Entretejido discursivo en “Travesías”, de Miguel Fajardo Korea

Lic. Aracelly Bianco Lara[1]

Fajardo Korea, Miguel. (2008). “Travesías”. San José-Costa Rica: Jurisis, pp.56.

Esbozaré un análisis inmanente de algunos elementos estilísticos-funcionales que proporcionan la coherencia del poemario y permiten delimitar la semiosis textual. Ciertos procedimientos verbales le confieren al análisis literario una función poética, por tal razón,  Miguel Fajardo Korea –quien acaba de ganar el Premio Nacional de Educación Mauro Fernández, Costa Rica, 2008-, le hace honor a ésta, porque su poesía es “una voz comprometida”, como lo señala Rubén Vela, poeta argentino.

De acuerdo con la teoría de los paratextos, existen elementos que orientan, guían e introducen la lectura de un texto. Así,  el título es portador de sentido, por cuanto es la primera entrada al texto. Desde este punto de vista, Travesías  es un sustantivo plural que remite a varios  significados. No obstante, de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española, existen tres acepciones de especial importancia para el abordaje que propongo: “Sitio o terreno por donde se atraviesa. // Camino transversal entre otros dos. //Viaje por mar o por aire”  (2001).

Por otra parte, los epígrafes son otros de los elementos paratextuales que refuerzan el hilo conductual de la significación del texto. En primera instancia,  aparece uno del poeta costarricense Isaac Felipe Azofeifa:

“Yo soy el mar de palabras y deseos que navego”

Tal recurso está conformado por la primera persona “yo”, su forma verbal “soy” y el complemento “el mar de palabras y  deseos que navego”. La integración de esos elementos morfosintácticos ubica al sujeto lírico en una posición de individualidad muy marcada, la cual propicia su funcionalidad poética: el mar de palabras remite a su compromiso como escritor, esta es una función social, sin embargo, no se aíslan sus “deseos”.  Asimismo, la conjunción “que” más el verbo “navego”, también en primera persona, refuerzan la idea de que habrá un recorrido por ese “mar”,  que es el mismo sujeto lírico, la percepción de su vida y el entorno como un viaje en el que se descubre y reencuentra.

El segundo epígrafe, cuya autoría corresponde al Jurista Juan Diego Castro Fernández,  reza así:

“El silencio frente al crimen es complicidad”

Para comprender tal epígrafe, se debe insertar en el contexto nacional, debido a que es una frase que nos ubica en la problemática sociopolítica de nuestro país, el cual no posee leyes efectivas contra la corrupción o el crimen.  Ese fragmento potencializa el compromiso que asume el yo lírico. Como poeta no se queda callado, más bien, denuncia los problemas que existen en su patria.

El universo lírico de este libro se teje con veinticinco poemas, los cuales están entrelazados por tres ejes temático-espaciales: la travesía por la patria regional y nacional, la travesía por América y el mundo y la travesía por el sujeto textual. Por consiguiente, se dará un esbozo o síntesis de los posibles semas que atañen a cada recorrido.

Asimismo, se observa cómo funcionan algunos elementos de la simbólica corporal en los poemas, para darle un nuevo sentido a las experiencias personales que se encuentran en el texto. La percepción del cuerpo es siempre una proyección de la interioridad de cada ser, un espacio que se nos muestra como  significación expresiva del reconocimiento individual. La presencia del cuerpo es siempre un espacio de lectura y escritura que se puede reconstituir, si se parte de que la anatomía representa un espacio visible  y si desde este se puede tomar conciencia de dicho sitio.

