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Proyectos de vida multitudinarios
Material de consulta para proyectos de vida
por Bolívar Grimaldos y Vita Paola Bolívar León
rbolivarg@hotmail.es

 
 
 

Características de proyectos de vida multitudinarios.

 

Características de los seres vivos. Las plantas. Los animales irracionales. Los animales racionales o humanos.

Directrices de proyectos de vida multitudinarios.

Matar para sobrevivir. Muerte y violencia.

Dominar para sobrevivir. Colonización. Colonización económica. Aculturación.

 

El cielo para los pobres y el infierno para los ricos. Dos premios. Un castigo. Una esperanza. Una aceptación.

Los pobres tienen derecho a vivir con dignidad en esta vida. Dignidad. Universalización o globalización de la dignidad. Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948. Los dos Pactos internacionales de derechos humanos de 1966. La Constitución alemana de 1949. El orgullo. La esclavitud. El derecho a vivir con dignidad

 

Características de proyectos de vida multitudinarios.

 

- Han sido y siguen siendo aquellos proyectos que involucran a un gran número de personas, a veces de por vida, y hasta por varias  generaciones.

 

- Han sido impuestos por líderes o gobernantes a tribus o pueblos, como formas de vida o de guerra, como la esclavitud y la colonización. También en la construcción de obras monumentales como pirámides, murallas, represas, caminos, carreteras, sistemas de conducción de fluidos, castillos, palacios, iglesias, etc.

 

-  Fueron, son y serán, las formas o maneras más comunes de vivir de los seres humanos.

 

- Siempre han estado condicionados a las circunstancias y condiciones naturales o sociales, con las que evolucionan continuamente, para adaptarse mejor a ellas.

 

Características de los seres vivos

Las plantas, han sido los seres vivos más vulnerables por su estatismo, por no tener movilidad, y por ser la base alimentaria de los animales. Las condiciones de vida del sitio en que viven, se agotan y como consecuencia mueren, y desaparecen como especie.

Los animales irracionales, con movilidad que les permite desplazarse en busca de mejores condiciones alimentarias y climáticas. Unos comandos biológicos, o instintos, les permiten controlar sus movimientos y su comportamiento, para asegurar su supervivencia.  Pero su rápida reproducción, motiva su extinción al acabar, por ejemplo, con las plantas necesarias para su alimentación, a lo largo de sus posibles desplazamientos.

Los animales racionales o humanos, algunos con un cerebro más evolucionado, que el de la mayor parte de las demás personas, que les ha permitido comprender y manipular a aquellos con cerebros menos evolucionados, y reproducir sus funciones a través de mecanismos, máquinas y robots electromecánicos.

Esta evolución cerebral ha evitado la extinción de los seres humanos  y la de plantas y animales necesarios para su alimentación y salud.

- La sedentarización en el mediterráneo africano, y su desplazamiento hacia el mediterráneo y el norte europeo, donde las condiciones terrestres y climáticas  han sido mejores para la supervivencia, evitó la posible extinción de plantas, animales y humanos. Con la evolución natural del cerebro, se produjo en algunos cerebros humanos la evolución social, o sea la capacidad de generar normas de convivencias  y de aceptarlas, en reemplazo las normas instintivas, y lograr así una mejor convivencia comunitaria.

 

Directrices de proyectos de vida multitudinarios

 

Matar para sobrevivir. Especialmente durante el período de las tribus nómadas.

 

Desde el momento en que todo ser vivo comienza su existencia, corre el riesgo de ser devorado. En los mamíferos, especie animal a la que pertenecen los humanos, tenemos ejemplos muy claros de la importancia de la violencia para la supervivencia.  Ya sea para comer o para evitar ser comido, para cazar o para evitar ser cazado, todo mamífero tendrá que hacer uso de su agresividad para sobrevivir.  Es una ley básica natural.  La violencia es esencial para la supervivencia, está muy relacionada con la muerte, y a su vez con la alimentación de los seres vivos. 

