“Yo era un gran árbol tropical”. Palabras acerca de la vida y obra de Carlos Pellicer, 
expresadas el 14 de febrero del 2008. Teatro “Marco Antonio Acosta”, 
durante la XXVI Jornada Cultural realizada en Cárdenas, Tabasco. México.

Víctor Manuel Barceló R.

Rememorar es volver a vivir. Eso intentaremos en nuestras referencias a uno de los poetas primordiales del México contemporáneo, con quien tuve el honor de compartir algunas tareas y a quien leo con frecuencia. Porque acercarse a Carlos Pellicer y Cámara es fortalecer el optimismo ante la existencia, en especial ante el futuro incierto de nuestro Tabasco, al que amó entrañablemente.

 

Intentemos precisar: poesía es mucho más que expresión literaria. Javier Sicilia conecta –a propósito de Don Carlos- poesía con religión: "En la poesía -dice- el mundo recupera su sacralidad y su infinito, y nuestra lengua su condición espiritual: el mundo y el hombre no son esto o aquello, sino el ser en su misteriosa trascendencia".

 

Para algunos críticos, la poesía mexicana se movió, a lo largo de dos tercios del siglo XX, entre el neoromanticismo, el surrealismo o el fondo pre-industrial. Fue tan fuerte el impacto de la Revolución Mexicana, que no pudieron pasar: el expresionismo abstracto, el pop art, el happening o performance y otros, sino muy avanzado el siglo. Llegaron acunados en mentes jóvenes, con un alto sentido del humor, frente al absurdo de tomarse demasiado en serio que cubrió, al menos, la mitad del siglo.

 

Su hoja de vida.

Algunos pasajes de su Hoja de Vida pueden ayudarnos a presentarle antes las nuevas generaciones, que le conocen de oídas, le leen muy poco –porque leen muy poco- y por ello, escasa oportunidad tienen de conocer una visión de la existencia humana, desde lo local, la de Don Carlos, con sus tintes regionales, “surestianos” diríamos, plenos de color, pasión e imágenes, junto a los impactos que su voz escrita recibió en Latinoamérica y otras latitudes del Planeta.

 

Orígenes.

Carlos Pellicer –Don Carlos como coloquialmente se le llamaba- nace el 16 de enero de 1897, en Villahermosa. Ciudad enclaustrada en una febril naturaleza, rodeada de agua: lagunas encantadas, cubiertas por la mañana de celestial penumbra; ríos que todos los días se transforman, que corren en meandros mágicos, anegan amplias zonas colindantes, recuperando sus espacios invadidos por la desvergüenza humana. Pantanos en que la vida vegetal y animal pululan, amenazados por la avaricia, pero aún bajo la custodia del lagarto mitológico, señor de su entorno, como el jaguar de la planicie. A ella cantó, en tono alto: “El agua está en mi tierra,/como el cielo, por todas partes/”.

 

En ese humedal prodigioso que impactó su existencia, el poeta realiza sus estudios iniciales y empieza, muy pronto, a mostrar el talento fértil, prolífico que le acompañó por siempre. Su obra recoge vivencias al ritmo de su impetuosidad, que solo entraba en calma, cuando había que plasmar en letras sus sentimientos. Estas se llenaban de “días azules ­­/con noches negras fascinadas/por los ritmos pentagonales/de las estrellas”; pero también eran “A veces una guitarra/que desgarra una canción española,/lamenta el silencio humano/y la quietud del océano/que no emerge ni una ola/”.

 

Pellicer y Tabasco.

Entre quienes le conocimos personalmente, o le leímos, como ocurre con muchos jóvenes apegados a la literatura -ellos mismos creadores- se habla con emoción de Don Carlos y su expresión poética. En esos medios, se cuentas anécdotas, sucedidos. Pellicer adquiere la representatividad de nuestras raíces, por las que luchó incansable, en aras del fortalecimiento de nuestra identidad. Con el tiempo, su figura se trastoca en mito y leyenda. Pero estamos escasos de su impulso febril, para aplicarlo al conocimiento de su creación. Esos hechos, que identifican al poeta y los cenáculos de la literatura, deben romper barreras y, junto a otros literatos, llevarle al pueblo para que le cante en las casas de la cultura, en la radio, en los kioscos, en las escuelas. Pocos expresan su amor a la tierra, como él lo hace en su poema a los 75 años de existencia del Instituto Juárez: “Amigos: mis palabras ya están de despedida./Yo soy bien poca cosa, más Tabasco es mi vida”/.

