Rodó y su Ariel. El Ariel de Rodó

Ensayo de Mariana Alvarado

Profesora en Filosofía y tesista de la Licenciatura en Filosofía Práctica por la

Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo.

Mendoza. Argentina.

marianaalvarado@yahoo.com

Resumen

El artículo presenta al autor de Ariel. Rodó, como integrante de la promoción literaria uruguaya, como uno de los exponentes del modernismo y como pensador que pertenece a la generación de los Fundadores. Parte de la problemática Ariel-Calibán como símbolo latinoamericano y de la postulación de Ariel como discurso antiimperialista para situar la pregunta respecto de la función de la educación en la constitución del joven latinoamericano como sujeto social portador de sentido del proyecto nacional. Se tratan luego las figuras que se desprenden de los Prósperos, los Calibanes y los Arieles concebidos como la pluralidad de perspectivas desde las que transcurren las vidas de los sujetos y de los espacios desde los cuales las naciones se paran para mirarse unas a otras.

Palabras claves: Rodó/ Ariel/ Próspero/ Calibán

Abstract

This article introduces the author of Ariel, Rodó, as a member of the Uruguayan literary community. as well as one of the figures of expressionism. and as a thinker who belongs to the generatíon of the founders. It starts off from the Ariel-Caliban conflict as a Latin American symbol . and from the postulation of Ariel as an anti-imperialist discourse to pose the question about the function of education in the formation of the young Latin American as a social subject that bears the true sense of the national project. The study finally arrives at a meeting with the figures that derive themselves from the Prósperos, the Calibans and the Ariels conceived as the pluralism of the perspectives m which the lives of the subjects are lived in the spaces from which the nations stand up in order to take a look at one another.

Key words: Rodó / Ariel / Caliban / Prospero

Introducción

José Enrique Rodó nace en Montevideo, Uruguay, hacia 1871 y muere, con apenas 46 años, en 1917 a causa de tifus y nefritis. Fue una de las figuras más conocidas de la promoción literaria uruguaya. Ensayista crítico que adquiere renombre hacia el 1900 cuando es publicada la obra con la que se convierte en el "Maestro de América”, Ariel[1],, a la que le siguieron los libros: Motivos de Proteo y El Mirador de Próspero, entre otros.

Según Francisco Romero[2], Rodó, junto a José Vasconcelos como representante mexicano, el argentino Alejandro Korn, Carlos Vaz Ferreira por Uruguay, Antonio Caso desde México y el peruano Alejandro Deustua, forman parte de la generación denominada fundadores. Generación que se emancipa del positivismo y que se caracteriza como antinaturalista, vitalista e idealista.

Para Roberto Fernández Retamar[3], Rodó forma parte de la generación a la que se le suele dar el nombre de modernista y la presencia del imperialismo norteamericano en América Latina viene a dar razón a su obra ulterior. Será la intervención de Estados Unidos, hacia 1898, en la guerra de Cuba, por su independencia, contra España -sometiéndola a su tutelaje como neocolonia desde 1902 hasta 1959- el motivo por el cual el ‘98 sea declarado como fecha hispanoamericana por la cual nuestro intelectual viene a señalar su claro rechazo frente al enemigo mayor.

Aunque nuestra temática no se sitúa en el esclarecimiento de los términos "Ariel” o “Calibán” como nuestro símbolo, como símbolo latinoamericano, es importante destacar que estos conceptos han sido motivo, en varias ocasiones, de reflexión filosófica y que Retamar dedicó gran parte de su Calibán a la historización de las ideas desarrolladas al respecto. Rodó, hacia el 1900, divulga con su Ariel un símbolo que, ya en 1898, Groussac había encarnado en Calibán. La identificación rodoniana: Calibán-Estados Unidos y Ariel-lo mejor de nuestra civilización, viene a , invertir la interpretación antidemocrática por la cual Calibán personificó al pueblo que tuvo éxito en la conspiración contra Próspero y una vez en el poder cayó por corrupción. Esta última interpretación fue formulada por Renán hacia 1878. Mientras Rodó divulga la interpretación creada por Groussac, ambos invierten una interpretación de veinte años atrás.

Ariel, genio del aire, representa, en el simbolismo de la obra de Shakespeare, la parte noble y alada del espíritu. Ariel es el imperio de la razón y el sentimiento sobre los bajos estímulos de la irracionalidad; es el entusiasmo generoso, el móvil alto y desinteresado en la acción, la espiritualidad de la cultura, la vivacidad y la gracia de la inteligencia; el término ideal a que asciende la selección humana, rectificando en el hombre superior los tenaces vestigios de Calibán, símbolo de sensualidad y de torpeza, con el cincel perseverante de la vida[4].

Ariel y Calibán nos remiten inmediatamente a la obra shakespeariána La Tempestad, escrita hacia 1612. Allí se narra un suceso entre nativos y extranjeros, que será objeto de reflexión en obras ulteriores tales como, el ya mencionado Calibán de Renán, de 1878; el Humanismo burgués y humanismo proletario de Aníbal Ponce, de 1935: la Psicología de la colonización de Mannom, de 1950. Estas obras, entre otras, han encontrado en los personajes shakespearianos el símbolo, a veces Calibán, a veces Ariel, que nos define y nos distingue de cualquier otredad. Calibán sufrió diversas transmutaciones al ser identificado algunas veces con el informe cuerpo de nuestro pueblo; otras, con el espíritu yankee; desde las masas sufridas al colonial que requiere la presencia del colonizador paternal. Será Retamar, hacia la década del sesenta, conjuntamente con dos antillanos. Aimé Césaire y Edward Bratwaite quienes realizan una nueva lectura de La Tempestad.

