Joaquim Maria Machado de Assis |
En
el cuento, más que en la novela, fue la forma literaria ideal donde
Joaquim María Machado de Assis (Rio de Janeiro, 1839-1908), pudo
desarrollar, con sutileza y meticulosa precisión su lacónico estilo. Hijo
de un pintor mulato y una lavandera, tuvo por madrina de bautizo a la
viuda de un brigadier y senador que había sido dos veces ministro, y por
padrino a un funcionario del palacio imperial, comendador de la Orden de
Cristo y oficial de la Orden Imperial del Crucero. Huérfano de ambos, fue
criado por su madrastra. A pesar de sufrir de epilepsia y tartamudeo
aprendió latín y francés y leyó en autores como Swift, Sterne o
Leopardi. Trabajó como tipógrafo y periodista, pero luego de su
matrimonio con la portuguesa Carolina Xavier de Novais, un cargo burocrático
le permitió, a partir de mil ochocientos sesenta y siete, dedicarse a su
vocación novelística. Cuando tenía diecinueve años publicó O
passado, o presente e o futuro da literatura, un ensayo donde sostiene
que la literatura es un medio para fijar
la nacionalidad, al tiempo que critica el uso de modelos portugueses y el
nacionalismo de los poetas indigenistas. A
finales de 1879, al llegar a los cuarenta, la salud y los ojos de Machado
de Assis sufrieron una recaída. Esta enfermedad le permitió alcanzar un
nuevo nivel de autoconocimiento, o al menos, cierta libertad respecto de
los convencionalismos. Comenzó a dictar un nuevo libro a su esposa. Las
misteriosas cuerdas y tensiones de sus trabajos anteriores al fin se movían
desde su centro convirtiéndose en su estilo y tema definitorios. Esa
novela anticipó, casi en un siglo, las técnicas experimentales y las
actitudes de la literatura que hoy entendemos como moderna: quien
escribe lo hace sólo para divertirse, sin importarle el qué dirán de
los contemporáneos o los que vendrán. Y si anunciaba el siglo XX, fue
porque había mirado hacia el siglo anterior a él, el XVII: en Diderot,
Fielding, Sterne, Swift y Voltaire, mostrando cómo el carácter moderno
sería el temperamento clásico revisado por la primera persona del
singular: el yo. Los
recuerdos de ultratumba de un rico desgraciado en amores funde, en Memorias
póstumas de Brás Cubas
(l88l),
la novela de costumbres con la de ideas, y es síntesis de las
aspiraciones del reinado de Pedro II, cosmopolita y pagano, hedonista y
cerebral a la búsqueda de la modernización burguesa de las costumbres y
los valores. Bajo
el impulso de un emperador -ha escrito Lucía
Miguel Pereira
en la
introducción a la edición española (1951) de las Memorias
- cuyas efectivas y raras virtudes se acentuaban por una impenetrable
gravedad, y teniendo como ejemplo una Corte austera, todo el mundo
extremaba una opresiva preocupación de decoro, de ser -y sobre todo de
parecer- respetable y circunspecto. Quizás fueran artificiales esas
perfecciones, que se injertaban en un país nuevo y además en gran parte
por desbravar, en una población abigarrada, en su mayoría analfabeta;
en una organización social que se asentaba en la barbarie de la
esclavitud. Brás
Cubas ama a tres diversas mujeres: la bailarina Marcela; la rica y banal
Virgilia y la ilegítima, fogosa y coja Eugenia. El amor parece ser la única
esperanza en la desolada vida de Cubas, sin futuro a la vista, ni siquiera
luego de la muerte. Pero recordando su historia, crea una imagen crítica
de la organización social de su tiempo. La relación amo y esclavo
convierte la existencia en tedio y negación. Las hazañas de un aristócrata
del litoral, carente de grandeza o ilusiones, terminan en decepción y
fracaso. Su delirio lleva al lector, desde el desagradable presente hasta
el origen de los tiempos-un extraño y helado paraíso donde no hay ni