 

Para él Tabasco era el agua primigenia que le vio nacer y transformarse, no solo en un gran literato, sino principalmente en un hombre de bien. Transcurrió su existencia: apasionado de los procesos sociales; maestro de la juventud de Latinoamérica; defensor y promotor de las culturas prehispánicas; rescatista de sus vestigios monumentales y curador de su herencia ancestral. Fue también, un enamorado del amor y de la vida. Su religiosidad le acompañó toda la existencia y se manifestó en su    prolífica obra. Como político, luchó incansable contra el imperio, e irradió su fortaleza, en la poesía.

 

Sus tareas de formación.

Pero sigamos, en una cronología sui géneris, su proceso vital. Este fue largo, para la generación en que se desarrollo (Villahermosa, 1897-México, DF. 1977) pero muy corto: para los sueños que aún no logró; para las letras nacionales, a las que consagró lo mejor de su producción poética y que aún esperaban más de su creatividad. Realizó sus estudios básicos –hasta la preparatoria- en la Ciudad de México. Allí conoce y se convierte en pupilo de José Vasconcelos, exponente de la Revolución Mexicana, perteneciente a una generación anterior a la suya.

 

Como agregado universitario del gobierno de Venustiano Carranza, en Colombia -1918- continúa la preparación que le daría la perspectiva de ser uno de los grandes de Latinoamérica. En esa oportunidad, pasa el poeta, entre Colombia y Venezuela, 23 meses, en que se recrudece su amor de adolescente, a Esperanza Nieto –a que nos referiremos más tarde- como se aprecia en la correspondencia epistolar de Pellicer a su amigo y confidente, José Gorostiza, nacido en Tabasco; otra de las glorias nacionales de la poesía. En uno de sus Nocturnos –de amor- culmina su alegato así: “pero hoy que hace cuatro años que no miro tus ojos,/!quisiera ver tus ojos a la puesta de sol,/quisiera ver tus labios a la luz de esta luna/y ver tu cabellera en mi selva de amor/”. 

 

Vasconcelos y Pellicer.

Acompaña, en su juventud, a José Vasconcelos en su vuelta cultural que inicia por Sudamérica. Visitan Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú. También recorren estados de la Unión Americana y varios países de Europa. En cada sitio Pellicer se relaciona con escritores y poetas, de generaciones anteriores a la suya, pero también con quienes, como él, inician el crecimiento de su vena literaria. Allí conoce tendencias literarias y poéticas. Lee y degusta a españoles como José Ortega y Gasset y Antonio Machado, cuya obra prueba la estrecha relación entre acontecimientos históricos y fenómenos literarios.  

 

Al primero, en sus “Meditaciones del Quijote” (1914) libro precursor de la filosofía que llenaría buena parte del siglo XX, sobre todo en años previos y posteriores a la 2ª Guerra Mundial. Ortega desarrolla su alegato con la idea de vida, como inquietud, preocupación, inseguridad, antecediendo a Heidegger, por ejemplo. Allí Pellicer se acercó, sin duda, al existencialismo, llevado a intuiciones poéticas en Machado, con el manejo magistral de la angustia –“en una tarde cenicienta y mustia”- que le presenta, no como hecho psíquico, si como nota existencial, al decir de Guillermo de Torre. Por territorios de la filosofía –en compañía de Vasconcelos- y de la poética, por “motu propio”, seguramente se movió Don Carlos. Reconoce su amplio andar por el Planeta en “Canto por un recuerdo griego” cuando afirma: “Yo soy un hombre de Tabasco/que ha visitado/los sepulcros andantes de la historia/.  