Shakespeare.[5]  sitúa el desarrollo de la trama de La Tempestad en una isla en la que habitaban Calibán, SycoraxyAriel. Calibán, el monstruo deforme, la criatura atrasada y ruda, es el salvaje hijo de Sycorax. hechicera despiadada, que tiene por siervo al genio del aire, Ariel, espíritu delicado que no presta obediencia a los mandatos abominables de la bruja, motivo por el cual es encerrado en el hueco de un pino. Próspero es el sabio estudioso de artes liberales y ciencias ocultas expulsado de su propio ducado y lanzado a la deriva del mar por una traición consanguínea. Con su llegada a la isla, Ariel y Calibán se vuelven sus servidores.

La calidad de las tareas encomendadas a cada uno remiten inmediatamente al preconcepto que de su naturaleza se tiene. Al realizar las tareas más burdas y bajas, impuestas por el dominador, Calibán era el medio a partir del cual Próspero y Ariel podían dedicarse al ocio, a la vida propia de la cultura espiritual. El pago que recibe Calibán por su sometimiento es la recepción del bagaje cultural. Aprende el lenguaje del conquistador, mas lo utiliza para injuriarlo.

La relación dominador/ dominado tiene su máxima expresión en la imposición de formas culturales a través de las cuales se nombra el mundo. Mas en esta relación el sujeto receptor no es meramente pasivo, en él se produce una transmutación axiológica de los bienes culturales a partir de cuales recrea el lenguaje y le da un nuevo uso. La tradición que nos viene dada es recibida y asumida desde un acto receptivo anterior que constituye al sujeto mismo y es recreada y resignificada por la autoafirmación del sujeto como valioso. El valor que se atribuye a los bienes está condicionado por el sistema de relaciones que es consecuencia de la prioridad del sujeto respecto de los medios. La condición de posibilidad de romper con la relación vertical de sometimiento es aquella por la cual el sujeto se reconoce a sí mismo como valioso y es reconocido por el otro como un fin en sí mismo. La lucha por la liberación del hombre tiene como meta una humanidad entendida como reinado de fines; así es como lo entiende Arturo Roig[6] cuando presenta su crítica al tradicionalismo.

De Calibán depende el esfuerzo que ningún otro realiza; el premio es el legado de los valores espirituales que el amo le ha cedido. Su lengua es la lengua del esclavista, aunque esto no revestiría importancia si no fuera porque Calibán descubre que puede maldecir al señor y, de este modo, romper las ataduras que lo sometían.

Prósperos o arieles ... cómo representarse a uno mismo en un espacio socio-cultural en el que se ve obligadamente por medio de los ojos del dominador. El reto se presenta ante nosotros mas sólo desde nosotros podemos decir quiénes somos y dónde estamos situados; desde nuestra propia representación y bajo nuestros propios términos podemos desentrañar nuestra capacidad de futuridad.

La juventud de Rodó, la juventud de Ariel, el espíritu juvenil

Rodó es representante de la elite letrada de América Latina de fines de siglo XIX y comienzos del XX. Su impulso creador es fundante de la entonces naciente conciencia anti-imperialista en América Latina ante la expansión imperial de Estados Unidos.

Entre la guerra hispano-norteamericana y el estallido de la I Guerra Mundial surgen una serie de discursos antiimperialistas que cubren la superficie político-cultural del continente y que tienen como elemento común el rechazo y la protesta ante el expansionismo estadounidense y como objetivo la propuesta defensiva de la unidad latinoamericana[7]..

El pensador latinoamericano hacia el siglo XIX se sitúa en la lucha trágica por la negación del pasado y de la cultura heredada de la colonia para ser otro distinto de lo que había sido. Mientras para el romanticismo la independencia era un hecho, el proyecto que ahora postulaba era la ruptura con la cultura colonial en pro de la emancipación mental-Sarmiento-, Mas ven en la América sajona el modelo de lo que quisieran ser-Andrés Bello*. Una vez emancipados de España y Portugal, Norteamérica se presentaba como el futuro que debía ser realizado, mientras España como lo rechazado.

El “modo de ser" perseguido por los latinoamericanos creyeron encontrarlo fuera de sí mismos, fuera de su accionar. A finales del siglo XIX los latinoamericanos no habían dejado de “ser latinoamericanos" sumergidos en nuevas formas de subordinación. Ariel de Rodó será el llamado de alerta a la realidad, a la que Alberdi ya había apuntado. Ser hombre no es ser yanquee o francés, sino simplemente lo que se es. Leopoldo Zea[8] señala que en el siglo XX se vuelve hacia una realidad más honda en la que el paradigma es sólo el hombre mismo independientemente de su ser latinoamericano. Los conflictos bélicos de este siglo le mostraron al occidental que él no era la expresión de la humanidad por excelencia y al latinoamericano que por ser distinto, por tener una personalidad, era un hombre sin más. La II Guerra Mundial y la lucha por la liberación que a su término iniciaron los pueblos coloniales pusieron en crisis la idea que sobre la propia humanidad tenía el europeo.

