Leif Ericson comienza a padecer

por Germán Arciniegas

Ilustró Eduardo Vernazza

Históricamente, lo peor que le puede ocurrir a una persona es resultar comprometida en el descubrimiento de América. Esa persona puede estar segura de que le darán más palos que a un hereje. Ya comienzan ahora a moler al honorable marino Leif Ericson, que llevaba mil años de dormir en paz. En Boston, los que escriben en las paredes celebraron el 12 de octubre este año con esta leyenda: Leil es un aguafiestas. En Madrid el periódico “A. B. C” trató de necrófagos a los profesores de la Universidad de Yale porque se atrevieron a publicar el mapa de 1440 en donde aparecen los descubrimientos hechos el año 1000 por Ericson en Norte América. Y que se prevenga desde ahora la memoria del gran Viking. Ya deben estar preparándose las academias para enjuagarlo anualmente como parte de las fiestas del 12 de octubre.

Hay algo inherente a nuestra existencia como parte del mundo moderno en este desgraciado destino que se le espera a nuestros descubridores. Al pobre Colón tanto le mortificaron en vida, que él mismo decía: “He llorado más que ningún otro ser de los que han venido al mundo”. Sospecharon de él como ladrón, le denunciaron por cruel y pésimo gobernador, le devolvieron a España con cadenas, etc. Ponía el grito en el cielo el Almirante, con sus barcas deshechas, en el triste final de su cuarto viaje, diciéndole al Señor: “¿Qué mal les he hecho, Dios mío, a estos reyes, para que me traten así, después de que les he dado más tierra que las que heredaron de sus padres?” En Europa, produjo tanta indignación el trato que parecía le hubieran dado los españoles a Colón, que comenzaron a publicarse libros y panfletos echándoles agua sucia a los reyes de Castilla. Como es humano, los autores de esos escritos gozaban mucho más cubriendo de lodo a esos reyes que defendiendo al pobre genovés. Entonces, fray Bartolomé de las Casas inventó un truco estupendo para desviar la atención de los descontentos; Echarle el agua sucia de Vespucci.

El pobre Vespucci había sido el favorito del rey Fernando, que premió su gran periplo nombrándolo Piloto Mayor de Castilla. Ciertamente, a Vespucci se debe el que hubiera sabido el mundo que las tierras descubiertas por Colón no eran ni islas del Japón ni tierra firme del Asia, sino un nuevo continente. Por eso los canónigos de Saint Dié le dieron al nuevo continente el nombre del florentino. Con mucha astucía, fray Bartolomé irrumpió entonces gritando como sólo él sabía gritar: “He aquí al ladrón: ¡Vespucci se ha robado la gloria de Colón, Colón fue un santo y éste es un impostor!” Tanto gritó el fraile, que todavía sus voces taladran el aire, y de ladrón, impostor y algunas otras cosas peores, se califica al buen Amerigo en los textos eruditos, sin tregua ni reposo.

Ahora le toca el turno a Leif Ericson. Hasta el 11 de octubre de 1965 Ericson era una figura legendaria. De él hablaban las sagas noruegas más antiguas, y en los textos de historia se acogía la leyenda de sus viajes como una nota romántica que le daba al Nuevo Mundo el fondo poético de las aventuras nórdicas. Si algunos fragmentos de arqueología le daban cierta verosimilitud a esos poemas, sólo servían para hacer más intrigante la novela. Ahora se descubre un mapa hecho por un fraile suizo en 1440 en donde se resume con toda exactitud la extensión de los viajes de Ericson. Por él se sabe, ahora sí, que a cuatro siglos de esa exploración aún se la recordaba, y que las tierras visitadas por Ericson no eran sólo un pedazo del Labrador y sus contornos, sino las regiones en donde hoy se levantan algunas ciudades importantes como Montreal, Quebec, Filadelfia, Boston, Nueva York, Washington... El mapa, que por ironía es más exacto en lo que se refiere a Norte América que en las costas de Europa, indica que Ericson llegó casi hasta Florida. Naturalmente, “A. B. C.” de Madrid ha vaciado sus dicterios sobre los profesores de Yale que han cometido el crimen de publicar el mapa, y les ha llamado necrófagos de la cultura. A. B. C., a su tumo, se alimenta de otro muerto: de Colón. Y así, comiendo muerto unos y otros, a uno y otro lado del Atlántico, se debaten denigrando a cuantos alguna parte han tomado en descubrirnos.

Ilustró Eduardo Vernazza (Uruguay)

A la pena tan profunda que nos han causado los insultos a las memorias sagradas de Cristóbal Colón y Américo Vespucio, agreguemos, de ahora en adelante, el mismo sentimiento que nos moverá a recordar con ternura los viajes de Leif Ericson.

AHORA SI NADIE SABE NADA. — El cónsul de Islandia en Nueva York ha publicado una carta que, de las decenas producidas por el mapa de Vinlandia, es la mejor. En todas partes, comentando el viaje de Leifur Ericson al Nuevo Mundo hacia el año 1000, se ha hablado de este vikingo “noruego”. Ahora resulta que el vikingo no era noruego. Leifur, dice el cónsul, nació el año de 970 en Islandia. Su padre era un noruego que emigró a Islandia, y en Islandia se casó con una islandesa. En aquella época, Islandia era ya una república independiente, y, por lo tanto, hablar de Leifur noruego es cometer un error histórico que, con toda justicia, indigna al dignísimo cónsul. Y error que nos entusiasma a los demás extraordinariamente, porque el bueno de este otro descubrimiento del Nuevo Mundo esta en el enredo. Todo contribuye en estos días a hacer nuestro caso más complicado, y aún faltan muchas cosas por decirse. En Italia ha saltado alguno con la idea de que fueron los etruscos quienes primero llegaron al Nuevo Mundo. Esto es excesivo. Los italianos deberían contentarse con la seguridad de ser Colón y Vespucio italianos. Un honesto alemán —que parece más loco que una cabra — ha dirigido una carta al "New York Times” diciendo que Vespucci era alemán. Por menos, perdió el juicio quien decía en España que Colón era español. Prueba parecida de nacionalismo ha dado el señor John Ehrhardt sosteniendo que los irlandeses habían llegado antes que los vikingos a Norte América, como resultaría del estudio de unos dólmenes de tipo celta descubiertos cerca de Salem del Norte.

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Germán Arciniegas (Colombia)

Ilustró Eduardo Vernazza (Uruguay)
(Exclusivo para EL DIA) ¿octubre de 1965?

 

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