El cuento es la selva: lectura crítica-ecológica de "Los cuentos de la selva", de Horacio Quiroga
por Diego Fabián Arévalo Viveros
Mágister en Literatura
Universidad de los Andes-Colombia

Resumen || Utilizo la perspectiva crítica ecológica para aproximarme a los Cuentos de la selva (1994) de Horacio Quiroga con el fin de reflexionar sobre lo que he denominado el decir ecológico. Este último implica analizar cómo, en lo dicho por los personajes-animales de los cuentos quiroguianos, se revela una forma de comunicación "selvática”. Los animales hablan, pero no como humanos. Usan las palabras, pero éstas, más que servir en la discusión de problemas históricamente relevantes para la humanidad (el alma, la razón, etc.), reflejan el suceder de la naturaleza. Las palabras funcionan como un ecosistema. Los diálogos de tigres y boas, las expresiones de los tucanes, etc., están determinados por una preocupación particular: la selva como acontecimiento. En tal caso, podríamos afirmar que Quiroga imagina la selva creando personajes capaces de "hablar el verde” y "dialogar el hábitat”.

Palabras clave || Horacio Quiroga | Los cuentos de la selva | Ecología | Selva | Acontecimiento | Palabra.

Abstract || The main porpoise of this article is to use a critical and ecological approach to read Horacio Quiroga's text «Cuentos de la Selva» (1994) so to think about, what I have intended to name, ecological discourse. In order to achieve this objective, I will analyze how character’s speech reveals a "jungle communication”. Animals talk but not like human beings do. They use words to talk about native life but they do not talk about important human topics such as soul, thought, and so on. Words are used as an ecological system. Tigers and boas dialogues and toucan expressions have a particular interest: jungle as an event. We can affirm that Quiroga imagines jungle creating characters able to «talk the green» and to «dialogue the habitat».

Keywords || Horacio Quiroga | Los cuentos de la selva | Ecology | Jungle | Event | Word.

0. Introducción: decir ecológico

Debe de ser hora de dormir -murmuró

Anaconda. Y pensando deponer

suavemente la cabeza [...] la aplastó contra

el suelo en el sueño Anal.

Horacio Quiroga

En "Juan Darién”, uno de los Cuentos de la Selva (1984) de Horacio Quiroga, podemos escuchar a un personaje dirigiéndose a la multitud con las siguientes palabras: "¡Marquémoslo con rayas de fuego! ¡Quemémoslo en los fuegos artificiales!” (Quiroga, 1984: 213). Este personaje, conocido como "el domador”, está frente a un tigre. Es importante saber que la fiera a la que se refiere, y a la que un pueblo entero quiere exterminar, ha vivido largo tiempo entre la gente, ocultándose en la apariencia de un niño. Al ser descubierto, es aprehendido por la multitud. A pesar de los ruegos que el niño-tigre pronuncia para que lo liberen, "perdón” (212), la gente del pueblo lo tortura y lo maltrata: "En el fondo de la jaula, arrinconado, aniquilado en un rincón, sólo quedaba un cuerpecito sangriento de niño, que había sido Juan Darién. Vivía aún y aún podía caminar cuando se le sacó de ahí” (212).

Para los intereses del presente artículo, quiero llamar la atención sobre las palabras "quemémoslo” y "marquémoslo” (213). Según mi perspectiva crítica elegida[1], estas expresiones, dentro del mundo ficcional de los Cuentos de la Selva, se integran a lo que podríamos denominar como decir humano: enunciados producidos por personajes antropomorfos que instalan, en la narrativa de los cuentos, el tema de la destrucción de la naturaleza. Según nuestra visión, cada vez que un personaje humano habla en uno u otro cuento, reitera la muerte de la fauna y en general, del ecosistema. El decir humano aparece sólo para planear, anunciar, ordenar y ejecutar la destrucción y el arrasamiento del hábitat: "¡matémosle en seguida!” (213); "no cuesta nada probar un primer tiro” (151). Ahora bien, este tipo de decir, contrasta y se opone a un decir ecológico: enunciados de los personajes-animales de Cuentos de la Selva en los que se lee el devenir de la naturaleza. Si el decir humano ordena, planea, etc. la destrucción de la natura, el decir ecológico muestra la selva, la presenta como palabra[2]. La pretensión de mi reflexión es concentrarme en el análisis del decir ecológico. Lo estudiaremos en los cuentos: "La anaconda”, "El regreso de Anaconda”, Juan Darién, "La abeja haragana” y "Las medias de los flamencos”, obras que hacen parte de los Cuentos de la Selva de Horacio Quiroga.