Rubén Darío, inaugurador del modernismo, con sus escritos El triunfo de Calibán y luego, en 1905, la Salutación del optimista, fue uno de los adelantados que animarán la prédica antiimperialista señalando dos núcleos teóricos: la denuncia del materialismo norteamericano y la esperanza proyectada en certeza de que Latinoamérica sería el alba futura[9].

Rodó viene a ser unos de los pilares del proyecto que encontraría expresión en la generación llamada a volver a la propia circunstancia histórica, con el objeto de asumirla e incorporarla a su propio modo de ser. Asunción a partir de la cual habría de proyectarse hacia un futuro más auténtico y pleno. Rodó y su generación - Vasconcelos, Caso, Korn - dirá Zea[10], se alzan para reivindicar los valores latinoamericanos ya que Latinoamérica puede ser poderosa y grande sin dejar de ser latinoamericana.

Rodó apela, a través de Próspero, a la juventud de América y a la joven América, a quienes va dedicado el ensayo. El núcleo receptor en la obra, y destinatario de la obra, es hallado en la juventud latinoamericana. El sujeto que enuncia el discurso es el viejo y sabio maestro en quien Rodó se proyecta y articula su mensaje. Próspero es el recurso a la autoridad a partir de la cual la exhortación rodoniana adquiere calidad persuasiva. Próspero es el sabio maestro que en Ariel enuncia el discurso final o de clausura de un año de tareas para despedirse de susjóvenes discípulos en la sala de estudios[11]. Allí un bronce, la figura de Ariel, junto a la que se sentaba el maestro. La escena parece representar el momento final de La Tempestad, cuando Próspero devuelve la libertad al genio del aire. Queda claro, desde un principio, que el discurso se emite desde un intelectual hacia intelectuales en un ámbito que los contiene como tales:

Anhelo colaborar en una página del programa que. al prepararos a respirar el aire libre de la acción, formularéis, sin duda, en la intimidad de vuestro espíritu, para ceñir a él vuestra personalidad moral y vuestro esfuerzo. Este programa propio -que algunas veces se formula y escribe: que se reserva otras para ser revelado en el mismo transcurso de la acción - no falta nunca en el espíritu de las agrupaciones y los pueblos que son algo más que muchedumbres. Si con relación a la escuela de la voluntad individual, pudo Goethe decir profundamente que sólo es digno de la libertad y la vida quien es capaz de conquistarlas día a día para sí, con tanta más razón podría decirse que el honor de cada generación humana exige que ella se conquiste, por la perseverante actividad de su pensamiento, por el esfuerzo propio, su fe en determinada manifestación del ideal y su puesto en la evolución de las ideas.[12] .

El discurso de cierre de Ariel, que tiene como destinatario a los jóvenes discípulos, se inserta en el contexto histórico sociocultural de su tiempo en el que comienza a circular la formulación de un proyecto que exige de interlocutores y que inaugura el discurso juvenilista que más tarde se transformaría, en nuestra cultura, en la voluntad colectiva llamada a expresarse en las movilizaciones de la Reforma Universitaria. La igualdad intelectual es la condición espiritual a la que se debe tener acceso para formar parte de la elite aristocrática. La exposición hace evidente la jerarquía que distancia al maestro. Rodó, el orientador de multitudes, inspirado en la fuente de la cultura clásica (Próspero) que pretende guiar a los jóvenes hacia aquella condición con la que se accede al heroísmo, el buen gusto, la delicadeza, la vivacidad y gracia intelectual (Ariel) que les permita alejarse de la sensualidad y la torpeza (Calibán):

Ariel triunfante, significa idealidad y orden en la vida, noble inspiración en el pensamiento, desinterés en moral, buen gusto en arte, heroísmo en la acción, delicadeza en las costumbres [...]. Su fuerza incontrastable tiene por impulso todo el movimiento ascendente de la vida. Vencido una y mil veces por la indomable rebelión de Calibán. proscrito por la barbarie vencedora [...] Ariel resurge inmortalmente, Ariel recobra su juventud y su hermosura, y acude ágil, como al mandato de Próspero, al llamado de cuantos le aman e invocan en la realidad[13].

Próspero diserta respecto del camino por el que se accede a Ariel. Quienes escuchan, los jóvenes letrados, los que han accedido a la condición de intelectuales, son quienes conducen y controlan a los que han quedado bajo la condición de Calibán. Por intermedio de las elites letradas, la juventud de América que tiene por exigencia el conocerse y tenerse a si mismo como valioso, es decir, constituirse como sujetos, puede ser como Ariel o permanecer como Calibán y, en consecuencia! ser dominados por el modelo. Mas aunque el precepto es dado, el receptor en la obra permanece en una actitud pasiva, sin ejercer transvaloración o recreación axiológica. sin ser éste el caso de su destinatario en la realidad. La intención de Rodó es mostrar el camino y motivar a que sea transitado.

