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Juárez
(Canto colectivo a una voz)
Poemario de Víctor Manuel Barceló R.
v_barcelo@hotmail.com

 

                           -I-

Alboreaba el siglo libertario:
Juárez,
cuando tus párpados se abrieron a la luz primera,
llenándose de cantos, de sones y tristezas;
y tu cuerpo de barro y agua y sierra,
adquiría telúrica presencia,
-signo de la herencia autóctona
de quienes labraron con piedra de milagros
de Mitla y Monte Albán,-
en la construcción definitiva de la Patria.

Doce años se recreó en tu garganta
el sonido suave y cadencioso de la lengua pura,
zapoteca de 1806, de 1818 cuando bajaste al llano,
Oaxaca,
de 1872 en que la historia eternizó tu nombre
del 57, del 58 ó 65 en tu peregrinar sin tacha;
zapoteca de México, de tu Patria grande
forjada al paso del esfuerzo:
-noble, insoslayable, terrible-
destructor de quien no tenga tu entereza,
tu decisión invariable,
tu amor a la libertad y a la ley,
con cuyas fuerzas, convertidas en salmos,
te saludo.

                         -II-

Acercarse a tu figura
Juárez
no necesariamente entraña la vocación del panegírico, 
ni la dudosa felicidad de la elocuencia.

ni la dudosa felicidad de la elocuencia.

Es difícil agregan un elogio no dicho
o señalar un dato desconocido.

Sólo es posible,
-en el techo de la memoria y de los sueños,
más allá del pensar o del sentir-,
incrustante en nuestra mente,
y actuar como tú...
contigo,
en la respuesta
para el momento presente.

Tus huellas aún sangran,
crecen como telúrica herida,
testimonio de tu hora propicia
en los atardeceres de la Patria lastimada.

                       -III-

Supiste, ser realista.
Tus metas, -lejanas y bellas,
eran lejanas pero no imposibles;
jamás quedaron en la duda tus certezas.

El poder de tu convicción:
"La democracia es el destino de la humanidad
futura;
la libertad su indestructible arma,
la perfección posible, el fin donde se dirige".

Creaste,
de tu experiencia diaria, del dolor constante,
de la sangre vertida,
de la muerte y de la vida;
un concepto claro del enemigo común,
de sus hechos a vencer, de la adversidad destruible:
el oscurantismo, el privilegio, la corrupción,
la amenazante doctrina de dominación extranjera;
la miseria ¡Señor!,
la ignorancia provocada,
las injusticias con tu pueblo
sufridas en carne propia.

Le cubriste,
con el manto civilista de la Ley
para la Administración de sa Justicia:
suprimidora de fueros,
redentora de la grey presionada por los diezmos y primicias
del poder, omnímodo de la fuerza militar
sobre el pueblo civil..

Ni protestas airadas, ni pastorales anatematizantes,
detuvieron tu decisión:
"redoblad vuestros esfuerzos
a fin de poner término a la anarquía".

                        -IV-

Llegaste
cuando aún vivíamos en la noche sepulcral de la colonia,
sin virreyes, sin decisiones foráneas,
pero hundidos en sus formas, en sus garras.

Llegaste, cuando América,
-la América india de tus cantos de libertad y
de templanza
vivía subrepticiamente entre el sol y la tierra,
etérea,
con sus sueños soterrados,
escondida en los resquicios de una cultura sobre otra,
yuxtapuesta;
cuando apenas si se contaba:
con la fé de unos cuantos,
y la sangre de muchos,
ahogados, maldecidos por su atreverse a la liberación,
al enfrentamiento de la ignominia.

Cuando el infinito estaba cerca
y su afán cercenaba nuestras mentes,
nacías de la más antigua y pura simiente,
cobijadora de los trece dioses zapotecas,
encubridora de nuestros Libertarios,
y de pueblos puros.
                            Viniste..........