A manera de hipótesis, pensamos que los enunciados producidos por los animales de los cuentos de Quiroga, contienen la selva; en lo dicho por las serpientes, tigres, hormigas, se revela una forma de comunicación “selvática”. Los animales personajes hablan pero no como humanos. Usan las palabras, pero éstas, más que servir en la discusión de problemas históricamente relevantes para la humanidad (el alma, la razón, la ciencia etc.), reflejan el suceder de la naturaleza; las palabras funcionan como un ecosistema. Los diálogos de los tigres, los enunciados de las boas, las expresiones de los tucanes, están animados y determinados por otra preocupación: la selva como acontecimiento. Lo que discute un animal con otro, las palabras con que lo hacen, son la selva misma, por lo que podríamos afirmar que Quiroga imagina a esta última creando personajes animales capaces de hablar el verde, dialogar el hábitat, capaces de decir lo que no es propiamente humano y que sucede en el río, en el árbol, etc.; en este caso, es importante recordar lo que afirma Karl Kroeber en su libro Ecological Literary Criticism (1994) “words may manifest how processes of external nature and processes of human imagining can be mutually reinforcing” (Kroeber, 1994: 121).

Así, entonces, a nuestra hipótesis debemos agregar lo siguiente: si para la ecología, "science of relations-ships” (Mcdowell, 1995: 372) tanto abejas como loros y flores se comunican de alguna manera, existiendo un nexo entre todos los seres vivos, Quiroga vuelve legible ese extraño idioma; sus animales imaginados hablan y, en tal acontecimiento, el lector descubre esa "otra” comunicación que es la selva; por lo que podríamos afirmar que en el caso de Cuentos de la Selva, no estaríamos frente a una antropomorfización de los animales: si estos dicen y hablan en español es para manifiestar una "lengua” que sucede en el bosque, y que, para usar un oxímoron, es el silencio mismo de la selva.

1. Selva y murmullo

Sintió en su corazón herido que ante la

suprema ley del universo, una vida equivale

a otra vida...

Horacio Quiroga

Para iniciar mi reflexión, quiero formular una pregunta que a mi juicio es clave para entender aquello que hemos denominado como "el decir ecológico”: en la selva, ¿existe una forma de comunicación entre los seres vivos? Para responderla, acudiremos a algunos estudios que hablan sobre cómo se produce la vida en las selvas tropicales de América. Así por ejemplo, en el artículo titulado, Soil and soils process research (1994), Phillip Sollins afirma que el suelo de la selva no se puede entender aislado del clima, la topografía, las plantas y, en general, aislado de la vida que lo transita y crece sobre él. Para este autor, el suelo de la selva está completamente integrado con los seres vivos e inertes, los cuales, establecen con él una relación indisoluble mediante la cual lo metamorfosean transformándose ellos mismos también. Gracias a la relación que establecen los seres con el suelo, estos se alimentan, son cazados, mueren, se descomponen, etc.

Así, toda metamorfosis del suelo es posible porque la totalidad de los seres vivos y muertos intervienen en él y viceversa; fenómeno que explica cómo el suelo se encuentra ligado con dos acontecimientos claves para entender la selva: la fertilidad y la muerte. “Soils with correlative factors such as climate and topographic position, strongly influence plant growth, survival and reproductive success” (Sollins, 1994: 34). Fertilidad y muerte ocurren en tanto se establecen relaciones entre el suelo, el clima y los seres vivos en conjunto: “soil physical structure is important because it affects 3 espe-holding capacity (thus, plants) rates and patheways of 3 espe-infiltration, and aeration and microbial activity” (Sollins, 1994: 46). De tal manera, al hablar del suelo selvático, necesariamente debe apelarse al término “correspondence” (Sollins, 1994: 45), el cual, permite aproximarse a las interconexiones que suceden entre las fuerzas vivas y muertas de la selva, las cuales nunca dejan que el suelo esté inactivo. El suelo se mueve, ocurre, respira, muere y nace. Es tránsito, se levanta con los pájaros, es devenir: fruto, serpiente, tierra: metamorfosis.

