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Compañía para el viaje 
Cuento de Daniel Aloisio

En el fondo de lo que se ve

 

Las personas y sus historias parecen ser muy diferentes entre sí. Pero si leemos entre líneas lo evidente, si nos zambullimos al fondo de lo expuesto descubrimos que las cuestiones que nos impulsan a los seres humanos son afínes análogas. Las esperas, las esperanzas, los deseos, a veces, nos hacen semejantes 

No es raro que hayamos hablado por primera vez un viernes. De lunes a jueves salgo del trabajo, y camino hasta la parada de ómnibus sin cruzar un gesto, una palabra con nadie. Absorto, con prisa, navego entre la marea de cuerpos que atesta las veredas. Y caigo sobre un colectivo que me deposita una vez más en casa. La rutina sólo se altera los viernes, cuando por pereza, o por cansancio, desando esas cuadras a paso lento.´

 

Esa vez, como otras, él ocupaba un rincón de la garita. Lo reconocí por las manos ajadas, por cierta curvatura de la espalda que sugería un pasado sedentario: de oficinista, tal vez.

 

Ocupé un lugar en el tablón que hacía las veces de banco, y la madera rechinó bajo mi peso. Él no se volvió, aunque creí ver que tensaba la nuca para evitarlo. Miraba en dirección al tránsito, como oteando sobre la superficie del mar. Pasaron dos colectivos, tres.

 

Me extrañó su modo de seguirlos con la vista. El viento sopló, y arrastró tina nube de tierra que nos dio a los dos en plena cara. Carraspeamos, tosimos, y nuestro infortunio nos unió en una queja.

 

-Si no llueve vamos a seguir comiendo tierra -dije.

 

El hombre me observó, pensativo. De cerca se lo veía frágil, consumido. Su boca se plegó en una sonrisa al hablar.

 

-¿Usted qué colectivo toma? -preguntó.

 

-El cuatro.

 

-jJá! -exclamó, dándose una palmada en la rodilla-. El cuatro pasó hace un rato, así que tiene por lo menos una hora de plantón.

 

-No hay apuro -respondí-, hoy es viernes.

 

-Viernes -murmuró, y se quedó mirando la calle-. Para mí todos los días son iguales...

 

-¿A cuál espera? -dije, señalando un colectivo.

 

-A ninguno... -titubeó- o a todos, da lo mismo. Cuando me miró, creí verlo rejuvenecer.

 

-¿Le cuento algo? -dijo con aire de complicidad.

 

Asentí, él me tendió la mano. -Ferreira -exclamó con aire solemne*. Usted es Gustavo, no hace falta que se presente.

 

-Así que me conoce... -dije, retribuyéndole el saludo. -Y a los demás de la parada. Pero usted es un caso especial, ¿sabe? No fuma, no escucha radio, no habla con nadie. De lunes a jueves saca una revista arrugada, y lee sin prestar atención. Inspecciona la calle como si contara los baches, se acomoda el pelo, anota frases en una libreta verde que guarda en el bolsillo.

 

-Reconozco que es una buena descripción -dije riendo-. ¿Y usted a qué se dedica? Ferreira ensombreció. Se comió las uñas, lanzó un suspiro.

 

-La espero a Sara: me dejó hace años.

 

-¿Por otro amor? -dye, tratando de medir las palabras. -Ojalá -respondió Ferreira-, por lo menos sabría que es feliz. No, se fue a cumplir no sé qué sueños que conmigo no podía.

 

-Y entonces usted la espera aquí...

 

-Aquí, o en cualquier lugar. Sé que va a volver en algún colectivo. Siendo maestra, se acostumbró a viajar en esos armatostes. A veces decía que daba dos o tres vueltas a la ciudad, sólo para ver cómo vive otra gente. ¿Se da cuenta de que mi Sara era especial?

 

-Me doy cuenta. Yo también tengo una mujer especial...

 

-Sí, Paula -interrumpió Ferreira-. A veces usted habla por teléfono con ella. Casi siempre le miente: dice que está en la oficina, saliendo del Correo, entrando al Banco. Debe ser por esa aventura con la nueva compañera de trabajo... ¿Araceli, no?

 

Abrí la boca y volví a cerrarla al instante. El recuerdo de aquel viernes de marzo, me llegó como un suspiro: Araceli, nueva en la empresa, acaparaba los halagos masculinos. La reunión se había extendido más de la cuenta. Llovía, y salimos juntos. Tuvimos que correr hasta la parada de colectivos. Llegamos riendo, salpicados, exhaustos por el esfuerzo. El ómnibus de ella vino primero. La vi subir con premura, alcanzar un asiento. Me saludó con la mano apoyada en el vidrio. Y en ese segundo supe que algo había pasado. Y algo pasó: duró tres meses, cuatro. Después ella cambió de trabajo, y dejó de responder a mis llamados.

 

Ferreira me trajo al presente con poco tacto.

 

-No sea tonto... -murmuró, y dejó la frase flotando.

 

En eso llegó otro colectivo.

 

-¡Un cuatro! -gritó Ferreira-. Usted sí que tiene suerte.

 

Me despedí con un ademán, y subí al trote. Busqué un asiento junto a la ventanilla, me sorprendió ver cómo Ferreira se mimetizaba con el paisaje.

 

Una mujer mayor se sentó a mi lado. Cruzó las manos sobre el regazo, estrujó un pañuelo blanco. Me pregunté si así se vería Sara, y tuve la intención de hacerle una seña a Ferreira, pero el vehículo ya se había puesto en marcha.

 

El viaje se me hizo lento, los edificios fueron cubriéndose de una pátina ocre que les desdibujó los perfiles. Me entretuve viendo carteles viejos, casonas que ya creía demolidas. Entreabrí la ventanilla, sorbí el frescor amargo de la ciudad.

 

Al llegar a los descampados, tomé la libreta verde. Busqué una lapicera y escribí: "Sara". Pensé en Paula, en Araceli, en el viejo Ferreira, que seguiría solo en la garita. Cerré los ojos, y caí en un letargo plácido.

 

Me acunó el golpeteo en los cristales: afuera, después de meses, llovía.

 

Próximo domingo Cuento "La matara resplandeciente", de Joye Mussoirt.

Daniel Aloisio

Daniel O. Aloisio nació en Rio Cuarto en 1968.

Ha colaborado con la revista virtual Literaria Fantástica, la publicación Con tiempo y sobra (UNRti), la revista literaria Cartogratías, el suplemento cultural Corredor Mediterráneo de diario Puntal y la sección literaria de la revista Temas Económicos (UNRC). En 2004 integró la antologa Tercera Convergencia Nacional de Cuento Juninpais 2004 - Junin, Provincia de Buenos Aires. Recibió premios y menciones de honor en certámenes nacionales. Su bibliogralía está conformada por los siguientes libros de cuentos: "Arbol de sueños" (2004-lm- prenta Municipal, Rio Cuarto.) "Babel Interior" (2005-Aldón Editora, Córdoba.) "Cuando el ocaso" (2006-Editorial Cartografías, Rio Cuarto.) "Desde el umbral" (2006- Imprecom Editorial, Rio Cuarto.) Este último también en lenguaje Braíle, a través del Centro Tiltoló- glco y Tecnológico Villa María, Córdoba. "Efímeras Vidas' (2009 -Editorial Cartografías). 

Daniel Aloisio
La ciudad ficcional
Diario Puntal de Río Cuarto
5 de julio de 2009

Gentileza de http://www.epervivencias.blogspot.com/

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