Viniste,
para reconquistar la Patria,
para arrebatarla al invasor apoyado
en la traición y en la infamia
de mexicanos, que en su esencia,
en su sentir nativo,
en su canto brotado de mil ecos
por trescientos años de barbarie,
no supieron... no quisieron encontrar la ruta
para evitar la bota de la Europa en expansión,
con su secuela de dolor, y de sangre.

Viniste,
como la aurora;
anunciadora de nuevas formas y nuevos hechos;
Cuatro años antes
de la explosión definitiva por la libertad primera,
si,
cuatro antes de Hidalgo y su grito libertario,
de que los conspiradores en la Argentina,
Nueva Granada y Centroamérica,
se hicieron presentes en la historia verdadera.

Aun mamaste leche impregnada de pólvora
comiste verdura como balas,
nadaste en aguas de gangrena.

                          -V-
En los años primarios de tu vida en formación:
el terciario Salanueva fue tu báculo,
de sus anaqueles de librero y encuadernador,
supiste tomar a Adams, a William Penn o Franklin;
tu mirada se concentró en Voltaire;
en Montesquieu, Rousseau y D'Alabert,
abrevaste tu manejo magistral de los conceptos,
certero entendimiento de la libertad,
del bien y la belleza,
sólo en la asimilación cuidadosa:
en la Enciclopedia,
de tos eternos clásicos del occidente,
de tu espíritu zapoteca,
del Popol Voc de nuestros viejos y supremos mayas,
de toltecas, tarascos y mixtecas.

Por eso,
al evolucionar tu mente,
al acercarte más a tu camino definitivo,
supiste,
-con la claridad del maestro
la seguridad del profeta,-
llegar a las realidades de tu pueblo;
desbrozar los oropeles tu lenguaje, para llegar
a tu pueblo;
expresarte con la geografía de la Patria,
en frases simples y completas
que entienden todos, porque son de todos.

No fue pretexto la grandilocuencia imperante,
la oratoria que llora y ara del momento;
tu pluma y tu palabra fueron ligeras, precisas,
con sencillez de hombre nativo,
con voluntad y pensamiento de gigante.

                        -VI-

Recordemos a tu lado, Juárez,
que tu pueble inerme,
te vio allá, aquí, allí,
en cualquier y en todo lado,
como en el rincón del Valle
adonde brota el tronco de mi sangre india,
entre portales y pontones y una pila bautismal,
-en Etla, Villa, Ciudad de mis mayores-;
servirle en el trabajo sacro por tus indios;
ser lanzado al destierro
por la tropa aunada,
-cobarde y triste-.
formada con tu pueblo, a tu pueblo opuesta;
llevarte a la ruta de tu suerte echada.

Felonía de entregador de pueblos
de vende patrias: Santa Ana; de cobarde: Santa Ana;
del defensor de su pellejo: Santa Anna,
y de su pobre nombre: Santa Anna,
que suena a bala de fusil excrementada,
a escarnio, a historia interrumpida,
a violación, muerte, abyección.

                                    Por su ....

Por su venganza torpe, iniciaste tu peregrinar,
tu lucha sin cuartel
y sin respiro;
-atolondrado, iluso-
no sabía de tu temple, y de tu casta
que ni San Juan de Ulúa, con sus mazmorras,
podría calmar el ansia de tu sangre.

Dolía tanto al busca títulos tu hombría
que no pudo tenerte más entre sus manos,
escurriéndote en lealtad al pueblo difamado,
y te lanzó al destierro de la patria augusta
que esperó, paciente, tu regreso y triunfo.

En la Habana, -tierra pródiga de amistad-
en Nueva Orleans, -refugio de hombres libres-,
abrevaste sol,
cultivaste, amigos y soldados de tu causa,
que era la del pueblo en que naciste,
y al que con tu ejemplo diste: nacionalidad,
razón de ser y de existencia.

