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Paso cebra
Jesús Baldovinos Romero

escritores_lc@hotmail.com

 
 
 

Esa tarde, desde el café de todos los días, te vi cruzar la calle. Piernas largas, bien o torneadas, pantalón de mezclilla como envoltorio de un regalo. Un muy buen regalo. Y tu cabellera, la tarde encendida en esa llamarada. En medio de ese fuego, peces, palabras, hojas de otoño, mares, nubes, poemas. Cruzas el paso cebra y el payaso de nariz roja y los otros, te miran cruzar, miran el vaivén de tus glúteos, y yo suspiro. Al vendedor de globos se le ha enredado un pensamiento triste entre tus corales y entre sus globos; el niño mira con detenimiento como las galletas, las lunetas, sus juguetes, la niña de su salón también se entreveran en esa llamarada que llevas sobre ti y topa, por momentos, con los del globero. Desde mi café te miro cruzar con donaire la avenida. Los demás llevan encima imágenes comunes: un kilo de huevo, una blusa rosa, los biberones y los pañales para el niño, el libro de química. Y ahí, a una cuadra, los pensamientos borrosos del borracho no le permiten ver el rojo. Eufórico cruza la vaya invisible del honor, de la ética, del respeto.

Sobre la calle, esparcidos, tus imágenes mi pelirroja de todos los días se revuelven con los del globero, con los del niño. Las sensuales imágenes de los mirones son borrados inmediatamente y ellos se disponen a marchar lo más pronto posible. Después de algunas horas, patrullas de adorno, ambulancias inútiles, hacen su macabro espectáculo. El MP dice, escribe, orden y todo queda igual sobre la avenida. Los autos siguen su curso regular. Las luces de la ciudad iluminan la avenida. Los pensamientos comunes vuelven a cruzar el paso cebra. Dinero, cheques, maletines, relojes, blusas, un kilo de frijol, libretas. Yo desde aquí, veo y tanta basura me marea. Nadie se ha dado cuenta que en la calle, con el viento de marzo, con la velocidad de los autos, los peces-las palabras- las hojas de otoño- los mares- las nubes- los poemas- un pensamiento triste- las galletas, las lunetas-los juguetes- la niña del salón- se arremolinan, giran, buscan, lloran, y se van desvaneciendo poco a poco en medio de la noche. Seguramente el diario de mañana no dirá nada de todas esas imágenes que se enredaron en ese paso cebra.

 

Jesús Baldovinos Romero
escritores_lc@hotmail.com

Sueño Colectivo

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