En el restante tiempo terrenal

Por Carlos Germán Belli - (Argonauta) -144 páginas

¿Quién habla a través de la personalísima voz de Carlos Germán Belli, poeta nacido en Lima, en 1927? Para W. Nick Hill, profesor de Fairfield University, el hablante de los poemas de Belli sería todo lo contrario a un "pequeño dios", esa casi divina cualidad creadora que reclamaba a sus pares el chileno Vicente Huidobro. Por el contrario, señala, el personaje de Belli es heredero del Adán expulsado del Paraíso, en lucha constante por sobreponerse a la dominación de los poderes superiores del mundo. Alguien que, al final del recorrido, debe asumir que el ideal de la vida moderna, el "Hada Cibernética", tampoco sería una solución...
¡Oh Hada Cibernética! (1961) se tituló precisamente un poemario emblemático de este gran autor latinoamericano, recogido parcialmente en esta antología que él mismo compiló. La completan poemas de otros trece libros, entre ellos, Poemas (1958), Fuera (1960), El pie sobre el cuello (1964), El buen mudar (1987), En el restante tiempo terrenal (1988), Acción de gracias (1992), En las hospitalarias estrofas (2001) y La miscelánea íntima (2003). A ellos deben sumarse tres poemas inéditos, escritos en 2004.
Laten en Belli reminiscencias gongorinas, formas estróficas y giros del barroco, junto a arcaísmos hispanizantes e imágenes y obsesiones muy contemporáneas. Un prodigio verbal e imaginativo cruzado por los signos de nuestra época y por un humor con rasgos paródicos asimilado del surrealismo y el dadaísmo. Las recreaciones de lo mejor de la herencia clásica, como el español Medrano -poeta del siglo XVI-, Góngora, Petrarca y Paul Claudel, se unen a Breton, Darío u Oliverio Girondo. De la pluma de Belli fluyen baladas de aire medieval, canciones en estilo petrarquista, sextinas, villanelas... El poeta explicó en cierta ocasión: "Todo nace sobre una base muy visceral; no escribo desde un programa ni porque me gusten el manierismo o el neobarroco: eso me viene muy de adentro". También se confiesa deudor de autores argentinos tan disímiles como Enrique Molina y Ricardo Molinari. Porque, dice, "debemos saborear todos los platos".
La unión entre sonido y sentido adquiere en este poeta un nivel erótico-místico y una riqueza sintáctica que, en palabras del crítico Juan Miguel Oviedo, acaso "constituya el caso más desconcertante en la poesía peruana después de Vallejo". Están muy presentes el paisaje natal y el mundo familiar, como ese abuelo piamontés vitivinicultor o el padre farmacéutico, que lo hace evocar: "Yo nací en los altos de una botica..." El combate contra la disolución orgánica, las culpas por la humana imperfección, las angustias sociales y metafísicas, la identidad personal y las infinitas carencias de vivir en esta América convulsa son temas que dotan a cada poema de Belli de un aura tan clásica como actual. La muerte irrumpe, irrespetuosa: "La bocaza de lobo de la parca,/ de par en par abierta a cada rato,/ que hasta se engulle con voracidad/ como un huevo escalfado justamente/ todo el globo terráqueo apetitoso..."
Premio Nacional 1962 y Premio Eguren 2004, dos veces becado por la Fundación Guggenheim, Belli prologa con belleza su propia antología y la cierra con una confesada sed: "La sed de saber cómo alienta/ las ansias de vivir acá/ contra viento y marea firme...". Ansia de vivir y de escribir con y por la vida, sin desconocer la muerte, como lo dice en "Boda de la pluma y la letra": "En el gabinete del gran más allá,/ apenas llegado trazar de inmediato/ la elegante áurea letra codiciada...".

Jorge Ariel Madrazo
La Nación (Bs. As.), Argentina
30 de Abril de 2005 

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