Próspero tiene la certeza de que sus palabras no son sembradas en vano, de que una vez labrado el terreno y arrojada la semilla, ésta nace, se desarrolla, da frutos. El programa propio, cuya formulación se destina a la acción futura, no sólo concierne al individuo en cuanto tal, sino también a grupos que devienen pueblos. El proyecto rodoniano.’cuya propuesta es el postulado de Próspero, no involucra a una minoría sino más bien se extiende a democratizar desde arriba a la sociedad por medio del acceso a la condición de Ariel. Queda abierta la posibilidad de que en él se reconozca la generación joven, lo asuma como propio, lo lleve a la práctica, acceda a la condición de intelectuales y expanda progresivamente esta condición hacia las mayorías incultas.

La tarea futura frente a un presente que no colma las expectativas, pero que es su condición de posibilidad, se renueva de generación en generación por la esperanza en determinado ideal. Algunas veces generaciones completas personifican la vacilación y el desaliento basados en ideales negativos. El espíritu juvenil en el alma de los individuos y de las generaciones tiene como tarea preparar un programa de acción renovadora, postular un proyecto de vida.

Cuando a la juventud se alude no se señala con ella una etapa de la vida que en algún momento sería superada y por ello consumida. Más bien designa una forma de vida a alcanzar que calificaría a toda la vida de un hombre, de un pueblo. El espíritu juvenil es un tesoro a ser encontrado y los jóvenes son quienes trabajarán en su conquista.

Sus palabras pretenden fecundar el programa de vida de cada uno de estos discípulos, cuya meta y tarea es señalada de antemano. La tarea más propia es contribuir con su espíritu joven de fe y esperanza renovadora en un nuevo ideal plasmado en la construcción de un programa propio; la meta es el desarrollo pleno de la parte noble del espíritu, Ariel.

Ariel sintetiza los caracteres espirituales superiores de la Grecia clásica y el cristianismo primitivo frente a la dominante nordomanía, cuyos caracteres utilitarios-calibanescos degradan el espíritu de los pueblos de América Latina. Sus palabras pretenden hacer consciente el camino hacia un ideal en el que el joven es portador de sentido y el espíritu juvenil de los pueblos es la iniciativa audaz que debe apostar en su genialidad renovadora desde su específica latinidad en desmedro de todo préstamo o imitación[14]. La referencia al programa del que la joven generación letrada será protagonista trae consigo la fe y esperanza en una transformación que, aunque no total, conlleva orden, jerarquía, respeto y progreso y cuya función liberadora se plasma en la orientación del espíritu marcada por Ariel.

... yo creo ver expresada en todas partes la necesidad de una activa revelación de fuerzas nuevas; yo creo que América necesita grandemente de su juventud.[15].

Igualdad democrática, desigualdades legítimas, aristocracia cultural

Próspero apela a sus discípulos. Rodó postula a través de Próspero que la juventud de América proponga un proyecto en el cual se identifique y con el cual modifique el actual estado de cosas. Esta juventud representa la elite intelectual de la época, la cual tendrá como primera tarea desplegar su naturaleza racional para actuar.

Los jóvenes ilustrados tienen en sus manos la posibilidad de todo cambio; la oportunidad de proyectarse en un futuro posible a partir de un presente frente al que ejercen su función histórica como crítica renovadora de creencias vigentes. Aquí no se apela a la voluntad del pueblo, sino a la de un selecto grupo de individuos con el cual no se identifica toda la población, ni por su edad, ni por su condición socio cultural.

El fin de todo hombre, el ideal de perfección, yacerá en ser real y enteramente humano. Todo hombre deberá tender por tanto a la plenitud de su ser, al desarrollo de su naturaleza entera porque sólo en el ejercicio de la razón ilustrada yace la libertad. Mas se demanda que sólo un sector de la juventud ejerza su papel renovador y orientador en la vida de la sociedad porque sólo el imperio de la razón puede asumir un pasado desde un presente a partir del cual se da sentido a un futuro.

Hay una única naturaleza humana, la racional, a cuyo desenvolvimiento está llamado todo hombre; pero son los jóvenes letrados quienes formularán un plan de acción por medio del cual las masas incultas tendrán la posibilidad de acceder a la condición de Ariel o bien permanecer bajo el yugo de las minorías letradas.

Si en un principio todos somos iguales la desigualdad sobreviene en el ejercicio de las voluntades individuales que son llamadas a expresarse en diversos caracteres: los habrá hombres de ciencia, de arte, de acción. Los jóvenes discípulos no sólo son llamados a que en sus vidas prevalezca la contemplación y el ocio, sino también a que ambos adquieran sentido a partir de la creación expresada en la formulación de un proyecto que en su ejercicio sea llevarlo a cabo. Mas en este hacer yace su liderazgo histórico.