 

El impacto magisterial de Vasconcelos fue total en el poeta. No le importó que su maestro y amigo terminara transformado en otra persona, de aquella que creo las bases educativas del México Moderno y le impulsó al crecimiento, que logró décadas después. El “Ulises Criollo” de Vasconcelos y su pasión por la unidad latinoamericana, tienen fuerte impacto en la juventud de la región, y de sus acompañantes, que le escuchan con pasión. Otro Vasconcelos será el de la “Breve Historia de México” que muchos aseguran, con sorna mal encubierta, que no es breve, ni historia, mucho menos de México.

 

A su muerte, el poeta crea su “Elegía apasionada” –uno de sus poemas más profundos- en que, entre otras cosas canta: “Entre lo vertical del mediodía,/soltando las palabras como astillas ardientes,/me dijeron:/Vasconcelos ha muerto./Y el sol, que era ya todo el cielo,/ me pareció una inmensa boca enmudecida/en cuya soledad las palabras/sin saber por donde, se perdieron./…Yo estuve cerca de ese hombre/en la tierra y en el aire, en el fuego y en el agua,/yo presencié la grandeza y la miseria de sus elementos;/ la fragilidad de su cuerpo/ y la solidez de su alma./En la historia de nuestra América/fue, durante un largo instante,/la estrella de la mañana/. Con certeza se afirma que el magisterio de Vasconcelos fue como lo relata Pellicer: “En    tal parte Vasconcelos me dijo…/así podría yo organizar, toda una asamblea de páginas/ en que la amistad y la sabiduría/toda su pedrería fastuosamente engarzaran”./

 

Viajero apasionado y creador.

El mismo decía que no había día en que no escribiera. Su pasión por la poesía, le hizo fervoroso creador que afirmaba: “Mi baúl está lleno de huellas­­/de Nueva York/de Colombia y de Venezuela”./ y continúa: “Dulce melancolía/de viajar./Para rematar considerando que: “En las travesías/la luna exagera/mi melancolía”./ Era apasionado viajero, pero ello no le restaba fuerza a su melancólica nostalgia por la tierra, su tierra, por la que se especializó en Museografía, creando siete museos en el país; entregando dos a Tabasco, extraordinarios. Uno de ellos, es gran atractivo para visitantes, nacionales o extranjeros, que en pleno corazón  de Villahermosa, pueden seguir, literalmente, las huellas del maestro y adentrarse en la cultura Olmeca. Éste, como Parque Museo de la Venta fue inaugurado en 1958.

 

El otro, con acopio importante de vestigios arqueológicos, sufre del abandono oficial y muchas de sus piezas formidables se afectan, cada vez que las crecidas del río abrazan al edificio y mutilan a sus huéspedes inmortales. Creó también, la Casa-Museo Frida Kalho en Coyoacán, DF. inaugurada en 1964 y el Anahuacalli de arte prehispánico –en el mismo año- interesante edificio en piedra de lava, enriquecido con amplia colección multicultural, que donó al pueblo de México, una de las glorias nacionales en la pintura: Diego Rivera.

 

Maestro ejemplar.

Ejerció el magisterio, no solo con pupilos que le seguían como profesor ejemplar, sino en dos recintos escolares: la Escuela Secundaria No. 4, de la Ciudad de México, en que enseñó literatura e historia –dos de sus grandes pasiones- dejando semillas de interés por la poesía, que impactó a no pocos adolescentes. Ostentó la cátedra de poesía moderna, en la Facultad de Filosofía y Letras, de la Universidad Nacional Autónoma de México. Su paso por esas aulas, se recuerda con cariño, ante la vocación de maestro que le acompañó de por vida; y admiración por sus posiciones, en defensa de la soberanía nacional sobre los recursos naturales y precursor en la defensa del medio ambiente, al oponerse a diversas actitudes en contra del hábitat de su trópico amado. Muchos de sus seguidores, directos e indirectos, continúan leyéndole, abrevando de esa fuente de poesía: contagiada de sol, “Yo era un gran árbol tropical”; húmeda, multicolor, transparente, como su “Nocturno” “Dame a beber del agua sustanciosa/que en cada sorbo tiene de la rosa/y de la estrella aroma y alhajero”/.

 

Con los Contemporáneos.

