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Terminología colonial: Aduana
por Lohania Aruca Alonso
carua@cubarte.cult.cu

 

 

La etimología, u origen y sentido, de la palabra, también nos prueba la antigüedad de la función que ella nombra, en este caso, aduana: Del árabe hispánico addiwán, este del árabe clásico dīwān, y este del pelvi[1] dēwān, archivo.[2] Por otra parte, se hace visible la influencia cultural de la ocupación árabe en España (s. VIII-XV),  mucho antes de que la reina de Castilla accediese a las propuestas de Cristóbal Colón de viajar hacia el Oeste, y fueran “descubiertas”  y re denominadas las nuevas tierras “americanas”.

La aduana es la oficina, que incluye el archivo, reservada para el pago de determinados tributos a la Hacienda real.  Esta última tiene una historia larga y complicada, que responde a las contingencias del desarrollo interno y externo del régimen monárquico español (antiguo o moderno), en distintas épocas y gobiernos, cambios de denominación y de filosofía económica.


De manera que en este artículo solamente trataré: de algunos antecedentes imprescindibles de la historia hacendística de la Península; del surgimiento de la aduana colonial en la Isla de Cuba; del Puerto de La Habana y la relación que la fundación de la aduana tiene con la importancia del mismo; y de las construcciones que se efectuaron para alojar dicha función administrativa durante la época colonial.
Según expone resumidamente el siguiente texto:

El sistema tradicional de la Real Hacienda se articulaba en torno a una serie de organismos, independientes para las coronas de Castilla y Aragón. La primera contaba con el Consejo de Hacienda, creado en 1523 y reformado profundamente en 1658; la Contaduría Mayor de Cuentas, creada en 1476; y la Superintendencia General de Hacienda, creada en 1687. La Corona de Aragón contaba con las siguientes instituciones: el Baile General y el Maestre Racional de la Corte. En ambos casos y durante los siglos XVI y XVII existía una para cada uno de los reinos integrantes de la Corona aragonesa.

Como resultado de la Guerra de Sucesión Española las instituciones catalano-aragonesas fueron suprimidas entre 1707 y 1716, y sus competencias fueron absorbidas por las instituciones de corte castellano. Así, puede señalarse que las instituciones hacendísticas tradicionales que pervivían al iniciarse el siglo XVIII eran castellanas: Consejo, Contaduría y Superintendencia.

[…] En 1705 [gobierno de Felipe V, dinastía borbónica] se crearon dos Secretarías del Despacho Universal: una para los asuntos de Guerra y Hacienda y otra para el resto de los asuntos que concernían a la Monarquía. En 1714, se decidió ampliar las Secretarías a cinco: de Estado, de Asuntos Eclesiásticos, de Justicia y de Jurisdicción de los Consejos; de Guerra; de Indias; de Marina y de Hacienda. Las cuatro primeras tenían como titular a un Secretario de Estado y del Despacho, y la de Hacienda tenía como responsable al Intendente Universal de la Veeduría General (primigenia denominación del actual cargo de Ministro de Hacienda). Esta división duró poco tiempo, desapareció en 1716. A partir de ese momento, los negocios de Hacienda correrían unidos a los asuntos de Justicia e Indias.

Durante el reinado de Fernando VI se inició un largo proceso de recuperación de la administración directa de las principales rentas e impuestos, reconstituyéndose el patrimonio de la Hacienda pública. Esto implicó que en 1754 [gobierno de Carlos III] se crease, ya de manera definitiva, la Secretaría de Estado y del Despacho Universal de Hacienda como órgano encargado de la administración y control de las rentas de la Corona en la Península. La Hacienda de las posesiones ultramarinas era responsabilidad en ese momento de la Secretaría de Estado y del Despacho de Indias.

El Decreto de 1754 implicó la creación de una maquinaria burocrática fuerte. La Secretaría de Estado, como órgano director, coexistía con los organismos heredados de la monarquía austriaca. De todos ellos el que se perfilaba como el segundo en importancia era la Superintendencia General de la Real Hacienda, órgano del que dependía la Dirección de Rentas Generales ―que administraba las rentas más productivas de la Corona: los derechos de aduanas y los derivados de los Reales Estancos del Tabaco, de la Sal y del Plomo, entre otros―.

Los conflictos de competencia que pudieran suscitarse entre Secretaría de Estado y Superintendencia de Hacienda, se resolvían haciendo que el titular de ambos fuese una misma persona: el Secretario de Estado. No obstante, son órganos fuertes. Una buena prueba de ello es la construcción en las principales ciudades de la Corona de palacios destinados a albergar a sus empleados.

Este es el significado de la construcción de las Aduanas de Valencia (hoy Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana), de Barcelona, de Málaga y de Madrid, sede actual del Ministerio de Hacienda. Todos ellos son proyectos arquitectónicos de gran envergadura acometidos durante los reinados de Fernando VI, Carlos III y Carlos IV.[3]

No obstante, en la Isla de Cuba, el edificio de la primera aduana, en la Villa de San Cristóbal de la Habana, junto a las aguas del Puerto ―el único autorizado para el comercio legal y directo con España, a través de los puertos de Cádiz y Sevilla― “comenzó a gestionarse hacia 1569” (Weiss, La Arquitectura…, 1996, p. 66). Pero por falta de fondos para realizar su construcción, no fue hasta octubre de 1577 que el rey Felipe II (1556 y 1598), mandó que se construyera sin reparar en el costo.

En octubre del año siguiente [1578] el Gobernador y los oficiales reales ya habían llegado a un acuerdo sobre el lugar, a la entrada de la bahía, contiguo al muelle principal, donde el suelo de roca favorecía la cimentación. (Weiss, ídem.)

Los planos originales suponían un edificio importante para la Villa, de setenta pies de largo (fachada), dos plantas, en la baja se fabricaría un zaguán, un almacén amplio y una oficina, mientras que la alta serviría de vivienda para los oficiales reales.

La obra progresó lentamente a causa de su costo y del poco apoyo que recibió de los vecinos, los cuales al parecer estimaban que no se requería un edificio de tanta importancia, ya que en todo caso, la planta alta era innecesaria […] Pero ya en 1584 la aduana estaba terminada, según se desprende de la reunión del Cabildo del 22 de noviembre, en que se trata de que “la aduana real … está fabricada en parte donde no hay sitio para que los carros se puedan revolver”, pues delante de ella solo pasaba una callejuela […] (Weiss, ibíd., p. 67).

La localización aparece en el plano de la Ciudad de la Habana (1603) de Cristóbal de Roda (Archivo General de Indias), al inicio mismo de la calle de Obrapía (norte), casi sobre el borde de la bahía, muy próxima al centro gubernativo y militar (Plaza de Armas) y al muelle comercial de la Plaza de San Francisco.  Es decir, que el de la aduana fue uno de los edificios para uso público más antiguos de La Habana, contemporáneo con sus primeras construcciones militares: los castillos de la Real Fuerza, los Tres Reyes Magos del Morro y San Salvador de la Punta.  

El valor estratégico del puerto de La Habana y de la villa, estaba claramente definido desde el siglo XVI, antes de que le fuera otorgado el título de ciudad por Felipe II (1592), o fuese designada como la capital de la colonia (1607). Recordemos que la reunión y el tránsito de las flotas del oro y la plata por este Puerto, en su viaje de retorno hacia España, oficialmente se iniciaron a partir de la Ordenanza de 1543; esta última y el derrotero de navegación establecido fueron confirmados por la Real Cédula de 17 de enero de 1591. El sistema de flotas tuvo extraordinaria importancia para la seguridad de la Hacienda real. De ello nos ocuparemos en otro artículo.

El Dr. Antonio Núñez Jiménez [4] ofrece algunos testimonios que respaldan la afirmación antes expuesta:

Ya en 1572 la Universidad de los Maestros y Pilotos y Navío de la Ciudad de Sevilla exponía al rey Felipe II la importantísima misión que la geografía y la historia habían dado al puerto habanero, del que dijo: “Porque es puerto de grande escala donde vienen a parar las naos y flotas de Nueva España y tierra firme y Honduras con todas las riquezas y es llave y puerta del embocamiento del canal de Bahamas, por donde salen las naos para venir a España y ser reparo de los pueblos y fuerzas de la Florida.”