Frente al estado actual de las sociedades utilitarias que obliga a privarse del género de vida interior, la más frecuente mutilación, dando por resultado espíritus estrechos y culturas unilaterales, surge la necesidad de reservar una parte del alma para las preocupaciones puramente ideales. En el repliegue hacia la interioridad Rodó postula el inviolable seguro del reino interior en el que cada uno puede ejercitar su ocio. Este es el sentido que pretende expresar a través del cuento de un legendario rey que reservaba sólo para él un rincón de su palacio, el reino interior, la celda escondida que desconocen los huéspedes profanos y que a nadie más que a la razón pertenece. Frente a las tendencias calibanescas-utilitarias. características de la América Sajona, eJ predominio de la razón expresada en el espíritu arielista es la alternativa.‘Pero si ambas esferas pueden escindirse no todo el modelo norteamericano deberá ser destinado al rechazo. Por el contrario, $odó demanda la complementariedad entre la concepción utilitaria ^ la concepción racional; entre la economía y la cultura; entre el ocio y el neg-ocio, entre los valores mercantiles y los espirituales a partir de la cual la utilidad opera como condición de posibilidad para aspirar a realizaciones espirituales superiores y la racionalidad proyecta el sentido de la utilidad más allá del horizonte estrecho de los intereses inmediatos:

[...] cabe pensar en la educación de la democracia y su reforma. Cabe pensar en que progresivamente se encarnen, en los sentimientos del pueblo y sus costumbres, la idea de las subordinaciones necesarias, la noción de las superioridades verdaderas, el culto consciente y espontáneo de todo lo que multiplica, a los ojos de la razón, la cifra del valor humano (...]. Es en la escuela [...] donde está la primera y más generosa manifestación de la equidad social, que consagra para todos la accesibilidad del saber y de los medios más eficaces de superioridad. Ella debe complementar tan noble cometido, haciendo objetos de una educación preferente y cuidadosa el sentido del orden, la idea y la voluntad de la justicia, el sentimiento de las legítimas autoridades morales[16] .

El papel central que se le atribuye a la educación como contribución con un alto y noble concepto de vida se funda en el imperio de la razón, pero también en la tradición hispanocristiana y en el espíritu de la Grecia clásica. No sólo la razón es el criterio a partir del cual puede formularse un proyecto, sino que también el buen gusto es un excelente colaborador en la formación moral que legitima emocionar. La delicadeza del sentimiento de lo bello aunada con la rectitud de la razón. La ley moral se concebirá como estética de la conducta, alentada por un criterio externo que, una vez aprendido y ejercido, pasa a designar a una minoría caracterizada como un determinado tipo de espíritu: el civilizado, Ariel.

Una vida racional fundada en el libre y armonioso desenvolvimiento de la naturaleza humana, que tiene entre otros fines el satisfacer la contemplación sentida de lo hermoso, tiene su ambiente más propicio, para la Cultura intelectual, en la democracia bien entendida. Rodó analiza este concepto en relación a la igualdad de oportunidades frente al gobierno de las mediocridades, la concepción utilitaria orientada a la finalidad del interés.

Abandonada a sí misma - sin la constante rectificación de una activa autoridad moral que la depure y encauce sus tendencias en el sentido de la dignificación de la vida -, la democracia extinguirá gradualmente toda idea de superioridad que no se traduzca en una mayor y más osada aptitud para las luchas del interés, que son entonces la forma más innoble de las brutalidades de fuerza. La selección espiritual, el enaltecimiento de la vida por la presencia de estímulos desinteresados, el gusto, el arte, la suavidad de las costumbres, el sentimiento de admiración por todo perseverante propósito ideal y de acatamiento a toda noble supremacía, serán como debilidades indefensas allí donde la igualdad social que ha destruido las jerarquías imperativas e infundadas, no las substituya con otras, que tengan en la influencia moral su único modo de dominio y su principio en una clasificación racional[17].

La igualdad democrática puede significar una igualdad de posibilidades, pero no de realidades. El verdadero concepto de la igualdad democrática reposa sobre el pensamiento de que todos los seres racionales tienen una misma naturaleza humana y deben acceder a su noble desenvolvimiento.

El Estado será el que predisponga los medios de modo uniforme para que todos estén en igualdad de condiciones. Es el Estado quien debe otorgar igualdad de posibilidades: pero toda desigualdad estará justificada porque será la sanción de las misteriosas elecciones de la naturaleza o del esfuerzo meritorio de la voluntad del individuo. La democracia debe ser la igualdad en las condiciones, igualdad de medios para todos, a fin de que la desigualdad que después determina la vida nazca de la diferencia de las facultades, tendencias y aptitudes individuales y no del artificio social.

La renovación y el progreso vienen de la mano del accionar generacional de la juventud letrada, cuya inteligencia es promovida por la educación popular desde el seno del pueblo, integrada por aquellos en los que dicha función alcanza su mejor expresión. Los jóvenes intelectuales están culturalmente llamados al ejercicio de su deber y derecho de liderar a las sociedades democráticas que los produce con la finalidad política, social y cultural de consolidarse, reproducirse y permanecer.

La sociedad debe ser igualitaria respetando la obra de la naturaleza . que no lo es. Mas si gobernar es poblar, corresponde dar preponderancia a la asimilación, educando primero y seleccionando después. Es menester que se haga efectivo el dominio de la calidad sobre el número. La autoridad moral se legitima en la alta vida del espíritu y el dominio de las altas dotes de la inteligencia y de la voluntad. Será por ello que el fin de la educación tenderá a sembrar en los pueblos la semilla germinal de la idea de subordinaciones necesarias y de superioridad verdadera.

