Berta Lucía Estrada y sus trillizos literarios |
Su escritura es de una alta dosis de contenido estético, con fuerza
argumental, de limpieza idiomática y de una pulcra depuración estilística. |
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Asistimos, el pasado 25 de marzo, en el Fondo Cultural del Café, emocionados, al parto feliz de los trillizos literarios de Berta Lucía Estrada: tres libros que, algo fuera de común, pocas personas pueden darse el lujo de presentarlos en una misma noche. “Léeme una poesía con la luz apagada”, el primero, está dedicado a su hijo Bruno; son poesías infantiles que tienen una clara finalidad y es la de despertar la imaginación de esos niños que quieren conocer el mundo fantástico. Cada época ha tenido sus poetas, los que realizan un inacabado intento por exaltar, bendecir o maldecir los motivos centrales de la creación. Los poetas son más historiadores del alma que cronistas de los hechos que se suceden en la epidermis de la humanidad. En “Léeme una poesía con la luz apagada”, Berta Lucía se revela como una gran poeta. Miremos, por ejemplo, “Corceles Dorados”: “Mi corcel alado,/ posee cascos de diamante,/y ojos de rubíes./ Lo encontré en una pradera./Como yo,/ contemplaba el atardecer”. “Léeme una poesía con la luz apagada” es un nombre ambivalente. Podría haber sido un magnífico título para un libro de poesía erótica, pero Berta Lucía quiso salvarlo de la solicitud que le hizo Bruno de que le leyera un cuento, pero con la luz apagada. De todas formas, es un bello poemario que por sí solo tendrá larga vida. “…de ninfas, hadas, gnomos y otros
seres fantásticos”, el segundo libro, también está dedicado a su hijo
Bruno. Es un libro erudito. Le demandó interminables horas de estudio y
una infinidad de textos leídos y documentos consultados: 69 en total, más
13 películas y cuatro documentales sobre el tema, entre ellos “El señor
de los anillos”, de Tolkien, con más de 1.100 páginas. En el libro de
Berta Lucía están las legendarias historias, las referencias, el origen,
y el lugar geográfico de influencia de brujas y hechiceras, de magos y
druidas, de ents, elfos, isumbochi, dragones, ondinas, héroes míticos,
poetas y músicos, genios, espíritus mensajeros, hadas, enanos, cisnes,
trolls y gnomos. Los cuentos de Andersen, de los Hermanos Grim, de Charles
Perrault, Las mil y una noches, La leyenda del Rey Arturo, la mitología
celta, griega, china, americana y autores clásicos como Bruno Bettelheim,
Louis Pawell y Jacques Bergier, Gaston Bachelard, Mircea Eliade, Georges
Frazer, Levi-Strauss, desfilan, con mucha propiedad y alegría, por las páginas
brillantes y entusiastas de este libro. Berta Lucía Estrada, con la presentación de sus trillizos literarios, se está ganando un sitio de honor en las letras caldenses. Tiene formación, recorrido, mundo, vocación y méritos suficientes para alcanzar este reconocimiento. Su escritura es de una alta dosis de contenido estético, con fuerza argumental, de limpieza idiomática y de una pulcra depuración estilística. Alguna vez le preguntaron a Guillermo Cabrera Infante sobre su vocación como escritor en el mundo que le había tocado vivir y respondió: “No creo que el escritor sea un misionero, ni siquiera creo que el escritor tenga deberes como tal. El único deber, si hay uno del escritor, es escribir lo mejor posible”. Y Berta Lucía Estrada, con estos tres libros, ha sido fiel a esta aseveración del escritor cubano. Nos ha dejado un testimonio de lo que es saber escribir lo mejor posible. |
Carlos Arboleda
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