De otra parte, en el libro titulado Tropical Nature (1995), Ken Miyata y Adrian Forsyth, en el capítulo denominado, “Fertility” llaman la atención sobre lo que ellos denominan, "tremendous mass of life” (Miyata, Forsyth, 1995: 19).Al respecto, es necesario formular algunas preguntas que nos ayudarán a centrarnos en el problema tratado en su investigación: ¿cómo puede mantenerse activa la vida de tantos seres vivos en un lugar cómo la selva?, ¿bajo qué exigencias de energía?, ¿de dónde provienen tantos nutrientes, necesarios para proporcionar vida a millones y millones de animales y plantas?, ¿qué proceso selvático provee constantemente de alimento a todos los seres vivos? Cuando formulamos estas preguntas, debemos asombrarnos, pues la imaginación no bastaría para descifrar la cantidad de alimento que día tras día demandan los seres vivos al hábitat selvático. ¿Cómo hace la selva para abastecer de alimento a todos sus seres?, ¿qué procesos, movimientos e intercambios ocurren en ella para que esto sea posible? Los autores tratan de elaborar una respuesta a estos interrogantes.

Para que la energía y el alimento circulen en la selva es necesario que se dé un proceso que los investigadores denominan como “close association between” (19). Mediante este proceso, cada ser vivo e inerte de la selva, actúa como un transformador de alimento y como un portador de energía. Es como si todo, pájaros, ríos, hojas, trabajara haciendo circular los nutrientes. Cada ser tendría una función en este sentido. No hay ninguno que no posea este atributo. Todos, tigres, anacondas, peces, flores, son conductos por donde circula la vida, la energía, el alimento. La totalidad de los seres que habitan la selva se encargan de transformar estos tres componentes y, por lo mismo, aseguran su movilidad, su flujo; los llevan dentro de sí y, más aún, se los proporcionan a otros cuando por ejemplo un ser caza y se alimenta de otro o cuando, por ejemplo, un loro picotea un fruto: "there is a dynamic balance in this rapid turnover of life and death” (Miyata, Forsyth, 1995: 19). Sin la asociación entre los seres sería imposible la vida en la selva. Esta comunidad de intercambios asegura que la vida se mantenga y se renueve y, por lo mismo, que los nutrientes y la energía circulen.

En un tercer artículo, Ecosofía Makuna (1993), escrito por Kaj Arhem, se plantea el dilema de cómo la vida en la selva es percibida por una comunidad indígena. Si los biólogos y botánicos explican el funcionamiento de la selva mediante correspondencias y asociaciones entre los seres vivos, en el caso del pueblo Makuna, la selva se explica mediante una cosmogonía según la cual, la fauna, el otro aparentemente diferente al ser humano, es percibido como igual. Para el pueblo Makuna, los animales poseen espíritu; tienen casas, vida social, danzan y se pintan los rostros para realizar sus rituales. Los peces, por ejemplo, se disfrazan de peces, pero una vez llegan a sus lechos, bajo el agua, se quitan sus máscaras y vuelven a ser gente: otro pueblo que vive bajo el agua. Esto no sólo ocurre con los peces sino con el resto de animales. Ahora bien, lo particular de la cosmovisión de esta cultura es que el otro diferente al ser humano, aparte de poseer espíritu y ser igual, es visto también como un posible devorador o como alimento: "Todas las otras formas de vida son clasificadas como 'nuestra comida’ o 'aquellos que se alimentan de nosotros’” (Arhem, 1993: 111).

En tal caso, existen, para los Makuna, otros pueblos disfrazados de animales que les proporcionan alimento o que en su defecto, se alimentan de ellos. Los Makuna reciben energía de los pueblos de humanos disfrazados de animales y a la vez, ellos entregan alimento a otros pueblos que necesitan de ellos. Para que el alimento circule, es necesario, empero, acudir al ritual:

Cuando los animales bailan ellos se reproducen y multiplican a sí mismos [.] cuando la gente baila en este mundo, nuestros espíritus también bailan en las malocas de baile de los animales [.] si la gente y el chamán no llena la cuya de coca y rapé en la maloca de baile de los animales, los animales no se reproducirían y multiplicarían. (117)

En esta cosmogonía encontramos un arraigado sentido de unidad de los seres que habitan en la selva, unos se dan a otros: sólo así, la vida es posible. La asociación, la correspondencia, aquí se experimenta en términos míticos. La danza y el ritual consolidan las relaciones entre las especies y los posibles intercambios entre ellas para que la vida y la selva continúen.