Racionalmente concebida, la democracia admite siempre un imprescriptible elemento aristocrático, que consiste en establecer la superioridad de los mejores, asegurándola sobre el consentimiento libre de los asociados. Ella consagra, como las aristocracias, la distinción de calidad; pero las resuelve a favor de las calidades realmente superiores - las de la virtud, el carácter, el espíritu -, sin pretender inmovilizarlas en clases constituidas aparte de las otras, que mantengan a su favor el privilegio execrable de la casta, renueva sin cesar su aristocracia dirigente en las fuentes vivas del pueblo y la . hace aceptar por la justicia y el amor... Hoy sabemos que no existe otro límite legítimo para la igualdad humana que el que consiste en el dominio de la inteligencia y la virtud, consentido por la libertad para todos.[18]  

En todos los hombres hay un derecho idéntico a aspirar a las superioridades morales dadas por la razón, pero sólo quienes lo hayan alcanzado pueden estar en posesión de la superioridad efectiva qUe rio es legitimada por la aristocracia de sangre ni la económica sino por la meritocracia portadora de razón y moral en el pleno ejercicio de la libertad.

El Estado posibilitará que todos se encuentren en las mismas condiciones de tender a su perfeccionamiento predisponiendo los medios para provocar la revelación de las superioridades. El Estado garantizará la universalidad democrática entendida como igualdad de posibilidades que legitimaría las desigualdades genuinas. De modo que, más allá de una igualdad inicial toda desigualdad es posterior y dependerá de que el individuo ponga en práctica su energía inteligente.

La compatibilidad entre la extensión de la democracia y el dominio de la noble y selecta vida espiritual viene dada por una transformación cultural de la democracia por la que la legítima igualdad social que ha destruido las jerarquías infundadas da lugar a desigualdades legítimas que tengan en la moral su dominio y en la razón su principio.

La cultura sustentada sobre una democracia que extiende la igualdad de posibilidades, a su vez, se sustenta en el predominio de la inteligencia cuyo desarrollo da por resultado las mejores superioridades. El libre consentimiento de los individuos a las desigualdades está legitimado por la igualdad de posibilidades que garantiza el Estado. La consolidación de la democracia supone la legitimidad de la aristocracia cultural que es el producto que la legitima al legitimar valores superiores.

Pero la base de aceptación de esta superioridad moral dirigente viene dada por la distinción de la calidad que no sería privilegio de una casta sino más bien la vida del pueblo que la acepta por la justicia y el amor.

Del espíritu del cristianismo nace, efectivamente, el sentimiento de igualdad, viciado por cierto ascético menosprecio de la selección espiritual y la cultura. De la herencia de las civilizaciones clásicas nacen el sentido del orden, de la jerarquía, y el respeto religioso del genio, viciados por cierto aristocrático desdén de los humildes y los débiles. El porvenir sintetizará ambas sugestiones del pasado en una fórmula inmortal. La democracia, entonces, habrá triunfado definitivamente[19].

El espíritu juvenil encamado en las generaciones letradas, el imperio de la razón y el espíritu estético sintetizados en Ariel constituyen los fundamentos de un auténtico orden democrático resultante de la síntesis del cristianismo y la cultura clásica, las dos vertientes que forman nuestra identidad cultural. Dos modelos históricos - la Grecia clásica y el cristianismo-resultan rescatados sobre una baseaxiológica que provoca una ruptura en relación con las proposiciones laicizantes del liberalismo y el positivismo latinoamericanos.

Conclusiones

Hemos considerado al autor de Ariel como integrante de la promoción literaria uruguaya, como uno de los exponentes del modernismo y como pensador que pertenece a la generación de los fundadores. Asimismo nos hemos introducido en la problemática Ariel-Calibán como símbolo latinoamericano y en la postulación de Ariel como discurso antiimperialista surgido de la lectura rodoniana de Shakespeare.

En el análisis descriptivo de Ariel, en tanto discurso juvenilista, se convino que Rodó apela a un recurso de autoridad: Próspero, el viejo y sabio maestro, con el fin de dirigirse a los jóvenes letrados de la joven América a quienes demanda la autognosis, el autoconocimiento, es decir, la objetivación de sí mismos desde el repliegue hacia la interioridad, es decir, hacia la valoración de sí, esto es, la constitución como sujetos en la postulación de un programa, un proyecto de acción renovadora que involucra la vida de estos jóvenes en tanto agentes sociales.

La juventud es la forma de vida que se alcanza alcanzándola; es el tesoro a ser encontrado en la ilimitada búsqueda del joven portador de sentido. La meta es uno mismo, el desarrollo de sí, el despliegue de la propia naturaleza. El ideal de perfección se desenvuelve en el llamado del hombre hacia su propia libertad, lograda en el pleno ejercicio de su racionalidad. La igualdad de base sobreviene diferencia en el motor de la voluntad individual llamada a expresarse a través de las propias capacidades.

La función de la educación yace en su contribución con un alto y noble concepto de vida: la democrática. La formación moral y estética legitiman el accionar desde la conjunción de valores hispano-cristianos y greco-clásicos. La democracia es la concepción a partir de la cual se concibe a los hombres iguales por naturaleza y se garantiza que el Estado brinde igualdad en las posibilidades para acceder al desenvolvimiento de la propia naturaleza, para que la desigualdad sea justificada por la elección y el esfuerzo individual. Igualdad en las posibilidades a fin de que la desigualdad nazca de las diferencias de las facultades y no del artificio social.