El 3 de enero de 1604, el Gobernador de Cuba, Pedro Valdés, escribía al Rey de España: “y pues, a V. M. le consta que el enemigo siempre ha puesto la mira en sí pudiese tomar este puerto y presidio, por conocer que es el de mayor importancia que tiene V. M. en estos sus reinos de Indias y la llave de todos ellos…”

[…] en 1683… Francisco Dávila Orejón, Gobernador y Capitán general de la Isla de Cuba, publicó en Madrid su libro Excelencia del Arte militar y barones ilustres, donde exclamó en tono profético: “Oh Habana: Puerto ilustre, erario seguro, reposo de los mayores tesoros que ha visto el universo”[…] “No solo conozco lo que eres, pero también lo mucho que intrínsecamente vales. Contémplate el fiel de los riquísimos reinos, balanzas que remiten el precio que contiene el seguro de la rectitud, para ofrecerlo a su legítimo dueño.” (La Habana Vieja, “Presentación”, 1985, p.12)

Por su parte el célebre viajero alemán Alejandro de Humboldt, había escrito sus opiniones valorativas, al inicio del Ensayo Político de la Isla de Cuba (editado en español en 1827, veintitrés años después de su última visita a Cuba en 1804):

La importancia política de la isla de Cuba no consiste únicamente en la extensión de su superficie, aunque es una mitad mayor que la de Haití, ni en la admirable fertilidad de su suelo, ni en sus establecimientos de marina militar y la naturaleza de una población compuesta de tres quintas partes de hombres libres, sino que aún es más considerable por las ventajas que ofrece la posición geográfica de la Habana.  […]  La isla de Cuba, o por mejor decir, su litoral, entre el cabo San Antonio y la ciudad de Matanzas, colocada en el desembocadero del Canal Viejo, cierra el golfo de Méjico, al sudeste, no dejando a la corriente oceánica conocida con el nombre de Gulf Stream, más aberturas que, hacia el sur, un estrecho entre el cabo San Antonio y el cabo Catoche; hacia el norte, el canal de Bahama, entre Bahía Honda y los encalladeros de la Florida. Cerca de la salida septentrional, precisamente donde se cruzan, por decirlo así, una multitud de calzadas que sirven para el comercio de los pueblos, es donde se halla situado el hermoso puerto de la Habana, fortificado por la naturaleza y aun más por el arte.[5]

Así las cosas, confirmadas científicamente por Humboldt las palabras de Dávila Orejón, nos parece tardío el proyecto de un nuevo edificio en 1804, pero no hay noticia de que le antecediera alguna otra propuesta. La que se conoce respondía a la necesidad de reunir la Intendencia con su secretaría y escribanía, planteada esta urgencia por el secretario de dicha institución, Bernardo Cores. El plano del mencionado edificio cuya fachada principal daba a la calle de San Pedro ―por donde corría el frente de mar de la muralla―, se extendía desde la calle de Obrapía hasta la esquina de Jústiz  y al fondo limitaba con la calle Oficios. Tenía otros accesos laterales por las calles de Baratillo y de la Contaduría, que conducían rectamente al patio central, sin galerías. Esta obra se inició, pero, a poco, fue interrumpida.

En 1816 se forma otro plano bajo el título de Plano del piso pral. [principal] de la Real Casa de la Intendencia y Tesorería de la Habana, […] Para la conclusión del edificio, firmado por Pedro Abad y Villareal. Aunque este plano es muy parecido al primero,  introducía algunas mejoras en la distribución del espacio, dice Weiss:

La más notoria de estas mejoras era una galería de circulación alrededor del patio [en el plano aparece como Plazuela]  formada por arcos sobre columnas. La distribución de la doble crujía frente a la bahía fue rectificada: se agregó una crujía sencilla en el fondo, continuación de las laterales, y se ocupó el “terreno del rey” con un pequeño cuerpo de fábrica que incluía un departamento de rezagos y otro pequeño patio. Nuevas obras realizó más tarde en este edificio el conde de Villanueva, a juzgar por la lápida de mármol colocada sobre la puerta principal, que rezaba: Real Aduana. En el reinado de don Fernando VII la amplió don Claudio Martínez de Pinillos Superintendente General. Año de 1829”. (Weiss, op.cit., pp. 390-391)

Weiss se refiere al proyecto de un tercer edificio (probablemente de fines del siglo XIX), de dos plantas, cuya entrada principal se abría hacia la calle colindante con la Iglesia convento de San Francisco (calle Churruca). Comenta particularmente un detalle: “Exteriormente este edificio tenía cierto matiz francés, con especial elaboración en las barandas de los balcones”. No fue construido, por motivos que desconocemos.