En La verdad de sus comienzos se menciona cuatro veces la palabra cuerpo. El cuerpo se equipara con América, quien ha debido resistir los embates de la conquista del poder, pero también, el texto es el cuerpo que se desnuda para rendir tributo al origen y renacer “desde la ceniza”.  “Desnudémonos/ para honrar la memoria / de los caídos anónimos / desde la ceniza”.  El cuerpo-texto se desnuda, puesto que el ropaje que lo cubre es la palabra.   El canto no silenciado de América va desde el grito libertador de Bolívar, la creación poética de Martí y el retorno a la patria nacional con Juanito Mora. El dolor se sumerge, otra vez en “América”, porque  “este cuerpo tuyo / ha resistido demasiado”. 

La fluctuación constante en el tópico del recorrido propone que todo viaje conlleva el descubrimiento de factores nuevos. Nos sorprendemos frente a La desnudez del asombro, porque en dicho poema se vislumbra “La selva como mariposa / chorotega / en el silencio /  de la espuma”. Nuevamente aparece la exploración del cuerpo, el retorno a ese espacio en el que la selva y el mar se confunden, para adentrarse al “Maravilloso juego / cuando en nuestros cuerpos / iniciamos el sexo.”  La aproximación corporal establece un encuentro con la otredad y la materialización del encuentro sexual femenino y masculino es un espacio que sirve de refugio  frente a las tribulaciones diarias. 

Desde otra perspectiva, el tercer poema inserta dos símbolos de la literatura universal y los correlaciona con problemáticas nacionales y mundiales. Por tal motivo, la mujer que propone el yo lírico es libre y autosuficiente, no se engaña con acosos, es dueña de su vida: “Penélope se suelta las trenzas / para amarrar al destino. / El acoso como tiempo inútil”.  (…)  Esta es una mujer capaz de condenar el crimen: “Ariadna / tensa el malinche / para la horca de los genocidas / de todos los signos”.   Además, se observa la traslación de un elemento por otro, en tanto que el hilo de Ariadna se sustituye por un símbolo regional, el malinche.

El compromiso de atisbar los problemas nacionales y mundiales para denunciarlos se reitera. El yo lírico se conmueve y siente furia por situaciones como la  desolación, la pobreza extrema, los conflictos limítrofes, la migración… De esta forma, en El camino de la furia, el poeta no puede dormirse, pues “el silencio desertor / del párpado” debe estar al “margen del sueño”. Este vela y se convierte en la conciencia de los demás frente a la miseria humana.

Siguiendo con el recorrido, en Insurrección se expresa la debilidad  humana que,  a veces,  hace declinar porque  quedamos “Sin antorcha y “cerramos las cortinas. /;  aunque “Afuera / continúa la miseria, / el hambre”.  Son los momentos en  que el ser individual se cierra hacia los problemas, pero luego retorna,  porque este es un  “camino equivocado/ en los basureros / de la complicidad”.

Frente al encuentro de sí mismo, de sus deseos, predomina la búsqueda de la palabra como creación, por eso en Los abrazos repiten el oleaje, “El mar vuelve a cerrar / sus deseos para cruzar el goce / del susurro a la palabra”. (Otra vez tópico de viaje, búsqueda y retorno)  El disfrute del cuerpo es comparable al disfrute de la sexualidad compartida,  es “La pasión, palabra en celo; (…)”. Es el remanso del amor frente al vendaval de la marea.

Nuevamente, se entreteje el abrazo de la solidaridad, la conciencia colectiva que denuncia la inserción de nuevas formas de poder, o amenazas,  como las del tráfico de niños, porque Tocan la puerta del mundo y “Amenazan con cambiar / la luz para los huérfanos, / las sonrisas encarceladas / por el miedo a los sátrapas”. Así, queda en evidencia que la falta de principios morales hace que algunos  provoquen “El viaje del dolor como un exterminio”, pues los sátrapas actúan con inteligencia y sagacidad en el comercio humano.