Esplritualismo, moralismo, elitismo, subjetivismo son algunas de las categorías que el mecanismo rodoniano produce para generar uno de los discursos de más larga duración y profunda influencia dentro de la tradición del primer antiimperialismo latinoamericanista y de las discusiones en torno a la identidad cultural de América Latina.

El discurso juvenilista alberga dos datos constitutivos. Mientras, por un lado, al antiimperialismo le incumbe la idea de que Latinoamérica se conforma fundamentalmente en relación a su hermano del Norte; por el otro, el arielismo postula y define el sujeto social portador de actitudes contestatarias que finalmente será encarnado por los sectores que reclamaron una recomposición del espacio político y cultural en diversos países. Nada casual es que el proceso de reforma universitaria haya encontrado en sus primeras filas a los jóvenes.

Los últimos acontecimientos bélicos, padecidos/vividos por las actuales generaciones del siglo XXI, han dejado claro que no basta con reconocer que existen hombres que son semejantes o no al modelo civilizatorio norteamericano que postula al hombre occidental como símbolo de humanidad, sino que es menester actuar para que este, y todo hombre, sea cual fuere su situación respecto del modelo, participe de los privilegios a que tiene derecho todo hombre por el hecho de ser “este" hombre igual a “aquel" hombre en la diferencia. Esos acontecimientos parecen dejar claro que existen sujetos cuya única condición de existencia es la instancia en la que la rebelión violenta del sujeto malforme, que niega la diferencia amenazando la identidad recibida por la instrucción y la lengua, es el medio ya no para desde la rebelión rechazar al dominador sino más bien para inmolarse como tal e imponer desde la actitud calibanesca a Calibán como el nuevo señor que calza los zapatos de Próspero.

Prósperos, Calibanes y Arieles son instancias en las que las vidas de los sujetos transcurren y espacios desde los cuales las naciones se paran para mirarse unas a otras y desde allí utilizar la lengua como bolo de sujeción o vehículo de liberación.

Próspero, el extranjero ajeno a la isla que habita, el que desde siempre ha accedido a la condición a-temporal, a-cultural y a-circunstancial de civilizado se encuentra autorizado para profesar la necesidad de la civilidad que niega la diferencia desde un discurso preceptivo y proyectivo que postula la forma de vida a ser alcanzada (Ariel) por todos los Calibanes.

Los acontecimientos han hecho manifiesto que el discurso no basta, que no sólo es preciso el conocimiento y la comprensión de la propia historia, sino que además es necesaria la acción... de modo que Próspero “entra a la historia" al acceder a la condición de Calibán.

Lo que nos une o separa es la lengua heredada, la mediación a través de la cual y desde la que hacemos mundo y nos constituimos en él accediendo a “nuestra” condición humana o a la deshumanización.

¿Quién es el Próspero capaz de conocer de antemano la condición a la que debemos acceder y el camino que debemos recorrer para alcanzarla? ¿Quién postula el modelo hacia el que todos deberíamos tender y desde el cual todos deberíamos ser medidos? Si la condición humana tiene no sólo la capacidad sino también la posibilidad de rebelarse desde el símbolo rudo e inconquistable de la identidad latinoamericana en contra de la rebelión anticolonialista, ¿durante cuánto tiempo permanecería en la actitud canibalesca que rechaza el proyecto civilizatorio del modo nórdico o eurocéntrico? La negación de un modelo, de éste o de aquél ¿implica necesariamente la supresión de Próspero? ¿cómo se implementaría esta negación? ¿permanecería en una dimensión discursiva o conllevaría prácticas que la radicalicen? Si Próspero desaparece, ¿qué acontece con Calibán?

¿Es posible transferir y aplicar estas preguntas hacia las instituciones educativas y sus metodologías? ¿Cómo profesan la práctica de la docencia los que desde las aulas legitiman un modelo desde donde se mide la calidad educativa? ¿En qué medida las instituciones alistan la identidad en la homologación de arieles o de calibanes? ¿Qué tan distintos serían los modelos propuestos en cada caso, qué tan diferentes las prácticas? ¿Qué juicio axiológico podría emitirse sobre ellas? Y ¿desde ellas? ¿al servicio de qué proyectos institucionales, nacionales y transnacionales se legitimarían tales prácticas? ¿En qué medida la educación se constituye como medio hacia la liberación?

La imposición de un modelo ya sea para el sometimiento o para la liberación; para la permanencia o para la transformación ¿supone los mismos niveles de autoritarismo? Calibán existe toda vez que tenga otro a quien hacerle frente, Próspero. Calibán puede permanecer en su paradigma del eterno inconquistable, pero siempre será Calibán respecto de un señor. Calibán existirá toda vez que se constituya como siervo. Calibán puede acceder a la condición de Ariel. Pero esta condición está profesada por Próspero. El modelo capaz de liberar supone la heterónima promulgada por Próspero. Próspero postula el modelo, única alternativa de vida posible cuya negación supone la negación de las negaciones, la posibilidad que imposibilita, la muerte. Próspero asume a Calibán.