 

La Naturaleza proporciona a todo ser vivo un instinto agresivo para evitar ser comido, que en la mayoría de los casos se convierte en instinto asesino, cuando se necesita cazar para comer. Este  instinto con resultado obligado, se le llama el instinto de muerte.  Un instinto que lleva a un ser a matar y al otro a morir. Un instinto que da fuerzas para matar al ser vivo que hace el papel de asesino, y hechiza al que le ha tocado ser la víctima.  Un instinto tan aterrador para la conciencia del hombre, que habitualmente preferimos olvidarlo, a pesar de que él no se olvida de nosotros. 

 

Sin embargo, aunque ya no lo necesitemos ni para comer ni para defendernos de las fieras que nos consideran comida suya, el instinto de muerte permanece activo en nosotros, y salpica nuestra vida social con multitud de manifestaciones agresivas. 

Al retirarle al instinto violento sus objetivos principales, él sigue actuando por otros derroteros. 

La agresividad humana destinada por la Naturaleza para defendernos de las bestias y para la caza, al verse desprovista de propósito principal, se centra en otros objetivos, no sin cierto descontrol y caos.  Las guerras, manifestaciones de la locura humana, casi siempre han sido a causa de la lucha por el territorio, muy vinculado con el alimento, con el poder que garantiza el sustento y la riqueza. 

Hace muchos siglos que los humanos dejamos de pelearnos con los animales para sobrevivir, pero no hemos cesado de hacer guerras entre nosotros, luchamos a muerte para conseguir el poder, no ya sobre los animales, sino sobre los demás seres humanos, imponiendo la ley del más fuerte, en definitiva la ley de la selva.  Actuaciones agresivas que nos avergüenzan y que no hemos podido erradicar  de nuestra cultura. La ley del más fuerte continúa vigente en nuestra sociedad, disimulada en nuestro modernismo.

Desafortunadamente la evolución social ha sido muy lenta, por lo que sigue predominando una conducta animal instintiva entre la mayoría de personas de diferentes grupos y naciones. El instinto animal, “matar para sobrevivir” es todavía la solución final a los conflictos humanos.

Lamentablemente con la evolución cerebral se ha desarrollado también la apetencia de conseguir y mantener poder y control sobre todos los posibles recursos terrestres y míticos que ha generado la mente humana.

La guerra sigue siendo el principal instrumento definitorio, y el desarrollo y producción de armas el factor que da más seguridad a los países vanguardistas. Las conquistas, las colonizaciones, la dominación, la explotación, la esclavitud, la corrupción, son las formas habituales del auto sostenimiento de los países adelantados.

Las diferentes formas de violencia que observamos en nuestra sociedad son desviaciones de la función principal de un instinto básico destructivo que, en su estado natural, acaba matando. Todavía una cantidad significativa de humanos, y la mayoría de seres vivos no llegan a viejos, los primeros por accidentes o violencia, los segundos porque son comidos por sus depredadores en cuanto empiezan a perder sus defensas.  De esta forma la Naturaleza mantiene siempre jóvenes a sus criaturas.  Una terrible ley de vida que no conviene olvidar. 

Muerte y violencia. La muerte es la manifestación suprema de violencia, pues toda violencia llevada  al extremo conduce a la muerte. La muerte siempre sobreviene por una agresión.  En el caso de la muerte natural, comidos por los gusanos o por un virus. A pesar de que en muchos casos nuestra cultura diferencia la muerte de la violencia, en realidad son la misma cosa, lo que llamamos violencia es un proceso de muerte, inacabado en unos casos o terminado en otros.

Toda muerte es una agresión a la vida, y toda forma de violencia es una aproximación a la muerte.  La violencia y la muerte son dos manifestaciones de un mismo instinto, el instinto de muerte.  Una fuerza destructiva que lucha contra los instintos creadores de vida ganado siempre la batalla.