Por su parte, el poema El ancla del vendaval, presenta una serie de símbolos que tienen que ver con la travesía por el mar-vida. Existen dos tipos de ancla: la de La Esperanza, es la más fuerte y sólo se utiliza en momentos de crisis,  cuando el marinero enfrenta una  tormenta o un vendaval; y el ancla de Leva, que consiste en cada una de las que llevan en las serviolas y sirven para detenerse en alguna parte del destino final.  Tal explicación, nos hace ubicar al yo lírico que utiliza su ancla de la esperanza cuando existen conflictos internos y externos. Frente a las guerras, la miseria, la violencia, el olvido…, existe una “Resistencia / interminable de otras lanzas / en la inocencia del retorno, / cuando el amanecer recoge / las cicatrices de la marea, el ancla del vendaval / en lo elegido”.

Los legionarios del sueño expone las consecuencias de la problemática de los migrantes, quienes, a veces como náufragos de su propio destino, recorren fronteras en busca de un sitio donde anclarse. El yo discursivo también se convierte en un vigía de sus huellas y en medio de la tragedia, de la impotencia frente a tanta tristeza,  por lo que observa, recobra su función esencial, la de plasmar con la palabra el sello de la conciencia creativa: “La desgracia en la mitad / del mundo / la salvás / con un poema”.  

La casa Tilarán es un poema dedicado a Saray Masís Villalobos, su esposa, donde se ubica al sujeto textual en comunión con lo más cercano, es una tregua, un retorno a su origen, a sus raíces y este se comparte con la mujer amada: “No olvidemos el recorrido / Tilarán (…) Tu cuerpo telúrico / en la desnudez / de la penumbra, / la humedad / entre caricias, / la certitud del espejo / para encontrar tu rostro“.  Desde este contexto, el tópico de la casa se equipara con el cuerpo femenino de la amada, en una relación de proximidad y completitud.

El tema de los secuestros en nuestro país y en otros lugares del orbe se pone de manifiesto en Aunque sigan con vida. Los desaparecidos muchas veces están muertos y, sin embargo, sus familias, sus amigos, aún tienen la esperanza de que sigan con vida. El olvido es una manera de asesinar, pero mientras exista una sola persona que no abandone la idea de encontrar a sus seres queridos, éstos seguirán con vida. Una vez más se expresa la debilidad de las leyes, porque siempre hay presuntos sospechosos, no culpables, y por elevar su voz contra tal infamia, muchos poetas han sido silenciados o perseguidos, debido a que su causa no tiene disfraz: “La soldadesca / retendrá a los poetas / que sobrevivan / sin complicidad”.

Para muchos, son más importantes las guerras o las bombas, que “el dolor sin veredicto”. La palabra consciente se lanza contra el abandono: “Refugiados en las palabras, / quedamos con la esperanza / de su hostilidad contra las guerras, / la súplica frente a la ignominia”. En este recorrido por Los viajes de las sed,  de justicia, el yo lírico recuerda que sólo nos queda ser conscientes de que “la espera / final es la búsqueda / de nosotros mismos”. Frente a la adversidad es necesario que tengamos principios sólidos, convicciones fuertes,  para no dejarnos atrapar en la desolación.

En el poema número trece el hablante ve su diario quehacer lleno de obstáculos: “La piedra (…) / es una renuncia / dramática de las palabras; (…)”. Renunciar a la palabra, para esta voz comprometida, sería una manera de darse por vencido y para liberarse sólo le queda “la verdad como inocencia”, aunque muchos quieran dejarlo en la mudez.

En Testimonio de otros sueños el poeta sigue vigilante, insomne en medio de la vivencia de los conflictos territoriales o fronterizos: “Otros planetas son los mares / de la incomprensión / y el miedo. / Las muertes débiles / en los calendarios / sin clímax. Espacios insulares, castigos sin Dios / en la demarcación fronteriza”. Centroamérica es el destino de quienes buscan un mejor lugar para vivir, con la esperanza de que la amistad es un valor afianzado en nuestra geografía.

En este entretejido de travesías, el yo lírico hace un recorrido por los conflictos internos y externos de nuestro país y de América. En todo viaje siempre existen Los ríos de la sed. La sed es el símbolo del afán de poder, porque “la tierra es una plusvalía / contra la pobreza de los difuntos”.