                          ---

Eras vanguardia de los progresistas,
cuando te uniste a la compañera de siempre,
Margarita del campo, del sufrimiento, y
de la gloria-;
madre abnegada,
leal,
con la entereza para resistir la lucha;
en paz interior,
al lado del proscrito de los prejuicios sociales
discreta consejera;
sostén espiritual sin manchas
primera Dama de la Nación en infortunio;
primera en la pasajera derrota,
en la triunfal etapa
de la resurrección republicana.

                          -VIII-

También a ti ¡Señor de la Ley!
te llovieron los epítetos de hereje,
de buscabullas, levantisco,
alebrestado;
cuando en tu fe de desheredado
opusiste tu valor, tu fuerza y tu coraje,
por tus hermanos,
presos en la herencia de una cultura demolida,
en la desgracia de ser indios, de ser pobres,
de ser hombres;
y tú también terminaste entre paredes,
coartada tu libertad externa;
intocada dentro de él
la libertad eterna,
la llama de verdad que fue tu escudo
frente al extranjero,
que dio vigor a tu honradez acrisolada,
freno a tu lengua,
armisticio de tus palabras;
que te acercó a tu pueblo, que le acercó a
tus hechos,
que creó a la raza mexicana.

                         -IX-

Sabías, Benito,
que la grandeza humana
no está en las formas exteriores,
sino en la solidez y en la coherencia del espíritu.
                                                  Tu sencillez..

Tu sencillez vital,
tu parquedad republicana,
-de levita negra y capa de ancho vuelo-,
sin arreos deslumbrantes,
sin entorchados cegadores,
son tu gigantesca base
el poder de tu conciencia,
de ser "un buen ciudadano",
desafiante de aquel edificio de perjuicios y
fanatismos;
capaz, ¡Señor de la Esperanza!
de olvidar conceptos falsos de la ley,
para preservar la Ley mayúscula de la libertad.

Espartano ante la muerte,
tus seres queridos perdidos
lastimaron hondamente tu corazón,
debilitándole;
pero tu respeto a la Ley, tu civismo ejemplar
no permitió el uso de fueros en tu provecho;
y tú, Señor Gobernador, fuiste el primero en exhumar
los restos del hijo más querido,
del sucesor definido de tus glorias,
en el panteón del pueblo y para el pueblo;
ahí, en Oaxaca,
custodias las reliquias intocadas
de la nación invadida del cuarenta y siete.

                               -X-

Tu religiosidad,
inspiración en Cristo
-acompañante en tu actuación terrestre,-
arma tu brazo;
empuñas el látigo justiciero y como Aquel,
arrojas a los mercaderes de tu pueblo,
convertido en templo de justicia y orden.

Pero el mal vuelve al poder -Santana 1853-;
y su venganza te deporta otra vez
al crisol de la libertad, junto a los grandes del XIX:
Melchor Ocampo, Ponciano Arriaga, José Ma. Mata,
Montenegro, Zepeda Peraza, José Inés Sandoval.

La nostalgia acentúa tu firmeza,
desarrolla tu calma y la paciencia,
mucha paciencia... nuca resignación, ni mas entrega
que tus ideales,
a la forja primera de las Leyes de Reforma.

                        -XI-

Nuevamente el Sur con sus chinacos
Plan de Ayutla,
encadenado
con nuestra prístina Revolución Libertaria del 81O y la Reforma:
en los esfuerzos posteriores de Nicolás Bravo,
-imposibilitado para el combate por la propia muerte en Juárez Álvarez,
-insurgente preclaro, "corazón sencillo y patriota", -eterno luchador sureño-,
viejo guerrero azteca, caballero águila de la patria en forja,
incorpóreo, insigne, "sin mancha ni doblez".

Con ellos, joven revolucionario,
actúas como Secretario de ese ejército de sueños,
en tu retorno humilde del destierro,
que calificas, vigorosamente,
de viaje a "México libre o a la eternidad".

