Incertidumbre y miedos en mundos opuestos 
María Cristina Berçaitz

En la vida el espacio que nos rodea rige, como ley de acero, la manera en la que habrán de desarrollarse nuestros días. Pero no sólo es el espacio, sino también las condiciones que nos ha impuesto el destino.

Lunes 24 de agosto, 8:30:

-María Angélica, despierta, tienes una carta para ti. -  dijo Ofelia diligente mientras le acercaba una taza de té.

-Gracias. Déjala sobre la bandeja de plata y llévame el té a la mesa. Desayunaré más tarde.

Justa Ofelia dejó la carta en el lugar indicado: sobre la inexistente bandeja de plata, vendida tres años atrás, para afrontar gastos impostergables.

-¿Cuántas cartas tenemos sobre la bandeja? – preguntó más tarde María Angélica.

-Varias.

-Bien, esta tarde las recorreremos.

Lunes 24 de agosto, 17:30

-¿Quieres otra taza de té?

-No, alcánzame las cartas. No es necesario que traigas la bandeja.

-Que suerte que tú te las ingenias. Yo no sabría qué hacer.

-No te preocupes. Si yo no estuviera aprenderías a hacerlo. A ver: Segba: nos dan diez días de plazo para cortar la luz. Se cumplen mañana. Expensas. Sin novedad, es un nuevo telegrama del abogado, nos han mandado a legales hace dos meses. Gas del Estado...

-¿Sí?

-Gas del Estado...  es la carta de hoy, último aviso, cuarenta y ocho horas...

-Oh...

Martes 25. 10:00

-¿Hubo suerte?

-Sí. Van a mantener el gas hasta la semana próxima. Prometí pagarles el viernes a más tardar.

-Si tuviéramos las pulseras de oro de mamá...

-Ofelia, ¿cuánto hace que las vendimos?

-Si tan sólo nuestro hermano viviera...

-Diez años hace de su muerte. Ya me acostumbré a su ausencia.

Martes 25. 20:30

-Apúrate, María Angélica, nos queda poco pabilo para terminar la higiene.

-¡Ya va! Ni en el baño puedo estar tranquila.

-Qué pena lo de la luz ¿verdad?

-Qué pena lo de la vida

Miércoles 26. 20:30

-Justa Ofelia, tengo una gran idea.

-Cuéntame. Te escucho mientras coso el botón de mi camisa.

-¿Cómo puedes hacerlo sin luz?

-Total, ya casi no veo ni con anteojos. Pero dime ¿qué se te ha ocurrido?

-¿Cuánto dinero nos queda?

-¿Dinero? Apenas unas monedas. Podré comprar algo más de té... pero no sé cómo haremos la semana próxima para calentar el agua.

-¿Podremos comprar vino? Aunque sea una botella pequeña, aunque el vino no sea tan bueno como el que acostumbrábamos beber de jóvenes.

-Tengo una botella guardada para una gran ocasión. Es de las que fraccionaba papá. Te la oculté, pero acá está – y Ofelia sacó del fondo del ropero, oculta en una caja de zapatos, una botella de vino tinto.

-Bien. Entonces, con las monedas que nos quedan, podremos comprar paté y algo de pan para untarlo. Gastaremos hasta el último peso.

-Está bien. Recordaremos tiempos idos.

-Idos para siempre.

-¿Y cuándo será la fiesta?

-Mañana jueves a las 20:30, en el comedor, a la luz de las velas.

Jueves 27. 20:30

-Brindemos por el pasado – María Angélica elevó su copa.

-Y por lo que pudo haber sido el futuro.

-¿Recuerdas aquel joven estanciero, Esteban...?

-Sí. Me propuso matrimonio, pero sólo habló de sus campos y su ganado. En ningún momento me dijo que me amaba. Yo me sentí una vaca más.

-Claro, pero tú estabas enamorada del médico aquel, con el que te encontrabas a hurtadillas, y que terminó casándose con la enfermera.

-No me tortures. Tú también tuviste tu oportunidad.

-Sí, el dentista. Pero a mí no me atraía. Nunca encontré un hombre que realmente me gustara. Bueno, tengo que reconocer que no se me acercaron muchos. 

-Hubiera sido distinta nuestra historia de habernos casado como quería nuestro hermano.

