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La Base naval de Estados Unidos en Guantánamo: 80 años después de 1934
por Lohania Aruca Alonso

 
 

Quien escriba “Guantánamo” en Google, notará que las primeras quince páginas devuelven entradas exclusivamente dedicadas a la Base. En este panel queremos rescatar la existencia de un lugar, una provincia, una región de Cuba que se llama Guantánamo, y que no es la base naval, sino el lugar donde está instalada.

Rafael Hernández[1]

 

El pasado 29 de mayo se cumplieron los 80 años (1934-2014) del segundo tratado firmado entre los Estados Unidos y Cuba sobre el arriendo de tierra cubana para la permanencia en parte de la Bahía de Guantánamo (justamente en la boca de ese accidente geográfico) de la Base naval estadounidense, cuyo acuerdo inicial tuvo lugar en 1903, bajo la fuerte presión de la llamada “Enmienda Platt”. Esta última, debió ser aceptada forzosamente por los representantes cubanos a la Asamblea Constituyente,  que tenía lugar por aquella fecha, como un “requisito esencial” para efectuar la evacuación de las tropas estadounidenses que habían ocupado a Cuba desde 1898, y, dar paso a la inauguración del nuevo estado nación, convertido, así, en un protectorado de la potencia norteña en el Caribe. Si sumamos esos años a los 80 antes mencionados, escribiría que ya han transcurrido en total más de 110 años desde la dominación oficial de dicho emplazamiento.

Con gran dolor y profundo resentimiento analiza la historiografía cubana estos hechos ofensivos, que todavía hoy —sin aún hallar una solución justa desde el ángulo jurídico y de la posible normalización de las relaciones entre ambas naciones— afectan y limitan la soberanía cubana sobre la totalidad de su territorio nacional.

El paisaje de la Base naval estadounidense —hasta hoy convertida en cárcel militar, sin tener en cuenta los fines definidos en el tratado vigente, y en un centro donde se violan los más elementales derechos humanos— se aprecia en toda su dimensión al bajar por la carretera de La Farola desde la ciudad primada de Baracoa.

Este tema por su evidente sensibilidad, ya que atañe la seguridad nacional, es tratado con tacto y apostando, ante todo, por la opción diplomática en las relaciones bilaterales de ambas naciones. Se comprenderá  que debido a ello, es poco lo que se publica al respecto en la prensa cubana. No obstante, también es comprensible la necesidad de informar al público, en particular a las jóvenes generaciones sobre esta cuestión,  y también de aclarar y rectificar algunos conceptos que se repiten en los medios masivos de comunicación, nacionales e internacionales, y que causan confusión.

Por ejemplo, la denominación oficial de la instalación militar es Base naval de Estados Unidos en la Bahía de Guantánamo; y, no procede, a pesar del uso reiterado por los y las periodistas, la de Base naval de Guantánamo, pues, Guantánamo es una provincia y ciudad de la República de Cuba, y esta última no es la que ocupa dicha base. 

Un libro conciso del historiador militar René González Barrios[2], Un Maine detenido en el tiempo La Base Naval de Estados Unidos en la Bahía de Guantánamo, publicado por la Casa Editorial Verde Olivo en 2013 (250 pp., con ilustraciones), nos permite conocer a través de un rico y ameno relato los principales elementos que caracterizan la historia de la mentada Base naval, de sus efectos en Cuba y el Caribe, y del tratamiento que el gobierno cubano y el de los Estados Unidos le otorgan hasta el momento actual. El historiador de Guantánamo José Sánchez Guerra, concluye su Prólogo encuadrando el contenido del mentado libro en la siguiente opinión:

El estudio de esta obra contribuye a descubrir nuevas aristas e interrogantes y permitirá a los lectores, cubanos y extranjeros, realizar profundos juicios de uno de los acontecimientos más graves, de los últimos ciento diez años, del diferendo entre la nación cubana y las administraciones imperialistas de Estados Unidos. (p. 14)

Una extensa bibliografía consultada, cubana y estadounidense, tiene el doble valor de respaldar la cientificidad con que se mueve el autor, y de citar y divulgar obras fundamentales para este tema —como la visión de la jurista Olga Miranda (Vecinos indeseables. La Base Naval de Guantánamo, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2008). También el trabajo en diversos archivos, incluido el Provincial de Guantánamo; búsquedas documentales en Internet y entrevistas recientes a militares cubanos, ex trabajadores de la Base naval, especialistas y al historiador de Caimanera, Joaquín Toirac Adames, constituyen aportes de gran utilidad e interés.

La obra se estructura a partir de una Introducción, que presenta un punto de partida teórico a demostrar: “La Base naval de los Estados Unidos, representa, tras más de un siglo de existencia, un absurdo militar y político”, y enuncia los principales objetivos del autor:

Con este trabajo no se pretende un recuento detallado de su surgimiento e historia ni es un intento por revivir tensiones. Se trata de una actualización necesaria, de reflexión colectiva, sobre una ofensa no reparada y un imperativo de justicia. En su contenido se priorizan los testimonios documentales y orales de protagonistas para que los lectores se acerquen más al profundo sentimiento de rechazo que la instalación naval genera en el pueblo cubano.(p. 17)

A continuación, se despliegan en cinco capítulos los aspectos principales escogidos por el autor: Capítulo 1. “Historia de una usurpación”, breve descripción de la Bahía y sus valores, y un recuento histórico de su ocupación por tropas estadounidense a partir de la intervención ocurrida en la Guerra cubano-hispano-estadounidense en 1898.  El Capítulo 2 “Trampolín de agresiones”, explica el empleo militar agresivo de la Base naval contra Cuba y otras naciones antes de 1959. El Capítulo 3 “Impactos de la presencia norteamericana 1898–1958” se refiere a situaciones de tipo social que tuvieron su origen en la Base naval y afectaron la vida de los “caimaneros” y el desarrollo de Guantánamo en general, hasta la llegada a Caimanera del Ejército Rebelde el 19 de diciembre de 1958. Relaciona la amplia participación de combatientes clandestinos en la lucha armada, y en futuras tareas revolucionarias; entre ellos se cuenta el primer cosmonauta cubano, caribeño y latinoamericano Arnaldo Tamayo Méndez.

El Capítulo 4 “Foco de tensión”, aborda el nuevo escenario que abre el triunfo de la Revolución cubana en el poder. Las tensiones y conflictos que llenan los primeros años, al parecer disminuidos en la actualidad; la creación de la Brigada de la Frontera con funciones eminentemente protectoras de la integridad nacional, y los nuevos usos de la Base naval como receptora de emigrados cubanos; campamento de prisioneros internacionales de las guerras ocurridas en el Medio Oriente, entre otros; una denuncia a la amenaza ecológica que representan las actividades militares contaminantes, y en general los impactos que tiene esa Base naval en detrimento de la soberanía cubana.

En el Capítulo 5 “Conversando con ética”, plantea el autor cómo  respetando la tradición ética establecida desde las guerras por la independencia de Cuba y por su liberación nacional, se ha desarrollado a partir de 1994 encuentros destinados al intercambio de informaciones y acciones pacíficas con el fin de evitar la agravación del diferendo existente. Ello no implica la renuncia de Cuba a la recuperación de esa parte del sagrado territorio nacional. Además, señala que “La existencia misma de la instalación, constituye para Cuba un foco de tensión permanente, ante cualquier eventualidad que ocurra en esta.” (p. 186)

Para finalizar, en el Epílogo resume González Barrios:

La historia aquí narrada es dura, lacerante, pero real. Es el testimonio del impacto, en una nación, de la base más antigua del gobierno norteamericano en el extranjero. Soberanía pisoteada, corrupción, prostitución, vejaciones, torturas, daño ambiental y psicológico, agresión y muerte, son algunos de los males que Cuba puede mostrar al mundo como consecuencia de la base naval en la Bahía de Guantánamo.(p. 195)

Nada justifica verdaderamente la existencia y persistencia de esa realidad. A esta conclusión irrebatible, inclusive, ha llegado más de un alto oficial del ejército estadounidense, de los nombrados en la obra. Ojalá, en un futuro cercano desaparezca para siempre la potencial “chispa” de un peligroso conflicto. “Sirva este libro, a cubanos, estadounidenses, hermanos latinoamericanos y hombres y mujeres de todas las latitudes, para una profunda reflexión.” (p. 196) 

Notas: 

[1]  Cita tomada por la autora de: Último jueves. Los debates de Temas. “Guantánamo y la Base naval. Pasado y presente.” (Panel efectuado en el Centro Cultural Cinematográfico ICAIC, el 27 de febrero de 2014). El doctor Rafael Hernández es politólogo y director de la revista científica social cubana Temas. En el referido panel actuó como moderador. 

[2] MSc. René González Barrios, coronel (r), historiador, es el presidente del Instituto de Historia de Cuba.

Lohania Aruca Alonso
carua@cubarte.cult.cu

Publicado, originalmente, en el Portal Cubarte  http://www.cubarte.cult.cu/ , el 10 de junio de 2014
Link del artículo: http://www.cubarte.cult.cu/periodico/resenas/la-base-naval-de-estados-unidos-en-guantanamo-80-anos-despues-de-1934/15214.html

Autorizado  por la autora, a la cual agradecemos.

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