Después el triunfo, el trabajo fecundo:
Ministro de Justicia y negocios Eclesiásticos de
Juan Álvarez,
sin transigencia ante las posturas de Confort el débil:
el soldado, caudillo del momento,

sin horizontes... sin futuro... torpe y sano.
Cuando las

Cuando las veleidades son gobierno nacional,
el retorno final a Oaxaca, al refugio inviolado del pueblo
para trocar,
con la taumaturgia de tus actos,
la calidad insultante del clero,
en beneficencia pública con sentido social.

Ahí,
multiplicas monedas de los arcones públicos,
con la vara única de la honradez
y la dedicación sin pausas al servicio popular.

Así, ¡Maestro de Generaciones!,
desde tu pequeña Patria inicias la ilustración
de los humildes. Les dedicas escuelas,
creas centros superiores para alumnos
sin recursos;
estudias... convives... conoces:
el potencial minero de tu tierra
en análisis generoso, increíble en ese momento;
mientras otros destruyen, venden, intrigan,
conspiran:
tú trazas y construyes caminos, levantas
edificios públicos,
moralizas la administración,
estableces la Guardia Nacional.

Ahí
esperando el momento de tu acción directa

                       -XII-

Guerra de los tres años, batalla, de los mil días;
entre las salvas de sus combates
se te fueron las horas y las nubes grises
de los caminos polvorientos,
que recorriste
con todos,
con los ojos de todos, para el bien de todos,
recuperando la sangre, la sangre de todos;
por todos venciendo... para todos.

En Guanajuato,
de la albóndiga de todas nuestras suertes,
inicias tu lucha benemérita por la legalidad,
ahí, -un 19 de enero de 1858-, honras la primera
batalla
de Hidalgo al Libertador,
enfrentando al usurpador de patrias,
al timorato, nativo y corifeo.

El esfuerzo constructivo del 57
es tu báculo,
las leyes, "Juárez y Lerdo", inquebrantables,
el de tu pueblo hacedor de milagros;
al lado del General Parrodi, Silverio Núñez,
con Gutiérrez Zamora,
y tantos que inauguran el círculo
de comprometidos con la legalidad o con la muerte

El peregrinaje sigue a Guadalajara;
estoicamente enfrentas la hora suprema
que no llega,
porque la vences en la palabra de Guillermo Prieto,
porque los "valientes no asesinan"
aun resuenan en nuestras mentes
y en nuestros corazones desesperados...
Los ecos de los vítores populares,
en plena acción guerrera, aun se oyen
al anunciar las Leyes de Reforma:

El cincuenta y nueve se inaugura
la nacionalización de los bienes del clero,
cuyos dineros corrían en apoyo de los enemigos
de la República;
se decreta la separación de la Iglesia, y del Estado;
espíritu y materia al fin controlados.

La espléndida epístola de Melchor Ocampo
sanciona el matrimonio civil;
se secularizan los cementerios
y se fija el calendario de las fiestas laicas
del pueblo.

La Intervención extraña, confusa y altanera,
quiso jugar con la futura Patria:
frente al invasor armado,
buscaban una paz efímera,
convenios imposibles, mezclas de principios;
se olvidaban la disyuntiva precisa:
el futuro o el pasado,
que agua y aceite no se mezclan.

Pero fuiste sereno, Juárez,
impertérrito contra todos
cuando fue necesario,
sin mas apoyo que la "Constitución del 57",
con las Leyes de Reforma como lanza,
a pesar de Mac Lane
exigiendo retazos de la Patria,
y de tratados reaccionarios en que Almonte
cubriría indemnizaciones,
sin obligación,
a una España receptora, sin justicia.

Pero al fin..

Pero al fin el triunfo primero llegó
-22 de diciembre de 1860 González 0rtega vence en
Calpulalpan-
Bastardos, apátridas de toda Laya, buscadores de la destrucción de la naciente
patria,
soñadores de repúblicas fantasmas, huyen,
mientras los Caballeros de la Guerra
bajo tu comando, a la velocidad del rayo
terminan Tres años fratricidas.

