El Padre Las Casas, aprendiz de brujo

por Germán Arciniegas

Ilustró Eduardo Vernazza

SI alguien ha creído en las brujas ha sido Fray Bartolomé de Las Casas. Después de escribir copiosamente, como él siempre lo hizo, sobre el poder de los magos, nigromantes y hechiceros para volar con la gente de una comarca a otra o para transformarla en bestias, escribe en su historia de las Indias este capítulo: “Pruébase que la creencia en las operaciones mágicas no está condenada por la Iglesia”. La muchedumbre de ejemplos con que ilustra su doctrina no proviene sólo de España. El pasea su mirada por la historia antigua y la moderna, mira al pueblo de Israel o a los griegos, y se complace particularmente en Alemania. Ciertamente, en la Historia de la Magia que ha escrito François Ribadeau Dumas se sorprende el lector viendo cómo la gran universidad de magos de Praga, en donde estudiaron el doctor Fausto, Paracelso y Cornelío Agrippa, se volcó sobre Alemania, donde las brujas crecieron y se multiplicaron. El famoso decreto de Carlos V contra las brujas, después de la dieta de Ratisbona, produjo más hogueras en Alemania que en España. Cincuenta mil brujas fueron asadas en Alemania, Bélgica y Francia. En España jamás llegó la chamusquina a tanto.

Entre el padre Las Casas y Lutero había un punto de contacto: uno y otro creían en brujas. Es famosa la sentencia de Lutero: “Esos cuentos no están en el aire, ni se han inventado para dar miedo, sino que son hechos reales, que de veras dan miedo. No son niñerías como lo pretenden muchos que quieren hacerse pasar por sabios”. Carlos V mismo, se sentó a manteles en Innsbruck con el doctor Fausto y le expresó su deseo de ver en carne y hueso a Alejandro el Grande y a la emperatriz, su mujer. El doctor Fausto le dijo: “Si S.M. se compromete a no hablarles, se los hago entrar a la sala”. Convino el emperador, se abrió la puerta y avanzaron los ilustres personajes. Obligado a callar, el emperador simplemente quiso verle a la emperatriz un lunar que tenia en la nuca y que está registrado en las historias. La emperatriz se inclinó, Carlos V le vio el lunar y desaparecieron los personajes. Carlos, maravillado, hizo un espléndido regalo al doctor Fausto. Las Casas, pues, no se equivocaba cuando volvía sus ojos hacia Alemania, en busca de brujos.

Sobre convertir a los seres humanos en bestias, el padre Las Casas trae este ejemplo verdadero: Un leñador había salido al campo a cortar leña, y cortándola se enconraba cuando “entra un gato de no chica cantidad y comienza a inquietarlo estorbándole lo que hacía. El labrador, echándolo de sí con amenazas y meneos, he aquí que entra otro mayor que aquél, y juntos acometan al labrador por entre las piernas a rascuñarle y lastimarle; trabaja el labrador, échallos de sí lo mejor que podía, tirándoles de las tajas que cortaba, y estando con los dos ocupado, entra otro más grande y todos tres arremeten a él: uno por las piernas, otro a la cara, otra vez al gargueto; otro por las espaldas, dan con el cuitado a rasguños y a bocados de manera que lo paran bien lastimado. El no se dormía, como dicen, en las pajas, sino dejando su obra, con piedras y con palos y con la hacha, y con todo lo que a mano hallaba en su defensa... hiriendo en ellos quedaron los gatos y se fueron, no bien tratados...” Una hora después llega el alguacil de la justicia y se lleva a la cárcel al leñador, quien sólo al tercer día logra que el juez le oiga. Le interroga airado el juez; “¿Cómo tienes osadía de negar que tal día, a tal hora, estando tres matronas honradas de esta ciudad en su casa, seguras, entraste y les diste tantas y tales heridas de las cuales están en la cama casi muertas, que no se pueden menear?” Oído el descargo del labrador, se descubrió la superchería, quedándole a Fray Bartolomé la duda de si fue que el demonio hizo de las tres matronas tres gatos, o si las tres matronas eran tres brujas que tornaron cuerpo de gatos. Entre estos dos cuernos del dilema está, para Las Casas, la verdad.

Ilustró Eduardo Vernazza (Uruguay)

En el capítulo destinado a probar “De cómo los hombres pueden ser llevados de un lugar a otro por los demonios". Las Casas pone abundantes ejemplos de estos viajes, unas veces promovidos por los ángeles buenos, otras por el diablo. Volar Se puede, según él: lo que debe averiguarse es la compañía. Ejemplo del vuelo santo está en el libro de Daniel, donde se cuenta que el profeta Abacuc fue transportado por los aires de Judea a Babilonia. El ángel bueno “lo tomó por un cabello de la cabeza”. Comenta Fray Bartolomé: “Manifiesta cosa es que no podía tener al profeta y a la pesadumbre de su cuerpo por uno, ni por pocos cabellos, que no cayera y se matara rompidos los cabellos. Y dado que los cabellos no se rompieran, si no lo sostuviera el ángel, por otra parte padeciera el profeta gran tormento estando de los cabellos colgado”.

De estos viajes antiguos, y del propio que hizo Jesús dejándose elevar por el diablo, el padre Las Casas pasa a una serie de vuelos contemporáneos, que mejor es no relatar por evitar a los lectores la tentación de montar en las escobas.

 

Germán Arciniegas (Colombia) (Exclusivo para EL DIA)

Ilustró Eduardo Vernazza (Uruguay)

Suplemento Dominical del diario EL DIA (Montevideo, URUGUAY)  s/f

 

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