Amigos protectores de Letras-Uruguay

 

Si quiere apoyar a Letras- Uruguay, done por PayPal, gracias!!

 
 

 La Revolución de Haití en el pensamiento de cuatro cubanos
por Lohania Aruca Alonso
carua@cubarte.cult.cu

 

 

La violencia de la conmoción social causada por la insurrección armada de los esclavos en la antigua colonia de Saint Domingue es difícil de ser imaginada actualmente, cuando ya han transcurrido 209 años (1804-2013) del acto final de aquel extraordinario e inmenso drama americano caribeño: la guerra de liberación de los esclavos, la independencia de la metrópoli francesa y la instauración de la República de Haití, llamada justamente la “primera república negra” del mundo, porque el color de la piel de los rebeldes fue negro, en su casi mayoría absoluta.

Hoy, en el Caribe, existen otras repúblicas negras (debido a que alrededor del 80% de su población ostenta el mismo color de piel) y mestizas, que fueron inauguradas durante la segunda mitad del siglo XX; amén de las repúblicas africanas negras que también se impusieron en la palestra internacional con la reavivación del proceso descolonizador —que aún mantiene su vigencia— durante la segunda mitad del pasado siglo.  

Libertad, independencia y soberanía nacional, fueron conceptos relativamente nuevos en su aplicación a las antiguas colonias europeas en América, u otras regiones del mundo. Lo usual durante siglos de historia euroccidental fue conquistar, dominar y explotar las colonias, con el único fin de favorecer a la metrópoli, a la Hacienda Real.

La prosperidad europea de la “modernidad” se asentó sobre esas bases, comprendida en ellas la esclavitud de millones de seres humanos, vendidos como mercancía y trasladados en crueles condiciones hacia las colonias caribeñas: fuerza de trabajo “irreemplazable”  para extraer la riqueza de las minas, los bosques, la ganadería, los cultivos y las manufacturas solicitados por el mercado internacional.  Suprimir alguna de esas fuentes de riqueza, originadas en una lejana y exótica colonia era una situación impensable a fines del siglo XVIII. Una situación tal, nada tenía que ver con la lógica del sistema capitalista, entonces en ascenso continuo; mucho menos con las visiones historiográficas racistas, o de la política liberal burguesa, que lentamente se abría paso en los albores de 1800.

Vista de tal modo la cuestión, quizás podamos comprender mejor el rechazo y sobre todo el “terror” que desató, prácticamente en todas partes, una nueva y asombrosa realidad: el mentado drama americano caribeño, que enfrentó con toda la violencia imaginable a los ex esclavos africanos contra tropas bien entrenadas de España, Inglaterra o Francia, alternativamente, durante más de una década (1791-1804); el logro apoteósico de la victoria militar final y el surgimiento de la República de Haití, con el hecho más extraordinario del momento: sus flamantes ciudadanos negros. Ante ellos leería apasionadamente el general en jefe Jean – Jacques Dessalines la “Proclamación de la Independencia de Haití”, enarbolando la venerada frase revolucionaria de “Libertad o Muerte”:

Hoy, primero de enero de mil ochocientos cuatro, el general en jefe del ejército indígena, acompañado de los generales, jefes del ejército, convocados al efecto de tomar las medidas que deben tender a la felicidad del país. […] asegurar para siempre a los indígenas de Haití un gobierno estable, objeto de su más viva solicitud; lo que él ha hecho por medio de un discurso que tiende a hacer conocer a las potencias extranjeras la resolución de hacer al país independiente, y de disfrutar de una libertad consagrada por la sangre del pueblo de esta isla; y después de haber recogido los pareceres, ha pedido que cada uno de los generales reunidos pronunciara el juramento de renunciar para siempre a Francia, de morir antes de vivir bajo su dominación, y de combatir hasta el último suspiro por la independencia.

Los generales, […] han jurado todos ante la posteridad, ante el universo entero, renunciar para siempre a Francia y morir antes de vivir bajo su dominación. [Aparecen a continuación, según sus jerarquías militares las firmas de los principales jefes y oficiales involucrados]

[...] Hecho en Gonaïves, este 1º de enero de 1804, el primer día de la Independencia de Haití.[1]

Y dirigiéndose al pueblo de Haití, cual se nombró originalmente por sus antiguos habitantes aruacos, encabezó un histórico discurso con estos pensamientos lúcidos y resueltos:

Ciudadanos:

No basta con haber expulsado de nuestro país a los bárbaros que lo han ensangrentado durante dos siglos; no basta con haber puesto freno a las facciones siempre renacientes que se burlaban, una tras otra, del fantasma de la libertad que Francia colocaba ante vuestros ojos; es necesario, por medio de un acto último de autoridad nacional, asegurar para siempre el imperio de la libertad en el país que nos vio nacer; es necesario arrancar al gobierno inhumano que mantiene desde hace tanto tiempo a nuestros espíritus en el letargo más humillante, toda esperanza de dominarnos, en fin, vivir independientes o morir.

