Chicago, 1886


(Juan Antillón – Costa Rica)

 

La Historia

es encrucijada continua
de múltiples caminos de vida.

Como aquella

en que convergieron
200 000 almas

en Haymarket Square.

Al menos de manera visible.

Detrás

y sin duda

también entre ellos
estaban quienes engendraron las ideas
que hicieron que se reunieran allí.

Y más allá

en la penumbra

la larga sucesión de hechos

mentes

acciones
sobre cuya base

se erigieron tales pensamientos.

Uno desemboca al final

en la aparente conformidad de siervos y esclavos

en el marco de lo que para ellos fue
el orden lógico de las cosas.

Y uno no se explica cómo

de esa quietud
pudieron originarse tantas olas.

Tal vez fue entonces

el efecto acumulado de la brisa
de muchas pequeñas y secretas inquietudes

o que el humano se somete

pero nunca abandona su sentido de dignidad.


En verdad resulta imposible

seguir el curso de tantos soplos que forman el huracán
y el observador solo se percata

de los signos de la inminencia de la tormenta

y luego asiste inerme a la furia

cuando se desata.

200 000 alientos

cada uno en su ruta
desde distintos tiempos y territorios
pero sumándose en un gesto
cada uno de los hombres consciente de su ideal
y dispuesto por entero a la lucha

al sacrificio.



Acaso pensaran que la conquista

de una jornada máxima de 8 horas de trabajo
los acercaba un paso más
a concretar su sueño de una sociedad sin explotación
que desafiar al sistema tenía sentido
y hacía más próximo su derrumbe.

La narración se desgrana aquí
en unos pocos hechos.

Parsons, Spies y Fielden

encendieron la palabra.



Hacia el final

y cuando quedaban pocos obreros

la policía intenta por la fuerza disolverlos

alguien

lanza una bomba y muere un sargento.

La policía abre fuego

el pánico

la huida

la rabia que busca una venganza.



Se detiene

tortura

golpea

a miles de obreros

se allana

se registra

se fabrican evidencias

la prensa clama:

“A la horca los brutos asesinos

rufianes

rojos

comunistas”.

Al azar

se escogieron nombres.

No al azar

se escogió que fueran anarquistas.



Pues el sargento no importaba

ni el culpable
pero

era necesario condenar al Movimiento.

Cualquiera puede consultar archivos
y conocer detalles de ese juicio
que es lo que menos interesa
al fin que fue semejante

a otros tantos procesos
en que el Poder

no busca justicia sino castigo
para quienes se atrevían al desafío.

Michael Schwab y George Engel

eran tipógrafos
Samuel Fielden

obrero textil y pastor metodista
un vendedor

Oscar Neebe

el carpintero Louis Ling
y Hessois Auguste Spiel
Adolph Fisher y Albert Parsons
periodistas.

 

 

Genéricamente

los “mártires de Chicago”.
 



Olvidados

por los trabajadores del mundo

en el cómodo disfrute

de sus derechos laborales.

Ninguno de ellos

era famoso por algo.

Ocho

simples

hilos

en la trama y urdimbre
en el tapiz de sueños y casualidades
que la Historia tejió

por un instante
en Haymarket Square.


Juan Antillón (Del libro inédito “En los Pabellones del Sueño”).
Versión modificada por el autor para publicar en Facebook.
juanantillonm@gmail.com

 

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