Volvemos entonces a nuestra pregunta: ¿existe comunicación en la selva? ¿circula un murmullo en ella? Respondemos: entre las especies y los seres que habitan la selva no circulan cartas, mensajes virtuales, etc. La letra no es una de las maneras del decir. Sin embargo, los seres se acercan unos a otros, se relacionan, se entregan y se dan para que el otro viva. Al parecer, una comunicación silenciosa ocurre en la selva. Las conexiones naturales entre las multitudes de habitantes selváticos constituyen este tipo de comunicación cuyo resultado es el devenir de la vida, el suceder de la muerte[3].

El hambre que siente la fiera frente a su presa dormida o el esplendor de un fruto colgando frente a un pájaro, parecen ser ejemplos de un lenguaje que permite la correspondencia, las asociaciones entre los seres para que la vida en la selva sea posible. En tal caso, existiría una comunicación mediante la cual "una vida equivale a otra vida” (Quiroga, 1984: 204), lenguaje natural que la ciencia ecológica trata de entender; “ecology treats of total interrelationships of organism and their enviroments” (Kroeber, 1994: 23).

2. ...Y el murmullo se hace palabra

Somos nosotros quienes tenemos miedo...

-chilló a la sordina una arpía plomiza.

Horacio Quiroga

En la hipótesis que planteaba al inicio de este artículo, afirmaba que los animales imaginados por el narrador de Cuentos de la Selva poseen un “decir ecológico”, un habla cuyas palabras revelan la naturaleza. La selva anima sus expresiones y, por lo mismo, lo que se manifiesta en sus diálogos no es otra cosa que lo que sucede en el bosque, el río, el panal de abejas. Cada palabra presenta el hábitat; cada frase dicha por un animal se corresponde con esa otra comunicación que les permite a los seres vivos interactuar para sobre-vivir. Las palabras de los animales imaginados por Quiroga, hacen legible ese murmullo que es el movimiento, el devenir de la vida selvática. De ahí que para el lector, lo dicho por los animales, se le va a presentar extraño, poco usual, como si quienes usaran las palabras, no hablaran del todo; al respecto, Martha Canfield, hablando sobre los diálogos de los animales de los cuentos de Quiroga, afirma: "las cosas que se dicen entre ellos tienen que ver con la realidad inmediatamente percibida, con una memoria de corto alcance -y en esto más sensibles que el hombre- con ciertos fenómenos de percepción extrasensorial” (Canfield, 1990: 33).

Desde luego, este lenguaje que desarrollan los animales imaginados por la cuentística quiroguiana, de alguna manera, debe tener relación con la experiencia que tuvo el autor de la selva; experiencia que, para la misma Martha Canfield, fue totalmente "auténtica”; la selva es para Horacio Quiroga "elaboración simbólica a partir de la experiencia real y como culminación de un viaje interior de purificación” (31). De este tema nos ocuparemos al finalizar nuestra reflexión.

Ahora bien, para escuchar el murmullo de la selva instalado en las palabras de los animales de Cuentos de la selva es necesario acudir a sus diálogos. Si el sonido selvático se conforma por las infinitas interrelaciones y contactos entre los seres vivos e inertes, en lo dicho por los animales imaginados por Quiroga, este sonido se reproduce en lo que afirman, preguntan, y contestan; en el cuento "La abeja haragana” (1984), uno de sus personajes, la abeja, dice: "-Es cierto [...]. No trabajo y yo no tengo la culpa” (Quiroga, 1984: 84). La serpiente, su interlocutora, contesta: "Siendo así [...] voy a quitar del mundo a un mal bicho como tú. Te voy a comer abeja” (84).