Independencia o muerte… Que estas palabras sagradas nos vinculen, y sean señal de combates y de nuestra reunión.[2]  

Napoleón, derrotado y prisionero en Santa Elena, confesaría que:

Una de las más grandes locuras que he cometido, y que me reprocho, ha sido la de enviar un ejército a Santo Domingo. Debí haber visto que era imposible triunfar en el proyecto que había concebido. Cometí una falta y soy culpable de imprevisión, de no haber reconocido la independencia de Santo Domingo.(Franco, Historia de la… p. 330).

En la isla de Cuba, por la natural cercanía de la región oriental a la zona en conflicto de La Española, se recibieron de inmediato los efectos de la huída precipitada de multitud de colonos franceses, que, en ciertos casos, traían a sus esclavos y algún capital para reemprender su vida.  

Además, por la íntima relación de Cuba con otras colonias hispano caribeñas: Santo Domingo y Puerto Rico, la guerra antiesclavista y anticolonialista, fue observada y analizada atentamente por las autoridades españolas. La oligarquía criolla captó inmediatamente la gran oportunidad que brindaba la destrucción de la producción azucarera en el vecino país y expuso sus intereses de clase a través de Francisco de Arango Parreño, de pensamiento económico liberal, en dos documentos consecutivos: la “Representación hecha a Su Majestad con motivo de la sublevación de esclavos en los dominios franceses de la isla de Santo Domingo” y el ya clásico “Discurso sobre la  Agricultura”. En el primero de ellos se señalan “tres diferencias considerables” entre una y otra colonias, y cito:

La primera es estar animados todos los libres de Cuba del mismo espíritu de subordinación y eterna y ciega obediencia a su Soberano. La segunda, haber una guarnición más respetable en la ciudad de La Habana que en la del Cabo Francés. Y la tercera y principal, está en el modo de tratar a los esclavos. Los franceses los han mirado como bestias y los españoles como hombres. El principio de aquellos amos y aún de su legislación negrera ha sido siempre el excesivo rigor, infundir a sus esclavos todo el temor que se pueda, creídos de que de este solo modo era capaz un blanco de gobernar cien negros en el centro de los bosques y en medio de unas tareas tan fuertes y tan continuas.

Y señala como, hasta aquel momento —que posteriormente fuera superado con similar crueldad— los españoles marcaron contrastes con sus leyes:

Estos fueron la vigilancia del magistrado para que fuesen bien tratados, la abolición del derecho de mutilar y matar, la facultad de quejarse del amo cruel o que no los alimenta competentemente, la de mudar en tal caso a otro cualquiera, y el establecimiento de medios para llegar a ser libres. (Arango y Parreño, F. Obras, Ciencias Sociales, La Habana, 2005, T. I, p. 141.)

Con inocultable entusiasmo Arango en el mismo texto del 20 de Noviembre de 1791, [Madrid], afirma:

[…] Un átomo al lado de un coloso era lo que figurábamos respecto de nuestros vecinos [Saint Domingue]. 

[…] Ahora sí, que devastada la gran masa de ese coloso y destituido de movimiento por el desconcierto de sus miembros le podemos alcanzar; más para esto, Señor, es menester andar mucho y aprovechar por entero el tiempo de inacción del vecino. (Arango, Obras, T. I, p. 142.)

El análisis histórico, crítico, a la situación de la colonia de Cuba, y las propuestas que seguirán a este antecedente, pocos días después, en el “Discurso sobre la agricultura de La Habana y medios de fomentarla”, fechado su Representación en Madrid, enero 24 de 1792, constituye un documento clásico para la historia colonial de Cuba, con este se inicia una nueva etapa de explotación plantacionista esclavista, y por ello ha sido muy estudiado hasta hoy. Basta con recordar brevemente algunas de sus ideas cardinales para confirmar su interés de época:

Es dueño cualquier Monarca de imponer la ley que mejor le parezca a las mercaderías que vienen de fuera para el consumo de su Reino. No se excluyen de esta regla los frutos de sus mismas colonias siempre que en la Metrópoli puedan consumirse todos. […] si el Gobierno quiere fomentar la industria de sus colonias y tener una balanza ventajosa, debe seguir en sus producciones la marcha política de las demás naciones; cotejar el costo que les tiene a ellos la agricultura de cada ramo con el que tiene a sus vasallos; ver lo que cuestan los transportes y fletes, hasta llevarlos al mercado de consumo, y si la comparación nos fuese desventajosa, lejos de imponer derechos, lejos de coartar las salidas y de pensar en trabas, es menester dar premios, conceder franquicias; en una palabra, ocuparse de igualar la nuestra economía e industria a la de nuestros rivales. (Arango, T. I, Obras, p. 150-151.)

España apoyó a los colonos blancos contra la insurrección antiesclavista, incluso tropas de Cuba entraron en acción para rechazar a los rebeldes en los límites entre la parte española y francesa de La Española, antes de 1796. Debido al Tratado de Paz de Basilea (1795) firmado entre Manuel Godoy Farías, duque de Alcudia, y Napoleón, fue cedida la parte española de Santo Domingo a los franceses. Así España se retiró diplomáticamente de la guerra encabezada por Toussaint Louverture; así se creó la necesidad de hallar nuevas tierras para los colonos que decidieran no permanecer bajo el gobierno francés en La Española.

Carlos IV creó la Real Comisión de Guantánamo con el fin de explorar la bahía de igual nombre y proyectar su defensa, localizar tierras realengas de posible ocupación por los desplazados de Santo Domingo, y otros objetivos. Más adelante, se ampliaron los contenidos de trabajo de esa importante expedición con planes de fomento nuevos de carácter portuario, que beneficiaron particularmente a los criollos productores y exportadores de azúcar. 

Al frente de la Comisión fue nombrado Director el brigadier habanero, escogido como subinspector de las Tropas de la isla de Cuba, Joaquín de Santa Cruz y Cárdenas Vélez de Guevara I conde de Santa Cruz de Mopox y III de San Juan de Jaruco, importante productor exportador azucarero y comerciante de harinas para la despensa del ejército. La opinión del mentado Conde, segundo militar de alta jerarquía (teniente rey) en la Isla, después del capitán general, acerca de la situación que reinaba en Saint Domingue en 1798, era la siguiente:

La insurrección de los negros de la isla de Santo Domingo y la devastación de aquella rica colonia, hoy un montón de cenizas que sirve de  [sepultura] a un  prodigioso número de franceses infelices, y de asilo a 300 000 esclavos forajidos, fue una consecuencia forzosa de la revolución en su metrópoli. La idea de libertad continuamente en la boca de sus dueños, su mala entendida independencia y su indiscreción en sostener estos empeños a la vista de sus siervos no podían producir otros efectos. Ellos mismos atizaron la hoguera que devoró los campos y edificios, y forjaron el cuchillo que inundó la tierra con la sangre de tantos miserables. Contristaría al piadoso corazón de vuestra excelencia la relación de los horrores que serán en otro tiempo lastimoso asunto de la más trágica historia.

Los negros levantados de la parte francesa de Santo Domingo se contemplaron al principio de la revolución como unos enemigos despreciables sin constancia, valor, ni disposición en sus ofensas: y así era muy frecuente que pocos blancos bien establecidos deshacían sin resistencia sus encoambres: pero después de ocho años de familiarizarse con las armas [en] continuas acciones entre sí, ingleses y españoles, han adquirido conocimientos militares, aunque no los constituyen en la reputación de tropas bien disciplinadas, tampoco en el de absolutamente bisoñas.

Parece que ya está dado el primer paso que subvierta a las Antillas.

Este archipiélago de islas contiguas y situadas sobre un mismo paralelo que abrazan desde la Trinidad hasta Jamaica debe sus producciones al trabajo de los negros esclavos, sin los cuales es impracticable su cultivo ¿pero cómo podrá no propagarse este contagio? ¿Ni cómo dejarán los de Santo Domingo gemir en la esclavitud a sus semejantes? Así es probable que, comunicada la sublevación de una isla a otras, pierdan las naciones interesadas sus colonias. (Del conde de Mopox: Comunicación al secretario de Estado, don Francisco de Saavedra, 2 de julio de 1798, Museo Naval de Madrid. El destaque en negritas se debe a la Autora.)