Este brutal instinto de muerte compite con el instinto sexual.  El instinto sexual dedicado a crear la vida y el otro a fomentar la muerte.  Nuestra cultura a uno lo define como bien y al otro como mal.  Por un lado la vida no cesa de crearse y de recrearse, y por otro lado la misma vida no cesa de desaparecer. El envejecimiento  es el asesino que concluirá la vida a favor de una muerte que llamamos natural. El  envejecimiento y las enfermedades provocan una autodestrucción impulsada por el instinto de muerte. Este importante instinto es muy poco reconocido en nuestra cultura.  Se trata de una fuerza que nos induce a morir o a matar, a herir o a enfermar, a envejecer y a morir. El instinto de muerte no hace distinciones, mata sin más, está programado para matar.  Es una actuación agresiva que atenta contra nuestras vidas, ya sea de una forma o de otra, convirtiéndonos en víctimas mortales.

Esta visión general de la violencia nos  ha servido para entender que, a pesar de todo lo que estamos luchando los seres humanos para evitar ser agredidos, a pesar de haber aumentado la edad media  de vida, este importante instinto sigue matando a muchos miembros de nuestra especie antes de lo que quisiéramos.

Aunque ya no seamos perseguidos por fieras que nos consideren su comida, y creamos que no tenemos enemigos mortales que atenten contra nuestra vida, y vivamos en una paz social envidiable, el número de fallecimientos en nuestras sociedades civilizadas, antes de que la muerte por envejecimiento se produzca, continúa siendo alarmante. No  causados por animales agresivos, ni por asesinatos o por guerras, sino por accidentes o  nuevas enfermedades que los provocan. 

El instinto de muerte, cuando no mata,  induce para que  maten. Realizamos hechos que perjudican nuestra salud con toda la naturalidad del mundo, sin ser conscientes de que estamos atentando contra nuestra vida.  Hábitos perniciosos como el tabaquismo, el alcoholismo, o la narco dependencia son claras muestras del instinto autodestructivo.  El elevado número de suicidios delatan que la violencia autodestructiva continúa en nuestras sociedades.  Y en los accidentes laborales, de tráfico, o en los deportes de riesgo, nuestros jóvenes encuentran la muerte o quedan inválidos de por vida como si fueran víctimas de una guerra.   

La atracción por el riesgo de muerte que sienten los jóvenes viene impulsada por el instinto violento, que, como todo instinto, en la juventud se manifiesta con elevada fuerza vital.  Una elevada afluencia de bioenergía enerva todo organismo cuando se satisface un instinto.  El cuerpo humano se llena de vitalidad cuando se satisface el instinto sexual o el instinto violento, siempre que el miedo o la educación no bloquean el fluir de la energía. 

Hablar de la muerte como una fuerza instintiva nos ayudará a comprender los hechos más tenebrosos. Sin entender que el instinto de muerte es una fuerza más poderosa que los instintos que fomentan la vida, nunca podríamos entender las barbaridades que suceden, tampoco podríamos entender las guerras ni los suicidios colectivos. 

Al hombre civilizado le cuesta reconocer que la violencia y la muerte son fuerzas instintivas de todo ser vivo, en especial cuando nos referimos a nosotros, a los seres humanos.  Cuando hablamos de la vida de los animales o de las bacterias podemos entender que la violencia y la muerte sean parte esencial de su supervivencia.  Pero, nos negamos a aceptarlo  cuando hablamos de la vida humana.

Esta actitud civilizada nos ha creado un gran problema, pues  tanto la violencia como la muerte, se rigen por leyes naturales como las leyes físicas, son fuerzas instintivas.  Al negar su existencia en los seres humanos, al no querer ver esas fuerzas como naturales, las hemos arrojado a la inconsciencia, donde hemos creado un terrorífico territorio oculto, lleno de fuerzas destructivas y autodestructivas, que nos negamos a reconocer.  Son muy pocos los estudiosos de la mente humana que después de penetrar en nuestro lado oscuro anuncian los horrores que han visto.  Preferimos seguir preguntándonos el porqué de nuestras desdichas, o echando las culpas de nuestros males a terceros, antes que aceptar la oscura verdad de la naturaleza humana.

