Maratón de lectura
Raquel M. Barthe

Desde hace algún tiempo se han puesto de moda las "maratones de lectura" y aún no entiendo a quién y por qué se le ocurrió un título tan extraño para una actividad que, supuestamente, está destinada a incentivar la lectura para recuperar lectores o para que se formen nuevos lectores. ¿De dónde sale este nombre que tan poco tiene que ver con la lectura y con el placer de leer? Porque un maratón es una competencia de resistencia[1] donde prevalece el esfuerzo y no el placer y donde gana aquel que "hace más dentro de un tiempo muy prolongado y establecido de antemano". Entonces infiero que, enfocado a la lectura, quienes participan tendrán que leer la mayor cantidad de libros en el menor tiempo posible o leer y leer durante tiempos prolongados, hasta caer rendidos. En definitiva, una lectura veloz y apurada que no puede ser sino superficial y denotativa.

Sin embargo la lectura, esa que nos da placer, esa que realmente nos abre la mente y nos ayuda a pensar con mayor profundidad, esa que nos enriquece y nos permite crecer, esa que nos transforma en lectores críticos y competentes, es la que hacemos en soledad, en un ambiente tranquilo y acogedor, en medio del silencio y sin prisa, donde nos sentimos dueños del tiempo y con libertad para elegir el libro que queremos. Podemos leer despacio, saboreando cada palabra, con la posibilidad de leer y releer; volver atrás cada vez que queramos, ya sea buscando una comprensión más profunda o para disfrutar de un párrafo bien escrito.

Entonces la lectura adquiere otra dimensión y se puede hacer en distintos niveles; se lee entre líneas, lo que el texto no dice con palabras, pero que subyace escondido detrás de lo dicho y en los silencios. Es una lectura connotativa.

Pero como nunca había participado en una "Maratón de Lectura", me intrigaba mucho cómo eran realmente y si tenían algo que ver con la lectura que acabo de describir.

Y, finalmente, tuve la experiencia y descubrí que: el silencio típico que caracteriza una biblioteca no existía, como tampoco el ambiente tranquilo. Los desibeles de los parlantes aturdían y obnubilaban la mente, impidiendo pensar y tomar conciencia de lo que se estaba haciendo. En consecuencia, las actividades donde el diálogo era el actor principal, era imposible de sostener porque los interlocutores no podían escucharse entre ellos.

Todo el evento (y empleo este término porque la eventualidad[2] fue la característica principal) se desarrolló en un salón grande, muy bien decorado, donde se habían previsto diferentes rincones para las distintas actividades.

Los cuentos leídos o narrados en alguno de estos espacios, sufrían la interferencia de los anuncios generales que hacían los coordinadores y que amplificaban los parlantes a todo volumen. También ocurría que se superponían las voces del narrador con la del escritor que intentaba dialogar con sus lectores y así, de esta manera, talleres de escritura se mezclaban con la presentación de algún libro o la representación de una obrita de teatro.

No obstante, lo rescatable fue la presencia del libro porque los libros estuvieron presentes para que los chicos pudieran elegir con libertad y leer, aunque el ambiente no fuese propicio y se limitaran a hojearlos y ojearlos, más que a leerlos.

Fue una maratón sin ganadores o, mejor que eso, con premios para todos porque hubo un final con un libro de regalo para cada participante.

Quizá en la paz del hogar ese libro (no elegido por quién lo recibió) tenga la oportunidad de ser leído y no solo sirva de decoración en un estante de la biblioteca, pero, ¿cómo saberlo?

De todos modos, la maratón fue una fiesta que llevó mucho tiempo y esfuerzo de parte de sus organizadores y patrocinadores, auque los resultados sean inciertos.

Pero, a su término, llega el momento de la evaluación para tratar que esos resultados dejen de ser inciertos. Es importante para la continuidad del proyecto saber si vale la pena continuarlo el año próximo, conocer las fallas para subsanarlas y mejorar todo aquello que haya sido un éxito.

Entonces hay que comenzar por preguntarse: ¿Quién elaboró el proyecto? ¿Fue un trabajo de equipo entre todos los organizadores? ¿Fue el trabajo individual de uno solo al que se sumaron colaboradores? ¿Se alcanzaron los objetivos propuestos? ¿Cuáles fueron estos objetivos? Y, en todo caso, tratar de determinar las causas por las cuales no se lograron en su totalidad y elaborar nuevas estrategias para continuar trabajando.

Y, por supuesto, un proyecto de esta índole, requiere una determinación de los plazos (a corto, mediano y largo plazo) y no se termina cuando finaliza la maratón. Es un proceso que continúa año tras año y que requiere un trabajo previo y otro posterior.

Si el propósito de la maratón fue incentivar la lectura en niños y adultos, ¿cómo se evalúa si hay más o menos lectores que antes del maratón? Y, ¿qué clase de lectores se formaron? ¿Está contemplada esta evaluación? ¿O simplemente se mide de acuerdo a la cantidad de público que pasó por el lugar?

Además, creo que lo más importante para seguir adelante es determinar qué tipo de lectura es la que hay que incentivar y qué tipo de lectores se espera obtener. Y, ante todo, por qué es importante la lectura.

Mi experiencia de muchos años recorriendo ferias de libros (escolares o comunales), jornadas de lectura, maratones (o como la moda imponga los nombres que se les den), siempre llego a las mismas conclusiones: demasiado costo, tiempo y esfuerzo para pocos resultados y, en muchos casos, un hacer por el hacer mismo, pero donde falta fundamento teórico.

Es entonces cuando se me ocurre reflexionar y pensar qué hay detrás de todo esto.