                                 -XIII-

Para ti Juárez
-representante de nuestro derecho-,
el poder tenía el limite de la justicia,
y ésta era imposible sin ética;
su expresión más alta era la Ley,
sagrada e intocable
aspiración de paz y felicidad colectivas,-

Sobre esa Ley descansa tu fe,
tu criterio de estadista razonado, sentimental,
elevado a la realidad total,
pleno de acciones prudentes y demoledoras,
capaces de levantar el sitial para la Patria unida.
Ante la angustia

Ante la angustia nacional
no tembló tu voz cuando ordenaste
suspender los pagos de la deuda externa.

Sabías de las presiones
que intentarían doblegarte

Pero la Patria estaba en medio,
y tu Gobierno la representaba
sin humillaciones ni docilidades,
dispuesto a todo;
apoyando a tus titanes de la lucha verbal:
a de la Puente, tu brillante Embajador,
a Zamacona y Manuel Doblado.

Enemigos de la Reforma, de la Patria naciente
de dentro y de fuera,
buscaron empañar tus actos de estadista,
doblegar la fuerza de tus guerreros,
de tus Cuitláhuac...
Tus Xicotencatl y Cuauhtémoc,
-nuestra prístina presencia cultural-;
de los Hidalgo, los Morelos y Gurrero,
-en la primera lucha libertaria-;
precursores de Zapata, el ideólogo de la tierra,
de Obregón y Villa.
-brazos armados, formidables, aspas demoledoras
en la Revolución social más grande de nuestra historia.

                       -XIV-

Tu acción vigorosa, definitiva,
-llave, de ajuste a las fuerzas progresistas de la
Nación,-
fue el pretexto,
de quienes no aceptaron la derrota armada
ni el reparto al pueblo de sus privilegios-,
para acudir a la usura internacional,
en el banquero Jecker, de triste recuerdo
y el reclamo-aunado-coaligado-
España-Francia-Inglaterra-,
soterrando la verdad tras la bajeza.

Pero los pueblos, comprendieron la calumnia,
ingleses y españoles hidalgos retornaron.

Las extraordinarias discusiones preliminares
de la Soledad,
acrecentaron el prestigio nacional
primer triunfo de la razón,
suave preludio
de lo que ocurriría en las batallas libradas
contra la usurpación napoleónica.

Diez años después,
en las Comunas de la Inmortal Francia, Jecker,
el contrabandista de la desvergüenza,
usurero,traficante de hondas y de pueblos,
paga en el paredón su ingerencia informe
en la guerra injusta contra México.

                        -XV-

Bajo el comando de tu firmeza
nuestro pueblo-ejército se batió en Puebla,
-5 de mayo de 1862- triste dato para el
invasor francés.-;
fatuidad...

Desplantes del coloso sin cabeza,
del Napoleón enano
de fuerza imperial y etérea,
estrellada en el vigor de Zaragoza,

-héroe grande y general sin mácula-;
de Díaz el soldado fiero;
de González Ortega, Negrete, Arteaga y Berrio-
zabal,
de 6000 famélicos reclutas,
conocedores de las espaldas
de los mejores soldados del mundo...

Del orgulloso Charles Ferdinand Latrille de
lorencez,
tragándose su pompa y su furor.

Las insolencias de los diplomáticos de corte,
la confección y oropelezca pose,
aprendieron de ti,
que nuestra tierra americana
no era pasto ni alimento de gendarmes

Pero la guerra es larga... es tremenda...

Ante la desbandada de tus leales,
de quienes sólo pensaban en su nombre,
-límpido como el que más, pero sin fe-
supiste convertir en victoria la caída,
y el triunfo la derrota armada.
Melchor Ocampo, Degollado,
el joven Leandro Valle,
con sus muertes dignas,
te ensombrecieron para siempre la mirada;
pero seguir adelante era tu sino
trocar la sangre en llamaradas
inundar el campo y la montaña
con otros hombres que suplieran:
a los muertos,
a los vivos sin fuerza y sin coraje;
integrarse unidos en tu mando:
"Generación de la Reforma", dignidad o muerte.

