La farola encantada
Raquel M. Barthe
Ilustración: Pilar Ribas Maura
Cuento - 2ª Premio Raimundo Susaeta, 1987

¿Por qué quedó encantada precisamente aquella farola? Esa es una laaarga historia...

Resulta que la Convención Centenaria de Hadas estaba por realizarse en esos días y, como era habitual, todas las hadas del Universo decidieron ir.

¡Qué tránsito aéreo! El cielo se llenó de hadas que volaban desde aquí y allá...

Una de las hadas, cansada por la larga travesía, se sentó un rato sobre una farola que iluminaba una de las tantas avenidas de una de las tantas ciudades. En definitiva: una farola cualquiera.

Sin embargo este hecho sin importancia la convirtió de la noche a la mañana en una farola especial; muy especial.

Sucedió que el hada, algo descuidada, enganchó su vestido al reanudar el viaje y allí quedó prendido un trozo muy chiquito de tela, tan tenue y delicado, que era imposible verlo desde abajo.

Pero ese pedacito de vestido conservaba la magia y el encanto de su dueña y, aunque nadie lo viera, encantaba todo aquello que estaba a su alcance.

Y así, poco a poco, los vecinos comenzaron a notar los singulares efectos: ese perro callejero que era una verdadera ruina, había pasado la noche bajo la farola y por la mañana... ¡se había transformado en un hermoso animal! Alguien lo adoptó y lo llevó a su casa: su suerte había cambiado.

¿Y el borracho que noche tras noche se abrazaba a la columna de la farola para no caer? Ahora estaba totalmente curado y ya no bebía una sola gota de vino.

También las comadres del barrio comentaban el noviazgo de Angelita y Pedro, ¡qué felices eran! Y se habían conocido bajo la farola.
Eran tantas las historias que se contaban, que la gente empezó a llamarla: "la farola encantada".

Su fama se extendió y muchos fueron los desdichados que llegaron desde otros barrios y otras ciudades y... por último, de otros países.


Venían en busca de "buena suerte" y hacían largas colas de espera hasta que les llegaba el turno de detenerse, aunque fuese unos pocos segundos, bajo la Farola Encantada.

Esta situación provocó el orgullo de los ciudadanos, ¡era la única "farola encantada" en todo el mundo! Y lucía tan despintada la pobrecita...

Por fin se llegó a una conclusión: la declararían "Monumento Público".

Entonces el intendente mandó remodelar y pintar la farola para que luciese mejor. Pero tantos cuidados echaron todo a perder. Sí, alguien, cepillo en mano y limpia que te limpia, encaramado en el último escalón de la escalera, descubrió el pedacito de tela y sin saber de qué se trataba lo arrancó y lo tiró.

Muy pronto la farola quedó limpia, pulida y pintada. ¡Reluciente! Pero nuevamente convertida en una farola cualquiera, incapaz de encantar a alguien.

Ya no había sueños que se convirtieran en realidad ni deseos que se cumpliesen bajo la famosa Farola Encantada. Las Cenicientas de este mundo no se transformaban en princesas y los perros callejeros seguían tan pulguientos como siempre. Ni siquiera los zapallos se convertían en coches último modelo. ¡Nada!

La gente, desilusionada y con gran enojo, se iba entre lamentos y protestas. Así, la fama de la Farola Encantada se fue perdiendo... y la historia terminó.

¿Terminó? ¡Quién sabe! Algunos afirman haber visto una paloma, con un extraño trozo de tela en el pico, volar cerca de allí y construir su nido en el árbol más viejo del parque.

Lo más curioso es que desde entonces el árbol vive cubierto de flores y es el preferido de los chicos que juegan bajo su sombra.

Raquel M. Barthe - Ilustración: Pilar Ribas Maura

* En Caminantes : lecturas 4 / Proyecto, dirección y edición e.d.b. - Buenos Aires : e.d.b., 2000. - 104 p. : il. col ; 27 cm. - (Colección 2° ciclo E.G.B), -- ISBN 978-9252-92-6 - (p. 60-61).

Gentileza de "El Mangrullo" , Bs. As. Argentina

Ir a índice de América

Ir a índice de Barthe, Raquel

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio