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Los conservadores criollos frente a la independencia de Cuba
por Lohania Aruca Alonso
carua@cubarte.cult.cu

 
 

La independencia de Cuba, su libertad y soberanía total, no es sólo una cuestión de candente actualidad debido a las presiones y amenazas graves con que nos hostiga y castiga el Imperio — directamente, o, mediante el apoyo a su visceral aliado, la heterogénea contrarrevolución cubana, cuyo centro principal está justamente (¿casualidad o causalidad?) en Miami, territorio estadounidense. El diferendo, según afirman ellos, en esta etapa de lucha contra nuestra independencia se debe a "su desacuerdo" con el tipo de democracia que rige en Cuba y a nuestra opción definitiva por el Socialismo. Sin embargo, tal posición en contra de la libertad y soberanía de la nación cubana, de apoyo a los elementos internos antinacionales no puede reducirse al ahora, porque es un grave problema histórico.

Francisco de Arango y Parreño

Desde las décadas iniciales del siglo XIX, al justo anhelo de independencia de los cubanos más avanzados se opusieron tenazmente fuerzas poderosas, desde fuera y adentro. Una de dichas fuerzas es bien conocida, el pensamiento político estadounidense acerca de su expansionismo en América y su hegemonía mundial; la otra ha sido menos atendida por los estudiosos y analistas, la constituyeron las ideas conservadoras — antiindependentistas — de los criollos blancos y ricos fieles, ante todo, en última y real instancia, a sus propios intereses económicos.

Las corrientes políticas contra de la fundación de una nueva nacionalidad, nación y estado republicano, independiente y soberano, en la Cuba colonial — todavía no existían los partidos políticos — se sustentaron en los programas reformistas, los cuales abarcaron desde cambios económicos puntuales — por ejemplo el libre comercio — que, ante todo, propugnaron un estrecho, duradero y firme vínculo con la metrópoli española, hasta, en el mejor de los casos, la autonomía amparada en 1811 por las ideas conservadoras y sus actores sociales. Entonces, la autonomía significaba libertad económica moderada, fundamentalmente, a más de una cultura elitista que reflejaría en sus manifestaciones algunas particularidades de nuestra idiosincrasia que nos distinguían de los españoles, sin llegar a expresar la esencia de la cubanía (el mestizaje cultural) como la forma predilecta de nuestra identidad cultural y nacional. En asuntos políticos, los primitivos autonomistas restringieron sus ambiciones a ejercer el dominio provincial y municipal alrededor de cuestiones de interés estrictamente local. La nación, la Madre patria continuaba siendo España y sus reyes nuestros "señores".

La solución pacífica de las contradicciones colonia vs metrópoli mediante la autonomía parecía adelantada en exceso a los gobernantes de las potencias colonialistas. Ceder, o compartir una parte del poder con sus vasallos era inconcebible; les olía a guillotina revolucionaria, al estilo francés de 1789. Solamente Inglaterra, décadas más tarde, llegó a aplicar esa alternativa como un desafío posible de enfrentar y superar. En 1867 implantó la autonomía en Canadá, bajo el dominio absoluto de sus representantes ingleses (Ley de Norteamérica británica de 1867).

La otra alternativa antinacional era separatista, pero, aún así contraria al logro de la independencia nacional; emergió en la colonia antillana hacia la cuarta década del siglo XIX y se denominó anexionismo, porque sometía la Isla al gobierno de los Estados Unidos de América, de ello hablaremos más adelante. Estímulos principales para los anexionistas, de fuera y dentro de la Isla, fueron la cercanía geográfica de la joven nación estadounidense, sus ideales de modernidad, el fortalecimiento acelerado de su economía y su poder militar en incremento constante, como estado guerrerista aspirante a potencia hegemónica universal. La subsistencia de la esclavitud en los estados del Sur y la Doctrina Monroe (1823),"destinada a excluir la intervención europea en América", con su corolario acerca de la isla de Cuba, influyeron mucho en la conformación del pensamiento anexionista, sobre todo entre los burgueses esclavistas criollos.

El origen del debate político interno en las colonias españolas — a favor o en contra de la independencia — fue provocado por el avance de las ideas liberales en Europa y América, que unidas a las anteriormente enunciadas por la Ilustración, rechazaban los férreos límites impuestos a las colonias, al progreso del capitalismo industrial, al mercado libre, y enfatizaban la tendencia hacia un nuevo orden en la política mundial por las revoluciones burguesas.

Sin embargo, la Revolución francesa y sus efectos en el Caribe, en particular la insurrección de los esclavos en la colonia francesa de Saint Domingue, en 1791, liderada por un negro ex esclavo, Toussaint Louverture, alertó a los criollos habaneros muy tempranamente de la gran amenaza que podía representar para sus intereses acceder a una posición radical dentro de sus aspiraciones liberales. La plantación azucarera esclavista se hallaba en pleno ascenso en el occidente de la isla de Cuba, debido precisamente a la oportunidad extraordinaria que le ofrecía, a la producción cubana, la insurrección antiesclavista en la isla vecina, su autoeliminación como competidor en ventaja dentro del mercado mundial.

El líder del pensamiento económico de los plantadores habaneros ricos, casi todos pertenecientes a al ilustrado grupo de la nobleza criolla titulada, era don Francisco de Arango y Parreño (La Habana, 1765-Güines, 1837), que en aquel momento se percibía por sus compatriotas como un joven y talentoso abogado, recién nombrado en 1788 Apoderado del Ayuntamiento de La Habana en Madrid. Él fue encargado por la Corona de analizar aquella ventajosa coyuntura, sus posibles beneficios y afectaciones para la metrópoli. Los comentarios de Arango fueron aceptados y tuvieron un peso decisivo en el rumbo económico y político del desarrollo de la mayor de las Antillas.

Sobre el origen de la insurgencia en Saint Domingue sentenció el Apoderado:

    "Los amos han enseñado a sus siervos, y por su propia mano han fabricado su ruina. Autores de la anarquía, no se deberían quejar de verla reinar en los negros; ...".

Dos podían ser los territorios españoles directamente afectados, Santo Domingo y la zona oriental de Cuba; hacia ellos se dirigieron de inmediato los franceses que huían de las consecuencias del levantamiento revolucionario con sus familias, y en ciertos casos con la servidumbre esclava que aún le era fiel. La magnitud de ese movimiento migratorio era impredecible.

En cuanto a las ventajas, refiriéndose especialmente al Ayuntamiento de La Habana, Arango exponía un criterio definitivo:

    "... esta es la preciosa ocasión de aumentar su agricultura".

Y anunciaba sin ocultar su entusiasmo:

    "... la ocasión y los medios de dar a nuestra agricultura de las islas ventaja y preponderancia sobre la de los franceses".

Añadía una importante reflexión:

    "Solamente en este caso pudiéramos ir a su alcance. Un átomo al lado de un coloso era lo que figurábamos respecto de nuestros vecinos. ¿Cómo podríamos igualarnos ni llegar a dar nuestros frutos con la comodidad que ellos? Por más que nos esforzásemos nunca llegaríamos a su punto".

    (...)

    "Ahora sí, que devastada la gran masa de ese coloso y destituido de movimiento por el desconcierto de sus miembros le podemos alcanzar; más para esto, Señor, es menester andar mucho y aprovechar por entero el tiempo de la inacción del vecino".

Condición imprescindible para que se alcanzasen los fines propuestos era el incremento e intensificación de la esclavitud africana, "el libre comercio e introducción de esclavos" en la isla de Cuba. La Real Cédula del 22 de noviembre de 1791 concedía este favor a los esclavistas cubanos, quienes de inmediato pusieron manos a la obra de la trata y la reorganización del trabajo esclavo en la plantación azucarera a gran escala, para satisfacer aceleradamente las demandas del mercado mundial.

La entrada masiva de esclavos africanos negros alteró profundamente la demografía isleña en occidente, a favor de la población esclava; además, tuvo una influencia negativa en la cultura criolla blanca (jurídica, ética y moral) de la región occidental. Los patrones tradicionales (siglos XVI al XVIII de la esclavitud "patriarcal" o "blanda", quedaron atrás en brevísimo tiempo; la necesidad de extraer el máximo de ganancia del trabajo esclavo obligó a sustituir aquellos por el trato inhumano y despiadado, casi el mismo que Arango había criticado en el Discurso sobre la agricultura en La Habana y medios de fomentarla (Madrid, 1792), cuando comparaba el trato que se daba a los esclavos en La Habana, con lo que sucedía en las colonias inglesas y francesas.

Los vínculos de dependencia hacia la metrópoli española también se fortalecieron notablemente en esta etapa. En 1803, la derrota del ejército francés enviado por Napoleón contra el General Toussaint y sus seguidores, y la posterior fundación en 1804 de la República de Haití, primera república negra en el mundo, aumentaron al máximo el pavor de los hacendados cubanos. Se había demostrado suficientemente la capacidad de lucha y la tenacidad para lograr los objetivos de parte de los negros ex esclavos haitianos, tan despreciados, humillados y maltratados históricamente por la cultura occidental euro centrista, a la que perteneció con todo rigor el ilustre cubano Arango y Parreño.

La situación de la isla de Cuba como posesión española no podía ser más arriesgada. A pesar de ello, los peligros aumentaron en el período de 1808-1812. La destitución de la monarquía española, la invasión de la Península por una parte del ejército napoleónico, el ascenso al trono de José I, hermano de Napoleón, y el inicio de la guerra de independencia española con sus momentos de radicalización constitucionalista, llevada adelante al calor de estas circunstancias, una vez más pusieron a prueba la fidelidad de los habaneros. Ellos se pronunciaron a favor del Rey Borbón y mantuvieron la autoridad del Capitán general. Arango (alrededor de 1811) propuso su memorial autonomista, mientras que en el resto de Hispanoamérica el "movimiento juntista" se convirtió a poco en la chispa que encendió la lucha por la independencia y por la fundación de las repúblicas americanas continentales. La Habana fue en el principal bastión de la reacción anti-independentista, ¡fue una activa base logística española!

La sumisión, prácticamente incondicional, del país a España estuvo estrechamente vinculada a defensa a ultranza de la esclavitud africana, tan recientemente ampliada en la Isla. Con más detalles volveré sobre este trascendental tema de la historia americana en una próxima ocasión.

Lohania Aruca Alonso
carua@cubarte.cult.cu

Publicado, originalmente, en el Portal Cubarte  http://www.cubarte.cult.cu/ , 24 de agosto, 2004
Autorizado  por la autora, a la cual agradecemos.

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