                       -XVI -

Con cuanta pena, ¡Señor de la Templanza!
viste languidecer a tus hermanos,
-brillantes en la idea, débiles en el sufrimiento-
mentes preclaras y serenas
que peregrinaron a tu lado;
sufriste a Fariseos que sonsacaron a tu pueblo
para lanzarte encima su ignominia.

Ante todos:
los que ayudaron en la creación de la patria,
los avergonzados en su torpeza,
el extranjero sagaz, crédulo o soberbio,
tu razón y tu fe se impusieron.

Separaste las fuerzas del espíritu y la tierra,
el derecho a creer en algo fue tu lema
mas sin derecho al menoscabo patrio.
Imparcial ante

Imparcial ante el clero te mostraste:
el sectarismo no rezó contigo,
lo superaste a costa de tu propia estirpe,
de tus hijos,
de tus hermanos de raza,
de la compañera de tus luchas o infortunios;
porque el respeto de político,
de hombre público sin mácula,
sin aparatos, sin guardias blancas, grises o
negras,
era tu ambición de ciudadano:
"la respetabilidad del gobernante
le viene de la ley...
... de su recto proceder".

Te lanzaron dentelladas miserables...
imposible era alcanzarte,
estabas más allá ...
en un mundo de privaciones y trabajos sin fin;
encarcelando a veces,
golpeado por el dolor de tu pueblo;
impulsado siempre
como el martillo al hierro candente
para adquirir temple.

La estirpe de Cuauhtémoc,
el estoicismo con que sufrió atrocidades
y muerte,
-en el principio de nuestra triste suerte,
-renació en tu carne.

                      -XVII -

Revolucionario consecuente;
a lomo de metralla elaboraste leyes
ante la intriga de los cobardes,
frente a la desolación de los débiles
a la irreflexión de los mezquinos.

Tu voz se hizo canto de justicia
administrada por todos los caminos;
por ese amor sin mácula,
sacrificaste títulos de oferta,
cadencia servil de los grupos en caída
que ofrecen todo para no dar nada
y sostener sus privilegios y torpezas.

Descerrajaste el portón del México moderno
Antes y después de ti, ¡Señor de la verdad!
de la Justicia,
del valor y la constancia.

Hechos, hechos, hechos,
gritas desde tu tumba tridimensionada,
desde la rotonda que crece con tu nombre,
desde la Sala que en el Palacio Nacional te dedicamos;
hechos, hechos, hechos
que llevan la verdad a tus oaxacos...
que les permiten vivir de sus esfuerzos,
de tus leyes, tu ilusión y tu muerte.

La sencillez de tu cuna,
-entre montañas y valles bravíos-,
se pinta en los "apuntes" a tus hijos,
que lo fueron muchos
a tus nietos que lo somos todos:
abuelo impertérrito, insobornable y bueno.

¡Señor de la Reforma!,
la envidia humana,
la tina de la historia patria,
de la historia americana y de la Tierra,
no podía estar ausente de tu vida clara
de tu imagen transparente... de tus actos.

También de ti, ¡Caballero de la acción!
¡de la inflexibilidad legal!,
También a ti ocurrieron las jaurías de lambiscones
arrinconados tras sus miasmas,
pletóricos de baba y ambiciones,
sin principios para tu doctrina:
que es ruta, es senda aún, de nuestras vidas.

                    -XVIII-

Todas la vidas, ¡Comandante del Tercer Mundo!,
tienen su final:
suave y sin tensiones, a veces
dolorido y tremendo otras.
                                       El tuyo...

 

Víctor Manuel Barceló R.
v_barcelo@hotmail.com

 

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