para el juntador era muy significativo en la medida que se cargaba de espigas, pero corría con relativa facilidad, porque el cuero de la misma se ponía lustroso al refregarse en contra de los surcos y facilitaba su desplazamiento o arrastre. La maleta era sostenida con firmeza en la cintura del juntador por medios de ganchos de alambres que se los sujetaba a una faja de cuero o de tela de yute cocida en baños pliegues reforzada que se colocaba como cinturón y ajustaba debidamente al cuerpo lo que se llamaba “cincha” la que permitía el arrastre . En la medida que cada juntador mas bolsas llenaba la ganancia era mayor porque la paga era por bolsas.-

No era fácil esta vida, pero indudablemente tenia “sus encantos”. Cada colono en la medida que contrataba a personas para la junta le debía asignar un lugar para que vivieran, que podían ser desde el mismo galpón de la chacra, como también facilitarles chapas las que se usaban de techo para contruir “carpas” o viviendas precarias; las que luego cerraban las paredes laterales con chalas y cañas y el piso de la carpa quedaba cavado a unos 50 centímetros de profundidad. En su interior las paredes laterales tenían un zócalo de tierra por la excavación y el resto un encañado hasta llegar al techo. La cocina era un fogón en el patio , generalmente en un poso cavado en el piso y al frente estaban los enceres y lugar para tender ropas. Una vida totalmente precaria pero aceptada en esas condiciones justamente por provisoria y temporal. Así vivían y convivían en cada chacra familias completas que en los tiempos de cosecha todos iban a los surcos, hasta los niños deschalaban espigas y si eran muy pequeños jugaban en el rastrojo cerca de sus padres.- 

Los días de lluvia o de temporal, los que imposibilitaba el trabajo de junta, eran aprovechados para el descanso; mates, tortas fritas, panes al rescoldo hecho entre las cenizas del fogón, algún peluditos a la olla, liebres o perdices eran los manjares festivos en donde todos compartían bocados, mezclados con juegos de cartas bochas y tabas no faltando alguna riña que debía ser controlada por el chacarero.-

Terminada la junta “la troja” de maíz había crecido en altura como un monumento al trabajo de tantos hombres mujeres y hasta niños que habían contribuido a semejante esfuerzo. Mientras que los juntadores hacían la recolección, los chacareros levantaban las trojas depositando las espigas en ese silo de alambre y de caña con un palo alto al costado amurado con gran firmeza al terreno y con riendas de alambres tensados que lo sujetaban en su posición el que serviría para elevar las espigas a la troja. En la medida que vaciaban las bolsas iban levantando el nivel del maíz sobre el silo o troja. Cuando la altura estaba por encima al nivel de la chata que traía la carga de espigas, las bolsas se vaciaban en un carro elevador, que desde el otro extremo de la instalación se lo tiraba con un caballo y el mismo se desplazaba con rondanas sobre el “cable de troja que se izaba sobre el palo” hasta elevarse a la altura final conforme al alto del palo y cuando llegaba a esa elevación máxima una rienda tensaba la compuerta inferior del carrito hasta abrirla y caían las espigas al medio de troja. Mientras tanto el caballo giraba sobre su recorrido y al volver permitía que el carro bajara del cable y se acomodara nuevamente al nivel de la chata para seguir subiendo otra carga.

La junta de maíz contribuyó en gran medida a proporcionar mano de obra temporaria pero en general muy bien paga a gran cantidad de personas y familias quienes se dedicaban año a año en estas labores agrícolas regionales las que marcaron una época y que indudablemente con el advenimiento de nuevos procesos tecnológicos a fines de la década del 50 quedaron en el pasado.-

Walter Bonetto
walterfbonetto@yahoo.com.ar

El Puntal, Río Cuarto (Córdoba)
7 de mayo de 2008

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