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El 27 de Noviembre de 1871: algo más que una página de la Historia habanera
por Lohania Aruca Alonso
carua@cubarte.cult.cu

 
 

La Historia como arma eficaz para formar la conciencia social de las jóvenes generaciones, como base sólida para ejercer y practicar los valores cívicos en la vida cotidiana -principalmente con la mira alta puesta a disposición de explicar cuál es el sentido de la lucha por la justicia,  la libertad y el desarrollo humano en general, que deben ser paradigmas permanentes e indeclinables de cualquier sociedad civilizada- se sintetiza en el día de hoy en la recordación y la reflexión acerca del significado de un cruel proceso, encabezado por el gobierno colonialista español y las fuerzas más reaccionarias a su favor, que culminó con  el fusilamiento de ocho estudiantes de Medicina en La Habana el 27 de Noviembre de 1871.[1]  

Profundas investigaciones históricas se han realizado en torno a lo sucedido en el Cementerio de Espada,[2] alrededor de la tumba del periodista español Gonzalo Castañón, y de cómo se demostró, por su propio hijo, que jamás fue ultrajada por los estudiantes de Medicina fusilados -algunos de ellos sin tener presencia siquiera en la ciudad mientras ocurrían los fatales hechos juzgados.[3] A pesar de ello, fueron incluidos en la injusta sentencia militar debido a una selección aleatoria (uno por cada diez en la fila de acusados) de las infelices víctimas.

Actualmente, cuando retorna al mal llamado mundo “civilizado” la práctica de agresiones, persecuciones, secuestros, terribles torturas y ejecuciones sumarias sin atender a una defensa apropiada; y, cuando para colmo, se utilizan territorios ajenos (incluyendo entre estos lugares la base militar estadounidense ilegalmente ocupada en Guantánamo),  fuera de la sede de la potencia militar mundial que lleva a cabo  dichas acciones; y, cuando hasta las peores fechorías se convierten en cintas de video o discos compactos, para trasmitir sus contenidos, deshumanizados y deshumanizadores, como testimonios de un valor personal inexistente, en lugar de denunciar actos de infamia y cobardía de gran magnitud, estamos obligados a reivindicar, una vez más, la historia de la luchas por las causas justas y conocer profundamente a sus verdaderos héroes y heroínas.

En la Necrópolis Cristóbal Colón de La Habana, se erige el mausoleo y los nichos donde se guardan los restos sagrados de los ocho mártires inocentes.  Al pié de ellos, también se halla, como justo reconocimiento, la lápida de su valiente defensor español, el capitán Capdevila, quien desenvainó su espada,  y se cuenta tradicionalmente que la quebró, ante el triple deshonor que representaba  para su patria, España, para su religión, la católica, y para él, un militar pundonoroso,  la sentencia injusta del tribunal timorato, que dobló su rodilla ante la insubordinación de los españoles integristas y de los peores instintos desatados dentro de su brazo armado: la milicia voluntaria española.

  Se confundía el abnegado patriotismo con la aberración de los fanáticos y la venganza contra los criollos cubanos que, en el Oriente del país, desde el 10 de octubre de 1868, se habían alzado y luchaban con firmeza y valentía por la independencia de Cuba.

Otros jóvenes patriotas cubanos se asocian a esta página histórica: Fermín Valdés Domínguez, estudiante del mismo grupo de Medicina, encarcelado y que obtuvo sentencia leve, cuya lápida mortuoria también aparece en el mausoleo a los mentados estudiantes,  y José Martí su entrañable amigo, compañero de la larga pelea contra el colonialismo español en Cuba, quien, recién llegado al sitio de su primer destierro en Madrid, recibe indignado los detalles de la noticia que le da Fermín, y con extraordinaria capacidad poética presenta su denuncia al través de versos inolvidables:

Cadáveres amados, los que un día
Ensueños fuisteis de la patria mía,
¡Arrojad, arrojad sobre mi frente
Polvo de vuestros huesos carcomidos!
¡Tocad mi corazón con vuestras manos!
¡Gemid a mis oídos!
¡Cada uno ha de ser, de esos gemidos
Lagrimas de uno más de los tiranos.

…............................
(A mis hermanos muertos el 27 de Noviembre)

Un fragmento del paredón de fusilamiento, todavía está en pie, cubierto por una glorieta de mármol blanco, frente a la antigua fortaleza de La Punta, a la entrada de la Bahía de La Habana.  Hasta este sitio marchan en peregrinación anualmente los estudiantes habaneros, en representación de toda la juventud cubana. El crimen cometido ayer, es hoy una afrenta más, sumada a la indigna historia del colonialismo internacional. También constituye una alerta roja en el presente, que nos recuerda el alto precio de la justicia, la libertad, la independencia y la soberanía nacional.
 

Notas:

[1] Los ocho estudiantes fusilados se llamaban: Alonso Álvarez de la Campa, Anacleto Bermúdez, José de Marcos Medina, Ángel Laborde, Pascual Rodríguez, Augusto de Latorre, Carlos Verdugo y Eladio González. 

[2] Un estudioso de este proceso injusto fue el historiador cubano Luís Felipe Le Roy y Gálvez, ver su obra  A cien años del 71: el fusilamiento de los estudiantes. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1971.

[3] “Verdugo ni siquiera habia ido a clases el día de los hechos. Estaba con su familia en Matanzas.” Nota en: Portuondo, Fernando. 1492-1898 Historia de Cuba, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, s/f, tomado de la sexta edición (segunda impresión), Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1965, p. 445.

Lohania Aruca Alonso
carua@cubarte.cult.cu

Publicado, originalmente, en el Portal Cubarte el 12 febrero 2009 - http://www.cubarte.cult.cu/
Link del artículo: http://www.cubarte.cult.cu/periodico/opinion/el-27-de-noviembre-de-1871-algo-mas-que--una-pagina-de-la-historia-habanera/9147.html

Autorizado  por la autora, a la cual agradecemos.

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