Sin embargo, aunque nadie nos hable de nuestro principal mal intrínseco, podemos ver sus manifestaciones.  Por ejemplo, las horas que un televidente medio se pasa al día viendo violencia ya nos denuncia la existencia de un atractivo instinto destructivo en el hombre.  El instinto de muerte es tan seductor como el instinto sexual, especialmente cuando dichos instintos están reprimidos.  No echemos la culpa a las programaciones televisivas porque tengan excesivo terror o violencia. En las pantallas de televisión se proyecta gran número de películas violentas a causa de la demanda de la audiencia.  Un éxito cinematográfico o literario se debe habitualmente a que evoca aspectos ocultos que bullen en el interior de las personas.  Nos fascina la violencia interna,  nuestro instinto de muerte, y el pánico que nos provoca, porque nos hacen palpitar con la escenificación cinematográfica de estas fuerzas oscuras.  

Dominar para sobrevivir. Principalmente durante los imperialismos.

La doctrina política justifica la dominación de un pueblo o Estado sobre otros, habitualmente mediante distintos tipos de colonización, o aculturación.

Colonización es:

- Un término que se utiliza para indicar poblamiento u ocupación de un espacio.

 

- Asentamiento de colonos en territorios, que con fines justificativos, califican de virgenes, minusvalorando la ocupación previa del mismos territorios por otros grupos humanos, denominados indígenas o nativos, cuyo control sobre esos espacios se pretende calificar como inexistente, insuficiente o deficiente, y sobre los que los colonos pretenden imponer y mantener superioridad étnica, cultural, tecnológica, militar, política, jurídica o religiosa.

 

- La acción de dominar un país o territorio (la colonia) por parte de otro (la metrópoli). El proceso de colonización puede ser de carácter económico, político, militar, cultural, o presentar otras manifestaciones, y desarrollarse generalmente de forma violenta o pacífica.

 

Colonización económica

Se caracteriza por el intercambio desigual de materias primas por productos, que deja en la metrópoli la mayor parte del valor añadido del trabajo, lo que intensifica la relación de dependencia.

Aculturación. Proceso mediante el cual a una persona o  grupo de ellas, se le impone  una nueva cultura, generalmente a expensas de la cultura propia. Una de las causas externas tradicionales ha sido la colonización. En la aculturación intervienen diferentes niveles de destrucción, supervivencia, dominación, resistencia, soporte, modificación y adaptación de las culturas nativas tras el choque intercultural.

Los términos imperialismo y colonialismo, están muy relacionados, pero no son sinónimos. Los imperios han existido a lo largo de toda la historia.

 

El cielo para los pobres y el infierno para los ricos. Directriz de los proyectos de vida en las religiones judaica, cristiana e islámica.

La ciencia apareció tardíamente en la historia humana, y nuestros sabios tuvieron que recurrir a los mitos, para explicar los fenómenos  incomprensibles y las miserias humanas, y para justificar los intereses personales y los de sus mecenas.

Indudablemente la idea judaica de los reinos de dios y del diablo, ha sido históricamente una de las más geniales, pues ha servido durante más de veinte siglos para mantener bajo relativo control el resentimiento de los pobres. Involucra dos premios, un castigo, una esperanza y una aceptación.

Dos premios. Los pobres con esta hábil  solución se han sentido doblemente recompensados, en su esperanza de un cielo de felicidad y en la venganza de un infierno de fuego para quienes envidiaron en su vida terrenal.

Un castigo. El fuego eterno en el infierno a ricos y poderosos, que no entreguen sus bienes a los pobres o a la Iglesia para el servicio de dios.