prados amenos ni soles gloriosos-, a la conclusión de que la naturaleza
es una madre postiza, madre enemiga donde quien no devora es devorado. Así,
el hombre es un juguete del destino, no influye en los acontecimientos de
su existencia, no es un todo sino una «errata pensante» que va a ciegas
entre los misterios que le rodean. Brás Cubas, doña Plácida, Virgilia
están aquí para ser víctimas del egoísmo de la naturaleza, haciéndoles
amar la existencia y los goces del mundo de manera tan absurda que al
final sólo pueden preguntarse ¿para qué vivir?. Cubas
atormenta sus esclavos, es burlado por Marcela, hace sufrir a Eugenia,
traiciona al marido de Virgilia, medita cinismos. Virgilia es bella en su
juventud, engaña su primer novio con el futuro marido y a éste con Brás
Cubas, envejeciendo y muriendo sin saber ni del bien ni del mal. Doña Plácida
se quema los dedos en las cazuelas, los ojos en las costuras, come mal o
no come del todo, va de la seca a la meca enfermando y sanando hasta
morir. Machado de Assis había descubierto la razón de la existencia,
perdiendo todo esperanza sobre el destino del hombre. Por ello muestra sus
miserias, descubre los desvalimientos y la impotencia «com
a pena da galhofa e a tinta da melancolia». Luego
de la redacción de las Memorias
publicó algunos de sus mejores cuentos: O
alienista
, A sereníssima República
, Teoría del
figurón
y O
espelho
. O alienista o el doctor
Simón Bacamarte es un científico positivista, natural de Portugal que
trae a la colonia la gloria de ser el mayor médico de su tiempo, invitado
por la corona a regir la universidad de Coimbra o a prestar sus servicios
a la monarquía. Al llegar a Itaguí, un pobre pueblo en algún lugar del
Brasil, su noble posición, aptitud científica y el valimiento real le
permiten convertirse en un dictador. La población sufre los efectos de su
terrorismo positivista a través de Casa Verde, un manicomio fundado por
él para separar en Itaguí el dominio de la locura por el de la razón
perfecta. Comienza
por encerrar a un muchacho que se cree estrella de la mañana, a un pobre
diablo que se dice conde y mayordomo del rey, continua su tarea con otro
joven que presta su fortuna, la tía de éste que se permite interceder a
su favor, un poeta de ama audaces metáforas, un propietario banal e
infantil que se deleita admirando su casa, una dama que se excita usando
un collar de granate y unos zafiros, un boticario temeroso y unos
aficionados a los chistes y charadas hasta encarcelar, prácticamente,
todo el pueblo, que se rebela y es vencido mediante la intervención de
las fuerzas militares del Virrey. Pero la estadística, apoyo logístico
del behaviorismo, lleva al doctor Bacamarte a la convicción que la razón
la tiene siempre la masa. Decide entonces liberar la mayoría y poner en
estudio a aquellos que se habían comportado «sanamente» y que son,
ahora, los enemigos del sistema: la mujer del boticario, el cura y el
juez. Y por supuesto, al propio alienista. Así se cumple con la doctrina
de la convivencia: hay que separar del cuerpo social a todos aquellos que
se diferencian de la norma, de la apariencia dominante, ante la cual no sólo
debe plegarse todos, sino que es la razón de estado del poder, única
habitante real de la «casa de locos». A sereníssima República
narra el momento mismo de la creación de una institución.
El canónigo Vargas ofrece una conferencia para comunicar el
descubrimiento de una especie de arañas que hablan y cómo, luego de
aprender su lengua, les ha inculcado el arte de gobernar: Fueron
dos, especialmente, -dice-
las fuerzas que sirvieron para congregarlas: el empleo de su idioma, desde
que pude discernirlo un poco, y el sentimiento de terror que les infundí.
Mi estatura, mis largas vestiduras, el uso del mismo idioma, les hicieron
creer que yo era el dios de las arañas, y desde entonces me adoran. Y ved
el beneficio de esta ilusión. Como las había acompañado con mucha
atención y delicadeza, anotando en un libro las observaciones que hacía,
presumieron más que el libro de sus pecados, y se fortalecieron más en
la práctica de las virtudes. La
serenísima república de las arañas tiene por modelo la de Venecia, con
una forma democrática pero oligárquica y fraudulenta en el fondo. Su método
electoral usa de la bolsa y las bolas que supuestamente excluyen los
desvaríos de la pasión, las desventajas de la inepcia, el congreso de la
corrupción y la codicia. Pero las arañas se dan sus maneras de pervertir
el método, corrompiendo funcionarios o interpretando con malicia los
resultados. Para corregir los errores de decreta que la bolsa sea reducida
de tamaño, variada hacia la forma triangular, luego hacia la cilíndrica
o con aspecto de ampolleta hasta adoptar la de un Cuarto Creciente lunar,
sin llegar a resolver el problema. La posibilidad de alcanzar la
democracia reside así en la paciencia para cambiar de forma a la bolsa,
como Penélope deje y desteje el tapiz a la espera del prudente y sabio
Ulises. En
otras de sus narraciones de madurez los personajes, para existir, deben
portar una máscara que les dé entidad real en la apariencia. Mediante
ella, el yo del sujeto, cuya realidad no es aceptable por el medio social
dominante, logra realizarse en la apariencia. En Teoría
del figurón
un padre
aconseja a su hijo, de veintiún años, a fin de que llegue a ser una
persona importante o al menos rebase el oscuro nivel de la medianía. La
existencia es una lotería donde los premiados son pocos y los malogrados
incontables. Por eso hay que preparase para el mejor de los oficios: el de
figurón, cúspide que alcanzamos cerca de los cuarenta y cinco años.
Desde esta misma noche -dice el padre-, hay que poner cuidado en las ideas
de que nos nutrimos y de las que usamos externamente, pues por su
naturaleza, espontánea y súbita, irrumpen y se precipitan traicionándonos;
ser una inopia mental repitiendo opiniones, ofreciendo el gesto correcto
en torno a simpatías y antipatías que despierten el corte de un chaleco,
las dimensiones de un sombrero, el crujir o el suave deslizar de unas
botas nuevas. Para
fortalecer este estado ideal el futuro figurón debe frecuentar un régimen
debilitante de compendios de retórica, oír discursos, huir de todo
deporte y jugar al tresillo, al dominó, al whist
-que habitúa al silencio, forma extrema de la circunspección y al
billar, pues «las estadísticas más escrupulosas demuestran que las
tres cuartas partes de los frecuentadores del taco comparten en todo los
mismos pareceres». En cuanto al lenguaje debemos emplear figuras como la
hidra de Lerna, la cabeza de Medusa, el tonel de las Danaides, las alas de
Icaro, y otras de románticos, clásicos y realistas y sentencias latinas,
dichos históricos, versos célebres, expresiones jurídicas, sobre todo
en discursos de sobremesa, de felicitación o agradecimiento. Pero lo
mejor y más recomendable son las frases de cajón, las locuciones
convencionales, las fórmulas que los años han consagrado y que no
obligan a los otros a esfuerzos inútiles. Por
último el figurón debe comerciar con la publicidad, dama coqueta y
distinguida a quien seducirá mediante menudas atenciones que expresen
afecto constante. Dará cenas en vez de escribir libros, celebrará la
fortuna de otros, agasajos a visitantes ilustres, hermandades y
asociaciones, sean «mitológicas, cinegéticas o coreográficas». Todo
acontecimiento de su carrera será divulgada, así sea una caída del
coche. Su imagen de miembro de familia, de amigo inigualable y de estimado
por el público completará el retrato. Comienza
hoy mismo -insiste el padre-
tu etapa de ornamento indispensable, de figura obligada, de rótulo. Basta
ya de vivir a la espera de las ocasiones propicias, de comisiones, de
cofradías; ellas vendrán por ti con su aire pesado y crudo de
sustantivos desadjetivados, y tú serás el adjetivo de esas oraciones
opacas, el odorífero de las flores, el añilado de los cielos, el solícito
de los ciudadanos, el novedoso y suculento de los relatos. Y ser eso es lo
principal, porque el adjetivo es el alma del idioma, su porción idealista
y metafísica. El sustantivo es la realidad desnuda y cruda, es el
naturalismo del vocabulario. Escrito
en primera persona del singular y tratando la anécdota no como un hecho
curioso sino como la experiencia viva de un destino, O
espelho
, el más conocido de sus cuentos-teoría anuncia el
tono confesional que ampliará en sus novelas Quincas
Borba
y
Dom Casmurro
. Este cuento pone en
escena la convicción machadiana de que sólo hay estabilidad en el
ejercicio del papel social; fuera de él somos víctimas de la indecisión
y la veleidad. Jacobina
cuenta una experiencia que tuvo a fin de explicar su concepto sobre la
naturaleza del alma humana. Al cumplir veinticinco años y ser nombrado
alférez fue invitado por una tía a visitarles a una hacienda apartada.
Desde entonces ella no dejó de llamarle por el oficio que representaba:
alférez de acá, alférez de allá, alférez en todo momento. Tanto
impresionó a sus parientes el nuevo cargo del muchacho, que pusieron en
su cuarto un enorme espejo. Poco a poco, con el trato respetuoso que se le
daba y con la visión de su aspecto en el espejo el alférez eliminó al
hombre, la original naturaleza cedió ante la adquirida. Y así hasta el
momento en que encontrándose sólo en la Casa Grande, sin necesidad de
llevar sobre sí el símbolo de su oficio, vive la experiencia de saberse
muerto en vida, sonámbulo, muñeco que viste en los sueños el uniforme
pero al despertar se descubre desamparado, desnudo de sí mismo. Decide
entonces vestir el uniforme y mirarse en el espejo que le reproduce tal
como lo veían los otros y ahora se sabe él: Esa
alma que se había ausentado junto con la dueña de la hacienda, dispersa
y fugitiva como los esclavos, allí estaba recompuesta en el espejo.
Imaginad un hombre que, poco a poco, emerge de un letargo, abre los ojos
sin ver, lentamente empieza a discernir, distingue las personas de los
objetos, pero no conoce individualmente unos ni otros; sabe, en suma, que
éste es Fulano, aquél Zutano; aquí hay una silla, allá un sofá. Todo
vuelve a ser como antes del sueño. Tal fue lo que me ocurrió. Tenemos
dos almas, dice Jacobina: una que mira de adentro hacia afuera; otra que
mira de afuera hacia adentro... El alma exterior puede ser un espíritu,
un fluido, un hombre, muchos hombres, un objeto, una operación. Un botón
de la camisa puede ser esa alma al igual que una polca, el tresillo, un
libro, una máquina, un par de botas, un tambor, etc. En ambos casos las
almas trasmiten la vida y se complementan. La conciencia que tenemos de sí
viene de afuera, un afuera discontinuo y oscilante a causa de los ires y
venires de los «otros», que desean ver nuestra máscara, no nuestro yo:
enigma del deseo, cuerpo opaco del miedo, de celos, de envidia que nunca
mostramos ni vemos en «ellos». Machado de Assis ha visto la máscara de
aquel que fue una vez y puede mirar tranquilamente en el espejo de
nosotros, el lector. Quincas Borba
(l89l), Dom
Casmurro
(1899), Essaú y
Jacó
(1904)
y Memorial de Aires
(1908)
estudian los actos humanos a través de los hilos secretos que mueven las
vidas de unos megalómanos que pretenden ser libres. El egoísmo, la
vanidad, la ambición, la irresponsabilidad, la avaricia, los vaivenes de
la conciencia, la inalcanzable perfección y el triunfo de lo aparente
sobre lo real hacen que el yo natural se imposte en el yo social. En
Quincas Borba Rubião, un provinciano ingenuo, recibe de repente una
herencia por mucho tiempo añorada. Y se ve envuelto en una cadena de
enredos de dinero y amores adúlteros que concluyen con la muerte, en la
miseria, del anti-héroe. Es uno de los retratos mas finamente trazados de
la sociedad burguesa del Segundo Reinado donde no tienen cabida la locura,
la pobreza y los diferentes. Dom Casmurro o Benhinto
Santiago, entrado en la vejez recuerda amorosamente un idilio juvenil que
terminó en un perfecto matrimonio, pero su felicidad es obstruída por la
supuesta infidelidad de la esposa, a quien abandona, y su indiferente
reacción muchos años después, al saber que ha muerto. La infidelidad
resulta ser enteramente imaginaria: Dom Casmurro ve las relaciones con los
otros desde el engaño que proyecta su yo. Así que inventa un triangulo
amoroso para colocarse en el centro del problema. Mientras reconstruye los
fraudes de sus amores y celos ilusorios también se dedica a construir una
réplica de la casa donde pasó la niñez, reproduciendo cada detalle. El