-Para  él el destino de la mujer era el matrimonio.

-Quizá tenía razón.

-Quizá, de haberla tenido, hubiera sido distinto nuestro final, Ofelia.

-Es probable. Pero, por lo menos, conté siempre contigo. Confieso que no hemos sido unas hermanas muy afectuosas.

-Bueno, nuestra familia no lo fue tampoco. Mamá quería más a las plantas que a nosotras.

-No es cierto, lo que sucedía era que a las plantas las tocaba el jardinero y a nosotras las mucamas. Y mamá tocaba las flores al ordenarla en los centros de mesa.

-¿Recuerdas cuando nada nos faltaba?

-Sí.

-¿Cerraste bien las ventanas, Ofelia?

-Totalmente. No hay escape.

-Se están terminando las velas.

-Tengo miedo.

-Tómame la mano.

-Brindemos nuevamente. Me gusta tu vestido de encaje celeste.

-Es el mejor que tengo, y mi talle parece el mismo. En cambio el negro siempre te sentó bien por tu piel blanca. Estás hermosa.

-Lástima que falten las perlas.

-¡Olvídate de las perlas! Ahora brindemos. No quiero que quede una sola gota de vino. Del vino de papá y de nuestro pasado.

-María Angélica ¿sabes qué me causa gracia? 

-¿Qué?

-La cuenta de gas que va a llegar y que no pagaremos...

La Nación: Buenos Aires, sábado 29 de agosto de 1987. Noticias Policiales: MACABRO HALLAZGO. En la mañana de ayer, en el momento de efectuar la limpieza diaria, el encargado de un edificio de la zona de Belgrano, advirtió un penetrante olor a gas en el departamento de planta baja vecino  al suyo. Abrió con una llave de la unidad que tenía en su poder y encontró a las propietarias, señoritas  María Angélica B. (77 años) y Justa Ofelia B. (72 años) muertas en la pequeña morada de dos ambientes.

Clarín. Buenos Aires, lunes 5 de diciembre de 1994 Hallaron a dos hermanitos que se perdieron en la montaña: Salieron a buscar a sus padres que habían prometido regresar antes del anochecer. Lograron subsistir comiendo frutos silvestres y tomando agua de los charcos. Los encontraron  desnutridos y con los pies sangrantes luego de deambular 22 días. 

11 de noviembre:

-¿Y no viene la mami?

-No va a tardar.

-El sol ya se fue.

-Vení, por ahí se perdió con el papi, vamos a buscarlos.

-Pero hay niebla...

-No importa, vamos.

12 de noviembre

-Daniel, tengo hambre.

-Oí...  ruido de agua. Si hay agua hay plantas. Por ahí podemos comer algo.

-¿Cuándo encontramos a la mami?

-No sé. Yo la busqué pero...  no sé.

-Vuelve la noche y la niebla. Tengo miedo.

-Vení, metete entre mis brazos, como hacés con la mami. Yo te cuido.

Clarín. Buenos Aires,  martes 6 de diciembre de 1994. Búsqueda desesperada: A lomo de burro, un comerciante decidió desandar los 80 kilómetros que separan El Molulo de Tilcara para avisar a las autoridades la desaparición de los chicos Se montó un operativo policial, que incluyó a personal de Infantería, Caballería y Gendarmería. Un helicóptero rastreó a los chicos desde más allá de los picos jujeños...

15 de noviembre.

-Daniel, ya no quiero caminar más.

-Tenés que hacerlo. Yo solo no puedo llevarte.

-Me duelen los pies. Tengo mucho frío.

-Ya lo sé. Es el viento de la Puna que golpea.

-Cuesta avanzar, me tira al suelo.

-Vení, la mami está allá adelante.

Clarín. Buenos Aires,  miércoles 7 de diciembre de 1994. La historia de los hermanitos Quispe, perdidos en la Puna durante 22 días. Ramira (4 años) y Daniel (6 años) se recuperan en un hospital de San Salvador de Jujuy. Clarín  compartió con ellos el viaje de 15 horas entre precipicios de hasta 800 metros de profundidad. Se perdieron a causa de la niebla reinante cuando salieron a buscar a la mami, demorada con su esposo por el ataque de un gato montés que les había dispersado las pocas vacas que poseen.