No obstante la evidente influencia de lo acontecido en la isla hermana, entre 1791 y 1804, sobre el pensamiento criollo y sus profundos efectos sucedidos en Cuba colonial, no hallamos en la bibliografía cubana, republicana, los necesarios estudios en la historiografía nacional y regional, aparentemente la información se mantuvo al nivel de “generalidades”.[3]    

El relato de Alejo Carpentier El reino de este mundo, publicado su primera edición en México, 1949 (UNIÓN, La Habana, 1963), tal vez constituyó un acicate para el inicio y la publicación de estudios más profundos en torno al tema. El texto, basado en una enjundiosa investigación histórica, un hito revelador en su obra literaria; se derivó de la visita que hiciera a Haití en 1943, nos comenta el autor:

Jean Jacques Dessalines. Artífice de la independencia de Haití y primer gobernante de ese país. El Himno nacional de Haití, La Dessalinienne, se denomina así en su honor. Imagen: Ecured

Después de sentir el nada mentido sortilegio de las tierras de Haití, de haber hallado advertencias mágicas en los caminos rojos de la Meseta Central, de haber oído los tambores del Petro y del Rada, me vi llevado a acercar la maravillosa realidad recién vivida a la agotante pretensión de suscitar lo maravilloso que caracterizó ciertas literaturas europeas.(Carpentier. 1974, p.51.)

En otra de sus novelas históricas, El Siglo de las Luces (México DF, México, 1962), su personaje principal Victor Hugues, es un emigrado del Saint Domingue incendiado, un masón que transita por La Habana, y cuya vida como agente de la Revolución francesa transcurre en el Caribe.

No obstante, los tan necesarios análisis históricos se hicieron en Cuba por el historiador y académico cubano José Luciano Franco Ferrans, quien, a más de leer la bibliografía francesa, haitiana y otras citadas en su Bibliografía, en la cual desde luego incluyó a Carpentier, exploró los fondos del Archivo Nacional de Cuba y halló los documentos relacionados con aquellos hechos. Sus resultados fueron publicados en 1954, bajo el título de Documentos para la Historia de Haití en el Archivo Nacional.

Con posterioridad al ascenso al poder de la Revolución cubana, ocurrido coincidentemente el 1º de Enero del año 1959, ciento cincuenta y cinco años más tarde de la creación de la República de Haití, Franco dio a la luz, en 1966, su Historia de la Revolución de Haití. La batalla por el dominio del Caribe y el Golfo de México 3.[4] La primera edición fue hecha por el Instituto de Historia de Cuba, y solo fue repetida en 2010 (44 años después) por la Editorial Ciencias Sociales, La Habana. Actualmente las dos obras son consideradas clásicas por la historiografía cubana, caribeña y americana en general. 

Notas:

[1] Las citas en español que he utilizado, fueron tomadas del texto traducido del francés por el Dr. Roberto Fernández Retamar; ambos documentos están incluidos en la versión de la conferencia magistral titulada “Por el bicentenario de la Independencia de Haití”, pronunciada el 26 de septiembre de 2003 en la Sala Che Guevara de la Casa de las Américas y reproducida en la revista Anales del Caribe, Centro de Estudios del Caribe de la Casa de las Américas 2004, pp. 18-19. En la citada conferencia el Dr. Fernández Retamar señala a Boisron Tonnerre, secretario de Dessalines, como autor (o redactor) de la Proclama y el discurso leído por el general en jefe de Haití.

[2] Ibídem.

[3] Para documentar esta afirmación consultamos, entre otras, la Bibliografía de Bibliografías de la Biblioteca Nacional José Martí, La Habana, 1973, donde no existe en el Índice de materias la entrada de Haití o de la Revolución haitiana; tampoco aparece Toussaint Louverture, u otros patriotas haitianos en el Índice de personalidades.

[4] Es la tercera parte de una serie que tituló de modo general: La batalla por el dominio del Caribe y el Golfo de México, y que fue editada y publicada por la Academia de Ciencias en distintos momentos. La primera parte Política Continental Americana de España en Cuba (1964); y la segunda parte, Revoluciones y conflictos internacionales en el Caribe (1965), ambas esperan por una nueva edición cubana.

Lohania Aruca Alonso
carua@cubarte.cult.cu

Publicado, originalmente, en el Portal Cubarte  http://www.cubarte.cult.cu/ , el 26 de enero de 2013
Link del artículo: http://www.cubarte.cult.cu/periodico/opinion/la-revolucion-de-haiti-en-el-pensamiento-de-cuatro-cubanos/24081.html

Autorizado  por la autora, a la cual agradecemos.

Ir a índice de América

Ir a índice de Aruca Alonso, Lohania

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio