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Historia y Cultura cubanas
por Lohania Aruca Alonso
carua@cubarte.cult.cu

 
 

El título con que encabezo este artículo, que en lo fundamental tiene un propósito divulgativo-cultural —pues está dirigido a una redacción con ese perfil— también daría pie a un largo ensayo, que en estas cortas líneas es imposible realizar. Pero, con la anterior afirmación dejo establecido que no ignoro la complejidad, profundidad y extensión que merece la referida cuestión.

Sin lugar a dudas la historiografía cubana, investigada y publicada en Cuba desde 1959 a la fecha, ha multiplicado en número de títulos y asuntos tratados a la existente con anterioridad al período señalado previamente; no obstante, cabe plantear la siguiente duda en forma de interrogante: ¿es suficiente lo alcanzado, cubre eficazmente el conocimiento histórico requerido para la alta demanda que constantemente solicita la comprensión y el adelanto de nuestra cultura nacional, regional y local? Y, aclaro que no me estoy refiriendo únicamente a la especialidad de historia de la cultura, pienso en las otras especialidades que analizan la economía, política, sociedad, etc., y en cada uno de los aspectos que palpitan en la Historia llamada “global” en la metodología actual.

Voy a mencionar algunos ejemplos para ilustrar mi intención, de los que continuamente debatimos en el seno de los historiadores y entre los especialistas de la cultura. Se dice que la cultura cubana se afinca en “dos raíces” principales, la española y la africana negra. ¿Cómo es posible evadir u omitir en el concepto de “raíz cultural” a la primera cultura que se asentó en el archipiélago cubano, la aruaca en sus diversas fases de desarrollo, desde el Oriente (donde la observó y anotó por primera vez Cristóbal Colón y su tropa marinera en 1492) hasta el Cabo de San Antonio en el Occidente cubano? ¿Por qué nuestro país se llama República de Cuba y nosotros cubanas y cubanos, de dónde procede tal término?

Tal vez haya quien responda que en la historiografía cubana siempre se ha dedicado un “primer capítulo” introductorio  a tratar de los “aborígenes y su cultura”, en el momento del “encuentro entre las culturas indígena y europea”, que ha venido a sustituir el concepto del “descubrimiento”, ya definitiva e internacionalmente rechazado por instituciones dependientes de la Organización de las Naciones Unidas. Además, se reconoce en muchos textos de Historia, la influencia de la lengua aruaca en nuestra cultura actual a causa, sobre todo, de los toponímicos que aportó a la lengua española en el reconocimiento del territorio cubano, y porque “hasta 1540” hombres y mujeres lucharon y resistieron con valentía la devastadora y cruel conquista española, iniciada en 1511. Y bien, reitero: ¿es suficiente alguno de estos u otros argumentos, siempre parciales y tendentes al reduccionismo, para explicar la historicidad de una población asentada por más de 6, 000 años sobre nuestro territorio, según las evidencias arqueológicas, y que dejó un legado —posiblemente el mayor de las Antillas— de manifestaciones propias, tal como el arte rupestre, cuya presencia (aún sin datar científicamente por falta de recursos económicos) aparece en el reciente censo levantado a partir de un arduo y perseverante trabajo por el Instituto Cubano de Antropología y el Grupo Cubano de Investigaciones sobre Arte Rupestre (GCIAR); en lo que se ha demostrado en el sitio arqueológico de Buchillones, al norte de la provincia de  Ciego de Ávila, o en las investigaciones del Dr. Enrique Alonso Alonso (ya fallecido) y otras, todavía inéditas, acerca de la fundamentación sobre la base de un largo e intenso trabajo de investigación de campo en la región histórica de Pinar del Río, una de las zonas más peculiares de nuestros asentamientos más antiguos?

¿Vale o no la pena que las niñas y niños de la enseñanza primaria y secundaria estudien en sus textos de historia, y en los museos locales y en la instancia nacional, los testimonios y rasgos de esta casi “legendaria” cultura de nuestros primeros cubanos? ¿Qué significado tiene este conocimiento para explicar en la actualidad la hondura de nuestra hermandad con los países y pueblos del continente de América del Sur?

Recalco que me estoy refiriendo a nuestra raíz histórica cultural más antigua y auténtica, que al decir del sabio —aunque, por supuesto, también fue el ideólogo de la rancia burguesía-esclavista criolla— doctor Francisco de Arango y Parreño, según afirmó en sus “Observaciones escritas en 1827 al Ensayo Político sobre la Isla de Cuba del barón Alejandro Von Humboldt”, observación “V” sobre la p. 149 del Ensayo:

Hasta ayer mañana, hubo en Guanabacoa muchas familias de indios. Yo las alcancé, y el Sr. Barón [de Humboldt] verá en la Historia de Arrate que los indios, en sus canoas eran los que proveían de agua a esta ciudad  [La Habana], antes de que se hiciese la zanja que tenemos hoy; y a siete leguas de Bayamo, hay todavía un pueblo de indios, que se llama Jiguaní, que goza de los privilegios que, por las leyes y otras Reales disposiciones, están concedidas a los indios; consta de trescientas casas. Pero es casi seguro que desaparecerán, lo mismo que los de Guanabacoa, por sus continuas mezclas con blancos y negros. (Arango y Parreño, F. Obras, Imagen Contemporánea, La Habana,  Vol. II, p. 256).

Luego, ¿se extinguieron definitiva y totalmente los “aborígenes” cubanos y cubanas y sus manifestaciones culturales después de 1540, no trascendió ese patrimonio a la conformación de nuestra cultura y nación[1], o es que nos faltaría investigar e integrar conocimientos de la arqueología y la antropología existentes en la actualidad, y construir con buena fe un largo tramo de la historia colonial cubana? Hay que visitar en las zonas de las montañas orientales, o de Pinar del Río, los que fueron reductos de las poblaciones de descendientes aruacos mestizados, y ¿en qué puede disminuir su valor histórico cultural el término “mestizados”? ¿Acaso subsistió alguna población biológica o culturalmente “pura” en el proceso colonial que sucedió en la Isla de Cuba, hasta 1898? Relativamente “hasta ayer mañana”, nos diría hoy Arango y Parreño.

Pero este no es el único proceso que se desconoce, omite o que se ha estudiado poco en nuestra historia, entre aquellos que tejen pacientemente nuestra cultura nacional. ¿Qué decir de los personajes que dirigieron la política y cultura “criolla”, a veces en contradicción con la política colonial, de acuerdo con sus intereses particulares en su tierra natal, donde tenían sus preciosas posesiones, los “nobles criollos con títulos de Castilla”, desde mucho antes de 1790? ¿Cómo entender La Habana del siglo XVIII, sin la capa ínfima de los habaneros ilustrados, sin conocer los poderes y privilegios excepcionales de los “señoríos y señores habaneros”? Y, etcétera, etcétera…

Habría que hacer, autocríticamente, un largo listado de muchas otras cuestiones, que profundizarían en los saberes actuales, que son necesarios y muy útiles para plantear, o replantear, problemas a la luz pública, y para contestar a muchos de ellos, a los errores y contradicciones que presenciamos en los días que corren.

Estos asuntos revelan, una vez más, la interdependencia entre Historia y Cultura, entre ciencia y cultura, a pesar de que ha habido miopes “cultos” que no la han visto, y quizás no las lleguen a ver nunca. Todavía hay miembros de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba que demandan a la organización debido a la inclusión (que se efectuó desde los más remotos antecedentes y orígenes de la UNEAC) de historiadores e historiadoras en una Sección de Literatura Histórica y Social en el seno de la Asociación de Escritores; o que no reconocen en el perfil de la Editorial UNIÓN la validez de las pocas, pero buenas y valiosas publicaciones sobre Historia de la Colección Clío.

Necesariamente, en mi opinión, estos temas deberán formar parte de la agenda del 8º Congreso de la UNEAC, porque así lo requiere la Historia, de frente a los tiempos de revalorización, renovación y consolidación de todo aquello que contribuya a la reafirmación, al avance urgente e inexcusable de la nación y cultura cubanas, que ya está en marcha alumbrado por la frase martiana, impregnada de profundos significado y sentido de humanidad: “con todos y para el bien de todos”.   

NOTAS:

[1] Me refiero a la declaración de Cuba en el Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas, Décimo Período de Sesiones, Nueva  York, 16 al 27 de mayo de 2011, Comisión de Derechos Humanos de la O. N. U., cito textualmente:  “Cuba dice que el patrimonio cultural indígena ha sido crucial para formar la nación cubana.”  Tomado del Informativo Docip (en español, Centro de Documentación, Investigación e Información de los Pueblos Indígenas”) no. 99- 100, enero-abril 2012, p. 15.

Lohania Aruca Alonso
carua@cubarte.cult.cu

Publicado, originalmente, en el Portal Cubarte  http://www.cubarte.cult.cu/ , el 18 de octubre de 2013
Link del artículo: http://www.cubarte.cult.cu/periodico/opinion/historia-y-cultura-cubanas/24901.html

Autorizado  por la autora, a la cual agradecemos.

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