Este tipo de diálogos, sumamente tensos entre diferentes especies se reiteran en la mayoría de Cuentos de la Selva. En "Anaconda”, tenemos que la cobra habla en estos términos: "Y tú menos que nadie, porque me tienes miedo” (120). La anaconda responde, "¡Miedo yo!” (120). De la misma manera, en "El regreso de la Anaconda”, sucede un diálogo entre las serpientes y la anaconda; esta última dice, "¡cuidado!” (145), a lo que contestan las serpientes, "¡entendido! [...] pero algún día te hemos de pedir cuenta de esto” (145). Y vuelve nuevamente la anaconda, "En otra época [...] rendí cuenta a alguna de ustedes.Y no quedó contenta. ¡Cuidado tú misma hermosa Yarará! Y ahora mucho ojo” (145). En "La tortuga gigante”, el ratoncito le dice a la tortuga, "¡Ah, zonza, zonza!, [...] ¡nunca vi una tortuga más zonza!” (11). Y en otro cuento, "Las medias de los flamencos”, las víboras dicen, "¡No son medias! [...] ¡Sabemos lo que es! ¡Nos han engañado! ¡Los flamencos han matado a nuestras hermanas y se han puesto sus cueros como medias! ¡Las medias que tienen son víboras de coral!”(18). El narrador de este cuento, luego del diálogo agrega:

Al oír esto, los flamencos, llenos de miedo porque estaban descubiertos, quisieron volar; pero estaban tan cansados que no pudieron levantar una sola pata. Entonces las víboras de coral se lanzaron sobre ellos, y enroscándose en sus patas les deshicieron a mordiscones las medias. Les arrancaron las medias a pedazos, enfurecidas, y les mordían también las patas, para que murieran. (19)

En estos diálogos, más que hablar, los personajes animales sobreviven en la selva. Los enfrentamientos verbales que suceden entre una y otra especie no hacen más que reproducir la lógica de las interrelaciones entre seres vivos, las cuales, tal y como queda visto, suceden en un ambiente de total tensión; esta tensión, empero, es la que permite que la vida suceda; que la fertilidad, la alimentación, la circulación de la energía y los nutrientes sea un hecho. Es necesario recordar aquí la cosmología Makuna en la que los otros diferentes al ser humano son vistos como alimento o como devoradores. Esta lógica, sin embargo, es la que le permite al ecosistema selvático preservarse, es decir, moverse, estar en una continua metamorfosis. En tal caso, las palabras de los animales en los cuentos de Quiroga, reflejan esa profunda y vital tensión selvática, mediante la cual se realizan los acercamientos entre los diferentes seres vivos. Los animales se agreden, se desafían, se maltratan verbalmente (y físicamente), pero todo eso se debe asumir como devenir de la naturaleza; devenir selvático en el que es necesaria la muerte de unos para el nacimiento de otros: “Although the risks may be exaggerated, dangerous creatures do inhabit these places, and tension, which puts a fine edge on your senses and makes you more aware of your environment, can be highly adaptive” (Miyata, Forsyth, 1995: 185).

Así, lo que revelan las palabras de los animales imaginados en los Cuentos de Quiroga no es otra cosa que el mismo movimiento de la selva. La metamorfosis de esta última queda dicha y en el mismo sentido, la transformación de la energía, la circulación del alimento, la correspondencia entre todos los seres vivos y la denominada "asociación” que les permite vivir. Todo eso que forma el gran murmullo de la selva, se repite en lo que dicen los animales creados por Quiroga. Es cierto, existe una armonía para nada pacífica, pero es un tipo de armonía propio de la selva. Según Martul Tobío y Kathleen March, a Quiroga le interesa, “la relación de semejanza con el árbol, en ella se delata la presunción de una naturaleza que vive y crece unificadamente según una armonía sangrienta” (Tobío, March, 1987: 75). En este sentido, una serpiente, por ejemplo dice a la abeja: “Con justicia o sin ella, te voy a comer” (Quiroga, 1984: 85).