En todas las épocas, los poetas integran cofradías, son parte de grupos que pretenden una juventud eterna, producto de la creación, despues de ese esfuerzo milagroso, del impacto venturoso y el testimonio, logrado en el poema, que por lo general desnuda el alma. Pellicer no solo se incorpora a lo existencial, sino que integra con otros –Jorge Cuesta, Salvador Novo, Jaime Torres Bodet- ya en su madurez poética, al grupo “Contemporáneos”, cuya revista del mismo nombre, adquirió un gran prestigio, marcando época en la literatura hispanoamericana.

 

En 1953, Don Carlos es elegido miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y para 1964 se le concede el Premio Nacional de Literatura. En ese mismo año es nombrado, en Roma, presidente del Consejo Latinoamericano de Escritores. Esta faceta político-literaria le acerca al Senado de la República, del que es uno de sus más lúcidos miembros, hasta su muerte, acaecida poco después de ser asaltada su casa en la Ciudad de México y despojado de muchas obras de arte, que atesoraba y después entregaba a los museos de su creación.   

 

Poeta de América.

Juntos, el entrañable amor a Tabasco –incluido su desafortunado enamoramiento de Esperanza Nieto, en su prolífera adolescencia poética- y sus largas permanencias en Argentina, Brasil, Colombia, Venezuela, Chile, Cuba, le dan mayor vigencia universal. Pellicer es conocido como el “Poeta de América”, honorífico título ganado en su periplo intenso y continuo por el sur del Continente: estudiando, conversando, interesándose en sus procesos, escribiendo –sobre todo escribiendo- dando charlas sobre su país, al que tanto amó. Ahora debiéramos interesarnos en refrescar su presencia poética y de gran hacedor, en la memoria popular, según comentamos.

 

El amor y Pellicer.

“Yo fui un amante heroico” afirma el maestro y prosigue: “El amor fue para mi siempre una pena dulce y un noble silencio. ¿Hallé alguna vez reciprocidad?. Sí, una vez sola…con el mar de por medio…cuando nos despedimos para siempre”. ¿Se refiere a Esperanza Nieto?. Más adelante, en la misma nota escrita el 23 de octubre de 1927, afirma:”Mi pasión por Esperanza fue inmensa. Fue la novia ideal y di una prueba de lealtad apenas concebible. Fueron 7 años de una poesía infinita –Pellicer adolescente-joven le compone más de cien poemas, que recoge L. M. Schneider en “Versos a Esperanza”, Edición y estudio preliminar- libro que vale la pena leer, para los interesados en la poesía; también para quienes andan en busca de recovecos y lances, que se conocen en mitos y leyendas, pero que no pueden precisarse sino por los actores, en sus confesiones íntimas.  

 

Volviendo a la nota del poeta: “No: fueron 8 años. -se corrige- Las seis semanas que pasé en Tabasco, hace 6 años, cuando fui a visitarla como novio oficial, contienen los días más bellos de mi vida” confirma y dice más adelante: “Yo la adoré como no he adorado a nadie”. Y confiesa: “Por mis amigos he sentido amor no adoración. Esperanza fue para mi un culto, algo muy superior al amor, tan grande, que aún hoy dura, en un horizonte lejano enriquecido de recuerdos”. Sus poemas a esta “niña de sus ojos” -literalmente niña porque en 1914 contaba con 12 años de edad y el poeta con 16- son lirismo y deslumbramiento arrebatado. Son lirismo y dolor de lejanía, de pérdida, de búsqueda y consolidación de su erotismo.

 

Su primer poema para ella, escrito en 1914 es su “Madrigal Extasiado”:

                 

Y le rogué a sus ojos, pero en vano

lancé de nuevo otra saeta,

no hizo blanco

y el carcaj me quedó sin una flecha.

La seguí contemplando largamente.

Entonces alzó la frente cruel

y triunfalmente,

tiró una flecha hacia el celeste punto.

El conjunto

      fue ideal.

      Y el gladiador vencido

rodó en el suelo con su lanza herido.