Y vuelven a mi memoria una y otra vez las palabras de Claude Lévi-Strauss cuando dice:

“La aparición de la escritura (...) parece favorecer la explotación de los hombres antes que su iluminación (...). Si mi hipótesis es exacta, es necesario admitir que la función primaria de la comunicación escrita es la de facilitar el sometimiento. El empleo de la escritura con fines desinteresados en vista de obtener satisfacciones intelectuales y estéticas es un resultado secundario, aunque se reduzca muchas veces a un medio para reforzar, justificar o disimular al otro”. “Si la escritura no bastó para consolidar los conocimientos, era indispensable para afianzar las dominaciones [...]. La acción sistemática en apoyo de la instrucción obligatoria [...] va de la mano con la extensión del servicio militar y la proletarización. Así, la lucha contra el analfabetismo se confunde con el refuerzo del control de los ciudadanos desde el poder. Porque es necesario que todos sepan leer para que este último pueda decir: se supone que nadie desconoce la ley.” [3]

Siento que se aprovecharon de mi ingenuidad. Fui cómplice apoyando estos proyectos que, aparentando "luchar contra el analfabetismo", sólo sirven para reforzar desde el poder, el control de los ciudadanos. En una palabra, no contribuí a potenciar la capacidad lectora de niños y jóvenes, sino que colaboré a fomentar una educación para obedecer.

La difusión del placer de leer y que, a través de esta lectura, se formen lectores críticos y competentes fue solamente una parodia para justificar o disimular los verdaderos propósitos.

Entonces el nombre "maratón" tampoco es ingenuo, y elegido por moda, sino bien planeado porque remite e incita a la velocidad, al esfuerzo y a la competencia, que nada tienen que ver con la verdadera lectura.

Paradójicamente, en un suplemento del diario local se lee un fragmento del libro de Graciela Montes, La gran ocasión: la escuela como sociedad de lectura[4] que habla acerca de la "actitud del lector" y ciertamente leer este artículo resulta una paradoja porque dice:

"La del lector es una postura única, inconfundible, que supone cierto recogimiento y una toma de distancia, un "ponerse al margen" para, desde ahí, producir observación, conciencia, viaje, pregunta, sentido, crítica, pensamiento. Exactamente lo contrario del autómata. Lo contrario de quien funciona irreflexivamente, obedece consignas o reproduce a pie juntillas los modelos. El lector, digamos, desenchufa la máquina y se toma su tiempo para mirar y para pensar. Por propia decisión deja de dar por sentado lo que tiene ahí delante. Lo pone entre paréntesis. Adopta en cierta forma la posición de recién llegado, del extranjero... Eso que tiene ahí adelante -una escena, un paisaje, un discurso, un relato, un texto escrito...- deja de ser "natural" y toma la forma de un enigma Hay un momento de perplejidad, de sorpresa, de desconcierto... pero enseguida el lector acepta el reto. Explora, hurga, busca indicios, trabaja construyendo sentido... Los acertijos le gustan. Entra en el juego de buena gana, con ánimo curioso, tenaz, inconformista... Así es la actitud del lector. Y es una actitud digamos, fundante. Se puede tener un oficio u otro, moverse en éste o aquel círculo social, y funcionar -simplemente- durante buena parte del día, pero basta que uno adopte la actitud del lector para que tenga lugar la mutación: uno deja de ser engranaje y se convierten en "el que lee".

Para los que estuvimos allí, en medio de esa contaminación auditiva y ambiente caótico, ¿podemos aceptar esa "actitud del lector".

Pero, además de mí, ¿alguien más reflexionó acerca de estos ocultos propósitos, este "borrar con el codo lo que se escribe con la mano"? Porque se podría pensar que todos los organizadores y participantes fueron cómplices. Pero es difícil de creerlo ya que, por ejemplo, uno de los patrocinadores fue un diario local. Y un periódico necesita lectores para vender su producto y, por lo tanto, no hubiese colaborado en una maratón de lectura que no acrecentará su clientela.

Debería finalizar este escrito con una conclusión, pero no la tengo; no tengo respuestas a tantos interrogantes. Siento defraudar a mis lectores que estarán esperando una respuesta a ese enigma que planteo.

Espero que cada uno logre encontrar alguna y que la comparta con El Mangrullo: mangrullo@sion.com

Raquel M. Barthe

Octubre de 2008

 

Referencias:

[1] maratón, según la Real Academia Española:

(De Maratón, gr. Μαραθν, lugar a 42 km de Atenas, distancia que recorrió un soldado griego, en el año 490 a. C., para comunicar la victoria sobre los persas).

1. m. En atletismo, carrera de resistencia en la que se recorre una distancia de 42 km y 195 m. U. t. c. f.

2. m. Competición de resistencia. Un maratón de baile. U. t. c. f.

3. m. Actividad larga e intensa que se desarrolla en una sola sesión o con un ritmo muy rápido. Maratón de cine. Estaba muy cansado después del maratón de entrevistas. U. t. c. f.

[2] eventualidad, según la Real Academia Española:

1. f. Cualidad de eventual.

2. f. Hecho o circunstancia de realización incierta o conjetural

[3] Tristes trópicos / C. Lévi-Strauss. -- Eudeba, 1969.

[4] MONTES. Graciela Silvia. La gran ocasión : la escuela como sociedad de lectura / Graciela S. Montes ; coordinador Gustavo Bombini ; ilustrador Saúl Oscar Rojas. -- Buenos Aires : Ministerio de Educación, 2005. -- 32 p. : il. ; 26 cm. -- (Colección Lectura). -- ISBN 978-950-00-0495-X.

Raquel M. Barthe

Octubre de 2008

Gentileza de "El Mangrullo" , Bs. As. Argentina

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