Asimismo, en El poder es un círculo se establece una secuencia histórica-política, sobre la forma en que se ha querido fijar el dominio de nuestras tierras: “Abrieron en el mar / su luz en el silencio. / La tinaja Chorotega, / el jícaro dolarizado: / guerras, TLC, europeización. / En las riendas del galope / divisan el Trópico / contra los derechos humanos / ¡Es el poder! / Es otro poder”. Es el círculo de la conquista, su posterior esclavitud, luego las guerras y, más recientemente, con políticas económicas que nos hacen dependientes de las grandes potencias.

En La inocencia del cielo nuevamente el poeta reitera su compromiso como escritor: “Escribo como llama oportuna / en los secretos” y, más adelante, “Escribo. / Dios es testigo / de tanto atrevimiento”. Y condena “El homicidio cuando abandonan / un feto en los territorios de la maldad”.  

En La última palabra se retorna al goce del cuerpo y del amor compartido,  como una manera de salvar al mundo de tanta soledad: Somos vencedores / cuando derrotás al abandono / en la antorcha del río desatado, / donde se aman los cuerpos/ sin amarras, / la plenitud / sin cautiverios”.

Por otra parte, en El viaje a la memoria apela a una lucha colectiva contra la maldad y el odio: “Somos demasiados / para seguir validando / la maldad / contra el destino”.  Este es el discurso del poeta Miguel Fajardo, quien demanda por un trabajo común, en procura de los ideales de rehumanización y  equidad.

No olvidemos que el mar se equipara con el yo lírico.  Desde este punto de vista, en Los puños son una conciencia, se prepara al lector “para defender la libertad” y ser partícipe del júbilo, de “los tambores / contra el terror / o el miedo”. Sólo nos queda escucharlos y seguir con la trayectoria por la vida que se abre paso, a pesar de todas las adversidades.

Dos condiciones existenciales del ser humano son abordadas por el yo lírico, porque nacemos “Nacemos en la sombra / del fuego, / en la certeza / de las mareas sangrantes. / Y aunque “Crecemos en libertad”, se vive en peligro de que la esencia de esa libertad pueda extraviarse en el camino, debido a que “Los sistemas atacan / la verticalidad del canto, / sus manifestaciones auténticas, / sus íconos delatores: / contra la maldad y la violencia”.

El penúltimo poema nos entrega las amarras de ese recorrido que va llegando a su fin. “La travesía se aferra al cielo / sin la fajina, / (…) en la entrega / de las amarras, en la espuma / de la vastedad”. Se evidencia la madurez con que se enfrenta la vida, con todas sus alegrías y sus desolaciones y en medio de tanta barbarie, el yo lírico se siente comprometido con el mismo mundo.

Por último, se erigen las banderas de la lucha y la herencia son los abrazos, las treguas, el poema, la vigilia del sueño “La heredad de las banderas / en los últimos bambúes, / eternamente tuyos”. Dicho poema alude a la presencia-ausencia de las figuras materna y paterna, porque contextualmente, este poemario fue escrito en  momentos de insomnios y desvelos.

En síntesis, Travesías, del costarricense, Miguel Fajardo Korea (1956) propone un universo de relecturas. El autor ha logrado profundizar los recursos estilísticos de la metáfora y la metonimia, las cuales construyen y ordenan magistralmente las isotopías de sus poemas. Por otra parte, las recurrencias y los emparejamientos, de Samuel Levin, como posibilidades retóricas, son otros de los elementos discursivos que desarrolla sin límites y le confieren a sus creaciones nuevas estructuras poéticas,  en el contexto de la lírica costarricense del Siglo XXI.

Referencias:

[1] Aracelly Bianco Lara es Licenciada en Literatura y Lingüística, Universidad Nacional de Costa Rica.

Lic. Aracelly Bianco Lara

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