 

Lo mejor será la lectura plena del interesante trabajo realizado por Schneider –uno de los más conocedores de la obra del maestro- recogido en el libro indicado, cuya edición fue realizada en 1998 por el Instituto Mexiquense de Cultura, como homenaje al poeta, dentro del Centenario de su nacimiento. Este acontecimiento, fue motivo de diversas formas de expresarle respeto, a su figura nacionalista, antiimperialista, y admiración por su obra, en eventos ocurridos en todos los rincones del país. En Tabasco, su tierra natal, declaramos “Año del Centenario de Carlos Pellicer Cámara” a 1997. Otros eventos le recordaron por “su” Latinoamérica, que tanto amo.

 

Pero el amor en Pellicer se expresa también, de otras maneras. Ya González Pagés, acucioso como es, anota que la palabra corazón es la más frecuente en la obra de Don Carlos. Acotemos que Tabasco, del que tuvo que estar ausente hasta 1943, por los acontecimientos graves que en la política del estado acaecieron, le inyectó nuevamente sus esencias al retorno. En ese año el maestro y gobernador Carlos Santamaría le invita y aquí explaya su amor a la tierra que le vió nacer. Se ocupa de sus hazañas educativas, como el Instituto Juárez.    Escribe y canta a sus ríos, sus lagunas, su luminosidad sin par, su sol, ese sol que le hizo rimar cantos y del que se define “ayudante de campo”, como la actividad más íntima, amorosa y pura de su existencia. Por ello seduce: “Todo lo que yo toque/se llenará de sol”.  

 

Siempre hay que terminar.

Cuanto más habría que considerar respecto a la vida y obra de Pellicer: poeta del trópico para el Planeta; colector de los ritmos del agua; hijo predilecto de la selva y ayudante de campo del sol, al que desconcentra más allá del arco iris. Al poeta hay que leerle a pleno en recintos cerrados, apurarle en emociones íntimas y la sensualidad. Escucharle y promocionarle en las escuelas. Su poesía y ejemplo vital, recupera valores perdidos, no solo por considerarle uno de los espíritus más religiosos de la poesía mexicana, sino por su formación y reflejos de lo mejor de Tabasco y del Planeta.

 

Que en el deleite de la poesía y la difusión de su obra extraordinaria, para el rescate y conocimiento de la cultura prehispánica, basemos la reivindicación de nuestros valores, el fortalecimiento de nuestra identidad, como tabasqueños y mexicanos. Que vuelva –como lo hicimos en el festejo del Centenario de su nacimiento –en 1997- a escucharse su voz y su poesía: en kioscos de nuestros pueblos, en estaciones de radio del estado, en televisión y en escuelas. Que los maestros se apoyen en su vida, para recuperar la energía –que el usó al extremo- e infundir alegría, fortaleza y valores, en la niñez y juventud de nuestro estado. Recordemos la rotunda frase del defensor ardiente del nacionalismo y la cultura autóctona: “Los europeos no nos trajeron la cultura…nos trajeron su cultura”. La síntesis de las dos es hoy, la puerta al fortalecimiento de nuestra nacionalidad.

 

Sus libros más destacados:

Colores en el mar y otros poemas (1921)

Piedra de sacrificios (1924)

Camino (1929)

Hora y veinte (1937 )

Hora de junio (1937)

Ara virginum (1940)

Recinto y otras imágenes (1941)

Exágonos (1941)

Subordinaciones (1948)

Sonetos (1950)

Sonetos Postreros (1952)

Práctica de vuelo (1956)

Con palabras y fuego 
(1963)

Obras, poesía (1981)

Escribir en llamas (1997) Año de Carlos Pellicer (Decreto del gobierno)

Tabasco en Llamas (Pequeña Antología) (1997)

Versos a Esperanza. (Edición y Estudio) (1998)

Tabasco en la poesía de Carlos Pellicer (1998)

En Material poético (1918-61) apareció recogida mucha de su obra, así como en su Antología (1969).

Víctor Manuel Barceló R.

“Yo era un gran árbol tropical”. Palabras acerca de la vida y obra de Carlos Pellicer, 
expresadas el 14 de febrero del 2008. Teatro “Marco Antonio Acosta”, 
durante la XXVI Jornada Cultural realizada en Cárdenas, Tabasco. México.

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