Arieles y Calibanes.... se abre el espacio para la innovación o la repetición ¿quiénes de ellos posibilitarán una u otra?

Notas:

[1] Hacia 1910 la obra contaba con 8 ediciones publicadas en lugares como México. Santiago de Cuba. Santo Domingo, etc. Según Fernando Aínsa. por entonces ya era reconocido en todo el mundo hispano.

[2]  MIRÓ QUESADA. Francisco. “Una personalidad forjadora: Francisco Romero", en Despertar y proyecto del filosofar latinoamericano, p. 136-159.

[3] FERNÁNDEZ RETAMAR, Roberto. "Para la historia de Calibán". en Calibán. p. 19-42.

[4]  RODO. José Enrique. Ariel, p. 25-26.

[5] SHAKESPEARE, William. La tempestad, en Obras Completas, p, 980-1023.

[6] R0IG, Arturo. "La determinación del “nosotros" y de lo "nuestro" por el legado", en Teoría y critica del pensamiento latinoamericano, p. 44-75,

[7] TERÁN, Oscar. "El primer antiimperialismo latinoamericano”, en En busca de la ideología argentina, p. 85-97,

[8] ZEA. Leopoldo. "La filosofía en Latinoamérica como problema del hombre", en Filosofía americana como filosofía sin más. p. 9-31.

[9] TERÁN. Oscar. "El primer antiimperialismo latinoamericano", en op.cit.. p, 85-97.

[10]  ZEA. Leopoldo. "Pensamiento social y político en América Latina", en La esencia de lo Americano, p. 155-159.

[11] RODO, José Enrique. Ariel, p. 25-27.

[12] Ibíd., p. 29-30.

[13] Ibíd.. p. 139-140.

[14]  Ibíd., p. 98-99.

[15] Ibíd., p. 41.

[16] Ibíd.. p. 86-87.

[17] Ibíd., p. 75.

[18] Ibíd.. p. 89-90

[19] Ibíd.. p. 93.

Bibliografía:

FERNANDEZ RETAMAR, Roberto. Calibán: apuntes sobre la cultura de nuestra América. Bs As. La Pleyade. 1984.

MIRO QUESADA, Francisco. Despertar y proyecto clel filosofar latinoamericano. México. Fondo de Cultura Económica. 1974

ROCCA. Pablo. “La lección de Próspero. Rodó, la enseñanza de la literatura y los apuntes inéditos". en CUYO. Anuario ele Filosofía Argentina y Americana. Mendoza. Universidad Nacional de Cuyo. Facultad de Filosofía y Letras. Instituto de Filosofía Argentina y Americana. 2000, vol. 17. p. 51-74.

RODÓ. José Enrique. Ariel. México, Espasa-Calpe, 1961.

ROIG, Arturo. Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano. México. Fondo de Cultura Económica. 1981.

SHAKESPEARE. William. La Tempestad, en Obras Completas. Madrid. Aguilar. 1951.

TERAN, Oscar. En busca de la ideología argentina. Bs.As., Catálogos Editora. 1986.

VIOR. Eduardo J. “Visones de Calibán, visiones de América", en CUYO. Anuario de Filosofía Argentina y Americana. Mendoza. Universidad Nacional de Cuyo. Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Filosofía Argentina y Americana. 2000. vol. 17. p. 89-104.

ZEA. Leopoldo. Filosofía americana como filosofía sin más. México, Siglo Veintiuno. 1975.

ZEA. Leopoldo. La esencia de lo americano. Buenos Aires. Pleamar. 1971.

Sociedad Rodoniana

Participantes: Dr. Gonzalo Aguiar Malosetti (State University of New York, Oswego / Florida Atlantic University – Estados Unidos) - “El Brasil posimperial en el vocabulario político de José Enrique Rodó: apuntes sobre el intelectual y la nación en América Latina”. Dra. Elisângela da Silva Santos (Universidade Federal de Jataí – Brasil) - “Solidaridad intelectual sudamericana: ecos de la enseñanza del maestro Rodó en el Paraguay”. Dr. Eduardo Devés-Valdes (Universidad de Santiago de Chile – Chile) - “Lecturas de Rodó para un pensamiento internacionalista latinoamericano: la integración intelectual”. Dra. Cristina Beatriz Fernández (Universidad Nacional de Mar del Plata / CONICET – Argentina) - “José Enrique Rodó en publicaciones periódicas argentinas: Nosotros y Caras y caretas”. Moderador: Dr. Nicolás Arenas Deleón Presentadora: Dra. María Laura Osta Vázquez

 

Ensayo de Mariana Alvarado

Profesora en Filosofía y tesista de la Licenciatura en Filosofía Práctica por la

Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo.

Mendoza. Argentina.

marianaalvarado@yahoo.com


Publicado, originalmente, en: CUYO. Anuario (le Filosofía Argentina y Americana, N° 20. año 2003, p. 155 a 173.

CUYO es una publicación del Instituto de Filosofía Argentina y Americana de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo (Mendoza, Argentina)
Link del texto: https://bdigital.uncu.edu.ar/objetos_digitales/228/alvaradoCuyo20.pdf


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Ver, además:

 

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