Tímidamente ingresó apenas oyó su nombre.
La enorme mesa de directorio estaba rodeada por seres que se afanaban estudiando los planos que les eran presentados.
Mientras veía alejarse a su predecesor, se acercó despacio a ocupar la silla que éste dejara vacía a la derecha de la cabecera.
Entregó el rollo apretado y en tanto retiraban la cinta azul que lo aprisionaba observaba el amplio y familiar salón.
Dos de sus lados estaban cerrados por paredes muy blancas en las que creía entrever adornos de yesería suavemente policroma, los otros estaban ocupados por cristales separados entre si por altas columnas. El salón era, sin lugar a dudas elegante, desdibujado por la luz que lo inundaba.
Ariel observó angustiado las manos transparentes que desplegaban el proyecto por él presentado y el perfil que en ese momento se inclinaba para estudiarlo. El plano creció lentamente y alcanzó el extremo opuesto de la mesa para permitir, de este modo, que todas sus partes fueran leídas simultáneamente por los presentes.
Fuera del salón, como antes lo había hecho Ariel, una multitud inquieta y silenciosa esperaba su turno para ingresar.
-Bien, bien - decía quien ocupaba la cabecera - en la base has colocado todo lo que consideras necesario.
-Si. Pienso que, luego de lo pasado, por lo menos merezco... - dijo con un hilo de voz.
-Humm, familia, afecto, dinero, posesiones, poder... es demasiado. Fíjense en las coincidencias con otros proyectos simultáneos y si lo podemos interrelacionar - indicó mirando a través de sus ojos glaucos a quienes ocupaban la mesa.
-Podemos cercenar acá - dijo uno de ellos colocando su dedo iridiscente en una de las ramas del inmenso árbol que, al solo contacto, desapareció arrastrando consigo un gran número de líneas.
-No, por favor - suplicó Ariel - no lo hagan. ¡No me lo quiten!.
-Es necesario. Tienes demasiado - replicó aquel retirando su dedo del plano - otros no tienen ni siquiera eso.
A su lado un rostro se inclinó sobre la mesa.- Acá - dijo- habremos de transformarla a ella. Sin el pilar que acabas de perder, tu guía debe ser más fuerte, más autoritaria; hasta te diría que debe tener una cierta dosis de frialdad e indiferencia.
-¿Qué pretenden que haga con una guía tan dura y un pilar ausente? - casi gritó.
-De todos modos te quedan muchas otras cosas. Debes aprender. Para eso vas de regreso.
-Pero... Excelencia... no ha sido fácil vivir como lo he hecho hasta ahora, con menos de lo necesario, pasando penurias... mendigando...
-Aún así no has aprendido a desprenderte de tus egoísmos, a crecer en el bien y en el amor.
-¡Entonces castígueme en la adultez, no en la infancia!
-¡¿Qué dices?! ¡Nadie te castiga ! Pero es necesario que te eleves de tu pobre condición. Ya tendrás, en la juventud, oportunidad de tomar tus propias decisiones y llevar las riendas de tu destino. ¡Fíjate! - ordenó.
Ariel observó entonces a todo aquel plantel corrigiendo su vida. Algunas líneas desaparecían y con ellas todo un sector del plano quedaba desierto. Otras arrancaban de lugares impensados, se superponían y bifurcaban señalando opciones con las que se enfrentaría en su juventud y su adultez y que, a su vez, determinaban otras opciones y desencadenaban una nueva serie de alternativas. El plano crecía y crecía sin pausa y los trazos se entrelazaban cual filigrana. Los seres angélicos se consultaban entre sí, comparaban su proyecto con otros planos que no le pertenecían y volvían al proyecto inacabable de Ariel.
Finalmente se lo entregaron.
-Ahora ve y vive. Nos volveremos a encontrar. Te estaremos esperando.
Despacio, muy despacio, tomó su plano, enorme, lo enrolló cuidadosamente y se retiró por la misma puerta por la que había ingresado mientras sus manos iban quedando vacías y su memoria también. |