experimento le resulta insatisfactorio pues no puede revivir las gentes
que han desaparecido; nadie queda ya que pueda interferir con la última
ocupación de su vida. El
relato parte de la tesis: competir o rivalizar es una tendencia natural
del hombre. Teoría que le lleva a descubrir el carácter de los otros
, pero no su propio yo. Dom Casmurro no se revela al lector, a quien
descubre es al otro, a nosotros, de quiénes se aparta, terminando
completamente separado del mundo, de su pasado, presente y futuro, incluso
de su propio hijo. Mi
fin evidente, -dice en el capítulo segundo-, era atar as dos puntas de la
vida y restaurar en la vejez la adolescencia. Pues, señor, no conseguí
recomponer lo que fue ni lo que fui. Aunque el rostro fuera igual, la
fisonomía era diferente. Si sólo me faltasen los otros, pase; un hombre
se consuela más o menos de las personas que pierde; pero falto yo mismo,
y esta laguna lo es todo. La
amarga actitud de Machado de Assis ante la existencia fue resultado no sólo
de su propia experiencia sino de la lectura de su maestro Schopenhauer.
Como el novelista brasileño, éste creía que el hombre es una criatura
irracional cuya existencia individual carece de un designio trascendente.
El pensamiento del filósofo, que influyó en muchos hombres de letras de
su tiempo, en Machado de Assis decidió las actitudes morales y estéticas:
en la autonegación del amor y en el arte encontró dos caminos para
escapar de los principios de la individuación, de quedar atrapado, como
cualquier otro de sus contemporáneos, en las redes del Segundo Reinado.
La literatura, obra del genio y única forma del conocimiento, da a los más
insignificantes sucesos de la existencia, a los mezquinos eventos de la
vida absurda, un sentido, al transformarse en arte. Machado de Assis
ofreció su voz a esa gama de narradores de su tiempo, que son sus
personajes, para que esas concepciones, incluso su pesimismo, no fueran un
pozo de desdichas insolubles gracias al humor y la acrimonia con que
resuelve, al fin, los nudos e intrigas de la existencia. Machado de Assis fue fundador y presidente vitalicio de la Academia Brasileña de Letras. Tuvo interés por la música y la filosofía; admiró a Schopenhauer, Pascal y los novelistas ingleses del siglo XVIII. Escribió unos dos centenares de cuentos. Sus Obras completas, en tres volúmenes, han sido publicadas en Rio de Janeiro en 1959. En español: Cuentos, traducción de Santiago Kovadloff; selección y prólogo de Alfredo Bosi; cronología de Neusa Pinsard Caccese, Caracas, 1978; Quincas Borba, traducción de Juan García Gayo; prólogo y notas de Roberto Schwarz; cronología de Neusa Pinsard Caccese, Caracas, 1979 Don Casmurro, Tres cuentos, traducciones de J. Natalicio González, prólogo de Lucía Miguel Pereira, Buenos Aires, 1946; Memorias póstumas de Blas Cubas, traducción de Julio Piquet, Montevideo, 1902; y de Antonio Alatorre; introducción de Lucía Miguel Pereira, México, 1951. |
Harold
Alvarado Tenorio
www.haroldalvaradotenorio.com
Revista de Poesía Arquitrave
www.arquitrave.com
Kra 13 # 27-98, Torre B/1504
1/8128214--313 8850978
Bogotá DC
Ver, además:
Joaquim Maria Machado de Assis en Letras Uruguay
Editor de Letras Uruguay: Carlos Echinope Arce
Email: echinope@gmail.com
Twitter: https://twitter.com/echinope
facebook: https://www.facebook.com/carlos.echinopearce
instagram: https://www.instagram.com/cechinope/
Linkedin: https://www.linkedin.com/in/carlos-echinope-arce-1a628a35/
Métodos para apoyar la labor cultural de Letras-Uruguay
Ir a índice de ensayo |
Ir a índice de Alvarado Tenorio, Harold |
Ir a página inicio |
Ir a índice de escritores |