De la misma manera, es importante tener en cuenta que en los diálogos que nos muestra Quiroga, todos los animales participan. Las hormigas intervienen, “somos las hormigas, Anaconda, [...] y venimos a hacerte un reproche” (145). Los tucanes expresan, "nosotros no somos pájaros cualquiera [...]” (137). El caballo dice, "No importa [.] puedo darme por contento con este rico pasto” (197). El tigre, “ya estoy pronto, hermanos” (216) las serpientes, las boas, etc. En fin, todos pueden decir la selva; lo que en otras palabras significa, todos participan de esa gran tensión y metamorfosis que tiene como escenario los bosques, los ríos, entre otros. Es importante recordar lo que nos dice Karl Kroeber al respecto"[.]essential to this perspective is the recognition of each specific element of the whole, not as equal to every other but as equally necessary in its special fashion to integrity of the entire system”. (Kroeber, 1994: 56).

Precisamente, esa no igualdad y por lo mismo, la diferencia entre los individuos que habitan la selva, también queda dicha por las palabras de los animales-personajes. Cada animal cuando habla, se reconoce él mismo como único, con características propias e irrepetibles que ninguna otra especie posee. La Anaconda, por ejemplo, resaltando su individualidad y sus rasgos físicos dice, "Cuando un ser es bien formado, ágil, fuerte, veloz, se apodera de su enemigo con la energía de nervios y músculos que constituye su honor” (Quiroga, 1984: 119). La palabra en este caso, les sirve a los animales para describir los rasgos físicos que cada uno posee y que son indispensables para que se integren, a través de ellos, a la totalidad del ecosistema. "[...] the (quite literally) infinite worth of each unique life, however small, insignificant, or humble depended not on its being equal to others but, instead, on its making a peculiar contribution to the wholeness of an entire system of vitality, a wholeness constituted by almost endless differences of diversely individualized beings.” (Kroeber, 1994: 57).

3. Conclusión: la selva es la casa de la palabra

La casa, motivo de preocupación en la selva,

habíase convertido en establecimiento científico.

Horacio Quiroga.

De esta manera, tal y como queda sugerido, las palabras dichas por los animales de los Cuentos de la Selva reiteran lo que sucede en la naturaleza. Entre lo dicho y la selva hay un nexo indisoluble, poético. El murmullo de la vida que acontece en las ramas y en las raíces de un gran árbol, es diálogo en los cuentos de Horacio Quiroga.

Pero todo no termina aquí. Precisamente, que la selva sea dicha es lo que vuelve fascinante la cuentística de Quiroga; ante este hecho nos preguntamos: ¿Qué ha pasado con su lenguaje, con su manera de narrar, con sus palabras?, ¿qué eventos ha padecido como escritor para que su lenguaje sea capaz de revelar la naturaleza? Para tratar de responder, debemos necesariamente recordar lo que significó Misiones para el autor.

Misiones[4], es el lugar selvático donde el autor vivió durante mucho tiempo. Pero, más que eso, es también el espacio donde Quiroga encuentra la selva y, por lo mismo, el territorio donde inventa un lenguaje que no es el de la ciudad o el de la llamada "civilización”. Misiones es un estado del alma para Quiroga; ahí, tal y como dijo Martha Candfield, el escritor se purifica del progreso citadino, se purga de los clichés artísticos y se convierte él mismo, en otro: el que escucha el murmullo de la selva y lo escribe. En las márgenes de la razón occidental, su lenguaje se transforma, se empieza a corresponder con el árbol, el tigre, el sonido del devenir selvático. No en vano, Noe Jitrick hablando de Quiroga afirma: "por de pronto, adquirirá un aspecto más duro y selvático, empezará a crecer el mito de su hurañía, de su capacidad de desapegarse de los halagos y las vanidades urbanas” (Jitrick, 1967: 21).

Se fragua así, en la vida como en la escritura de Quiroga, una fuerte crítica a la cultura occidental; el escritor huye de ésta y viaja hacia “lo bárbaro”; renuncia al orden, a la comodidad y se instala en Misiones donde emprenderá su obra: “reconocido buscador de las márgenes, pareciera ser que desde la libertad de las fronteras le fue posible emprender obras “de todos los colores” (Fleming, 1995: 106).

Entonces, la valoración que debemos hacer de Quiroga debe apuntar a reconocer su enorme esfuerzo por inventar un lenguaje selvático de América, en una época en la que la mayoría de escritores aspiraban a simular de manera correcta las modas literarias venidas de Europa. De ahí que se diga de Quiroga, "se ponía en las antípodas de D.F Sarmiento” (Canfield, 1990: 31).

