Civilizado, bárbaro, salvaje

por Germán Arciniegas

Ilustró Eduardo Vernazza

No es fácil saber lo que piensa hoy la juventud de Europa. La que se hace sentir es la vociferante y despeinada, aparentemente libérrima y rebelde, que en el fondo sigue dócilmente las consignas que se le distribuyen, y que el día de quemar, quema automóviles, y el día de romper, rompe vidrios. ¿Representan estos grupos a su generación? Los que no gritan, ¿son los retrasados, los conservadores? ¿Cómo llegar a saber qué piensan los silenciosos?

Para conocer a los que no gritan, hay algo que le impone al observador latinoamericano: el rigor del bachillerato europeo. Un bachiller de Francia, de Italia, de Alemania, ha pasado por pruebas y estudios agotadores, conservando su libertad de juicio. Esta preparado para que piense, para que discuta, para que pueda hacer una carrera universitaria sobre la base más sólida. Lo demuestran los exámenes finales. El año pasado hubo un fraude, se vendieron los cuestionarios, y el asunto revistió caracteres de escándalo nacional. Los del fraude están en la cárcel. “Le Fígaro” hace todos los años una presentación de los mejores trabajos. La selección de las respuestas indica los niveles más altos, pero también da la medida de cómo responde la nueva generación. Uno de los temas que se fijaron para este año se reducía a tres palabras: “Civilizado, salvaje, bárbaro”. Jacques Paraire dio unas respuestas que ocupan tres columnas del periódico. Lo que ha dicho este muchacho de 17 años obliga a rectificar el juicio que podamos formarnos sobre la juventud, si nos atenemos sólo a la algarabía de los alborotadores. Resumo sus respuestas.

Usamos las palabras civilización, barbarie, y estado salvaje porque nos sirven para explicar muchas cosas, pero conviene saber cómo estos términos han evolucionado. Los griegos consideraban bárbara a toda cultura que no era la suya. Hoy no vamos a decir que la cultura china, por ejemplo, es bárbara. En el siglo pasado se llamaba salvajes a casi todos los pueblos del África negra, la Amazonia y la Indonesia. Hoy decimos salvajes a quienes desprecian ciertos valores fundamentales inherentes a toda civilización, y así hay que reconocer “que dentro de los mismos grupos que se dicen civilizados, hay actos bruscos de barbarie o salvajismo, que se producen durante las guerras, en tanto que ciertos pueblos que antes llamábamos salvajes, presentan por el contrario características de civilización. La civilización es una calidad universal que permite la convivencia de culturas diversas.

No hay que confundir entre el valor de una cultura y el poder que da a quienes la poseen. “Los incas, por ejemplo, no conocieron la rueda. Eran por esto, menos poderosos que los españoles y estaban en una condición de inferioridad frente a ellos, desde el punto de vista de la fuerza. Pero formaban indiscutiblemente un grupo civilizado, que no puede medirse como poder físico, sino como valor cultural”. La civilización es común a todas las culturas siempre que reconozcan ciertas leyes morales universales: el respeto a la vida humana, las leyes del desarrollo científico, la libertad y la facilidad de que se comuniquen unos grupos con otros.

El estado salvaje no es sino el desequilibrio interno de la cultura local. Aparece en muchos países — así se hayan civilizado ya — cuando las guerras rompen las comunicaciones con el mundo, nacen los odios, se pierde la tolerancia. Peor aún es la barbarie porque tiene un origen externo, resulta de la oposición de culturas diferentes y produce las “invasiones bárbaras”. Así, en las guerras modernas. La barbarie se distingue del salvajismo por una brutalidad y una inhumanidad mayores. El estado salvaje es estático, el bárbaro es dinámico. Los tres estados: civilizado, salvaje y bárbaro pueden coexistir dentro de una cultura. “El peor de los tres estados es sin duda el estado bárbaro, que puede definirse como la desaparición del estado civilizado dentro de una cultura, desaparición proveniente de la oposición de dos culturas antagónicas. Esta oposición es temporal porque esas dos culturas acaban por unirse”. “El bárbaro es un hombre brutal, en contradicción menos consigo mismo que con su vecino. Su sola preocupación es la de combatir y conquistar lo que tiene por delante, hacer propio lo que no es suyo. Pero, ya se trate de un grupo cultural o de un individuo, el único fin, el único ideal que no es capaz de perseguir es el de la civilización, que no es exclusiva de una cultura ni de un individuo. La civilización busca la armonía”.

Ilustró Eduardo Vernazza (Uruguay)

No creo que nadie en Europa piense mejor que este muchacho de 17 años, ni que nadie, con mayor delicadeza y penetración, llegue al fondo de los vicios de la historia europea. Al bachiller Jacques Paraire habría que levantarle un monumento.

 

Germán Arciniegas (Colombia)

Ilustró Eduardo Vernazza (Uruguay)
(Exclusivo para EL DIA)

Suplemento Dominical (Huecograbado del diario El Día de Montevideo - Uruguay) s/f

 

Editado por el editor de Letras Uruguay

Email: echinope@gmail.com

Twitter: https://twitter.com/echinope

facebook: https://www.facebook.com/carlos.echinopearce

Linkedin: https://www.linkedin.com/in/carlos-echinope-arce-1a628a35/ 

Mewe: https://mewe.com/profile/5c9792eece7a7126
 

Métodos para apoyar la labor cultural de Letras-Uruguay

 

 

 

 

Ir a página inicio

 

Ir a índice de crónica

 

Ir a índice de Germán Arciniegas

 

Ir a índice de autores