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Historia y política urbana: Las Ordenanzas de Construcción de 1861 (II parte)
por Lohania Aruca Alonso
carua@cubarte.cult.cu

 

 

La toma y ocupación del casco histórico de La Habana por los ingleses y su posterior devolución a la metrópoli española (agosto de 1762- julio 1763), amén de las importantes reformas que siguieron a aquella breve, aunque notable coyuntura militar, abarcaron dos décadas, éstas pueden ser consideradas de conjunto como una etapa histórica en la que ocurrieron profundos e irreversibles cambios. Se evidenciaron los rasgos de lo que podríamos reconocer como un período de transición dentro de la época colonial, cuya explotación económica principal dejó de girar esencialmente alrededor del estanco del tabaco (representado significativamente en el edificio de la Real Factoría de Tabaco de La Habana, que se construyó entre 1773 y 1788)[1] y, después de 1791, se transformó aceleradamente en una típica colonia de plantación esclavista antillana, productora a gran escala de azúcar y café para el mercado internacional.

La dominación inglesa de la ciudad capital de la Isla, propició las bases de las futuras relaciones comerciales con sus  colonias de América del Norte y el Caribe. Pocos años después, más de una decena, de la devolución de La Habana a manos españolas, tuvo lugar la Declaración de Independencia de las trece colonias inglesas continentales, en 1776.  Este suceso netamente americano, la creación de una asociación federativa de estados independientes, republicanos y democráticos: la de los Estados Unidos de América, es sabido que precedió a la Revolución Francesa de 1789, e influyó en ella.  Asimismo, esta última, abanderada de la “Libertad Igualdad y Fraternidad” burguesas contribuyó a la insurrección armada de los esclavos en Saint Domingue, y a su lucha contra la esclavitud, radicalizada hasta el punto separarse de Francia y fundar el 1º de enero de 1804 la primera nación libre de ciudadanos de piel negra en el mundo: la República de Haití.

En La Habana se conoció todo, tal vez a través de los ingleses que se habían radicado en la ciudad, y/o de los comerciantes de otras procedencias que la visitaban asiduamente.  Una parte de la población habanera participó directamente en lo que acontecía. España apoyó la revolución burguesa de las 13 colonias inglesas, con el consenso de los habaneros y habaneras más ricos de esos momentos.[2]

El urbanismo habanero reflejó a su manera estos cambios políticos esenciales; las transformaciones realizadas en la ciudad fueron analizadas certeramente por el arquitecto y profesor Joaquín Weiss Sánchez:

Sin embargo, el período más activo y que más contribuyó a la renovación de la ciudad fue el que siguió a la recuperación de la plaza por la Metrópoli, después de la ocupación inglesa.  [Plano de La Habana de 1798] Además, contempló esta época los albores en Cuba del urbanismo propiamente dicho, con obras tan notables como el replanteo o reconstrucción de la Plaza de Armas […] y el trazado de las alamedas de Paula y Extramuros.[3]

A lo que habría que añadir: la expansión de la ciudad hacia el oeste con la zona de extramuros (desde las calzadas de Galiano hasta Belascoaín), y la construcción de nuevas fortificaciones alrededor del puerto habanero. De estas últimas las más importantes fueron el castillo de San Carlos de la Cabaña (1763-1774), nombrado así en honor a Carlos III, según proyecto del Ing. Silvestre Abarca; el castillo de Santo Domingo de Atarés (1765-1767), en honor al conde de Atarés, padre del capitán general y gobernador de la Isla Ambrosio Funes de Villalpando, conde de Ricla; y el castillo de El Príncipe (1767-1779)[4], en honor al príncipe Carlos, hijo de Carlos III, a cargo de los Ing. Agustín Cramer y Luis Huet; dichas obras habían sido erigidas a una velocidad sin precedentes en la historia habanera.  Desde luego, las murallas de tierra y mar alrededor del recinto urbano aún conservaron su vigencia, manteniendo la imagen y los problemas de la ciudad antigua fortificada.

Dos poderosos símbolos arquitectónicos, el Palacio de los Capitanes Generales (1776-1792) y el del Segundo Cabo (1770-1772), ambos en la Plaza de Armas recién remodelada, señalaron rigurosamente la voluntad política imperante.

Paralelamente al incremento de la doble explotación, colonial y esclavista, en la primera década del siglo XIX, nacieron en Cuba las primeras corrientes o tendencias políticas, que de cierta manera expresaron el desarrollo incipiente de una conciencia nacional. Las condiciones históricas que posibilitaron particularmente el avance del reformismo y su derivación autonomista, revelaron el pensamiento conservador de la clase esclavista, especialmente de la oligarquía criolla.[5] El abolicionismo, el separatismo y el anexionismo no fueron exitosos entre 1800 y 1867, debido a que estas tendencias iban a contracorriente del desarrollo económico burgués y esclavista.[6]  

Desde sus inicios más tempranos, el reformismo económico se asoció con las ideas liberales –desde luego, también estuvo influenciado por el despotismo ilustrado del rey Carlos III,  su heredero Carlos IV y sus respectivos ministros. La tímida propuesta de autonomía política, iba más allá de las metas reformistas posibles[7]. Ramiro Guerra expone la causa de esta situación:

Cuba, tal era el principio en que se inspiraban [los autonomistas], no era una colonia, sino una provincia de la monarquía, colocada en el mismo plano que las de la península, y en posesión de iguales derechos; el español de Cuba debía disfrutar de absoluta igualdad con el español peninsular.[8]

El proyecto de un gobierno autónomo constitucional, inspirado en los  instaurados en la Península durante la lucha contra la ocupación napoleónica, y, posteriormente, en las colonias hispanoamericanas continentales, se enfrentó al integrismo españolista, y también a las componendas anexionistas protagonizadas por William Shaler y la Secretaría de Estado de los EE.UU., desde la propia Habana. Francisco de Arango y Parreño (La Habana, 1769-1837), el ideólogo nato de la burguesía-esclavista criolla, vislumbró al anexionismo con los EE.UU.  como la mayor amenaza contra la sobrevivencia de la Isla, de los cubanos y su riqueza.[9]

José Antonio Saco prosiguió tal tendencia de igualdad de derechos entre cubanos españoles y españoles peninsulares: aún los líderes criollos no poseían una conciencia nacional lo suficientemente desarrollada como para percibir y medir la profundidad real del conflicto metrópoli-colonia.  En cambio, los líderes españoles, burgueses liberales-moderados, después del inicio y culminación triunfal de las guerras por la independencia en las Trece ex colonias inglesas,  Saint Domingue  e Hispanoamérica (1810-1825),  sí tenían una imagen clara de la situación y de su desarrollo perspectivo: temían al autonomismo como el paso previo del separatismo (independentismo), y a este último como una posibilidad real para la Isla de Cuba.

Por tales motivos, desde muy temprano, se prepararon planes militares para la capital y sus alrededores suburbanos y rurales (muestra de esta preocupación es el Proyecto de defensa de la plaza de la Habana y sus castillos de Silvestre Abarca)[10] con el fin de impedir cualquier disensión autonomista local, o a una rebelión interna de índole separatista o antiesclavista.


Continuará...

Notas:

[1] El edificio de la Real Factoría de Tabaco fue construido según los planos del Ing. Silvestre Abarca, ver: De las Cuevas Toraya, Juan. 500 años de construcciones en Cuba. La Habana-Madrid, 2001, pp. 55-56.

[2] También, militares habaneros pelearon en la parte española de Santo Domingo (anteriormente cedida a Napoleón, mediante la Paz de Basilea, el 22 de julio de 1795), después de ordenada la ocupación directa de ese territorio por el general Toussaint Louverture en 1801; oficiales y soldados habaneros ayudaron en la evacuación de los pobladores dominicanos españoles hacia Puerto Rico y Cuba. Aruca A., Lohania. “Efectos de la Ilustración en la Isla de Cuba: la Real Comisión de Guantánamo (1796-1802)”, en: Ronzón, José (Coordinador), El Caribe mexicano y otros Caribes. Memoria del XIII Congreso de la Asociación Mexicana de Estudios del Caribe, Mérida, Yucatán, México 2006, Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco, AMEC, pp. 211-238. Cita de la p. 230.

[3] Weiss S., Joaquín E. Arquitectura Colonial Cubana, tomo 2, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1979, p. 28.

[4] Ministerio de Asuntos Exteriores de España y otros. La Habana Vieja. Mapas y Planos de los archivos de España, Madrid, 1985. P.50.

[5] Roig de Leuchsenring, Emilio. La Guerra Libertadora Cubana de los Treinta Años Razones de su Victoria, Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, Colección Histórica Cubana y Americana, La Habana, 1952, p.25.

[6] Ibídem Cap. 1, pp. 27-28. “Entre el grupo de colonialistas ilustres descuella, por su alto nivel y el vigor de su personalidad, el presbítero José Agustín Caballero, renovador de la enseñanza filosófica, y que coronó su incansable labor cívica en la Sociedad Económica de Amigos del País [de La Habana] y en el Papel Periódico, con un proyecto de régimen autonómico para Cuba (1811) que fue presentado en las primeras Cortes de Cádiz”. Guerra Sánchez, Ramiro. Manual de Historia de Cuba, Cap.XII, p. 216. Opina que “Una fuerte y franca tendencia a la autonomía era ya evidente en Cuba. Toda la obra de Arango y Parreño, desde 1790, secundada por la gran mayoría de los productores, el Ayuntamiento habanero, el Consulado de Agricultura, Industria y Comercio, la Sociedad Patriótica y la opinión general, no significaba otra cosa.”

[7] Guerra, óp. cit., cap. XII, pp. 228-229. “En el Real Consulado, donde su influencia era decisiva e indiscutible, [Arango] preparó, en tal virtud, un Memorial para las Cortes, con un plan completo de autonomía colonial.” En la p. 229, aparece detalladamente los puntos que comprendía ese plan, la actitud de las Cortes de Cádiz hacia el mismo, y una nota sobre el extracto del Memorial de Arango realizada por William Shaler el “agente norteamericano en La Habana”, enviando noticias a Robert Smith, Secretario de Estado de los EUA. Según Shaler, el propio Arango le entregó la copia del Memorial. La Autora.

[8] Guerra, óp. cit., cap. XXII, p.223.

[9] Ibídem, p.231. “La previsión de Arango lo llevaba a tratar también por primera vez, clara y abiertamente, el peligro de la absorción norteamericana: “Vemos crecer –decía- no a palmos sino a toesas en el Septentrión de este mundo, un coloso que se ha hecho de todas castas y lenguas y que amenaza tragarse, si no nuestra América entera, al menos la parte del norte; y en vez de tratar de darle fuerzas morales [a Cuba] y la voluntad que son precisas para resistir tal combate; en vez de adoptar el único medio que tenemos de escapar, que es el de crecer a la par que este gigante tomando su mismo alimento, seguimos con la idolatría de los errados principios que causa nuestra languidez, y creemos conjurar la terrible tempestad quitando los ojos de ella, queriendo que todos los quiten,, y llegando en esta parte hasta el extremo de oír, si no con indignación, al menos con desabrimiento, a los buenos españoles que, interesados cordialmente en la gloria de su origen y en el bien de su nación, han sabido algunas veces hablar con tímidas frases de nuestra ceguedad imperdonable, de nuestro riesgo inmediato y de su único remedio.”[…]”La posteridad –decía el informe- no creerá la exterior indefensión y el abandono interior de esta Isla en tan critico momento.” […]”Tantos errores nacían […] de no haber tenido un Gobierno provincial combinado con la prudencia y conforme a las circunstancias.” Cita de Guerra, de las Obras del Excmo. Señor don Francisco de Arango y Parreño.

[10] Abarca, Silvestre. Proyecto de defensa de la plaza de la Habana y sus castillos. Hecho por el brigadier e Ingeniero director Silvestre Abarca en 31 de diciembre de 1773. Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, 1961. Año de la Educación.

Lohania Aruca Alonso
carua@cubarte.cult.cu

Publicado, originalmente, en el Portal Cubarte  http://www.cubarte.cult.cu/ el 13 de abril de 2011
Link del artículo: http://www.cubarte.cult.cu/periodico/opinion/historia-y-politica-urbana-el-primer-ensanche-de-la-ciudad-capital-ii-parte/17959.html

Autorizado  por la autora, a la cual agradecemos.

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