 

Una esperanza. La esperanza de un posible reino de felicidad eterna, para los pobres que soporten con resignación las miserias de su pobreza, y cumplan fielmente los mandatos de los clérigos, representantes de dios en la tierra.

 

Una aceptación. La de los pobres que sobrelleven con resignación las miserias de su pobreza.

 

Aunque desde hace varios siglos ha habido valientes, que han denunciado las falacias de las religiones, prácticamente hasta ahora, en la era de la ciencia y de la Internet, se ha podido difundir el engaño de tantos mitos.

 

Empieza a extenderse cada vez con mayor profusión, la seguridad de que solamente contamos con esta vida terrena, que debemos saber vivirla con calidad y dignidad y no desperdiciarla, o entregarla, en aras de una falsa ilusión.

 

Los pobres tienen derecho a vivir con dignidad en esta vida. Planteamiento del socialismo.

 

Los poderosos de varios países industrializados están cambiado la prioridad de los reinos de dios y del diablo, por el mejoramiento de la calidad de vida de sus compatriotas en la tierra, y por la satisfacción  de que en sus países la casi totalidad de las personas vivan dignamente y no ofrezcan el triste espectáculo  de enfermos e indigentes por las calles de sus ciudades. 

 

El cambio de la consecución del reino de dios, por la satisfacción de poder ayudar a los desfavorecidos, a vivir en mejores condiciones de vida, parece ser el nuevo paradigma que se ofrece como objetivo principal en los actuales proyectos de vida. Pero mientras que este paradigma no suplante en la mayoría de los cerebros humanos, al instinto animal de matar para sobrevivir, la violencia en lugar del diálogo cordial y de la mutua colaboración seguirá siendo el medio principal para deslindar nuestros conflictos.       

 

En este sitio de la evolución humana nos encontramos para afrontar la idea de los proyectos de vida. Según las anteriores consideraciones los proyectos de vida han sido, son y serán por algún largo tiempo, formas, maneras, de adaptar nuestro cotidiano vivir a las condiciones naturales y humanas en cada lugar y tiempo. Sin embargo, es muy difícil que cada persona, independientemente con su comportamiento, durante los pocos años de su existencia, pueda cambiar las condiciones imperantes en su entorno, para lograr una mejor calidad de vida terrestre.

 

Dignidad, es:

 

- El conjunto de los mismos derechos y deberes que tenemos todas las personas por el hecho de ser seres humanos, sin importar las características físicas, las creencias, la nacionalidad, el nivel social y económico, las formas de pensar o cualquier diferencia en general.

 

- El derecho y valor inviolables, inherentes al ser humano, por ser racional y estar dotado de libertad y poder creador, y que le permite modelar y mejorar su vida mediante la toma de decisiones y el ejercicio de su libertad.

 

- Un potencial  emancipador  respecto a las necesidades e imposiciones naturales o sociales. 

 

- El resultado del buen equilibrio emocional. Una persona digna se siente orgullosa de las consecuencias de sus actos buenos, o culpable si ha causado daños inmerecidos.

 

- Reconocer y tolerar las diferencias de cada persona, para que ésta se sienta digna y libre.

 

La dignidad:

 

- comprende la autonomía propia del ser humano, que le permite gobernarse a sí mismo, según principios racionales, regular sus acciones y comportamiento, ser libre, según normas propias.

 

-  garantiza el auténtico ejercicio de la libertad, más allá de la arbitrariedad del comportamiento y por tanto  exige la formación de la inteligencia y de la voluntad, por medio de la educación.

 

- se basa en el reconocimiento de que cualquier persona es  merecedora de respeto, es decir, que todos merecemos respeto sin importar cómo seamos.

 

- refuerza la personalidad, fomenta la sensación de plenitud y satisfacción. 

