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El viejo tránsito de La Concepción
Walter Bonetto
walterfbonetto@yahoo.com.ar

Nunca fue fácil el tránsito de la ciudad de Río cuarto, tampoco lo es por estos días, pero repasando la historia este problema es de vieja data y dio muchos dolores de cabeza a las autoridades casi en todos los tiempos. En el año 1881, durante el segundo mandato de don Ambrosio Olmos como Presidente Comunal, se había emitido la “Ordenanza de Carretas” la que regulaba dicho tránsito, en virtud  de que el viejo estacionamiento o plaza que ellas ocupaban, funcionó en La Concepción por más de 80 años ubicado en el lugar que ahora está la municipalidad;  este espacio   debía ser desalojado para construirse el “Primer Mercado de Río Cuarto”, el ya demolido “Mercado Progreso”. Aquella vieja ordenanza  pretendía poner orden al tránsito de las carretas, alejando del centro el estacionamiento de las mismas y prohibiendo su circulación  a menos de dos cuadras de la Plaza de La Concepción, debiendo estacionar  las que transitaban el “Carril de los Chilenos” sobre  un baldío existente entre la Avenida Italia y calle Sobremonte, al norte de los cuarteles.  Las carretas que venían por la “Carrera de Lima”  se debían ubicar en el sitio llamado   “Bajo del Arroyo”. De esta manera se descongestionaba el tránsito de la ciudad y se sacaron las carretas del centro.

Otro aspecto que exigía también organizar el transito fue el funcionamiento de los tranvías a caballo a partir del año 1881, lo cual fue motivo de importantes riesgos, así podemos encontrar en nuestra historia que la señora Liboria Romero el 8 de septiembre de 1886 fue atropellada  por un tranvía, causándole contundentes heridas    que le producen su muerte. Fue también en el año 1890 en que el intendente don Andrés Terzaga y con la aprobación del Concejo Deliberante establecieron “La Ordenanza de Marras”, que tenía como finalidad prevenir y reglamentar todos los movimientos de los vehículos, con el fin de evitar numerosos choques que se producían entre ellos.  Por aquel entonces la ciudad  contaba con unos 10.000 habitantes, lo que era  significativamente populosa, especialmente por la concentración de personas en el radio céntrico, lugar que se encontraban los principales comercios, los cuales no atendían solamente  a los habitantes locales, también  recibían gran cantidad de personas que usando el ferrocarril,  venían de los pueblos vecinos para hacer compras de alimentos, ropas, repuestos agrícolas; consultas médicas, y tantas cosas más que en sus localidades no conseguían.

Todo el transporte urbano por aquellos años era tracción a sangre; las calles de Río Cuarto  se llenaban de sulkis, carros, volantas, chatas, galeras, birlochos, breaks, vagonetas, personas a caballo;  esto era un conjunto de tránsito muy intenso y desordenado que complicaba andar por el centro; además se producían constantes accidentes con estos vehículos y no faltaban conductores imprudentes, que pretendían andar a toda carrera por las calles, mientras que otros, hacían rodar sus carros pisando sobre las mismas veredas para adelantarse  más rápido.   Reglamentar   este caudal de transito no era sencillo, fundamentalmente por la imprudencia de los conductores, es que  en general a nadie le gustaba respetar las reglas que la municipalidad trataba de imponer.

La plaza Roca era el lugar de mayor concentración y por ende de múltiples accidentes entre estos medios de movilidad, y cuando la misma ya no estaba alambrada, solían aparecer caballos espantados y desbocados, los cuales se habían escapado de las varas de su carro y terminaban apareciendo como buscando refugio en el medio de los jardines del paseo, inclusive con sus arneses de tiro; sumado a todo esto, la suciedad que provocaban los animales, hacían que cada calle contara con su importante dosis de estiércol  que debía ser recogido constantemente, caso contrario el olor espesaba la atmosfera. Así es como el tema del tránsito era  motivo de gran preocupación. La citada ordenanza tenía como finalidad prevenir y reglamentar todos los movimientos de los vehículos y controlar sus desplazamientos con el fin de evitar los choques que se producían entre ellos.

De lo accidentes producidos, narra el escritor local Chañilao, en su obra “Nace un Imperio”: que una Break de una cochería local dio un gran susto a sus pasajeras al tomar trote sus caballos y al desprenderse una rueda, las damas quedaron desparramadas por el medio de la calle; si bien el accidente no fue de gravedad, el mal momento y el susto de las pobres mujeres fue mayúsculo.  Los choques de carruaje eran  frecuentes, especialmente en los cruces de calles dado que por aquellos años la mayoría de las esquinas no tenían ochavas, terminando en ángulo recto lo que dificultaba ver lo que venía en la calle transversal. Para subsanar esta manera de construcción, el Concejo Deliberante emitió un decreto en que todas las esquinas debían llevar ochavas de cuatro varas de fachada.

La situación  del tránsito se complicaría más con el tiempo, en los primeros años del 1900 ya comienzan andar por la ciudad los primeros coches con motor y es así como en 16 de enero de 1906  la municipalidad otorga la primera patente de automóvil y esto traía aparejado que por la mismas calles que transitaba todo el tráfico a caballo, debería también hacerlo el  de motor; mientras que los ruidos del andar de estos nuevos vehículos, sus bocinas y su marcha, entre los carros a caballos, no era tan sencillo ni funcional.

En el año 1909  se establece la primera ordenanza que fijaba una velocidad máxima de 15 km por hora para cualquier vehículo motorizado y  si bien ya habían existido accidentes por las calles de la ciudad, el día 5 de diciembre de 1914 se produce la primer fatalidad, cuando  el automóvil conducido por Agustín Ojeda en la intercepción de las esquinas General Paz y Vélez Sarsfield,  atropella a la señora Catalina Gardey de Etchecahar, provocándole la muerte de manera instantánea.

Así vemos que siempre el tráfico de nuestra ciudad fue motivo de preocupación y nunca fue fácil ordenarlo correctamente; de todos modos fue y seguirá siendo lo que permite que la ciudad logre su crecimiento y que el hombre desarrolle su vida de la manera más ágil y cómoda posible, aunque nunca estará exento que tenga normas actualizadas y rigurosas que lo controlen y que permitan lograr  una correcta educación vial cosa que aún lo riocuartenses no hemos logrado.

 

Walter Bonetto
walterfbonetto@yahoo.com.ar

El Puntal, Río Cuarto (Córdoba)
 

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