Un agobiante viaje al cielo. ”La Puna es como una mujer infiel, hermosa, pero traicionera” Dijo un baquiano a Clarín en Tilcara. “El problema es que uno se enamora de ella pero nunca sabrá si ella se enamoró de uno” Cómo se vive en la Puna. El Molulo es un paraje ubicado en plena Puna, a más de 3.000 metros sobre el nivel del mar. Para llegar a él desde Tilcara hay que caminar 80 kilómetros entre senderos de tierra y piedra, bordear precipicios y atravesar cerros y valles. El único edificio de ladrillos es la escuelita. Lo demás: ranchitos de adobe y paja distribuidos por todo el cerro a 3 ó 4 kilómetros de distancia entre uno y otro. En uno de esos ranchitos viven los Quispe. Crían vacas y cabras para subsistir y plantan entre la piedra maíz y papa que milagrosamente crecen. A fin de año bajan a Tilcara para vender animales y conseguir algo de efectivo.

20 de noviembre:

-Ramira, llueve mucho, vamos a detenernos hasta que escampe.

-Quedémonos en esa casa.

-Llueve mucho, casi más adentro que afuera.

-Si, pero las paredes tapan el viento.

-Tenés razón. Quizá acá el puma no nos huela.

22 de noviembre:

-Daniel, la lluvia no para.

-Bueno, así no pasamos sed.

-¿Seguimos esperando que pare de llover?

-Sí. No podemos caminar contra la lluvia y el viento.

Buenos Aires, jueves 8 de diciembre de 1994. Clarin. Los hermanitos Quispe se salvaron después de estar perdidos en los montes de Jujuy. Cuando la esperanza se esfumaba el padre pedía: “Aunque sea, tráigannos la ropa, para la ceremonia del entierro de los angelitos”.

25  de noviembre:

-No puedo caminar más.

-Así nunca vamos a encontrar a los papis.

-Quiero agua, Daniel.

-Hace rato que dejó de llover. No tengo más agua.

-Fijáte. En algún charco.

-Bueno, pero vos acompañame

27 de noviembre:

-No quiero caminar más, tengo hambre y tengo sed.

-Esperame acá. Voy a ver si junto agua y algún fruto.

-Apurate que tengo miedo.

-Voy y vengo.

2 de diciembre:

-Por suerte conseguiste estas manzanas.

-Sí, comé, comé que hay muchas.

-No hay muchas, si yo como no van a alcanzar para vos.

-Prefiero que comás y no que llorés.

Buenos Aires, domingo 11 de diciembre de 1994. Clarín. De acuerdo a lo poco que contaron, los últimos días los pasaron refugiados en una construcción muy precaria. El temporal de lluvia que por esa semana mojó la Quebrada los obligó a detener la marcha rumbo al supuesto encuentro con la madre .Después de casi 20 días de búsqueda, los hallaron: ella estaba tendida en el suelo, con la cara sucia y el alma seca de lágrimas. Su hermano, a 50 metros de ahí cargaba, en un frasco, agua de un charquito y arrancaba frutos silvestres. Hoy se recuperan en un hospital de San Salvador de Jujuy. Hasta ahora no conocían otro lugar que la Puna.

Muchas veces quienes están colmado de bienes materiales ignoran cómo enfrentar los enigmas que la vida les plantea. Las señoritas, María Angélica y Justa Ofelia, no fueron preparadas para sobrevivir en la estrechez y por eso no pudieron subsistir cuando la adversidad las rodeó. La única salida para ellas: el suicidio.

Por otro lado, aquellos a quienes se los considera más ignorantes han heredado la sabiduría de la lucha por la subsistencia, lo que les permite desenvolverse en un medio hostil que para ellos no es tal pues han aprendido desde muy pequeños cómo escapar al puma, al hambre, a la sed...

Saben seguir el curso de las aguas del arroyo, elegir entre los frutos los que son comestibles... Los mitos y las tradiciones de sus mayores son enseñanzas para superar las circunstancias más adversas.

Caras de una misma moneda, situaciones vivenciales opuestas, espacios discímiles, alternativas que nos impone el destino. Sólo la decisión y la valentía para enfrentarlas nos permite salir victoriosos del desafío.

María Cristina Berçaitz 

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