 

Si tenemos dignidad, y respetamos y defendemos  la dignidad de los demás, podremos vivir en un mundo feliz, sin problemas ni malentendidos. Pero para  esto hay que luchar, como se debe luchar para lograr cualquiera de nuestras metas en la vida.

Un mundo es digno cuando todas las personas respetan a las otras, sin importar las diferencias sin lastimarlas, sin ofenderlas, sin hacerlas sufrir, sin discriminarlas, sin ser indiferentes con ellas.

La persona digna se comporta con decoro y se hace respetar.

Universalización o globalización de la dignidad

Consiste en considerar a cualquier ser humano siempre digno: varón o mujer, niño o anciano, enfermo o sano, religioso o ateo, malvado o benévolo, blanco o negro..., porque puede decidir qué ser, porque no es sólo lo que es, sino también lo que puede ser, según sus aspiraciones y proyectos personales. Incluso al ser más abyecto hay que reconocerle la posibilidad de ser algo diferente a lo que es. La vida humana es respetable siempre, porque puede ser algo más que vida, una vida con sentido.

Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 (DUDH), invocó en su Preámbulo la «dignidad intrínseca (...) de todos los miembros de la familia humana», para luego afirmar que «todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos» (artículo 1°).

 

Los dos Pactos internacionales de derechos humanos de 1966, condenaron una serie de prácticas directamente contrarias al valor esencial de la persona, tales como la tortura, la esclavitud, las penas degradantes, las condiciones inhumanas de trabajo, las discriminaciones de todo tipo, etc. En la actualidad, la noción de dignidad humana tiene particular relevancia en las cuestiones de bioética.

La Constitución alemana de 1949, como reacción a las atrocidades cometidas durante el régimen nazi, establece en su artículo 1° que: «La dignidad humana es intangible. Los poderes públicos tienen el deber de respetarla y protegerla».

 

El orgullo, no es exceso de dignidad  sino la sensación de una persona de tener derechos exclusivos, o privilegios.

 

La esclavitud. Para justificar la esclavitud se decía que el esclavo no era persona humana, sino un objeto, al igual que de los judíos, gitanos y homosexuales durante el nazismo. Es constante en la historia de la humanidad negar la dignidad humana, a algunas personas, para justificar y justificarse en los atentados contra ella.

 

El derecho a vivir con dignidad. Hace más de 60 años se adoptó la Declaración Universal de Derechos Humanos, en la que se reconoce el principio de universalidad e indivisibilidad de los derechos humanos: todas las personas deben disfrutar de todos los derechos humanos.

La pobreza extrema, la discriminación, la segregación y los abusos ponen de manifiesto la negación del derecho a la dignidad. Cualquier persona en cualquier parte del mundo tiene derecho a vivir con dignidad. Esto significa que no debe negarse a nadie el derecho a una vivienda adecuada, a la alimentación, al agua y los servicios de saneamiento, a la educación y a la atención médica.

Los derechos económicos, sociales y culturales, entre ellos el derecho a la alimentación, el derecho al disfrute del más alto nivel posible de salud y el derecho a la educación, son derechos humanos en la misma medida que lo son la libertad de expresión o el derecho a un juicio justo.

Las violaciones de derechos humanos conducen a la pobreza y a la violencia.

Las personas que viven en la pobreza son las que menos acceso tienen al poder que les permitiría moldear las políticas en materia de pobreza, y a quienes, con frecuencia, se les niega el derecho a un recurso efectivo como amparo contra las violaciones de sus derechos.

Los gobiernos, las potencias empresariales y otros agentes poderosos tienen que responder  ante la justicia por las violaciones de derechos humanos que acentúan  la pobreza y mantienen oprimidos a los pobres.

Fuentes:

http://personales.jet.es/paseosectas/violencia.htm

http://es.wikipedia.org/wiki/

http://report2007.amnesty.org

 

 
por Bolívar Grimaldos y Vita Paola Bolívar León
rbolivarg@hotmail.es
 

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