El segundo edificio de la Aduana, se mantuvo en pie hasta la primera etapa de la República (neocolonial). En 1914, se construyó el tercero, que unió tres espigones nuevos con un edificio de oficinas (arquitectos Barclay, Parsons y Klapp) para la Aduana, las Oficinas de Inspección General del Puerto e Inmigración; mantuvo, aproximadamente, la antigua ubicación, en la calle San Pedro entre Amargura y Luz ―frente a la Plaza de San Francisco y a la Lonja del Comercio―,  donde se encuentra hasta a la actualidad (Martín y Rodríguez, La Habana, 1998, p. 85).   

El viejo edificio de la aduana colonial fue adaptado para alojar la Secretaría de Agricultura primero, y después para la Renta de la Lotería. Finalmente, el inmueble fue demolido en 1946. (Weiss, op.cit., pp. 392)

Notas:

[1] pelvi. (Del fr. pehlvi, este del persa pahlavi, y este del pelvi pahlawīg, parto2). adj. Se dice de la lengua irania o persa media, particularmente en la época sasánida, y de lo que se escribió en ella. U. t. c. s. m. (DRAE)
[2] aduana. (Del ár. hisp. addiwán, este del ár. clás. dīwān, y este del pelvi dēwān, archivo). f. Oficina pública, establecida generalmente en las costas y fronteras, para registrar, en el tráfico internacional, los géneros y mercaderías que se importan o exportan, y cobrar los derechos que adeudan. || 2. Derechos percibidos por esta oficina. Estas mercancías ya han pagado aduana. […] || ~ central. f. La que suele existir en la capital del Estado para determinadas mercancías. || ~ interior. f. La que antiguamente existía como refuerzo de las exteriores, o entre provincias sometidas a una misma soberanía. || (Diccionario de la Real Academia Española, en otras citas solamente DRAE).              
[3] Historia de los ministerios de Hacienda de España, Wikipedia, España.
[4] Antonio Núñez Jiménez: (n. Alquízar, 1923; f. La Habana, 1992). Destacado geógrafo e historiador cubano. Fue reconocido con el título de “Cuarto descubridor de Cuba”, por la importancia de su obra. Era viceministro de Cultura cuando hizo la Presentación de la Exposición y el Catálogo La Habana Vieja. Mapas y Planos de los Archivos de España (1985).        
[5] Alejandro de Humboldt, Ensayo político sobre la Isla de Cuba, Nota preliminar por Jorge Quintana Rodríguez [Director del Archivo Nacional], Introducción por Fernando Ortiz.  Publicaciones del Archivo Nacional de Cuba, La Habana, 1960. P. 95.    

Bibliografía:

―Ma. Elena Martín Zequeira y E. Luis Rodríguez Fernández, Dirección Provincial de Planificación Física y Arquitectura Consejo de la Administración Provincial Ciudad de La Habana: La Habana. Guía de Arquitectura, La Habana – Sevilla 1998.
―Ministerio de Asuntos Exteriores de España. Ministerio de Cultura de España, Ministerio de Cultura de Cuba: La Habana Vieja. Mapas y planos de los Archivos de España. La Habana, 1985.
―Joaquín E. Weiss: La Arquitectura Colonial Cubana (Siglos XVI al XIX). La Habana – Sevilla, 1996.

Lohania Aruca Alonso
carua@cubarte.cult.cu

Publicado, originalmente, en el Portal Cubarte  http://www.cubarte.cult.cu/ , el 19 de setiembre de 2012
Link del artículo: http://www.cubarte.cult.cu/periodico/opinion/terminologia-colonial-aduana/23169.html

Autorizado  por la autora, a la cual agradecemos.

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