Este ponerse en las antípodas no es más que hacer de la selva casa de la palabra. Hacer de la narración, el lugar de los tigres y el agua. Crear, como dice Victor Fuenmayor, “la analogía escencial” (Fuenmayor, 1998: 9) entre el cuerpo, la escritura y la naturaleza que sería, en últimas, el significado "quiroguiano” de América.

NOTAS

[1] La perspectiva a la que nos referimos es la crítica literaria ecológica, la cual estudia la relación cultura-naturaleza presente en las obras de arte; esta tendencia crítica se aproxima la obra de arte asumiendo que ella establece una relación fundamental con el medio ambiente donde es creada. La obra reproduce los ritmos de la naturaleza; nunca se aparta de un medio ambiente que es imaginado. Para la crítica literaria ecológica, el ecosistema es el lugar de la obra de arte. Karl Kroeber afirma, "Ecological literary criticism concentrates on linkages between natural and cultural process [...] Ecological criticism is holistic[...]” (Kroeber, 1994: 1).

[2]  Para los propósitos de nuestro artículo es necesario entender el decir ecológico como palabra enunciada por los personajes-animales de los cuentos de Quiroga, cuyo fin es revelar, mostrar e imaginar los ritmos de la naturaleza; el decir ecológico se puede entender también como palabra donde la selva es el contenido y, por lo mismo, la forma. Kroeber, refiriéndose al poema "West Wind” de Shelley, afirma: "nature must be conceivable as more than systems of repetitive regularity, The west wind must be acclimated within the imagining mind if it is to become the vehicle of any humanly significant 'resurrection', that is, a revival that is more than cyclical repetition” (Kroeber, 1994: 122). El decir ecológico en tal caso, capta y hace evidente el devenir natural.

[3] Es importante entender, en este caso, que los procesos mediante los cuales circula la energía en la naturaleza y en la selva, están determinados por una “natural vitality” (Kroeber, 1994: 51) que posibilita el suceder y el devenir de la vida y la muerte como acontecimiento no opuestos y aislados sino integrados, los dos, a la transformación constante del ecosistema.

[4] Como lo podemos constatar en cualquier biografía sobre Horacio Quiroga, Misiones fue el lugar selvático que habitó el autor y que determinó su visión sobre el mundo y desde luego, su obra. Quiroga se instaló por largo tiempo en Iviraromí, zona fronteriza entre Uruguay, su país, y Argentina. Es importante recordar que Quiroga descubre la selva en una expedición fotográfica a las ruinas de San Ignacio, acompañado por Leopoldo Lugones, en el año de 1901.

Bibliografía

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CANFIELD, Martha (1990): "Horacio Quiroga: La selva sagrada y el reino imperfectible”, Revista de la Universidad Nacional, 24, 31-34.

FLEMING, Leonor (1995): "Horacio Quiroga y la crítica”, Cuadernos Hispanoamericanos, 537, 103-108.

FORSYTH, Adrian and MIYATA (1995): Tropical Nature, New York, Touchstone. FUENMAYOR, Víctor (1998): Materia, cripta y lectura de Horacio Quiroga, Zulia, Universidad de Zulia.

JITRICK, Noe (1967): Horacio Quiroga, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina. KROEBER, Karl (1994): Ecological Literary Criticism, New York, Colombia University Press.

QUIROGA, Horacio (1984): Cuentos de la selva, Bogotá, Seix Barral.

TOBIO y MARCH, Kathleen (1987): "Ejes conceptuales del pensamiento de Horacio Quiroga”, Cuadernos hispanoaméricanos, 442, 73-87.

MCDOWELL, Michael (1995): "The Bakhtinian road to ecological insight”, C. Glotfelty and H. Fromm, The Ecocriticism Reader, Georgia, University of Gerogia Press, 371-391.

SOLLIN, Phillip (1994): "Soils and soil process research”, L. Macdade, K. Bawa, H. Hespenheide, G. Hartshorn, La selva, Ecology and natural history of a neotropical rain forest, Chicago, University of Chicago press, 34-53.

 

Diego Fabián Arévalo Viveros
Mágister en Literatura
Universidad de los Andes-Colombia
452°F. Revista electrónica de teoría de la literatura y literatura comparada, 1, 121-132

Montevideo, del 5 al 12 de julio 1985

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